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VIENE DE PARTE (III)
http://antonio-bueno-todosmisviajes.blogspot.com.es/2015/09/viaje-nepal-via-qatar-julio15-parte-iii.html
Día 6. Tikhedhunga-Ghorepani
Tras toda la noche lloviendo, el amanecer nos dejaba
un cielo azul, totalmente despejado. Eran las 6,30 cuando tocó diana. Hoy nos
espera un día bastante largo. Una vez desayunado, a las 7,30 partimos hacia
nuestro siguiente destino, Ghorepani.
Tikhendunga:
(1577 m snm)-Ghorepani (2850 m snm), 1500
metros de desnivel acumulado, 14 km, 8 horas (en plan muy tranquilo y
disfrutando del paisaje, de su gente y parando dos horas para comer y seguir
conviviendo con ellos).
Según salimos del lodge y atravesamos el puente
colgante, una vertiginosa cascada dejamos a nuestro paso.
A partir de aquí nos espera la friolera subida de 3500
escalones hasta superar los 1500
metros de desnivel y llegar a ulleri. Construir esta escalinata no ha tenido
que resultar tarea fácil. Me imagino la cantidad de veces que habrán tenido que
subir y bajar las mulas, cargadas con estas piedras hasta construir esto.
En
nuestra subida, que hacemos tranquilamente y recordando aquella frase montañera
que dice “las montañas hay que subirla
como un viejo y bajarla como un joven”. Cada poco tenemos que descansar.
Según vamos subiendo y con un cielo totalmente despejado (ahora, ya veremos después). Allá a lo lejos vemos como destaca entre los frondosos montes el Anapurna sur (7219 m) cubierto de nieve hasta su cima.
En los frondosos bosques que vamos dejando al lado,
según vamos subiendo, los monos saltan de rama en rama balanceándose con
tremenda agilidad. De vez en cuando oímos algunos ruidos extraños entre la
maleza, no identificamos que son. A la vez los graznidos de muchos pájaros nos
amenizan nuestra subida.
Por fin, ya estamos casi arriba tras un par de horas
de escalones, aunque todavía no desaparecerán, pero ya no estarán de forma
continuada.
Hemos llegado a Ulleri. Las vistas desde aquí son
alucinantes. Allá abajo hemos dejado Tikhendunga y toda nuestra escalinata. Al
atravesar la aldea, vemos varios lodges en los que podemos descansar, comer e
incluso dormir, y siempre disfrutando de una espectacular panorámica.
Un par de críos, vemos que aprovechan el calor de la
mañana para pegarse un duchazo en una salida de agua, y porque no, también para
lavarse la cabeza. Ellos no tienen reparo de continuar con su aseo mientras que
nosotros pasamos por su lado.En toda esta zona de las montañas, observamos como el rostro de sus habitantes tienen ciertos rasgos mongol. Le preguntamos a Shishir y nos comenta que en Nepal hay bastante mezcla. En el norte, lo que estamos viendo, rasgos achinados y mongol. Recordemos que estamos a escasos kilómetros del Tibet. En el centro de Nepal, los rasgos están entrecruzados: hindúes y mongol, y ya en el sur, lindando con India, los rostros son enteramente como los hindúes.
Como en todos
los lugares del mundo, los crios son curiosos, y cuando ven a un extranjero,
les saludan, o están a la espera de que algo se les de.
Aquí vemos a
una cria con el tirachinas (hace años que no lo veia en España) que nos trajo
muchos recuerdos de aquellos años de nuestra niñez, en el que no solamente
haciamos los tirachinas, sino que diseñabamos y moldeabamos con madera aquellos
tiraplomillos que pacientemente
cepillábamos.
Hacemos otro alto en el camino, un lodge será nuestro lugar de descanso. Instalado en un excelente mirador, las vistas desde aquí arriba son espectaculares.
Una abuelita, con bastantes años sube una empinada escalera. Me acerco a ella e intento intercambiar algunas palabras (gestos, mejor dicho) para averiguar la edad que tiene.
No hay forma
de saberlo, así que decido inmortalizarla a través de mi objetivo. Me llama la
atención la cruz que lleva colgada en su cuello. ¡Esa insignia poco tiene que
ver con el budismo y el hinduismo!
Aprovechamos
para beber algún refrigerio y de algún modo sofocar el intenso calor húmedo.
Compramos una botella de agua. ¡sorpresa!, aquí ya no venden botellas, el
gobierno las ha prohibido, para no contaminar el medio ambiente con tantos
plásticos. Me parece estupendo, pero entonces ¿por qué venden otros tantos
envases de plastico que contienen refrescos y otras bebidas?.
En cualquier
caso no tenemos otra opción, tendremos que llenar nuestra botella con un bidon
de agua. Esperemos que sea agua buena y potable para los estomagos tan
sencibles de los extranjeros.
A partir de aquí el paisaje cambia por completo. Ya no tendremos vistas ninguna, nos adentraremos en un frondoso bosque de robles y rododendros gigantes. La humedad, los musgos, las cascadas y torrentes de agua serán nuestros inseparables amigos. ¡ah, por Dios, se me olvidaban, las malditas sanguijuelas, nuestra gran pesadilla!
