jueves, 18 de agosto de 2016

Viaje a Senegal y Gambia (julio/16) Parte I




Desde que el verano pasado regresaramos de Nepal, al poco, empecé a darle vuelta sobre cuál sería mi próximo destino. Barajaba dos opciones, Myanmar (Birmania) o Gambia y Senegal. Empecé a ojear guías, libros, web, blogs… sobre estos países y al final nos decidímos por los países del África negra. Semanas después empecé a contactar con algún guía local de la zona, y tras algunas indagaciones y referencias de otros viajeros contacté con uno de los mejores guías de Senegal y Gambia, Mamadou Ba (conocido popularmente como Campos), una excelente persona y conocedor de su país que te acercará al corazón de su cultura, etnias, costumbres, paisajes…www.guiadesenegal.com.
Ya tenía decidido Gambia completo, y de Senegal ¿Qué zona? No fue difícil decidirme, quería la más remota, profunda, ancestral…y en donde los grupos étnicos viven igual que siglos atrás. Esas zonas serían Casamance y País Bassari, ambas al sur de Gambia y haciendo frontera con Guinea Bisau, Guinea Conakri y Malí.
En diciembre Rosa y yo ya teníamos los vuelos sacado hacia Banjul (Gambia) desde Barcelona, con la compañía Vueling, directo hacia ese país, y súper barato.

Para Senegal y Gambia tendríamos otros dos compañeros de viaje, Carles y Marta de Tarragona, y para Gambia otras dos compañeras, Fátima y Elena, de Madrid; todos viajeros ya muy experimentados, con lo que en todo momento hicimos un buen grupo de viaje.



Importante saber antes del viaje


Es importante saber que nos vamos a África, allí todo es distinto, y en muchas ocasiones (siempre), para ellos, un occidental, europeo (da igual que sea sueco, español, suizo o griego…) llevamos el símbolo del euro y el dólar grabado en la frente, con lo que el asedio y acoso será un factor a tener en cuenta. Y en más de una ocasión intentarán sobornarte  (siempre la policía de Gambia, en los numerosos controles de carretera). Gambia es un país muy pobre, y la gente tiene que buscarse la vida para poder tirar el día a día, y en este caso la policía lo tiene más fácil. Se aprovechan de llevar el uniforme, y a los viajeros y turistas intentan sacar los cuartos. Todo depende de la astucia, experiencia, paciencia…del extranjero para que el policía no se lleve ni un euro. Tuve esa experiencia que ya la relataré más adelante.


En los controles (frontera del aeropuerto o carretera) debéis tener mucho cuidado con las medicinas que lleváis, ya que puede ser la excusa perfecta para intentar sacarte dinero. Ellos te dirán que esas medicinas son ilegales (drogas) y no están permitidas…con lo que será el inicio amenazante para sacarte algunos euros. Para curaros en salud, llevad siempre las medicinas con sus cajas, prospectos, incluso si lleváis un medicamento especial llevad el informe médico explicando la necesidad de tomarlo. ¡Lo lleváis todo preparado!, sí, pues da igual, ellos intentarán sacarte los euros (tengo mi propia experiencia vivida en el aeropuerto). Lo mejor que podéis hacer es: tened paciencia, ser respetuoso, no sentirse amenazado, ser agradable, aunque habléis inglés hacerse el sueco, decid que vais a llamar a vuestra embajada…y pasada la media hora, si te has mantenido firme, ellos se aburrirán y te dejaran por imposible.
Viajar por libre, alquilando su propio coche, es lo último que se podría hacer. Uno terminaría agotado y destrozado en cada uno de los controles de carretera. Lo mejor es alquilar un todo terreno con conductor o un guía local, de este modo, el intermediario siempre para el posible soborno sería nuestro guía.


Vacunas y enfermedades

Los mosquitos están presente, con los que hay que andar con mucho cuidado. De hecho la causa mayor de muerte en ambos países es la malaria. Imprescindible llevar anti mosquitos repelentes (sobre todo por la mañana y anochecer y zona selvática) y dormir siempre con mosquiteras. Tomar malarone para la malaria, y las vacunas: Tétano-difteria, hepatitis A y B, Meningitis, Fiebre Amarilla, Tifus y Cólera (estas son las que yo me puse), llevar cartilla de vacunaciones al día. Consultar siempre con la O.M.S.
El agua siempre embotellada, cuidado con las verduras frescas, pelar la fruta. Evitar los cubitos de hielo en las bebidas. En general la comida siempre cocinada y bien caliente. Toda comida que no te entre por los ojos, evitarla. Esquivar los puestos callejeros, aunque la comida tenga buena pinta. Con sentido común, lo más que podéis tener es la típica diarrea del viajero.

Visados-Moneda-horarios

Para Senegal no hace falta visado. Para Gambia, si se entra por el aeropuerto tampoco te lo pedirán, pero al salir del país y entrar por carretera (fue nuestro caso) te lo exigirán.  Se puede tramitar desde España, pagando 50 €, pero al cruzar la frontera te dirán igualmente que tienes que pagar dinero por el visado (les pasó a las dos compañeras de Madrid, cuando entraron desde el norte de Gambia). Nosotros que entramos por el sur tuvimos que negociar la cantidad a pagar. Nos pidieron 68 €, pero gracias a nuestro guía y tras la intervención del conductor gambiano se quedó en 30 €.
En los dos países, el reloj nos marcará dos horas menos. La moneda en Gambia es el dalasi. 1 €=49 dalasi. En Senegal 1 €=655 CFA. A fecha Julio/16.

Gambia


Gambia es un país muy pequeño, para hacernos una idea, como la región de Murcia. Se adentra de forma alargada en el territorio de Senegal durante unos 300 km con unos 50 kms de ancho y está atravesado en todo su recorrido por el río Gambia, con una población de casi millón y medio de habitantes. En la zona de la costa hay algunas concentraciones turísticas de playa, pero evidentemente para conocer bien el país mejor adentrarse hacia el interior para ver cómo viven los gambianos. 


 Los desplazamientos por carretera se hacen lento, muchas carreteras se convierten en pistas con cientos de baches y agujeros que hay que esquivar.
Siendo una antigua colonia británica, en 1965 obtuvo su independencia, con lo que el idioma oficial es el inglés, aunque el mandinga y el wolof son lenguas locales muy habladas. La religión musulmana es la predominante en un 90% y el resto son animistas y un 1% de cristianos. Aproximadamente la tercera parte de la población vive bajo el umbral de la pobreza, ocupando el puesto número 175 en el índice de desarrollo humano, sobre un total de 194 países.
La rica vegetación de Gambia se debe a su majestuoso río que presenta un paisaje tupido de manglares, cañaverales y bosque tropical. En varias ocasiones nos adentramos por el río Gambia para disfrutar de su fauna: cientos de aves, chimpancés, babuinos, hipopótamos…y los muchos manglares.
Atravesamos prácticamente todo el país, saliendo hacia Senegal por la ciudad de base Sata Su, con dirección a Tambacounda, ya en Senegal.

Senegal


Senegal está dividida en 14 regiones, de las cuales hablaré únicamente de las cinco que yo pude visitar, todas ellas situadas en el sur del país, haciendo frontera con Guinea Bisau, Guinea Conakri y Mali, justo por debajo de Gambia, formando las históricas regiones de Casamance (Ziguinchor, Kolda y Sedhiou) y país Bassari (Tambacounda y Kedougou).


