miércoles, 29 de octubre de 2025

Ruta bohemia por la costa de Marruecos (octubre/25)




 Corría el mes de agosto cuando yo andaba por tierras de Kazajistán. En ese momento me sonó el móvil, era un mensaje de Rosa, que me decía que había encontrado un vuelo muy barato desde Sevilla a Essaouira, en Marruecos, y lo iba a reservar para ir con Jacinta, su amiga. Así que me dijo, que si me apuntaba. No entraba en mis planes esta escapada por Marruecos, pero tras pensarlo un minuto, reservé yo también el vuelo con la compañía Vueling, 44 € ida y vuelta.
Sería la sexta vez que visitaría este, casi vecino país, tan diferente al nuestro: por su cultura, su religión y por su forma de entender la vida…
Mirando mis archivos de viajes, fue en 2013 cuando pisé por última vez tierras de Marruecos. En esta ocasión sería a la zona más al sur del país, en su costa atlántica, en Essaouira, haciendo una escapada a Marrakech, siendo esta la tercera vez que la visitaría.
Lo que al principio parecía ser una simple escapada de descanso sin más, se convirtió en una auténtica escapada por esta costa salvaje y bohemia, en donde el viento sopla tan fuerte que las olas del mar suben en altura, y se ha convertido en un paraíso para los surfistas y windsurfistas.
Essaouira me ha sorprendido para bien en todos sus aspectos, por su belleza junto al mar, su ambiente bohemio y su cultura bereber, que estando aquí, la he podido descubrir. 
Saliendo de lo que es la propia ciudad, la costa es salvaje, sin construcciones, con zonas casi desérticas con dunas que destacan en el horizonte y camellos que cabalgan por la arena a la espera de que algún viajero monte en sus lomos. ¡Me ha encantado!


Eso sí, algo me ha sorprendido enormemente. A pesar de ser una ciudad muy turística, con extranjeros venidos de muchos rincones de Europa, la gente local sigue siendo muy tradicional, hasta tal punto que, las vestimentas de muchas de sus mujeres  siguen las pautas y cánones que marcan su religión musulmana, ya no solamente con el hiyab (velo que cubre su cabello) que podría ser lo más habitual, sino también cubiertas con el niqab  (velo para la cara que solo deja los ojos al descubierto).


Aunque muchas veces se confunden los términos, en cuanto a este tipo de vestimentas. Estaría bien dejar claro que esto no son burkas, ya que estos cubren todo el cuerpo y la cara, teniendo una pequeña rejilla a la altura de los ojos.


Para esta escapada de siete días alquilamos un apartamento muy económico y muy cerca de la media de Essaouira, y desde aquí haríamos todas las idas y venidas hacia los otros lugares que visitamos.

En esta ocasión, el grupo que formamos la escapada fue Rosa, Jacinta y yo, Antonio, el que escribe. Jacinta era la primera vez que viajaba a Marruecos y también a un país musulmán, con lo que para ella todo era nuevo e impactante. Para nosotros, era algo ya muy visto y trillado, aunque con la curiosidad de lo que comenté anteriormente. 


acaso algunos detalles a tener en cuenta, como por ejemplo el de llevar un seguro de viaje por si tuviésemos que recurrir a él, o el cambio de moneda en dirhan, que solo cambiamos lo justo en el aeropuerto  para el taxi, previa negociación, hasta nuestro apartamento que se encuentra a unos 18 km. 150 dirhan=15 € aprox.

Itinerario a seguir


Día 1. Sevilla-Essaouira

Día 2. Essaouira

Día 3. Essaouira- Sidi Kouki-Essaouira

Día 4. Essaouira-Marrakech- Essaouira

Día 5. Essaouira- Moulay Bouzerktoun-Essaouira

Día 6. Essaouira-Agadir-Essaouira

Día 7.  Essaouira

Día 8.  Essaouira-Sevilla

Día 1. Sevilla-Essaouira


Nuestro vuelo con la compañía vueling salía a las 8:20, con lo que una hora y media antes ya estábamos en el aeropuerto de Sevilla. Tras los correspondientes controles de equipaje y pasportes, en una hora y cuato aterrizamos en el aeropuerto de Essaouira. Por cierto, el avión, casi vacío, solo éramos unas 12 personas en el interior del avión, casi más tripulantes que pasjeros.


Una vez aterrizamos, control de pasaporte, y donde tuvimos que dar el lugar en donde nos íbamos a hospedar.
Algo de cambio de dirhan para coger un taxi, solo 20 €, y a negociar con los taxistas que se abalanzaron hacia nosotros. Ya teníamos una referencia de lo que cobraban, así que tras pagar 150 dirhan, unos 15 €, pusimos rumbo hacia el apartamento.


