Viene de parte III
http://antonio-bueno-todosmisviajes.blogspot.com.es/2014/05/ruta-por-las-beiras-portugal-parte-iii.html
Guarda
http://antonio-bueno-todosmisviajes.blogspot.com.es/2014/05/ruta-por-las-beiras-portugal-parte-iii.html
Guarda
Hay un “dicho” en Guarda en el que dice que esta ciudad es “fría, forta, forte
e freia” (fría, rica, fuerte y fea) según una descripción popular. Una vez
visitada puedo tener mi propia opinión. En absoluto tiene que ser desmerecida
ya que tiene un centro historico interesante.
En lo alto de imponentes cumbres, Guarda puede presumir de ser la ciudad
más alta de Portugal.
Fue fundada en 1197 para proteger al joven estado de Portugal de los
asedios árabes y españoles.
Con una majestuosa fortaleza catedral gótica nos encontramos al poco de
dejar el coche en la parte más alta de la ciudad.
Ubicada en una espaciosa plaza y rodeada de varios soportales en el mismo centro de la ciudad.
Las partes más antiguas de su construcción datan de 1390, pero se tardaría más de un
siglo en terminarla. La catedral está flanqueada por dos campanarios
perfectamente hexagonales.
La ciudad vieja con sus mansiones de los siglos XVI al XVIII y la imponente
catedral en la plaza de Luis de Camoes es eje principal de la ciudad.
Con mapa en mano recorremos las melancólicas callejuelas del barrio judío,
todas ellas cercanas a la plaza de la catedral.
Las callejuelas que parten de dicha plaza están repleta de buenos
restaurantes y bares, en donde los camareros nos reclaman para saborear sus
platos típicos.
Seguimos callejeando para terminar en unas de las puertas de entrada a la
muralla, junto a ésta, una bonita
iglesia.
De nuevo con dirección a la catedral y en lo más alto de la ciudad
llegamos a los pocos restos que quedan del castillo del siglo XIII. Solo la torre de Menagem en la cima de una colina se mantiene en
pie. Ésta de propiedad privada la tiene cerrada al público.
Desde lo alto de la colina podemos disfrutar de excelentes vistas sobre
toda la ciudad. Junto a esta fortaleza nos encontramos el cementerio de Guarda.
Trancoso
A escasos kilómetros de Guarda con dirección norte llegamos al pequeño
pueblo de Trancoso. Rodeado por unas imponentes murallas del siglo XIII, es
quizás el más bello de todos lo visitados.
Junto a una de las entradas hacia el interior del casco viejo, una oficina
de turismo nos suministra un mapa con todos los lugares que debemos de visitar.
La rua do Corredoura nos lleva directamente a la plaza principal, en donde se encuentra la Picota de Trancoso. Declarado monumento nacional, el fuste se sustenta sobre cuatro peldaños y termina con cinco columnitas que forma la gayola.
Junto a este, la iglesia de San Pedro, del siglo XVI, y en la misma plaza
un bonito conjunto de casas sujetas por columnas formando unos soportales.
Trancoso está formada por un laberinto de callejuelas empedradas y
comprimidas dentro del recinto de la muralla.
Trancoso históricamente fue un lugar que sirvió de refugio para los
españoles judíos que huian de la inquisición.
La rua de la alegría es una estrecha callejuela donde las casas están adornadas con muchos macetones cargadas
de rojas flores, en donde podemos contemplar todavía a las señoras mayores
tomando el sol.
Para este día no teníamos reservado nada para dormir, con lo que le preguntamos a una señora si sabía de algún vecino que alquilara una habitación, a lo que ella nos contestó que no, pero que podíamos ir al residencial Denis que se encontraba justamente pasadas las murallas. Anotamos el sitio y seguimos recorriendo el pueblo, cuando, junto a nosotros pasaba un coche y nos dió un pitido.