Aunque el idioma oficial es el francés, la lengua más hablada es el Wolof pero sin status oficial. Sus casi trece millones de habitantes se encuentran repartidos en una superficie total de algo más que la tercera parte de España.
La zona sudeste del país es la más selvática, de hecho es la elevación más alta del país, en torno a 581 metros de altitud. Por el contrario el norte del país, con influencia del sahel es zona desértica, frontera con Mauritania.
La población senegalesa es mayoritariamente musulmana, aunque no es demasiado practicante, con una pequeña población de cristianos. En el ámbito local destaca fuertemente la religión animista.
Uno de los mayores atractivos de Senegal es su diversidad étnica con fuertes arraigos en sus costumbres: los wolofs (43%), Peuls (33%), Sereres (15%), diolas (4%), malinkes (3%) y Soninkes (1%).


Con varios Parques Nacionales, el más famoso y que atravesamos en dos ocasiones es el de Niokolo Koba situado en el sur de Senegal en la región de Tambacounda, en el que pudimos contemplar distintas especies de animales.

Bueno, ya está bien con la introducción, empecemos la ruta. ¡Ahí va!




ITINERARIO REALIZADO
Por Gambia


Por Senegal (Casamance y País Bassari) 



Día 1. (Gambia). Sevilla-Barcelona-Banjul-Sanyang Dormir en Sanyang, lodge kajamor.

Día 2. (Gambia). Sanyang-Serekunda-kachumi-Sanyang Dormir en Sanyang, lodge kajamor.

Día 3. (Gambia). Sanyang-Tanjil-Damanka (río Gambia:manglares)-Bintang Bolong Dormir en Bintang Bolong lodge.

Día 4. (Gambia). Bintang Bolong-Janjangbureh-Río Gambia: hipopótamos)-Janjangbureh Dormir en campamento Baobolong Janjangbureh

Día 5. (Gambia). Janjangbureh-Lamine koto-P.N río Gambia (Chimpancé)-Wasu-Janjangbureh Dormir en campamento Baobolong Janjangbureh

Día 6. (Gambia-Senegal) Janjangbureh-Tambacounda-P.N Niokolo Koba-Kedougou Dormir en hotel Le bedik, kedougou

Día 7. (Senegal: país Bassari) Kedougou-Ibel-Iwol-Dindefelo Dormir en campamento Villageois, Dindefelo

Día 8. (Senegal: país Bassari) Dindefelo-Cascada de Dindefelo—Dande-Dindefelo-P.N Niokolo Koba-Tanbacounda  Dormir en hotel Le Relais, Tambacounda

Día 9. (Senegal: Casamance) Tanbacounda-Seleki  Dormir en campamento solidario de Seleki

Día 10. (Senegal: Casamance) Seleki –isla Eulobaline-Oussouye-Elinquine-isla de Carabane Dormir en campamento campamento Hellena, Carabane

Día 11 (Senegal: Casamance) Isla de Carabane-Cap Skirring-  Dormir en campamento La Diaspora, Cap Skirring

Día 12 (Senegal: Casamance) Cap Skirring-Kabrouse-Cap Skirring  Dormir en campamento No Stress, Cap Skirring

Día 13 (Senegal: Casamance) Cap Skirring-Diembering-Cap Skirring  Dormir en campamento No Stress, Cap Skirring

Día 14 (Senegal: Casamance-Gambia) Cap Skirring-Mlomp-Sanyang  Dormir en Sanyang, logde kajamor.

Día 15 (Gambia) Sanyang-Banjul-Barcelona-Sevilla



Día 1. Sevilla-Barcelona-Banjul-Sanyang



Nota: aunque las fotografías de este primer día no corresponden a esa jornada, las he  incluido para amenizar la tensión de la llegada a Gambia, y que fue solo una pincelada anecdótica y simplemente una “pieza” más de este bello país.


Tras un día y medio relajante y de paseo por Barcelona, a las siete de la tarde partimos hacia Banjul. Ya en el  avión nos encontramos con un grupo de jóvenes que iban de voluntariado hacia Gambia; con una de ellas, que ya repetía, intercambiamos algunas impresiones sobre dicho país.


A la hora prevista, las 22,05 (hora local) aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Banjul, y aquí empezaría mi primera pesadilla.
Recogimos el equipaje y al pasar el control me pusieron la cruz en la maleta, la mochila ni tocarla.


Rápidamente uno de los policías me indica que lo acompañe a un cuartillo, y nunca mejor dicho, un habitáculo escuálido con las paredes descalichadas y con manchurrones de no haber visto pintura  desde hace años. Solo una pequeña mesa, sin más mueble que decorar, y el policía y yo en aquel panorama. De forma sigilosa me pide el pasaporte y a la vez que abra la maleta.


Se dirige directamente a un neceser y me indica que lo abra. Son medicinas, le contesto yo. Empieza a hurgar en cada una de ellas pidiendo explicación de porqué las llevo. Son las habituales en un destino de este tipo: diarreas, antibióticos, sueros, antinflamatorios, dolor…en fin lo típico.

Con una mano empieza a jugar con el nombre del pasaporte, la ciudad de dónde vengo…se estaba montando su propia película; con la otra mano coge una caja de pastillas y me dicen que son ilegales. Ahora si tenía toda su narración completa para el fin de la película, que no era más que el pedirme 20 €. Le contesté que no, que todo estaba en regla: pasaporte y medicinas, así que iba a llamar al teléfono de mi embajada (ya lo tenía anotada en una libreta) o que llamara a un superior.


El insistía con la intriga, el acoso y el soborno, para comprobar si yo me rendía. Así durante unos quince minutos. Al ver que no lo conseguía llamó a otro, se acercó a mí susurrándome al oído que por lo menos le diera cinco euros para bebida. La respuesta de nuevo fue tajante, NO; quiero llamar a mi embajada.


Todo esto mantenido en un ambiente de respeto y educación, pasados cinco minutos tomé la iniciativa de cerrar la maleta, y no recuerdo si exactamente él me dijo que me fuera, o de algún modo yo provoque la situación para irme.
Rosa estaba fuera impaciente esperándome, sin saber que pasaba. Ya en la puerta del aeropuerto estaba esperándonos nuestro guía, y en el todo terreno Carles y Marta que sin nosotros saberlo venían en el mismo avión.


Tras la correspondiente  presentación partimos hacia Sanyang, nuestro primer destino.
La noche era obscura, muy obscura, sin luces en las carreteras, y mucha gente andando por el ¿arcén? de los caminos. Tras una hora de marcha, nuestro vehículo se para en medio de un poblado. ¿Qué pasa? Algo le ocurre al coche, no arranca. Se baja nuestro guía y el conductor, abren el capo y con una linterna que ilumina a medias intentan solucionar la avería.


El calor húmedo es insoportable, así que los cuatro salimos del vehículo. Lo primero que hacemos es embadurnarnos  de anti mosquito. El acecho de la malaria está siempre presente.



Solo algunas lucecillas procedentes  de algunos tenderetes iluminan parcialmente el lugar. Los perros merodean alrededor de nosotros y los críos y no tan críos se acercan para curiosear lo que hacemos.
El calor es sofocante, y son casi las doce de la noche. Agua, donde hay agua para refrescar nuestras gargantas sedientas. Nos acercamos a uno de los tenderetes y compramos unas botellas de agua. Pero ¿cómo pagamos?, no tenemos la moneda local. Echamos mano de nuestro guía y nos la compró. Una hora después y sin solución en la avería vino otro vehículo que nos llevaría directamente a nuestro lodge. Acercándonos a nuestro hospedaje, la pista se convirtió en un socavón permanente. Dentro del vehículo nos dábamos cabezazos, aunque ya no sé si era del camino, del sueño o de la tensión de todo lo sucedido.
Casi a la una y media llegamos. Reparto de habitaciones y  a dormir que mañana empieza la verdadera aventura por África, y el inicio, realmente lo ha sido.