Una vez en el apartamento, contactamos con el propitario, dejamos las cosas y a pasear por la medina de Essaouira.


Conocida antiguamente como Mogador esta ciudad está situada en la costa atlántica, al norte del cabo Sim, y tiene unos 70.000 habitantes.
Su medina está catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde el año 2001.


La medina de Essaouira tiene varias puertas por la que podemos acceder, como la de Bab Doukkala al noroeste, Bab Marrakech al sureste y la puerta del puerto al suroeste.
Su interior está formado por un laberinto de callejuelas estrecha, pasadizos y algún que otro túnel.



La Kasbah se encuentra cerca del puerto, en la parte occidental de la medina e históricamente albergó comeciantes musulmanes y judios adinerados, extranjeros funcionarios e influyentes anglosajones.




En casi todas las calles de la medina se ven a las mujeres como realizan las tareas para obtener el tan apreciado aceite de argán, que tanto se valora y utiliza para la cosmética por sus propiedades hidratantes, nutritivas y protectoras para el cabello y la piel.



Estas mujeres están asociadas con la producción de este aceite a través de cooperativas, que han promovido su empoderamiento económico y social, brindando de esta forma su propia independencia económica.



Puerta sureste de la medina que sale al puerto, junto a la plaza en donde se concentran muchas terrazas, músicos y otras tantas atracciones. Es quizás la parte más importante de la medina y a la vez de Essaouira.



Aunque son muchas las calles comerciales, quizás la principal sea la rue du Souk, en donde se concentran el mayor número de tiendas de todo tipo de objetos de suvenirs, en otras abundan los puestos de frutas…




Salimos de la medina y bordeamos la muralla que da junto al mar.
Las olas bravas azotan a las  rocas que se encuentran dispersas junto a esta. Es un buen lugar para inmortalizar algunas imágenes…



Estas murallas son un baluarte defensivo de la ciudad construidas en el siglo XVIII por el sultán Sidi Mohamed Ben Abdallah para protegerla de ataques marítimos.
Esta fortificación rodea a la medina ofreciendo espectaculares vistas panorámicas.


Avanzamos junto al mar bordeando la muralla hasta donde las olas nos invaden nuestro paso y tendremos que regresar.  Hace un día estupendo, un agradable sol con una pequeña brisa marina. Aprovechamos para sentarnos un rato en las rocas y disfrutar el momento.


Es mediodía, hay hambre, así que de nuevo ponemos rumbo hacia el interior de la medina. Buscamos un lugar en donde comer. Hay muchos en donde elegir, así que entramos en uno de ellos y pedimos un tajine de pollo y aceitunas. Unas tazas de té en la plaza principal y tras otro paseo regresamos a nuestro apartamento. Mañana más de Essauira… 


Día 2. Essaouira


El día de hoy lo dedicaremos íntegramente a seguir visitando Essaouira: zona del puerto, zona de los baluartes de la muralla y seguir descubriendo otros tantos rincones de su espectacular medina.
 


Situado a poca distancia de las murallas, el puerto en sí mismo tiene vida propia y mucho ambiente local. Es sin lugar a dudas uno de los lugares más animados  de la ciudad. Anteriormente conocido como “Puerto de Tombuctú” era un punto de intercambio entre las largas rutas comerciales trans-saharianas y las grandes rutas marítimas del siglo XVIII que transitaban por el oro, las especias y los esclavos.


Al comienzo del día, cuando los barcos devuelven las redes llenas de sardinas, morenas, besugos y crustáceos, el puerto de Essaouira es escenario de un espectáculo cacofónico poco común.
Los pescadores exhiben con orgullo sus capturas del día que tratan de vender en una subasta bajo el incesante ballet de gaviotas y cormoranes, estos los verdaderos amos del lugar.



El olor a pescado es intenso, muy intenso, a veces incluso desagradable y mal oriento en este espectáculo de pescadores, pescados, y gaviotas revoloteando sobre nuestras cabezas.


Poco tiempo después de la subasta y venta del pescado, los chiringuitos en forma de pequeños restaurantes que se encuentran junto al puerto, exhiben sus productos y al reclamo de los muchos viajeros que hay por la zona, los ofrecen para escogerlos, pesarlos y posteriormente degustarlos y comerlos en esas pequeñas terrazas. Más fresco, imposible, recién pescado.

Nosotros tanteamos el precio y las cantidades que servían. Decidimos ir a comer un día, al final no fuimos.


