jueves, 19 de febrero de 2009

subida al pico ventana (1297 m), Montalate y hacho de Montejaque (1072 m) (Grazalema) Marzo/08 Febrero/2022

Febrero/2022























Marzo/2008


Escrito por Felix caballero
P.N. DE GRAZALEMA. VENTANA, MONTALATE Y HACHO DE MONTEJAQUE. El pasado 15 de marzo, 9 senderistas de nuestro club (Josefa, Manolo Ortega, Juan, Javier, Manolo Vara, José Manuel, Antonio, José y el que suscribe )coordinados por José Delgado emprendimos una ruta circular por las sierras de Montejaque y Benahoján. A las 9 de la mañana comenzamos a andar desde las mismas calles de Montejaque. Salimos del pueblo buscando los “Canchales” y después de pasar por varios portillos de terrenos privados nos vimos en pleno campo.
Desde ese primer momento podemos comprobar que la ruta transita por un terreno totalmente colmado de piedra caliza erosionada y fracturada por el viento, lluvia, hielo... a lo largo de mucho tiempo.
El sendero lo seguimos a veces gracias a unos puntos azules marcados en las rocas. Estas marcas las perdemos bastante pronto. El senderillo es estrecho y poco a poco va ascendiendo entre las rocas que nos recuerdan en muchos momentos al Torcal de Antequera. Las plantas son las típicas de estas zonas: palmitos, esparragueras, espinos, genistas, aulagas, matagallos, vinca pervinca…
Cuando volvemos la vista atrás vamos viendo poco a poco el pueblo de Montejaque con el “Hacho” y el Tavizna y al fondo se aprecia Ronda con su famosos tajo. De vez en cuando vamos pasando por zonas llanas, arcillosas, rodeadas de zonas rocosas y cubiertas de verdes hierbas, son las llamadas dolinas y uvalas (varias dolinas juntas). Son formaciones características de estos paisajes de roca caliza denominados karst. Cuando esas zonas llanas cubiertas de tierra son muy grandes forman los poljes. El conocido Llano de Líbar es el polje más característico de este parque.
Siempre en dirección oeste nuestro grupo avanza dejando a los lados formaciones rocosas dignas de fotografiar. Cuando llevamos dos horas y media desde que salimos llegamos a una zona donde los hundimientos de rocas se hacen evidentes y hay que tener precaución y evitar descuidos.
Antes de llegar a la parte más alta de esta ascensión, a nuestra izquierda nos encontramos con la primera valla que debemos salvar. Hay marcas de unas cruces verdes en las rocas. Buscamos la forma más fácil de pasarla y, unos por encima y otros por debajo; entre unos huecos de rocas,
pasamos al otro lado. A partir de aquí la pendiente se hace más pronunciada. Vemos la cara más abrupta del pico Ventana pero debemos seguir, ir rodeando y subir por su cara oeste. Una vez en la ladera, al fondo, a nuestros pies los llamados llanos del cortijo Pozuelo, una explotación agrícola y ganadera en la que apreciamos a vista de pájaro la zona cultivada rodeada por alambradas y naves del ganado. Todo ello atravesado longitudinalmente por la pista que atraviesa desde
Montejaque a Cortes de la Frontera (GR 7). Nosotros debemos subir hasta alcanzar el monolito del pico Ventana que no lo vemos hasta que estamos más cerca. Llegamos con gran satisfacción y admirando las vistas que tenemos en 360 grados a nuestra redonda. Aunque el día no es totalmente claro, las vistas son preciosas. A nuestros pies tenemos el pueblo de Benaoján y toda la sierra de Juan Diego. A lo lejos Ronda y el perfil de la Sierra de las Nieves con el Torrecilla y el característico Peñón de los Enamorados. Hacia el suroeste Jimera de Líbar, el Hacho de Gaucín,
la sierra de los Reales, la sierra de los Pinos de Los Alcornocales … Hacia el norte La sierra del Pinar con el puerto de las Palomas y la carretera que baja hacia Grazalema, el Reloj y el Simancón casi ocultos entre las nubes, El Lagarín, Las Grajas, el Malaver,… Después de disfrutar un rato del panorama debemos continuar. Son las doce y media y aún nos queda una buena jornada. La bajada en dirección a los llanos es de fortísima pendiente. En zigzag y sin sendero que seguir cada uno de los componentes del grupo vamos bajando como podemos aunque algunos parecen verdaderas cabras monteses por aquellas rocas. Cuando llegamos al camino volvemos en dirección a Montejaque. Entre varias encinas cerca del camino nos encontramos, con un cartel que nos informa de la naturaleza kárstica de estos paisajes que estamos atravesando. Unos metros más adelante, justo a la entrada del cortijo Jarastepal nos metemos para alcanzar nuestro segundo pico, el Montalate. El sendero, después de pasar la valla, esta vez con un portillo, continúa hacia adelante y nosotros debemos dejarlo para dirigirnos hacia nuestra derecha en
dirección a una encina solitaria. Las rocas son cortantes, con bordes afiladísimos. Vamos pisando de una en otra porque no hay superficie lisa donde podamos descansar los pies. De pronto, cerca de nosotros saltan un grupo de unos 8 ó diez jóvenes ciervos que se pierden a los lejos entre los arbustos. Después de pasar la encina hay una bajada con una zona llana cubierta de hierba y, al refugio del viento, compartimos y damos cuenta de nuestros bocadillos, zumos, fruta y buena botella de vino que nos ofrece Javier. Son más de las dos de la tarde.
Continuamos en dirección a otra encina también solitaria que se encuentra muy cerca de la cumbre. Después de comer parece que la empinada y rocosa ladera se hace algo más dificultoso pero en unos minutos llegamos a un montículo de piedras que hace las veces de monolito. Son las tres menos diez. Al frente tenemos la sierra del Hacho y hacia ella nos dirigimos. Poco después de la bajada del Montalate, nos encontramos con una fuerte pendiente hasta llegar a otra valla que nos separa de un olivar. Nos vamos a la derecha y saltamos otra valla que se une con la primera, así no tendremos que entrar en la zona cultivada. Pegados a la valla del olivar continuamos en dirección al camino que une estas fincas con la pista que baja de los llanos y terminan en Montejaque. Justo cuando llegamos al camino debemos saltar de nuevo la valla. Ahí nos reagrupamos y a las cuatro y cuarto emprendemos la subida a nuestra tercera cumbre, el Hacho.
Avanzamos por la ladera siguiendo un estrecho sendero de cabras y cuando creemos que estamos en buena dirección hacia la cumbre, empezamos a subir por la empinada ladera. Al principio, entre espesos arbustos y pequeñas encinas y más adelante van apareciendo las zonas rocosas hasta llegar a las cumbres. Parece que estamos volando sobre los tejados del pueblo pero todavía nos queda crestear de roca en roca hasta llegar a la cumbre, en la que ondea una bandera roja formada por una camiseta atada en un palo que nuestros compañeros ayudan a fijar entre las rocas. Son las cinco y media de la tarde y nuestros tres objetivos se ha cumplido. Con bastante más dificultad que parecía, vamos bajando lentamente y con cuidado hasta llegar cansados, pero muy satisfechos, al punto de partida.

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