sábado, 26 de diciembre de 2009

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca) agosto/95



"A pesar de las cortas de que ha sido objeto el valle de Ordesa, éste conserva su sello de grandiosa virginidad. Un acotamiento a todo aprovechamiento de leñas y maderas, una limitación del de pastos a los términos absolutamente precisos para la vida de la ganadería de la región y una veda rigurosa de la caza, realzarían en poco tiempo las condiciones naturales de este valle, lo convertirían en uno de los sitios más visitados por los turistas, con lo que se compensarían sobradamente estas privaciones, con notoria ventaja para los vecinos de los pueblos inmediatos".
Poco antes de la declaración del valle de Ordesa como Parque Nacional en el año 1918, la revista Montes se adelantaba a los acontecimientos futuros, y ahora actuales, con el diagnóstico que encabeza estas líneas.
Montañeros, naturalistas, científicos y turistas han ido cantado en los últimos siglos las excelencias naturales y paisajísticas que alberga este soberbio rincón de los Pirineos, un paraje donde las formas de vida y la hermosura se han recluido en calidad y en cantidad, hasta el punto de llegar a adquirir grandes proporciones.
Domina su orografía el macizo de Monte Perdido (3.355 m), con las cimas de las Tres Sorores, desde donde derivan los valles de Ordesa, Pineta, Añisclo y Escuaín. Un paisaje de grandes contrastes: la extrema aridez de las zonas altas, donde el agua de lluvia y deshielo se filtra por grietas y sumideros, contrasta con los verdes valles cubiertos por bosques y prados, donde el agua forma cascadas y atraviesa cañones y barrancos.
La necesidad de proteger la integridad de la gea, fauna, flora, aguas, atmósfera y, en definitiva, el conjunto de ecosistemas del macizo montañoso de Monte Perdido, conllevó la ampliación del primigenio Parque Nacional hasta las actuales 15.608 has.
En este territorio se encierran otras áreas de no menos valor ecológico, como son los valles de Añisclo, Escuaín y Pineta, así como las alturas del Monte Perdido, vastos desiertos de altura donde reinan las ventiscas, la nieve, la roca desnuda y los restos glaciares. Esa necesidad es hoy refrendada por otras figuras de protección que además de avalar el estado de conservación de esta naturaleza, exigen una gestión responsable y sostenible: Diploma Europeo, Reserva de la Biosfera Ordesa-Viñamala, Zona de Especial Protección para las Aves y, por encima de cualquier otra la figura transpirenaica de Patrimonio de la Humanidad reconocida por la Unesco.


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