Pescado fresco a la parrilla sobre fuego de leña y acompañado con ensaladas marroquíes. Desde sardinas hasta langostas de mar y erizos, todo un banquete. Toda una experiencia culinaria y al final dejamos pasar la ocasión.
Abandonamos la zona del puerto sin antes dejar de ver a los muchos críos que se subían a lo alto del espolón y se lanzaban al agua desde bastante altura. Más de uno, muy críos, se lanzaban de cabeza y otros con las piernas hacia adelante.
Según nos vamos, las muchas gaviotas siguen revoloteando nuestras cabezas hasta que por fin nos alejamos de la zona del puerto.


Si algo tiene Essaouira es historia, además de otros muchos encantos. Un pasado que puede observarse desde todos los puntos de la ciudad, pero el mejor sin dudas, las murallas en donde podemos caminar sobre ellas y disfrutando de excelentes vistas hacia el mar y el interior de la medina.



Con un total de 19 cañones de cobre colocados flanqueando cada pared, es un fiel reflejo de lo que fue en sus tiempos para protegerse de los ataques marítimos. 


Podremos caminar a lo largo de la muralla y disfrutar de las alucinantes vistas contemplando las islas de Mogador, conocida también como la isla púrpura, llamada así porque ya en la época fenicia y romana se usaba para la producción de un tinte específico, el púrpura.


Y como no podía ser de otra forma nos fuimos a tomar café al restaurante que hay justo en frente, llamado “la terraza”. Impresionantes vistas. 


Y de nuevo ponemos rumbo hacia el interior de la medina, en la parte más bohemia y artística.


Esta zona se encuentra junto a la subida a la muralla. En callejones estrechos y cubiertos se encuentran muchas de las tiendas de los artistas, que a la vez que crean sus obras de arte las pone a la venta.


Cuadros con dibujos y pinturas muy originales y con mucho colorido, muy diferentes entre si.
Entramos en una de estas casas y el artista me permitió fotografiarlo junto a sus obras de arte.




Seguimos recorriendo la medina, adentrándonos ahora en el mundo bereber. El comerciante que regenta esta tienda nos invita a pasar, es un bereber que durante tiempo vivió por el desierto del Sáhara. 


Nos enseña unas fotos de esa época y viste a Rosa con prendas bereber.  Al final, como siempre en estos casos el objetivo es que compremos algo en su tienda. Tampoco insistió mucho, era de agradecer. 


Hora de comer, acertamos sin lugar a dudas. En una de las calles que daba a la muralla vimos la carta que servían. Habían varios menus que tenían muy buena pinta y además a un buen precio.


Así que entramos en ese coqueto restaurante con una bonita decoración marroquí.


Comimos un buen plato de cuscus vegetariano, un pescado a la plancha y una sopa de pescado, además algo de postre. Todo muy bueno. En total pagamos 220 dirhan, unos 22 €.
El lugar pequeño pero acogedor, un buen servicio atento y rápido. Un buen lugar para recomendar.


Nos adentramos ahora en una zona menos turística y más local. Callejeando y callejeando sin rumbo fijo pasamos por algunos bellos rincones arqueados, en donde las mujeres nos miran extrañadas al pasar.



Mirando con detalle el mapa de toda la medina, casi podría afirmar que poco o nada nos ha quedado por callejear en su interior. Hemos entrado y salido por todas sus puertas, hemos recorrido sus murallas, sus zocos, los más turísticos y los más locales.


Incluso el deplorable, casi destruido y pobre barrio judío, situado en uno de los laterales de la muralla, en donde todavía queda una pequeña sinagoga.




Ya por la tarde y después de hacer algunas compras de comida para esta noche, ponemos rumbo hacia nuestro apartamento.




3. Essaouira-Sidi Kaouki-Essaouira


El día de hoy lo dedicaremos a una excursión al pequeño y costero pueblo de Sidi kaouki, situado a unos 22 kilómetros al sur de Essaouira. Ya nos habíamos informado de donde salían los autobuses (la línea 2) y a qué hora. 


Así que nos dirigimos a uno de los laterales de la muralla que se encuentra junto a una pequeña playa de roca y allí preguntamos para confirmar. A las 10:00 partimos. El precio muy económico, no llegaba a 6 €, los tres ida y vuelta.


En unos 45 minutos llegamos. No se veía nada, la bruma del atlántico había invadido toda la costa. Nuestra visión solo alcanzaba algunos metros, ni tan siquiera podíamos ver la costa, y estábamos justo ahí.


En unos 45 minutos llegamos. No se veía nada, la bruma del atlántico había invadido toda la costa. Nuestra visión solo alcanzaba algunos metros, ni tan siquiera podíamos ver la costa, y estábamos justo ahí.