Día 2. Sanyang-Serenkunda-kachumi-Sanyang



Tras una larga noche de calor y pendiente de que la mosquitera estuviese bien cerrada cada vez que nos levantábamos, a las ocho de la mañana quedamos para desayunar.



¡Ahora sí!, ahora si es de día y puedo contemplar el lugar en donde estamos. Junto a la misma playa por un lado, y por el otro unas pequeñas lagunas. Doy un paseo para ver el contorno del lugar, y la playa desierta, nadie en ella; solo algunas vacas bajo las sombrillas de caña, destrozada por el azote del viento.


El lugar es agradable, el lodge tiene solo ocho habitaciones y todas situadas alrededor de un pozo con algunas zonas ajardinadas.


Nos vamos a desayunar. Ahora si conocemos a nuestras otras dos compañeras de viaje en Gambia, Elena y Fátima, dos experimentadas viajeras madrileñas.


Junto a nosotros, nuestro otro guía para Senegal. Excelente persona con la que nos pudimos reír un montón.


Y pegada siempre a nosotros, una simpática cría con una permanente sonrisa en la boca, sobrina de nuestro guía.
Nuestro primer desayuno. ¿Qué pondrán? ¿Será seguro el comerlo, nos dará garantía? Confirmado, buen desayuno, seguro y abundante.
Tras el desayuno partimos hacia la zona turística de Senegambia para cambiar algo de dinero, y a continuación visitaríamos la ciudad de Serenkunda.



Serenkunda es la ciudad más grande de Gambia situada al suroeste de Banjul y a escasos kilómetros de la costa.




El caos se respira en sus calles al paso de con nuestro vehículo. Cuando nos quedamos parado en un atasco, los críos se acercan a las ventanillas para intentar vendernos algunos frutos: mangos, plátanos…y otros tantos deliciosos manjares tropicales.


Hacemos un alto, y empezamos a caminar por sus cientos de tiendas. Aquí hay de todo para comprar, sobre todo telas, muchas telas de diversos colorines para confeccionar sus llamativos vestidos.



Nos acercamos hacia el interior de las estrechas callejuelas del mercado... Los comerciantes (la gran mayoría mujeres) nos incitan para comprar las muchas pulseras y collares que tienen de todo tipo. En sus espaldas, envuelto de forma sabia con telas, unos críos, en muchas ocasiones bebes casi recién nacidos, asoman su pequeño rostro, en el que solo acentúan sus brillantes ojazos que destacan fuertemente con el negro de su piel.


El olor se hace tremendamente intenso al paso por los tenderetes de pescado. Los moscones parecen atraerles, mientras algunas de las señoras piden algunas porciones de pescado.
Entramos en la zona de las carnes, el olor cambia bruscamente, pero los moscones siguen con su misma faena. Ellos ni distinguen ni les preocupa ese cambio de olores.






Mujeres y niñas se apresuran para llevar sus compras antes de la hora de comer. Y claro, estamos en África, y aquí los carritos de la compra no existen. Todas, con gran habilidad cargan sus adquisiciones sobre su cabeza. Un paso hacia adelante, dos, tres, y muchos más…y sorprendentemente toda su carga sigue en la cabeza sin rozar el suelo.



Realmente para ellas no es nada novedoso, ni raro, lo curioso sería ver a una tirando de un carrito de la compra.


Seguimos paseando por las calles comerciales de Serekunda, y ahora son los hombres los que en pequeños talleres improvisados trabajan con el hierro, latones…o simplemente vendiendo ropa de caballeros.


Otros parecen divertirse con unos quads, mientras la mayoría descansan bajo la sombra de unas chapas recién instaladas para estos menesteres.


Aquí todo el mundo compra y vende hasta lo más inverosímil, y claro, cuando nosotros pasamos, somos la diana perfecta.


Tras un par de horas paseando por sus calles, nos dirigimos hacia nuestra furgoneta, y de nuevo volvemos hacia Sanyang para comer. El calor húmedo sigue siendo insoportable y el sudor invade nuestros cuerpos. Así que un buen baño de agua fría vendrá bien (se me olvido decir que en el lodge no hay agua caliente y más de la mitad del día no tenemos electricidad, solo a partir de las siete de la tarde dan marcha a los equipos electrógenos).

Tras la comida y un pequeño chapuzón en la playa, de nuevo en marcha. A las cuatro y media habíamos quedado para visitar una aldea animista (Kachumi), y en la que nos harían una demostración de sus rituales y ceremonias animistas. Pero antes de ir, pusimos dinero para llevar un saco de arroz a  la población y chucherías para los críos. Siempre lo agradecen.


Aldea animista de kachumi



Dejamos nuestro vehículo al borde de la carretera, y poco a poco nos adentramos en una zona boscosa, en la que al vernos los críos, rápidamente empiezan a correr hacia nosotros.




Para entrar en materia sobre el concepto de esta creencia, he consultado la wikipedia, y he aquí lo obtenido.

El animismo (del latín anima, alma) es un concepto que engloba diversas creencias en las que tanto objetos (útiles de uso cotidiano o bien aquellos reservados a ocasiones especiales) como cualquier elemento del mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma o consciencia propia.



Si bien dentro de esta concepción cabrían múltiples variantes del fenómeno, como la creencia en seres espirituales, incluidas las  almas humanas, en la práctica la definición se extiende a que seres sobrenaturales personificados, dotados de razón, inteligencia y voluntad los objetos inanimados y gobiernan su existencia.



 Esto se puede expresar simplemente como que todo está vivo, es consciente o tiene un alma.



En África el animismo se encuentra en su versión más compleja y acabada, siendo así que incluye el concepto de magara, fuerza vital universal, que conecta a todos los seres animados, así como la creencia en una relación estrecha entre las almas de los vivos y los muertos.

En otros lugares el animismo es en cambio la creencia en que los objetos (como animales, herramientas y  los fenómenos naturales) son o poseen expresiones de vida inteligente. Los neopaganos a veces describen como animista a su sistema de creencias; un ejemplo de esta idea es que la Diosa madre y el Dios cornudo coexisten en todas las cosas. Asimismo, los panteístas igualan  a Dios con la existencia.




Poco a poco nos acercamos a la aldea, pero sin antes, quedándonos embelesados y deteniéndonos cada pocos metros, ya que la atención de los críos hacen que el tiempo se inmortalice. ¡Sus miradas!, ¡sus sonrisas!, ¡cuánto tenemos que aprender de esta gente!




Las señoras con sus coloreadas vestimentas nos sonríen a nuestro paso; todas se agolpan y junto con los críos nos acompañan al interior de la gran choza en la que nos harán la demostración de sus rituales.

Se llaman las unas a las otras. Unas dejan de amamantar a los críos, otras dejan sus labores y los chavales en ese momento dejan de jugar.

Corren todos con nosotros y agradecen enormemente el saco de arroz que le hemos suministrado.





Una vez en el interior y sentados todos alrededor del “brujo”, nuestro guía “Campos” nos va traduciendo lo que él va diciendo.




El espectáculo es genial. Una mezcla de una experiencia jamás vivida con un sentimiento de armonía y de paz. A la vez, mi cámara no deja de disparar tan bellas imágenes.
En el ritual nos hacen tomar un mejunje que con hierbas, licor y otros líquidos de origen desconocido no nos atrevemos a beber.

En cualquier caso somos agradecidos por ofrecérnoslos. Como es natural nos desean salud, fortuna y que tengamos un buen viaje por tierras gambianas y senegalesas.



Inmediatamente después empieza el baile. ¡Qué movimientos!, ¡que ritmo! ¡Qué forma tan alegre de moverse!





De uno en uno y al ritmo de la música vamos saliendo todos fuera de la choza.
Los pocos hombres del ritual, son los que llevan la iniciativa en el ritmo a marcar mediante unos tambores.