Era la señora que le habíamos preguntado anteriormente, con lo que ella
muy amablemente nos dijo que nos montásemos en el coche y que nos llevaría al
residencial Denis. Un lugar perfecto en cuanto a calidad-precio, muy cerca del
casco antiguo, buenas habitaciones y buen desayuno. Recomendable cien por cien, aunque por fuera no tenga demasiado buen aspecto.
Dejamos todos los bártulos y continuamos con la visita a Trancoso. A pocos
metros del residencial Denis la Porta do Prado desde donde de nuevo accedemos
al casco viejo.
Hace muchísimo calor, con lo que teniendo en cuenta que son ya las dos de
la tarde, era el momento de buscar un buen sitio donde comer.
Escogimos el mejor de todo Trancoso,
junto a la Porta del Rei, por donde ya entramos esta mañana. Nos llamó la atención el cartel que vimos en la esquina de la calle, con
lo que entramos a preguntar. Con una exquisita decoración y adornada con aperos de la época,
efectivamente era una tasca típica.
Lo que de entrada nos gustó fue ver a gente del pueblo comiendo allí. El
camarero muy amable nos atendió, sin apenas distinguir que éramos dos españoles.
Buen plato de jabalí con bastante guarnición, vino de la zona y delicioso
postre, además todo esto por un buen precio.
Una vez bien satisfecho de nuestro manjar, unos buenos cafelitos en la terraza de la plaza de la
picota.
Seguimos callejeando y en un bonito rincón encontramos el poço do Mestre y
detrás de este, la plaza de Alburquerque en la que se encuentra la más famosa
casa judía de todo el pueblo. “La casa del gato”, de origen judío con el león
de Judá esculpido en alto relieve en la fachada, y decorada con las puertas de
Jerusalén.
Tiene las características de casa y comercio judío. Nos dirigimos ahora hacia el castillo, cerrado por se hoy lunes, así que
nos conformaremos por recorrerlo por su exterior, junto con las murallas.
Construido en los siglos X y XIII, las murallas que rodean al centro
histórico disponía de 15 torres y torreones, entre las cuales se abrían cuatro
puertas y tres postigos.
Dejamos de momento Trancoso y nos vamos a visitar tres pueblos situados al
norte y que forman parte del Planalto, en los que dedicaremos toda la tarde.
Aunque los más concocidos son Trancoso y Almedia (lo vistaremos mañana) bien
merece una visita a Sernancelle, Penedono
y Marialva
Sernancelle
Dirigiéndonos a Sernancelhe, situado a unos 30 kilómetros al noreste de
Trancoso, el paisaje que vamos dejando a nuestro paso está formado por pequeñas
colinas con cientos de almendros en flor, algunos bosquetes, y un verde intenso
que brota por doquier, un bello paisaje.
Este pueblo es poco visitado, y de hecho no conocía de su
existencia hasta que leyendo un libro de Portugal me hacia una pequeña
reseña a estos
tres pueblos.
Cuando llegamos a la localidad, francamente nos pareció horroroso, muy
moderno y con muchas urbanizaciones, pero preguntando y preguntando por fin
dimos con el pequeño casco histórico.
Cuando leí el libro de Portugal de la edicción Lonely planet y decía “Sernancelhe tiene un
centro maravillosamente preservado y creado por una cálida piedra de color beig”,
estaba claro que esto no podía ser un invento de un escritor, con lo que
nos pusimos en marcha para descubrirlo.
Una vez que nos adentramos en el pequeño casco viejo nos quedamos
sorprendidos de la belleza de una diminuta plaza.
Un antiguo barrio judío con cruces que marcan las casas de los conversos.
Varias casas majestuosas de los siglos XVI y XVII, en unas de las cuales se cree que nació el Marqués de Pombal.
Una preciosa iglesía románica del siglo XIII se encuentra en uno de los
laterales de dicha plaza. Y junto a ella, una colina con un pequeño parque y
jardines en su cima.