Nos adentramos en la arena de la playa cuando empezamos a ver las siluetas de muchos dromedarios, algunos de pie y otros recostados. Al poco sale a nuestro encuentro el camellero, ofreciéndonos dar un paseo montados en sus jorobas.


Ante nuestra negativa, se ofreció a hacernos unas fotografías junto a estos animales, muy agradecidos, lo hicimos.


Puesto que no se veía nada por la costa, regresamos hasta donde nos dejó el autobús y empezamos a andar por la carretera algunos cientos de metros por si veíamos el pueblo. ¿El pueblo?
Realmente Sidi Kaouki son simplemente unas viviendas aisladas con algunos chiringuitos en forma de restaurantes y todo tipo de atracción para los surfistas.


La costa seguía con la bruma metida, así que seguimos paseando un poco por la carretera, esperando y suplicando que levantara esa densa niebla.
Nos adentramos un poco hacia el interior en donde aparecían las indicaciones de un camping y poco más.


Sidi Kaouki es un paraíso salvaje, sin construcciones en la costa, en donde el viento y el fuerte oleaje han hecho este lugar un paraíso para los amantes de las olas. El ambiente que se respira es ese típico ambiente joven, deportista, hyppie, al estilo como las playas de Tarifa o El Palmar, en la costa gaditana de nuestra provincia de Cádiz. Puesto que llevaba la cámara, aproveché para fotografiar todo aquello que me atrae, unas mariposas en un pequeño escampado, en el camino. 


Regresamos carretera atrás y subimos a la terraza de un coqueto restaurante para beber algo y además para hacer tiempo por si la bruma iba subiendo.


Y ahí en la terraza estuvimos un buen rato, casi una hora. Al ver que se acercaba la hora de comer y aprovechando que aquí lo podíamos hacer, pedimos la carta y nos zampamos dos buenos platos de tagine de pescados.


Y por fin el tiempo empezó a clarear y se empezaba a ver la extensa playa, los dromedarios paseando por la misma, los surfistas por la cresta de las olas…esto ya era otra cosa. Desde la terraza ahora si vemos las vistas.



Desde lo alto podemos contemplar una larga playa de arena fina muy apreciada por los amantes del surf gracias a los vientos atlánticos que soplan por allí con frecuencia. Con aire de territorio virgen, con solo algunos restaurantes y modestos alojamientos, esto es Sidi kaouki, un lugar diferente, sin lujos ni grandes hoteles y restaurantes, todo es muy sencillo.


Al final de la playa, a la derecha, un promontorio rocoso sobre la misma, un edificio blanco, recuerda haber sido el lugar con un origen religioso. Aquí acoge la tumba de un morabito, un santo sufí musulmán similar a un ermitaño que fue conocido por sus curaciones. Se llamaba Sidi Kaouki, de ahí el nombre de este pequeño pueblo. Hasta aquí, antaño peregrinaban sus seguidores en busca de milagros.


Bajamos a la playa y empezamos a pasear por la misma, cuando un camellero se acercó a nosotros por si queríamos montar. Cobraban 100 dirhan, casi una hora de paseo. Rosa y Jacinta nunca habían montado, así que tras insistir mucho, Jacinta cedió aunque con mucho miedo. Después se alegró de la experiencia.


Las dos aprovecharon el mismo paseo por la playa, media hora Jacinta y la otra media hora Rosa, y yo de fotógrafo inmortalizándolas a ambas subidas a los lomos de esos tranquilos dromedarios. Yo ya había montado otras tantas veces por esos desiertos lejanos, el desierto del Thar en la India, Egipto, Sahara y Lanzarote.





Nos despedimos del simpático camellero y ponemos rumbo, paseando por la playa, hasta el otro extremo de la misma, en donde se encontraba el edificio blanco en ruinas.


Y aquí, en un agradable día de sol, sentados en la roca y contemplando este bello paraje salvaje y solitario, salpicado de rocas cubiertas de verdes algas.
A la cinco y media salía nuestro bus hacia Essaouira, así que poco a poco iremos regresando, justo en donde se encuentran todos los chiringuitos de los surfistas: tiendas, bares…y todo lo que ellos necesitan para disfrutar de su gran pasión, el surf.



Son las 17:15, en quince minutos llegará nuestro autobús. Mientras tanto, aquí sentado y con mi teleobjetivo, sigo captando imágenes tan variopintas de esta zona salvaje. Por un lado, los camelleros, con varios de sus dromedarios a la espera de que algún viajero quiera montar. Mientras tanto recostados a la sombra. Los quads, que aunque a mí personalmente no me gustan nada: por su ruido y por su velocidad, creo que perturban la paz del lugar, pero hay quien les gusta para recorrer estas pequeñas dunas junto al mar. Y por otro lado los surfistas esperando que llegue su triunfal ola. Ahí llega nuestro bus. En algo más de media hora de vuelta a Essaouira y directos a nuestro apartamento. A descansar, porque mañana toca madrugar para ir a Marrakech.