Otros con la cara oculta con un puñado de briznas de palmeras se mueven ahuyentando a los malos espíritus.

 ¡Esto es increíble!, ¡cómo se mueven! Está claro que el ritmo lo llevan dentro de su cuerpo, ya desde pequeños. La prueba evidente está en una cría de poco más de dos años que se mueve de forma majestuosa, echando el trasero de atrás hacia adelante a gran velocidad.



Como es natural nosotros también nos incorporamos a este baile atraídos por la magia de esta gente.


Según escribo estas letras, me resuena en mi mente tan bello sonido y el recuerdo me hace mover las piernas al ritmo de la música.




De vez en cuando hago una pequeña pausa, no porque esté cansado o no quiera bailar, simplemente porque tengo un solo cuerpo y una sola mente y no quiero perderme infinidad de detalles de esta gente que deseo fotografiar.






Tras más de dos horas disfrutando con este pueblo de tan bello espectáculo, con tristeza y pena nos tenemos que marchar.
Los críos nos rodean en nuestra ida. Algunos se aferran a nuestras piernas sin dejarnos escapar. Sus miradas, sus sonrisas, su cara de felicidad…nos transmite alegría.
¿Por qué nos tenemos que ir? Ya lo sé, la vida aquí es muy dura, y nosotros solo estaremos un “instante”, ¡pero que instante!



¡Adiós, hasta pronto!, nunca olvidaré este día, y testigos serán estas letras y estas imágenes que perdurarán en el tiempo.


Ya entrando la noche, de nuevo hacia nuestro lodge. Unos pocos de saltos por el camino, muchos baches que esquivar, pero contentos, muy contentos de este primer e intenso día vivido. Una apetitosa cena, unas cervezas y a las 22,30 a dormir.


Día 3. Sanyang-Tanji-Damanka-Bintang Bolong



Tras un copioso desayuno, nos trasladaremos ahora hacia el interior de Gambia, pero para ello primero haremos una parada en la cercana ciudad pesquera de Tanji. Es fácil saber cuándo nos estamos acercando a ella, el fuerte olor a pescado nos indica que ya hemos llegado.


¡Al llegar a la playa, el espectáculo de colores, olores…está servido! Cuando los pescadores regresan a tierra con las barcas a rebosar de pescados, el “film” acaba de empezar.

Una sucesión de imágenes corrían ante mis ojos en esta soleada mañana gambiana. Aquí todo encaja, como si se tratase de un puzle perfecto.


Algunos acarrean los cubos repletos de pescados, otras, con sus coloreadas vestimentas limpian los peces…y poco a poco se monta el mercado provisional.



El ambiente es espectacular. Mis ojos y mi cámara no dejan de perseguir algunas imágenes curiosas. Me acerco a una de las señoras que viste con un pantalón bermuda de color amarillo estampado, con otros tantos  azules y verdes, pañuelo rojo en la cabeza, y como casi todas lleva a su crío atado a sus espaldas, le pido permiso por si la puedo fotografiar; ha habido suerte, ahí va una bella imagen para inmortalizar este momento.


Decenas de gaviotas revolotean en busca de su porción de comida. Los colorines parecen moverse de un lugar hacia otro, no son más que algunas señoras que con los cubos en sus cabezas transportan el pescado para poderlo vender.



Sin duda alguna, este es uno de los lugares más pintorescos de Gambia, uno de los que yo quería descubrir. Al principio, uno queda aturdido con tanta gente que se mueve de un sitio hacia otro, a la vez que te están observando.
Poco a poco me fui haciendo en este enjambre de colores, e intenté pasear entre el laberinto de pescadores, transportistas, limpiadoras, vendedores…cada cual con su función muy bien definida.
Me alejé de mi grupo, y parecía estar solo yo en medio de África. Me quedaba embobado a cada paso que daba por ese laberinto de colores y olores.



Ni un solo turista, ni un viajero, ni un extranjero…todo a mí alrededor era de color obscuro. La suerte de viajar en temporada baja en estos lares de África.



Tras media perdido en este laberinto, regreso para reunirme con mi grupo, inmortalizamos este momento. Frederic y Maobadu (Campos) nuestros guías; Musa, nuestro conductor y nosotros seis.


Poco a poco vamos abandonando la playa, pero sin antes llevarnos este penetrante olor a pescado en nuestro cuerpo.
Elena y Rosa intentan aguantar la respiración antes de salir, imposible, demasiado tramo por el que hay que pasar e intentar esquivar los muchos desperdicios del pescado recién limpiado. Las gaviotas parecen ser las únicas que se alegran de tan suculenta comida.




Algunos vendedores de frutos se acercan a nosotros para comprarle algo. A uno de ellas, muy joven, que lleva a su crío en la espalda le damos algo de ayuda.
Abandonamos Tanji y nos dirigimos hacia un rincón del río Gambia, en el que haremos un recorrido en barco.


Damanka (en Lamin)

A escasos kilómetros de Tanji está Damanka, una pequeña aldea junto al río Gambia. Nuestros guías empezaron a negociar una ruta en barca, mientras tanto, nosotros disfrutábamos de un impresionante Baobab, árbol botella o pan de mono. Este árbol, de enormes proporciones de flores efímeras y frutos carnosos de distintas formas, es el árbol sagrado para los senegaleses y gambianos. Es un árbol tropical que parece estar plantado al revés y para los africanos es un árbol mágico y el árbol de la vida.
Nos dirigimos hacia la orilla del río y allí en una barcaza hicimos una pequeña navegación de una hora de duración, contemplando decenas de aves y de los extensos manglares.
Los manglares son bosques pantanosos que viven donde se mezcla el agua dulce del río con la salada del mar. De hecho cuando nosotros estuvimos navegando pudimos pasar por estos dos tipos de agua.




Estos manglares son capaces de adaptarse a distintos grados de salinidad según el estado de las mareas. Y en el caso del río Gambia esta salinidad se adentra casi 100 kilómetros hacia el interior.



Una vez de vuelta, cogimos la furgoneta y pusimos rumbo hacia  Bintang Bolong, a unos 100 kilómetros río adentro.


Bintang-Bolong


Sobre las tres de la tarde llegamos a este idílico lugar, justo a la entrada de un pequeño afluente del río Gambia. Aquí nos quedaríamos a dormir esta noche. De momento vamos a comer, que ya hay hambre…y después de nuevo de ruta.


El enclave es fantástico, y en donde estamos comiendo aún más. La fauna y la flora la tenemos de forma permanente. De vez en cuando se escuchan los monos, y el canto de los muchos pájaros lo tenemos justo a nuestro lado.
Dormiremos en estas cabañas enclavadas en medio de un palmeral. ¡Qué bonito lugar!


Según comemos, vemos unos coloridos lagartos correteando por el borde del río y sobre nuestras cabezas, revoloteando en los árboles, varias especies de aves a cual más bello.

Una vez que hemos comido damos un paseo por este tranquilo y agradable paraje. Aunque el calor húmedo es irresistible, no podemos dejar de pasear bajo los frondosos árboles.



¡Que maravilla de lugar! Solo nosotros estamos en este lodge y según caminamos por el frondoso bosque, el silbido y el canto de los pájaros son nuestros únicos y fieles acompañantes.


¡Qué entorno más armonioso!, los árboles, el río, los palmerales, las aves..el silencio.

Este rincón de Gambia apartado de cualquier reclamo turístico es el lugar ideal para disfrutar de la naturaleza.

En la lengua mandinka (una de las originarias de Gambia) Bolong significa río, de este modo si juntamos las palabras Bintang Bolong estamos hablando de un pequeño afluente del río senegalés Bolong que se funde con el río Gambia.



