martes, 9 de diciembre de 2008

Dinamarca Octubre/81


DINAMARCA EN INTER-RAIL

Copenhague, la joya danesa



Dinamarca, un antiguo reino vikingo en el sur de Escandinavia, entre Noruega y Suecia. Se compone de la península de Jutlandia y unas 406 islas, de las cuales aprox. 80 están habitadas. De estas, la más grande y la de mayor densidad de población es Selandia, donde está situada la capital, Fionia y la isla que forma el norte de Jutlandia.



El paisaje, eminentemente llano, está surcado de pequeños ríos, lagos, espesos bosques y fiordos, como el Lim. Los numerosos kilómetros de costa son ricos en larguísimas playas de arena.
La llamada Riviera danesa comprende una privilegiada franja costera del Báltico, la que sale de Copenhague al encuentro del Mar del Norte. A lo largo de su litoral, se extienden bosques de ciervos y museos al aire libre, castillos como el atribuido al príncipe Hamlet, grandes mansiones y formidables playas, enclavadas en antiguos pueblos pesqueros.
He aquí el recorrido de mi primer país nórdico antes de adentrarme en tierras suecas y noruegas Copenhague y Helsingor, los dos ubicados en la isla de Selandia. Separados solo por 47 km. Fue una estancia corta, de solo 3 días, pero larga en vivencias y experiencias.
En los países nórdicos uno tiene la sensación de entrar en un mundo perfecto. Las calles están limpias, los coches circulan en silencio, los mercados y establecimientos ofrecen sus productos perfectamente presentados, los sueldos son formidables, los estudios son gratuitos, beneficios sociales. En fin, un lujo de país.



Conocer Copenhague a través de los ojos de la sirenita, pasear por sus organizadas calles y descubrir esta bella ciudad, son sin lugar a dudas uno de los mayores placeres que deberíamos de vivir.
El recorrido bien podría iniciarse con una visita a la universal estatua de La Sirenita. La tierna figura, tantas veces ultrajada por los vándalos (la última vez en 1998, cuando la decapitaron), está ubicada en el viejo fuerte del puerto, dentro del parque de Kastellet.A poca distancia se encuentra el Palacio Amalienborg, la residencia real, con la impresionante fuente de Gefion coronando el centro de la plaza que rodea el palacio. Después de acercarnos al Marmorkirken o iglesia Marble, se continúa hasta alcanzar la calle Nyhaven, uno de los ejes principales de la ciudad a través del cual se accederá a al Teatro Real. Y si queremos comprar, aprovecharemos para echar un vistazo en Magasin du Nord, el centro comercial más importante de Copenhague. Podrás encontrar casi todo lo que te imagines, típicos recuerdos daneses, incluidos.



Los picos cubiertos de musgo en las torres que se erigen sobre Copenhague, dotan de un peculiar tono verduzco el paisaje de la ciudad. Algunos de sus museos, como el dedicado a las embarcaciones de sus antepasados, los vikingos, están dispersos por la ciudad.
El paseo monumental termina en Tivoli, 20 acres de juegos, restaurantes, conciertos, fuentes, jardines florales...en el centro de Copenhague. Y con la caída del sol, la ciudad se transforma, sobre todo las noches de fin de semana, dando paso al ambiente nocturno.
Christiania, una auténtica comunidad alternativa e independiente en el centro de Copenhague. Ubicado en un gran solar perteneciente antaño al ejército, fue ocupado por una comuna de jóvenes, en su mayoría hippie, liberales.


Y que poco a poco se fueron concentrado hasta conseguir lo que es: un lugar independiente donde algunos cuidan de sus animales, otros de sus plantas, otros venden, otros cultivan. Pero todo en una perfecta armonía, sin ruidos, sin prisas. Es como un pequeño mundo dentro de la ciudad.
Copenhague es tan diferente a otras ciudades que su visita se convertirá en una inusual y agradable experiencia. Es simplemente la joya de Dinamarca.

La visita a Helsingor se justifica también por el casco medieval que posee. Es un barrio viejo que cruza la calle peatonal de Stengade, con su centro en Axeltorv, la plaza del mercado. Tiene además su propio Museo de la Ciudad, en el Karmeliter Klosteret, anexo a la iglesia de Skt. Olai Kirke. En sí mismo, Helsingor no deja de ser pintoresco, pero el motivo fundamental por el que los turistas recalan allí, está en el Kronborg Slot y su mercadería de recuerdos. No en vano, la tradición pretende que en tal castillo encontrara motivos William Shakespeare para escribir la tragedia de Hamlet, si bien no se ha conservado dato alguno sobre la estancia del dramaturgo inglés por estas tierras. Es más, el siglo XVI, fecha de su construcción bajo el reinado de Federico II, resulta muy posterior a los días de Hamlet, el príncipe medieval danés que realmente inspiró a Shakespeare.



Yo, un viajero desaliñado, algo hippie, pelo largo y mochila al hombro; como casi siempre, el control fronterizo me daba problemas. En el ferry que atraviesa la frontera Danesa-Sueca desde la ciudad de Helsingor hasta la de Helsingborg, la policía danesa me marcó mi mochila para posteriormente registrármela, simplemente el contratiempo de tener que vaciar todo su contenido, me hizo perder parte de la belleza de este estrecho. Pero cuando se viaja, cualquier cosa es esperada y previsible, y sin lugar a dudas merece la pena arriesgarse para conocer nuestro mundo.

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