Día 4. Essaouira-Marrakech-Essaouira




Marrakech, la tercera vez que la visitaría y francamente, no estaba muy motivado, pero lo hicimos para que Jacinta la pudiera visitar, ella nunca había estado en Marruecos y claro, Marrakech es la más visitada.


Cogimos un autobús que salía a las ocho de la mañana y regresaríamos a las seis de la tarde.
Aunque son solo 180 kilómetros lo que separan a ambas ciudades, el trayecto se convierte en un viaje largo y pesado, ya que para en muchos lugares, tardando cuatro horas en llegar. El precio del billete son 70 dirhan.


Una vez en Marrakech, ponemos el maps en marcha para que nos lleve directamente hasta la plaza Jemaa El Fnaa y nos moveremos por todas las calles laberínticas que hay por la zona. Tiendas, tiendas y más tiendas, en donde se puede comprar hasta lo más inimaginable.


Marrakech es una de las ciudades imperiales de Marruecos, junto con Rabat, Meknes y Fez.
Una ciudad llena de vida, con mezquitas, palacios, jardines y un gran zoco dentro de la medina.
La medina es una ciudad medieval amurallada y densamente poblada que data del periodo bereber.



Aquí lo que toca es pasear y perderse por las muchas callejuelas repletas de tiendas en donde se vende todo tipo de objetos. Y eso es justo lo que haremos, y de paso comprar alguna cosilla de regalo.



Sin lugar a dudas, Marrakech es la joya de Marruecos, tiene una historia rica y enriquecedora gracias a las sucesivas dinastías que la han poblado. Su prestigio es tal, que se ha convertido en el nombre que identifica a todo el país. 


Cuenta la leyenda que cuando se construyó la Koutobia (es la gemela de la Giralda) en el corazón de la ciudad, esta comenzó a sangrar y tiñó de rojo los alrededores.

Un color que ahora predomina en sus calles y casas, así como en la bandera nacional del país.
El corazón de Marrakech late con fuerza en su famosa plaza Djemaa El Fnaa.





Esta plaza fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Situada esta en el centro de donde parten todas las calles comerciales del zoco, dentro d la medina.



En esta plaza en donde se concentran ciento de viajeros procedentes de muchos rincones del mundo, además de los locales que hacen de malabaristas, narradores de cuentos, encantadores de serpientes, magos y acróbatas.


Marrakech es una ciudad llena de vida y de color, que cautiva a los visitantes con su encanto y su energía inigualable.
Seguimos paseando por este laberinto de callejuelas que serpentean todo el zoco.



Calles de las alfombras, calle de las cerámicas, de las pieles, de los perfumes, de los inciensos, de los metales, de comidas…aquí hay donde escoger y no aburrirse. 
Como ya comenté anteriormente es mi tercera vez que visito esta ciudad, 2009 y 2013 y si noto un cambio en la medina y el zoco. Todo mucho más ordenado y limpio preparado para los turistas. Antes era más auténtico, me impactó mucho más.


Hora de comer. Empezamos a buscar algún buen lugar dentro de la medina. Son varios los restaurantes que podemos encontrar.


Entramos en el restaurante L’Mida, situado en el mismo corazón de la medina, junto al barrio de las especias, en una estrecha callejuela. En la parte alta del edificio dispone de una terraza con vistas a toda la medina. Demasiado calor para estar aquí, así que nos sentamos en el comedor interior. Buena comida de diseño con mezcla marroquí. Y después un buen café en una de las terrazas de la plaza Djemaa El Fnaa.


Hora de volver a Essaouira. A las seis de la tarde salía nuestro autobús. El precio igual, 70 dirhan, unos 7 € al cambio.
El autobús, al igual que al venir hace muchas paradas, y en alguna incluso varios minutos.


Así que son cuatro horas lo que tarda en el trayecto.
Somos los únicos extranjeros, el resto del autobús son gente local, algunos con destino a Essaouira y otros que suben y bajan en el camino.
Familias con críos, personas mayores, parejas…y casi todos vestidos al estilo local marroquí. A destacar la señora que entró en una de las paradas y se sentó en el asiento junto al mío. Iba totalmente cubierta: su cuerpo, su cabeza, su rostro. Solo una pequeña abertura a la altura de sus ojos que le permitía ver vagamente, sobre todo al subir las escaleras del autobús que se le tuvo que ayudar, de lo contrario se hubiera tropezado y caído al no ver nada. Son las diez de la noche llegamos a Essaouira.