Regresamos a nuestras cabañas por la misma orilla de este afluente, la marea está baja, y en el cieno pantanoso cientos de cangrejos corretean de un sitio hacia otro en busca de comida. Entre la maleza podemos ver varios monos que rápidamente se suben a los árboles.


Un pequeño descanso de media hora y de nuevo de ruta. En esta ocasión nos dirigimos hacia el cercano bintang bolong logde, el más antiguo.

Un lugar ideal, pero sus cabañas junto al río están siendo reformadas ya que literalmente se hundían al río. Estas son las cabañas que ya tenía grabada en mi mente (ya antes de ir las había visto y había leído sobre ellas) y en donde los lagartos se suben al techo de las mismas y se tiran al agua.


Son solo cuatro cabañas instaladas en la misma orilla y a las que se accede mediante una pasarela de madera (ahora en muy mal estado) en medio del manglar.


Hablamos con los del recinto y cogimos una barca de remo que nos llevaría por los manglares y posteriormente nos desembarcará para hacer un pequeño trekking y poder ver monos y los impresionantes baobabs.


Solo Frederic, otro acompañante del recinto y nosotros seis a la barca. Tras algo más de media hora de navegación llegamos a nuestro lugar de desembarque. Pero atención no podemos desembarcar, la marea está muy baja, así que a más de uno tuvo que llevar a cabritos hasta la orilla.


Nuestro paseo duraría algo más de hora y media. La idea era disfrutar del silencio del lugar, de algún otro momo que vimos de refilón, y sobre todo muchos de los bonitos árboles africanos, los baobabs.

A nuestro paso nos encontramos con un local que estaba recogiendo leña, ésta la llevaba cargada en un carro tirado por un burrito. Por cierto, estos animales (quizás por ser autóctonos de la zona) son tremendamente pequeños, parecen de juguete.
Nos adentramos en una zona más boscosa, para ver si de ese modo podíamos ver algún babuino. Difícil, son muy escurridizos.


De lo que si pudimos disfrutar son de los curiosos frutos de los baobabs y de sus flores.

Con la pulpa del baobab los locales encuentran numerosos empleos en la alimentación rural, como la preparación de salsas, aliños y sobre todo para la elaboración de bebidas refrescantes y energéticas.



Incluso las hojas y las semillas tienen múltiples usos alimenticios.


Por ejemplo las hojas, secadas y trituradas (en wolof: lalo) se utilizan para ligar el couscous, los brotes tiernos y las raices se comen como si fueran espárragos y las semillas tostadas reemplazan al café.


Aquí tenemos a Frederic, cogiendo varios frutos para que lo probemos. Al primer gusto nos resulta un poco insulso y algo amargo.
De regreso, ya atardeciendo hacia nuestro lodge, una buena ducha de agua fría (no hay agua caliente), una buena cena, y bajo un cielo estrellado tomamos unas cervezas, y tuvimos una amena charla. Mañana habrá mucho más.


Día 4. Bintang Bolong-Janjarumeh (Georgetown)



A las nueve de la mañana ya estábamos preparados para poner rumbo hacia nuestro siguiente destino, Janjarumeh, unos 225 kilómetros más hacia el interior de Gambia. Como era previsible, varias horas de ruta tendríamos por delante, de ahí que alguna parada en el camino era indispensable; y como es natural, muchos momentos con imágenes incluidas fuimos viviendo.


Cuando hacemos un alto en los muchos controles policiales que hay en la carretera, los vendedores ambulantes de las aldeas salen a nuestro encuentro. Nos intentan vender frutos secos, mangos, plátanos…


Aprovechamos para comprar unos pocos de mangos y tenerlos de postre para las comidas. Oferta: 6 mangos 50 Dalasi (1 €).



A las dos de la tarde llegamos a nuestro alojamiento, unas cabañas muy bien decoradas y con muy buena pinta pero que por desgracia no se correspondía con lo mismo una vez dentro.


Hora de comer, estamos hambriento. Sobre una mesa nos han puesto varios platos de comida para que nosotros nos vayamos sirviendo. Lo típico: arroz con más arroz, trozos de carne con salsa y revuelto de verduras…y de postre nuestros mangos.
A las cuatro habíamos quedado para navegar de nuevo por el río Gambia, pero en esta ocasión, había algo especial. Vamos en busca de los hipopótamos.


Dicho y hecho, todos a la barca y con la acostumbrada despedida de varios críos que siempre los tenemos a nuestro lado.


Las travesía que haremos por el río Gambia durará dos horas y media aproximadamente. Al poco de iniciar la ruta ya empezamos a ver decenas de aves que se posaban  entre los cientos de árboles y de palmeras que hay junto a la orilla del río.



La anchura del río en esta zona toma unas buenas dimensiones, y en ambas orillas, las palmeras, los baobabs y otras tantas especies de árboles tropicales son los más vistos.



Tras una hora de travesía, el cielo se empezó a ennegrecer y el viento soplo fuertemente. Estaba claro, la lluvia en breve empezaría a caer. Justamente habíamos llegado al lugar donde teóricamente se verían los hipopótamos. Ni rastro de ellos, ni uno solo. 


Algunas aves existentes por la zona se seguían viendo, incluso con la lluvia.



Tras la insistencia de la lluvia, el barquero nos dio unos plásticos para proteger todas nuestras pertenencias del agua (de la lluvia y del río) y aunque la barca llevaba una techumbre de tela, de poco servía, ya que el agua calaba por todas partes, y nuestras ropas empapadas eran testigo de ello.



Empezamos a regresar con la frustración de no haber visto ni un solo hipopótamo. Por suerte dejo de llover. Pero atención, lo más curioso y jamás visto. Cuando dejamos la barca y después de tanto tiempo de travesía, vimos por fin un hipopótamo, junto a nuestro pequeño y rudimentario embarcadero.




Asomaba su cabeza y se sumergía de forma constante y así durante un buen rato ¡Increíble a escasos metros de las puertas de nuestro lodge lo conseguimos ver!



A las ocho de la tarde ya estábamos intentándonos duchar. Bien digo, intentando porque el baño era de todo menos baño. El agua se salía por todas partes. El agua de la cisterna se  mezclaba con la del lavabo cuando se abrían los grifos. ¡Y la ducha, que decir de la ducha!
Francamente, los dueños del establecimiento deberían acondicionar más y mejor las habitaciones. Siempre hay un mínimo, y en este caso no se llega. El resto perfecto.


A las nueve habíamos quedado para cenar, y después ¡fiesta!, baile y danza local, a la que como es natural nos apuntamos para bailar.


El grupo al completo: ellos tocaban el tambor  a un ritmo frenético, ellas, acostumbradas ya a tanto baile, sus piernas y traseros se movián a la misma velocidad que sus propias manos.

¡Ya os podéis imaginar el ritmo que nosotros mantenemos cuando nos sacan a bailar! …y sobre las 11 a dormir que mañana habrá más.
Día 5. Janjarumeh-lamine Koto-P.N río Gambia-Wasu-Janjarumeh



El día de hoy será intenso ya que nos iremos al Parque Nacional del río Gambia para avistar a los chimpancés. Así que tras el desayuno y sobre las nueve de la mañana, partimos hacia lamine Koto, pequeño pueblo que tenemos justamente en frente, en la otra orilla del río Gambia. Para ello cogimos una barca que nos atravesaría hacia el otro embarcadero. Allí nos estará esperando Musa, nuestro conductor, ya con el vehículo preparado para partir hacia la localidad de Wasu, a una hora de camino, hacia el norte.


En todo el tramo de carretera hasta llegar a Wasu son muchas las aldeas que vamos viendo, todas con decenas de chozas circulares.


Una vez en Wasu nos dirigimos hacia el río, en donde cogeremos una barcaza, aunque primero tendremos que pasar por pistas embarradas.