Tras subir varias decenas de escalones, por fin llegué a ese pequeño
mirador, desde el que pude disfrutar de excelentes vistas de todo el pueblo.
Según he leido, se dice que por estas colinas crecen las mejores castañas de toda Portugal. No es la época, pero sin lugar a dudas, si en otra ocasión aparezco por estos lares, haré coincidir la fecha de las castañas para así poderlo comprobar.
Abandonamos el pueblo y partimos hacia Penedono, situado a unos 16
kilómetros al nordeste de Sernancelhe.
Penedono
Yendo hacia Penedono, las nubes se ennegrecieron al momento y el viento
sopló fuertemente. El calor dio paso a una tormenta de agua, que fue
descargando poco a poco en nuestra visita a Penedono.
Sentados en el coche y sin poder salir, contemplamos de frente ese
impresionante castillo roquero del siglo XIII.
Vista majestuosa desde cualquier punto del pueblo, y enclavado sobre una
peña destaca magistralmente sobre los tejados de las casas.
Cesa algo la lluvia con lo que aprovechamos para contemplarlo de cerca y
dar un paseo por este pequeño pueblo.
De nuevo empezó a llover fuertemente con lo que nuestro paso se tuvo que
acelerar en el callejear del pueblo. Ya en el coche partimos hacia la pequeña
aldea histórica de Marialva, situado a unos 25 kilómetros al sudeste de
Penedono. Por carreterillas locales y sin apenas tráfico debido a la lluvia
llegamos a Marialva sobre las ocho de la tarde.
Marialva
Aislado y con una sensción de pueblo fantasma, solo algunas casas parecen
estar habitadas. Quizás por el mal tiempo o por una hora ya tardía, el caso es
que este lugar tiene encanto… tranquilo, silencioso, sosegado…
Bajo una fortaleza parcialente destruida corretean un par de crios
perseguidos por un perro, son unos de los pocos habitantes del pueblo.
Quizás la localidad más impresionante de todas. Dominada por un imponente
castillo del siglo XII que custodia el accidentado valle del río Coa.
Un par de calles y una plazuela son los únicos espacios que dan paz a este
evocador pueblecito. Una señora
vestida de negro queda sorprendida al vernos por allí, extrañada nos
saluda timidamente cuando se dirigía a
dar de comer a las bestias.
En la otra calle con cuestas, un señor también vestido de negro carga a sus espaldas un buen amasijo de hierba, mientras, el pueblo queda sumergido en un profundo silencio.
Damos por finalizada nuestra larga jornada de hoy y ponemos rumbo de nuevo hacia Trancoso, a la que llegaríamos ya cayendo la noche.
Día
5
Almeida
Con
dirección a España, y después de tomar un copioso desayuno, hicimos nuestra
última parada para visitar el pueblo de Almeida.
A escasos
kilómetros de la frontera y con dirección a Ciudad Rodrigo, ya en la provincia
de Salamanca.
Almeida, con su compacta fortaleza en forma de estrella, fue terminada en
1641 y es quizás la que mejor conservada se encuentra de todas las visitadas.
Después de que Portugal recuperara la independencia de España en la década
de 1640, las regiones fronterizas del país se vieron obligadas a permanecer
constantemente en alerta. De este modo la pequeña Almeida junto con Elvas y
Valença do Milho se convirtió en una defensa fundamental contra las incursiones
españolas.
Sin que tenga un encanto especial, merece la pena dar un paseo de un par
de horas.
Entrando por la Porta de San Francisco nos encontramos con el cuartel de
infanteria del siglo XVIII, y poco más adelante el convento de nuestra señora
de Loreto.
Tras un corto callejeo por el pueblo, al poco habíamos terminado, con lo
que pusimos rumbo hacia casa dirección Ciudad Rodrigo, Cáceres y por fin Sevilla a la que llegaríamos sobre
las ocho de la tarde.