Día 5: Essaouira-Moulay Bouzerktoun-Essaouira


Hablar de Moulay Bouzerktoun, es hablar de surf, de fuertes oleajes, de viento… en definitiva de vida salvaje y de aventura en la auténtica costa marroquí, sin construcciones, ni hoteles, ni turismo de masa, ni nada que pueda contaminar a este ambiente puro y salvaje. Es un paraíso para los surfistas, los windsurfistas y los kitesurfistas, además los que buscan rincones diferentes, sin explotar y sobre todo con mucho silencio y mucha paz.



Situado a unos 30 kilómetros al norte de Essaouira, hoy dedicaremos el día a visitar este paraíso natural. Empezamos a investigar cómo llegar hasta allí. No encontrábamos ningún autobús, ni otro medio de transporte, así que contacté con el taxista que nos trajo del aeropuerto, negociamos precio y quedamos con él para que nos llevara y por la tarde nos recogiera. 300 dirhan por todo el servicio.


Quedamos para que nos recogiera a las nueve de la mañana, así que con puntualidad partimos hacia Moulay Bouzerktoun, en poco más de media hora alcanzamos nuestro destino. En el trayecto vemos algunos dromedarios cabalgando por las dunas de estas costas.


En la carretera, un cartel nos indica la dirección de esta pequeña aldea costera, nos desviamos a la izquierda, en busca del mar.



Y tras avanzar un par de kilómetros, de frente vemos su mezquita, su símbolo.
El pueblo está desierto, no se ve prácticamente a nadie por las calles, esto parece un pueblo fantasma.



Nuestro taxi nos deja junto a la mezquita, y le decimos que nos recoja después sobre las cinco de la tarde. Aunque una vez que se va, pensamos, demasiado tiempo aquí, quizás le teníamos que haber dicho un poco antes.


Para nada, al final disfrutamos de una jornada de tranquilidad y de paz.
Una vez situado en la espalda de la mezquita, paseamos por su costa acantilada, pudiendo disfrutar de unas bonitas vistas junto al mar.
Moulay Bouzerktoun son tres casas y media contadas. No hay colegio, ni supermercado, ni centro de salud…los servicios son prácticamente inexistente. Solo una pequeña tienda en donde abastecerse.



Nos trasladamos a la úncica calle que hay en el pueblo y, en una de sus casas con la fachada muy encalada de blanco, entramos. Fuera, un cartel escrito en árabe y bereber con un dibujo de una pieza de pan nos indica que ahí lo venden. Además del intenso olor que se desprende a horno de leña. 
Una vez dentro, sale a nuestro encuentro una señora y nos atiende. Obviamente no nos entendemos, pero nos muestra orgullosa sus piezas recien sacadas del horno y nos ofrece alguna para llevar.


Nuestro plan es comer por aquí, por lo que no compramos nada.


De nuevo nos trasladamos hacia la costa y empezamos a andar varios kilómetros Rosa y yo, con dirección contraria a la mezquita. Jacinta prefiere quedarse aquí, relajada en plan tranquila y tomando el sol.


La playa es salvaje, solo nosotros dos y esta inmensidad de belleza natural.
Al fondo, las siluetas de unas montañas que, junto con las pequeñas dunas que forman la arena y el mar azul nos dan una bonita estampa para inmortalizar en nuestra retina y también a través del objetivo de mi cámara.
Los surfistas empiezan a llegar...




Paseando por el pueblo vimos que había un pequeño bar restaurante, el único abierto en este momento. Un lugar ideal para comer, con una terraza que daba al acantilado, y las vistas, mejor imposible. Lawama este es el nombre del restaurante.


Nosotros tres solamente en esta terraza, en donde nos daba unos agradables rayos de sol con una pequeña brisa que venía del mar.
Miramos la carta y pedimos un par de platos para compartir de pescados varios. ¡Qué maravilla, que bien se está aquí!


Mientras comemos en este fantástico lugar contemplamos a los surfistas que poco a poco se van animando con las olas, aunque no sean demasiado grandes.


Una vez que terminamos de comer tocaba el café y alguna taza de té. Recostados ahora en este sofá de colorines marroquíes, dándonos este agradable sol, con estas vistas, el espectáculo de los surfistas…y este silencio, y esta paz. Tras algo más de una hora, pusimos rumbo hacia donde habíamos quedado con nuestro taxista. Son casi las cinco de la tarde, como ha pasado el tiempo y que a gusto hemos estado en este paraíso natural que se llama Moulay Bouzerkroun.