Una vez llegado al río, vimos que era la hora de la colada y del aseo personal. Las mujeres se afanan para dejar las ropas limpias y relucientes, para ello utilizan cubos, barreños y aquellas tablas de lavar para restregar la ropa y que tantos recuerdos me traen de mi niñez.  ¡Esperemos que cerca no anden los hipopótamos y cocodrilos (que también los hay) aunque nosotros no los hemos visto!


Como siempre, los críos se agolpan alrededor nuestro y como aún tenemos globos, lápices y chucherías las repartimos entre todos.



Pero además quieren juego, así que a jugar un rato, mientras nuestros guías gestionan el tema de la barcaza.


¡Cómo se ríen y se divierten!, siempre con la sonrisa en la boca, parecen felices de forma permanente.




Nos vamos en busca de los chimpancés, para ello nos acompaña un guía experto en esta zona de reserva. Aunque con su acelerado inglés nos enteramos solo de la mitad y a trozos, menos mal que llevamos a Marta, que nos traduce todo aquello que no hemos entendido (que es casi todo).


Tras navegar durante aproximadamente una hora, llegamos a las islas Baboon, en donde se encuentra el Parque Nacional del río Gambia. De forma muy silenciosa, sin hacer ruido, la barca se fue desplazando por la misma orilla. ¿Veríamos algún chimpancé?, de momento los minutos pasan y nada de nada. Seguimos por la orilla desplazándonos para ver si hay suerte por otro sitio. Ya pasa algo más de media hora y seguimos sin ver nada.




Pero ¡atención!, ya vemos uno. ¡que ilusión!, saca su cabeza de entre los árboles y se vuelve a esconder. ¿Dónde está, no lo vemos?...allí, allí de nuevo, y ahora lleva una cría en sus brazos. ¡que chulada! ¡que suerte estamos teniendo!



Seguimos desplazándonos con la barca para intentar verlo mejor y de cuerpos entero. Complicado, de vez en cuando se esconden y tenemos que intuir por donde va a aparecer.


El Parque Nacional del Río Gambia (Baboon Island) fue establecido en 1978 con una extensión de 627 ha (6 Km²). Se encuentra situado a 240 kms al este de Banjul. Comprende un grupo de cinco islas dentro del Rio Gambia, con Baboon como la más grande. Los chimpancés salvajes desaparecieron a principio del siglo XX, pero gracias al Chimpanzee rehabilation Project, en la década de los setenta se reintrodujo el chimpancé en estas islas del río Gambia. En contra de lo que se pudiera pensar, los chimpancés pueden ser muy agresivos porque son muy territoriales y su gran fuerza  los hace potencialmente peligrosos para los humanos. Por esa razón y para respetar su hábitat, los avistamientos se hacen desde una barca y su entrada a las islas no está permitido.


De nuevo, entre los árboles, vemos una pequeña cabecita con grandes orejones asomar entre el follaje; es la cría de la mama, que vigilándonos muy pendiente no nos quita ojos.


Nuestro guía lleva un cubo con unos frutos para lanzárselo al chimpancé. ¡plaf, allá va! Rápidamente se baja del árbol con la cría y va en busca del fruto.
Tras este apasionante espectáculo, ponemos rumbo de nuevo hacia Wasu.


Navegando por el río y cuando menos lo esperábamos, y sin buscar, allí estaba un enorme hipopótamo de cuerpo entero.


Y pensar que en el día de ayer nos tiramos unas pocas de horas para ver solo su enorme cabeza, y hoy, ya ves, ahí está.


De nuevo llegamos a nuestro embarcadero…y las señoras seguían lavando y lavando junto a unos enormes baobabs. ¡Con tantos críos, no me extraña!


Entre lavado y lavado, echan sus pequeñas charlas y de vez en cuando se acercan a los cordeles improvisados para ver cómo está la ropa de seca.


Ahora sí, nos despedimos de los críos y ponemos rumbo hacia la cercana Wasu.


Llegamos a Wasu en donde vamos a visitar los misteriosos círculos de piedras, declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Estos monumentos fueron levantados en el siglo VII d.c. Estos círculos formados por columnas que van desde los 3 metros de altura hasta los 60 centímetros y con un peso que alcanza las 10 toneladas siguen formulando a los científico muchas preguntas sin respuesta.

Aunque estos círculos se encuentran repartidos en una banda de 100 km de ancho, y  a lo largo de unos 350 km del río Gambia (Senegambia): Wasu, Wanar, Sine Ngayene y Kerbath, nosotros solo estuvimos en el de Wasu.


Son más de 1000 monumentos que cubren 93 círculos de piedra y numerosos túmulos.


De vuelta a nuestro lodge para comer y por la tarde una visita a Georgetown.
Como siempre, según salimos de nuestro establecimiento, los críos corretean junto a nosotros.



Fundada en 1832, y siendo la capital administrativa de  la División Central River es mejor conocida como el hogar de Gambia principal de la prisión.

Esta es una de las ciudades de Gambia con más historia, por cierto, triste historia, ya que de aquí partieron millones de esclavos con destino América. Oficialmente en 1807 se abolió el comercio de esclavos.


El enclave de esta ciudad se encuentra dentro de la isla McCarty, accediendo a ella por un puente desde la orilla sur y los pequeños transbordadores y ferrys de la orilla norte.



Nos despedimos de Gambia y mañana entraremos en Senegal.


Día 6. Janjarumeh (Gambia)-(Senegal)-Tambacounda-P.N Niokolo Koba-kedougou



Hoy será un día de carretera, mucha carretera y muchas horas de viaje. No por ser tantos kilómetros (unos 500) sino por el estado infernal de muchos tramos de la misma, y además, con la noche caída y los animales atravesándose cuando pasamos por el P.N Niokolo Koba. Si también se le incorpora el ingrediente de una avería en el coche, tenemos el día perfecto.
Así fue y así pasó, pero en Gambia como ellos dicen con una atrevida melodía “♪♪♪♪ No pasa nada, ♫♫♫ en Gambia no pasa nada, ♫♪ no pasa nada, en Gambia no pasa nada ♫♪♫♫♫♪♪♪♪”  
Hoy nos adentraremos en tierras senegalesas, para ello salimos a las nueve de la mañana con dirección sur Basse-Santa Su (unos 80 km). Hicimos los pasos fronterizos de Senegal y Gambia sin ningún contratiempo y ya en Senegal a la cercana ciudad fronteriza de Velingara.
Durante nuestro recorrido, son muchas las aldeas que vamos viendo repartidas por los campos, en donde los ganados, la agricultura y los vendedores ambulantes son los elementos más vistos.
¡Ah, se me olvidaba!, estamos en Senegal. Menos mal, aquí los controles de carretera no son tan persistentes, solo algunos de vez en cuando.
Nuestro siguiente destino será Tambacunda, a unos 110 km, en la que aprovecharemos para comer y cambiar algo de dinero.


A la una del mediodía llegamos a Tambacunda, Frederic nos llevó al restaurante de un familiar suyo para reservar la comida y después nos fuimos a pasear un poco por la ciudad. Cambiamos dinero senegalés en una tienda que él conocía y a buen cambio (1 €=650 C.F.A) y después a comer. Francamente comimos muy bien y por poco dinero. A las 15:30 partimos con dirección a kedougou, a la que llegaríamos a las nueve de la noche, ya en el País Bassari, teniendo por delante unos 300 km y varios incidentes.


Al poco de salir de Tabancunda, habríamos recorrido unos 50 km, empezamos a notar un fuerte olor a gasolina en el interior del vehículo. Musa que también se percató, paró el coche para ver cual era el problema.