Día 6: Essaouira-Agadir-Essaouira


Hoy tiraremos hacia lo más al sur de Marruecos, Agadir, una gran ciudad a orillas del mar. Tras informarnos de los horarios de autobuses, cogimos el que salía a las ocho de la mañana, pagando 70 dirhan cada uno, lo mismo que pagamos para Marrakech.


Preguntamos por los horarios de vuelta, y todos nos decían que cada  hora salían autobuses y no había problema para volver. Así que visto lo visto no sacamos billete alguno, ya en Agadir decidiremos a qué hora volver.  El autobús procedente de Casablanca y con destino a Agadir, este es el nuestro. Por delante tenemos 175 kilómetros y cuatro horas de viaje.
No tenía claro donde estaba la estación de autobuses de Agadir para podernos situar cerca del centro y de la medina. Así que según nos acercamos a Agadir puse el maps.me para tomar una referencia de por dónde íbamos. Por cierto, al entrar en Agadir un control policial que paró al autobús y un par de policías entraron dentro y empezaron a pedir documentación, a nosotros nada de nada.
Ya en Agadir, mi mapa me decía que el bus cada vez se alejaba más del centro hasta que al final llegamos a la estación, lejísimos del centro, 11 kilómetros. Estábamos en la estación de Inzegane.


Bajamos del autobús un tanto despistados y el gentío era infernal, decenas de taxis amontonados y ciento de personas de aquí para allá.
Rápidamente empezaron a acercarse algunos taxistas y empezamos a pedir precio hacia el centro. El primero nos pedía 40 €, otros nos mareó y nos quería cobrar 20 €. Nos parecía carísimo así que nos metimos en medio de todos los taxis y allí de nuevo empezamos a preguntar


Al final cogimos uno que nos llevaba 100 dirhan, 10 €.
Hay que tener en cuenta que esta ciudad es grandísima, tiene casi un millón de habitantes y las distancias son gigantescas.
Así que claro al taxista le dije que nos llevara hasta la Mezquita de Mohamed V pensando que estaría por el centro. No había forma de entendernos con el taxista. Cuando llegamos a la mezquita, preguntamos por la medina si estaba cerca y entendimos que aquí tendríamos que coger otro taxi para la medina, cosa que no tenía sentido…seguíamos sin entendernos. De momento el taxista coge su teléfono y empieza a hablar con alguien y me pasa el teléfono a mí. Había contactado con un conocido que hablaba español y con él ya me pude aclarar.
Ahora entendí lo de la estación tan lejos del centro y es que por lo visito depende de la compañía de autobuses, unos dejan cerca del centro y otros en esta lejana.
Aclarado todo con el mismo taxista nos llevó directamente hasta la medina.
Al final habían pasado ya algo más de cinco horas desde que salimos de Essaouira. No habíamos desayunados, así que lo que hicimos fue almorzar directamente en un bar justo en frente de la medina.


La medina fue destruida por un terremoto en 1960. Está totalmente ordenada por calles paralelas y perpendiculares y rodeada de una muralla. 


Francamente y para ser sincero, una medina sin mucha gracia, ya que parecía más un centro comercial que un zoco marroquí. Para hacer honor a la verdad, es quizás la medina que menos me ha gustado de todas las que he visto por muchos países musulmanes, y puedo asegurar, que he visto muchísimas.


Unas vueltas por aquí, otras por allí y más de lo mismo. Aprovechamos para comprar algunas cosillas y salimos de la medina.



Puesto que la medina tampoco tenía demasiado interés para nosotros y que tampoco andábamos sobrado de tiempo en Agadir, decidimos tirar hacia la costa, que por cierto estaba bastante retirado, casi una hora andando.


Pusimos en marcha nuestro maps.me y empezamos a caminar con dirección al mar.


Como ya comenté anteriormente esta ciudad es inmensa. Pasamos por amplias avenidas, por inmensos parques, uno de ellos protegido por militares en garitas, creo que sería algún edificio gubernamental en su interior. Y por fin llegamos a la playa, una inmensa playa veraniega.


Agadir es considerada como uno de los principales destinos de sol y playa de Marruecos. Su oferta de alojamiento y grandes  servicios han sido ejes de estrategia turística orientada al mercado internacional, principalmente la europea destacando por encima de todos, el turismo alemán. 


En definitiva, Agadir es el típico destino veraniego como en España podría ser Benidorm, Marbella y similares.
Sus playas se extienden por más de 10 kilómetros de arena fina, protegidas del viento del norte. Popular destino familiar con todo lo que se necesita para unas buenas vacaciones.


Me llamó enormemente la grafia de la lengua bereber, de hecho es lengua oficial junto con el árabe. En Agadir, un porcentaje significativo de la población habla variantes del bereber, como el tachelhit, que es particularmente común en la región.