Una vez que abrió el capó comprobó que uno de los manguitos que suministra la gasolina al motor tenia un escape por su junta.Tras levantar la tapa como pudo (no tenía herramientas) intentó darle una solución, pero no había manera.


Todo el que pasaba por allí se detenía por si nos podía ayudar. Paró un motorista (que por lo visto tenía un taller en un pueblo cercano) y dijo que nos acercaría una llaves para poder apretar la junta.
Pasado media hora se presentó con las llaves y por fin se pudo apretar.



Nosotros como simples espectadores, desde una tribuna improvisada, esperamos durante una hora al arreglo de la avería.

Reanudamos la marcha y una hora después nos adentramos en el mayor parque Nacional de Senegal, el Niokolo Koba. Lógicamente no lo visitamos (ni entraba en los planes, ni es la mejor época para visitarlo) simplemente lo atravesaremos por la carretera-pista que lo cruza.


Según leímos, en este Parque se pueden avistar antílopes, hienas, monos…e incluso leones, pero adentrándose mucho y en otra época.
Nosotros nos conformaríamos con lo que viésemos por la carretera: monos y más monos, un antílope corriendo a gran velocidad entre el follaje del bosque y nada más.


La carretera a su paso por el mismo se hace interminable (intento recordar que por lo menos 100 km había) ya que los baches son permanentes y la velocidad hay que reducirla. La noche cayó, así que entre la obscuridad y los socavones no avanzábamos casi nada.
Por fin llegamos a Kedougou sobre las nueve de la noche, cansados y reventados, pero lo mejor nos esperaba. Un fantástico hotel (Le Bedik) con una exquisita cena y una estupenda habitación para descansar.


Día 7. Kedougou-(País Bassari):Ibel-Iwol-Dindefelo


¡ufff, que bien hemos dormido en esta cama de casi dos metros y medio de ancho!


¡Este hotel es de guiris, guiris de verdad! De vez en cuando está bien incluir alguno en la ruta, por lo menos para descansar. Además sin mosquiteras, ya que las habitaciones las tienen preparada con aire acondicionado y unos mata mosquitos muy eficaces. 
A desayunar con los altos ejecutivos gambianos (un completísimo desayuno) y después volver a la realidad, que es lo nuestro: descubrir el Pais Bassari (motivo principal de nuestro viaje a Senegal)


Antes de partir hacia la primera aldea del País Bassari: Ibel, nos detendremos en kedougou para hacer una visita a la ciudad y comprar algunas cosas para los habitantes de los poblados.

kedougou

Kedougou, además de ser la región es su capital, y por lo tanto la más poblada y la única de la zona en la que podemos abastecernos de todo lo necesario. Todos los habitantes de las aldeas vendrán aquí para realizar cualquier gestión administrativa o para la compra de herramientas, determinados alimentos…de ahí que el centro de la ciudad está en permanente vida comercial.


Y como no, nosotros haremos eso, ver y disfrutar de sus animados mercados y de sus tenderetes.


Siguiendo la indicación de Frederic y con nuestra colaboración, compramos algunos víveres necesarios para llevar a las aldeas y repartirlo.


Compramos un par de cajas de barras de jabón y el mismo tendero nos hizo el favor de cortarlas en trozos.


Además compramos varias bolsas de un fruto que frederic nos recomendó (no recuerdo el nombre) y que por lo visto les encanta y es muy nutritivo.


Y para los críos más chucherías, ¡les encanta!
Así que con todo ya preparado, cargamos el coche y partimos hacia la pequeña aldea de Ibel a unos 30 km, tardando casi una hora en llegar.
La única forma de acceder es mediante un todo terreno ya que el camino es bastante malo en algunos tramos y los hoyos son permanentes. Además en época de lluvia (lo es ahora, monzón) está todo embarrado.

Para que nos situemos en materia, primero vamos a ubicar el País Bassari en el mapa. Situada al sureste de Senegal y haciendo frontera con los países de Malí, Guinea Bissau y Guinea Conakri. Los bassari están repartidos por estos países, además de Gambia. Se cree que su población ronda las  30.000 personas.


Su idioma es el “tenda” y su religión mayoritaria es el animismo, pocos bassari son musulmanes y si algunos católicos.  El difícil acceso a los poblados, perdidos entre selvas y las montañas (a las que se llega en vehículos 4x4, y en ocasiones sólo a pie), es lo que hizo posible que en esta zona sobrevivan casi intactas culturas y tradiciones milenarias: animismo, músicas y danzas rituales, antiquísimas lenguas, vestidos y comidas, de etnias como los Tenda (bedik, coniagui y badiaranké), los peul, sarajolé o malinké.


El paisaje de montañas, cascadas y cuevas, enormes baobabs, altas palmeras y grandes termiteros, te dejará sin aliento. La variedad de la fauna de la región también es asombrosa: una gran diversidad de aves, monos y otros tantos mamíferos. Entre la exuberancia de la naturaleza, llegar a los pueblos y recibir la amabilidad de su gente es una experiencia única en la vida.




Sobre las once de la mañana ya estábamos en la pequeña aldea de Ibel. Al llegar, los críos rápidamente se acercaron a nosotros, y como siempre le dimos cantidad de chuches y globos de todos los colorines. ¡Cómo se divertían inflándolos y tirándolos por encima de sus cabezas!


Frederic contactó con el guía que nos acompañaría hasta la aldea de Iwol, a unos 300 metros de desnivel de donde nos encontramos, y a la que solo se puede acceder a pie. Rápidamente nos pusimos en marcha y como es natural unos pocos de críos nos acompañaría hasta esa aldea perdida en el monte.



En poco más de 45 minutos llegamos arriba. Según subimos, se van viendo unas bonitas vistas de las aldeas desde lo alto. El calor húmedo es sofocante, y aunque la distancia no es mucha, los cuerpos los llevamos empapados.


Algunos críos corretean delante de nosotros, intentando subir la empinada pendiente a gran velocidad, otros se ofrecen para llevarnos las mochilas y otros intentan mantener conversación a base de gestos.


En la subida nos encontramos con algunas familias de la zona, que a base de subir y bajar acarrean algunos víveres para su mantenimiento.


El calor seguía pegando fuerte, y sin casi darnos cuenta llegamos a la aldea de Iwol.


Iwol

Con unos 400 habitantes, esta es quizás una de las aldeas más bellas de todo el País Bassari, quizás por su situación tan remota, por sus gentes, por la construcción de las chozas, por sus inmensos baobabs y ceibas…por todo.



Ahora sí, ahora si estoy aquí. Muchas veces había leído sobre este lugar, y según leía, siempre intentaba imaginármelo: tan remoto, tan apartado de todo, tan inaccesible…y esa gente tan primitiva, viviendo igual que hace siglos…me imaginaba yo solo con aquellas etnias apartadas del mundo.
…pero el turismo ha llegado a todo los rincones, y también aquí, aunque hace relativamente poco tiempo, unos 10-15 años.





Aun así mantienen su cultura, sus costumbres y tradiciones, pero claro, cuando el turista-viajero-extranjero llega sabe lo que le gusta, e intentan vendérnoslo. Cuando llegamos a la aldea desde lo alto de la colina, las mujeres (que se convierten en vendedoras de pulseras y collares) se acercan a nosotros para que podamos fotografiar sus rostros, y si a cambio le compramos algo, pues mejor que mejor…es la otra cara del turismo. Al margen de todo esto, el lugar es impresionante: sus vestimentas, su forma de vida, el enclave…la naturaleza.




Por momentos, parece que en este lugar el tiempo se ha detenido, y yo, no dejo de observar cada detalle que me impresiona: la mirada de los críos, las ancianas, la forma de vida, sus quehaceres diarios, sus esfuerzos, sus hábitos…Mientras tanto, el “alcalde” del poblado nos da una charla sobre la historia de este lugar, que por cierto: fue fundado en el siglo XVIII por un grupo de la etnia bedik que se refugió en los montes huyendo de aquellos que los querían convertir al Islam.