El bereber se habla en diferentes partes de Marruecos, pero sobre todo en el sur, en el espacio entre Agadir, Essaouira, Marrakech y Ouarzazate.


Dimos un paseo por su amplio paseo marítimo y aprovechamos para merendar en una de las muchas terrazas. Por cierto los precios son precios europeos, nada de barato…el lugar era apropiado.


Nuestra idea era coger un autobús que saliera a la cinco de la tarde, ya que nos informaron que cada hora salía uno, a las horas en punto, nunca más lejos  de la realidad, y aquí empieza la aventura de los transportes…
La idea era coger el bus en la estación que se encuentra en el mismo centro de Agadir, según nos informaron. Así que desde la playa cogimos un taxi y nos llevó a esa estación. Llegamos a las 16:50, preguntamos y nos dijeron que se acaba de ir. ¿Y cuál es el próximo? A las 20:30 ¿Cómo? Muchísimo tiempo de espera.
Nos dijeron que podíamos ir a la otra estación, la que se encuentra a 11 kilómetros y de allí saldría alguno. ¿Y cómo vamos a esa estación? Preguntamos.
Coger este autobús que sale ahora y os llevará, nos contestó amablemente el señor que se encargaba de gestionar los billetes.


Una vez en el autobús y sin tener claro a qué hora salía uno a Essaouira, pregunté a los pasajeros si alguno lo sabía. Claro, entre el árabe que no entendía y el español que tampoco entendían ellos, la conversación se hacía interminable sin aclarar nada. Unos decían a las diez de la noche, otros a las seis de la tarde, otros a las nueve de la noche. Menos mal que una chica que hablaba inglés nos lo pudo aclarar, a las seis salía uno. Así que cuando llegamos a la estación, amablemente me indicó que autobús era. Los conductores vociferaban el destino de cada uno de los autobuses. Por fin, sale a las seis, sacamos el billete de 70 dirhan y a esperar su salida. Y entre tanto pude inmortalizar algunas instantáneas en el ambiente de la estación. Por delante cuatro horas de trayecto, llegamos a las 22:00. 



Día 7: Essaouira


Nuestro último día en Essaouira lo dedicamos en plan tranquilo a pasear por la playa, en dirección contraria a la ciudad. Al poco de empezar a andar, Rosa y Jacinta prefieren quedarse sentada por aquí, así que yo sigo algunos kilómetros más hasta llegar a un pequeño islote. El día está ideal, una agradable brisa azota mi rostro.


En esta zona de la playa, los caballos y los dromedarios son el reclamo para aquellos viajeros que deseen dar un paseo a los lomos de estos animales.


La costa está desierta, solo algunos como yo que estamos paseando, otros corriendo y otros en una pequeña escapada en caballo o dromedario.




Tras toda la mañana por la costa, el hambre acechaba llegado el mediodía, así que entramos en la medina y buscamos un sitio donde comer en una de las calles que daba a la muralla.


Sentado en una agradable terraza pedimos un plato de cuscús vegetariano y un plato de calamares con surtidos del mar. Buena comida y económica. Gastamos los últimos dírham.



Y para despedir el día y nuestra escapada por Marruecos, un bonito paseo por la tarde, con la marea baja, en la playa rocosa que se encuentra justo a la espalda de la muralla. La playa solitaria, solo para nosotros y para algunos pescadores que se encontraban entre las rocas. El color de la arena, del cielo, del mar, de las rocas, del verde intenso de las algas…Una bonita despedida de Essaouira.






Día 8: Essaouira-Sevilla


Hora de partir…a las 9:45 sale nuestro vuelo.
Como el check in no lo permitían hacer on line, estaremos pronto en el aeropuerto para hacerlo directamente en el mostrador de facturación.


Quedamos con el mismo taxista que nos dio servicio estos días, así que quedamos con él a las siete de la mañana para recogernos.
El día ha amanecido con mucha niebla, el aeropuerto está encapotado.
Hora de facturar, control de equipaje y control de pasaporte, todo correcto. Ahora toca esperar.

Por megafonía nos indican que nuestro vuelo sale con retraso, una hora, al rato el retraso aumenta una hora más. Al final el vuelo sale a las 12:00 con más de dos horas de retraso.
El motivo fue la densa niebla que no pudo aterrizar el avión procedente de Sevilla y tuvo que ser desviado hacia Marrakech a la espera de que quedase más despejado.

Ya en el avión, con este al igual que a la ida, casi vacío, en una hora y cuarto llegamos a Sevilla. Desde el avión bonitas vistas de la costa gaditana desde el aire.

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