Algunos de los críos visten con las camisetas que desde España les traen los turistas y viajeros, sobre todo del Real Madrid y del Barcelona. Por suerte solo los críos, las señoras visten todavía sus tradicionales vestimentas.



En la foto lleva una púa de puerco-espin atravesada en la nariz

He aquí la anciana ancestral convertida en comerciante durante algunos minutos (justo el tiempo que nosotros estaremos en la aldea). Como se dice en mi tierra “ya tiene muchas pedradas dada” sabe lo que les llama la atención a los turistas…


Empezamos a bajar a la aldea y de choza en choza pudimos comprobar su forma de vida, incluso nos permitieron poder entrar en una para ver sus distribución.


Está claro que no somos los únicos  viajeros que por aquí asoman y por lo tanto los críos, sobre todo, no dejan de pedir lápices, libretas, camisetas…y todo aquello que ya saben que en ocasiones anteriores lo consiguieron.


Según escribo estas letras y miro las fotos, no dejo de trasladarme a ese remoto lugar ubicado en la frontera con Guinea Conakri y que tan intensamente hemos podido vivir.


Solo hay que mirar las caras, los gestos, su inocencia…su niñez africana.


Sin lugar a dudas Iwol es un lugar encantador ubicado en la cordillera de Funta Djalón, (frontera con Guinea Conakri) en donde todas las cabañas de barro y techo de paja, y las grandes ceibas y baobabs hacen que el paisaje sea espectacular.



Las mujeres del poblado siempre parecen atareadas, pero sin prisas, mientras que los hombres están fuera de la aldea haciendo sus labores en el campo y el  ganado.


Agradecen enormemente que les demos el jabón que  compramos en kedougou, y al paso por las cabañas nos piden el fruto que también adquirimos para ellos, y como es natural los niños correteando siempre alrededor de nosotros pidiendo las chucherías.


El idioma local que hablan es el Bedik, una lengua proveniente del Mandinka que ni los mismos habitantes de Ibel alcanzan a comprender.
La remota situación geográfica de esta aldea, hace de algún modo que siga intacta su forma de vida y su supervivencia cultural.


Los Bassari son una etnia alegre con una sonrisa siempre presente entre su gente. Son pobres, pero parecen ser felices con lo poco que tienen. ¡Quizás la felicidad no dependa de lo que se tiene, sino de lo que se es!
Las mujeres siempre las vemos preparando los avíos de la comida y los críos correteando y jugando en torno a ellas.
Junto a muchas de las aldeas vemos el maíz recién recolectado preparado para ser triturado y  hacer el cous cous. Realmente el trabajo de las mujeres es tremendamente duro.


Bajo la sombra de las cabañas, algunas señoras se reúnen (me supongo que para hablar de sus cosas) mientras que nosotros seguimos paseando por la aldea.


A cada paso que damos, las bellas imágenes que asoman frente a nuestros ojos son irresistibles el no poder fotografiar. Una, otra y otra más…mires por donde mires las fotografías está de forma permanente.


¡Que habilidad y que fuerza tienen esas bassaris! Cargadas con sus críos a sus espaldas y en la cabeza, siempre algo que llevar: avíos para la comida, cubos o barreños con ropa para lavar,  leña para el fuego…



Estoy fascinado por este lugar. Realmente me hubiera quedado a dormir aquí una noche como mínimo (se que es posible, lo he leido en las crónicas de algún otro viajero) para de algún modo habernos acercado más a su forma de vida.



Tras unas tres horas estando por aquí, llega la hora de partir. Con mucha pena dejo este lugar pero hay que seguir la ruta (todavía quedarían lugares espectaculares por ver) asi que poco a poco nos fuimos despidiendo de todos, y por supuesto de los críos con un fuerte abrazo y achuchón.


Y como no, nuestra querida abuelita, la que hace de relaciones públicas de la aldea y la primera que salió a nuestro encuentro.

La que para demostrar su belleza se introduce en la nariz la púa de puerco-spin.


Aquella que, en todo el tiempo que estuvimos en la aldea no dejó de sonreír. Y como no, nuestro amigo que casi todo el tiempo fue acompañando a Rosa en la subida y bajada, y que amablemente le insistía en llevar su mochila,  y que por cierto reconocía no saber su edad.



Bajamos de Iwol a Ibel





Bajamos rápido, así que en media hora ya estábamos abajo. El calor seguía apretando y a estas horas del mediodía aún más. Serían sobre las tres cuando llegamos a Ibel. Hora de comer.



Frederic ya había quedado para que comiésemos en un pequeño bar de la aldea, y sedientos y hambrientos allí nos dirigimos.
¡No me lo puedo creer, no hay cerveza fría!, pues nada refresco al canto.
¿Y de comer qué?, sorpresa…ARROZ.


Junto a nuestra mesa había una familia de Barcelona (con la que por cierto nos cruzamos en ruta más de una vez) y ellos subirían ahora a Iwol. ¡Menudo calor les esperaba en la subida!


Sobre las cuatro de la tarde partimos hacia nuestro otro fantástico destino, Dindefelo, para ello tendríamos que volver por la misma pista y poco antes de llegar a kedougou tirar por otra pista en muy malas condiciones que sale a la derecha y que tras dos horas de baches, barrizal y muchos botes llegaríamos a Dindefelo.

Hacia Dindefelo


Esto es África, y ahora, cuando estamos circulando por este carril infernal lo podemos comprobar. Ahora bien, el paisaje es espectacular, único.


A nuestro paso, nos vamos encontrando cientos de gigantescos hormigueros, algunos de casi dos metros de altura. Igualmente, algunas aldeas con cabañas de adobe  vamos descubriendo por este bello paraje.



De pronto, tenemos que parar nuestro todo terreno y comprobar la profundidad de estos charcos, y buscar el mejor sitio por donde pasar.



Dindefelo


Por fin ya hemos llegado, son las seis de la tarde.
Este lugar es espectacular, rodeado de una naturaleza salvaje y declarado como reserva natural de la biosfera.


Nuestro todo terreno no puede llegar hasta el mismo campamento, así que descargamos el equipaje y durante algunos metros nos trasladamos a pie.
Ubicado en un bello enclave, nuestro campamento está salpicado de coquetas cabañas, equipadas con lo mínimo, aunque eso sí, no tiene agua corriente, con lo que tendremos que ir a un pozo cercano y coger el agua para asearnos, ducharnos y para todo tipo de necesidad.


Cuando nos damos cuenta, nuestro bidón de agua se acaba y al poco hay que cargar de nuevo ¡lo peor es por la noche, cuando hay que salir, esquivando a los mosquitos!

Descargamos nuestras cosas, organizamos todo en la habitación y en media hora hemos quedado para visitar el pueblo de Dindefelo.


Junto con un guía de habla hispana salimos hacia el centro de Dindefelo, en el que visitariamos la escuela y el pequeño centro de salud, que hace a su vez de centro maternal, ambos construidos con la ayuda humanitaria y alguna ora ONG.


Mirando alrededor de nosotros, el paisaje es impresionante. Verde por todos lados, y una frondosidad exuberante.


Miramos de frente, y allí a lo lejos, en lo alto aparece el lugar al que tendremos que ir mañana para disfrutar de las cascadas de Dindefelo y la aldea de Dande.


Ya de noche volvimos al campamento y junto a otros tantos viajeros de distintas parte del mundo nos pusimos a comer…y empezó a llover.



Día 8. Dindefelo- Dande-Cascada de Dindefelo-Tambacunda





Continua en Parte II