A cada paso que damos vemos las sanguijuelas removerse entre
las hojas, el barro, las ramas… Balancean su pequeño cuerpo en busca de sangre
caliente (por ejemplo las nuestras) y al menor descuido, ¡plaf! pegada al
cuerpo. Se suben por las botas, caen de los árboles, y saltan hacia nosotros
esperando pacientemente nuestra llegada. Cada poco nos tenemos que hacer un
chequeo en la ropa y quitar las que veamos. Son abilidadosas, salatarinas y
pegagosas. Cuando paramos, bajamos nuestra mirada a ras del suelo, las vemos
moverse con ese balanceo serpenteante. Algunas ya suben por las botas,
adheriendose a estas con sus potentes ventosas.
Nosotros,
como ya comenté anteriormente llevábamos unas bolsitas de sal, preparadas por
si alguna se pegaba a nuestros cuerpos. En ese caso las impregnamos con un poco
de agua y la colocamos encima de la sanguijuela. No toleran la sal, con lo que
se despegaran de inmediato.
Otros
remedios que después he leido serían las siguientes: 1) cuando se sacia de chupar la sangre directamente se
sueltan (suelen ser durante unos 20 minutos) pero hay que tener “sangre fría”
para esperar que ese bicho pegagoso se suelte por propia voluntad.
En cualquier caso he decir, que no se corre peligro ninguno,
ya que no se contrae enfermedades algunas y tampoco es doloroso. La mejor
recomendación es vestir con prendas que cubra todo el cuerpo, sobre todo las
botas bien sujeta con unos calcetines sobre los pantalones.
Como experiencias vividas de esos bichos, a Rosa se le pego una en la mano, llegó a chuparle un poco de sangre. A shishir en un descuido, en la pierna se le pegó otra y a nuestro porteador parece que se le caian de los árboles ya que en varias ocasiones tuvimos que mirarle por el interior de la camiseta, en la espalda. Parece que el único que tuvo suerte, fui yo. Estaba claro, que mi sangre lo les guastaría.
Entre la
frondosidad del bosque, el agua no deja de correr. A nuestro paso deja paisajes
con fascinación. Solo nosotros y esta inmensidad de vegetación. De vez en
cuando miramos hacia arriba (cuando las sanguijuelas nos lo permiten) y algún
que otro mono vemos saltar de árbol en
árbol.
Son las doce
horas, llegamos a Nangethanti, una aldea con un par de casas y una de ellas un
¿restaurante?, eso pone en el cartel de fuera, pero francamente, dudaba que
realmente lo fuera. Hacia meses que nadie comía llí, las sillas y mesas estaban
amontonadas bajo la techumbre, pero…ese sería nuestro lugar donde comer.
¿Qué hay de
comer?, preguntamos nosotros. Venid a la cocina y sobre la marcha lo vamos
viendo, contestó Shishir.
En una gran bandeja vimos setas
recogidas por ellos. Ya tenemos lo primero, sopa de setas con las especias
habituales.
Dicho y
hecho, la señora empezó a limpiar y lavar esos hongos con esmero. Junto a ella
un fuego, como aquellos de hace cientos de años, en el que nos sugerió otras
comidas echa con fuego de leña.Claro que sí, quisimos probar todo: leche fresca
de bufala, especie de un yogurt cremoso, las sopas, y algunas otras comidas que
soy incapaz de describir. Y claro, para Shihir y nuestro porteador otra vez
arroz.
¡A comer!,
salimos fuera y en las mesas que parecían estar abandonadas y amontanadas,
hicimos hueco, y empezamos a comer.
Comida indefinida, no sabemos que era
Las sopas
riquísimas, además entró bien ya que el tiempo había refrescado y empezó a
llover. Mirando este lugar, su entorno, su gente, los perros que corretean tras
los gatos, un grupo de bufalas que se resguardan de la llovizna… las
sanguijuelas. Y la lluvia que ahora no
dejaba de cesar, me dio por pensar. Esto es Nepal, estamos en Nepal. Cuantas
veces había soñado con esto…una, dos, tres…muchas. Ahora estoy aquí, en Nepal.
Nuestra
particular cocinera se acerca hacia nosotros y con una agradable mirada, nos
pregunta que si nos gusta la comida. No entendemos sus palabras, pero hay
gestos que sin pronunciarse son universales: comer, dormir, pagar,
saludar…reir, dar la bienvenida…marchar. Con otra sonrisa devuelta le dijimos
que buenísimo estaba todo, y con el correspondiente gesto.
Junto a nosotros se sienta el marido y padre de los dos jovenes que estaban trajinando con las bestias. Nos mira extrañado por que no sabemos que estamos comiendo. Se sonrie y algo nos dice, pero claro, nosotros de nepalí mas bien entendemos poco.
Son ya casi
las dos de la tarde, llevamos dos horas aquí con esta familia. Es hora de
continuar nuestra marcha. Abrimos nuestros paraguas, cubrimos nuestras mochilas
y nos adentramos de nuevo en el frondoso bosque. Todavía nos quedaba una hora y
media más por andar hasta llegar a Ghorepani.
Los árboles
retorcidos parecen lanzarse hacia nosotros. A veces, un grupo de ellos tienen
curiosas formas. Con imaginación, y olvidandonos por un momento de las
fastidiosas sanguijuelas, podemos jugar a determinados acertijos. Las bajadas y
subidas, aunque leves, son ahora los tramos más frecuentes hasta llegar a
nuestro destino.
Sobre las
tres de la tarde llegamos a Ghorepani, aunque para llegar hasta nuestro hotel todavía
nos quedaban unos pocos de escalones por subir. Ahora si, ya hemos llegado.
Este es el lugar de partida para muchas expediciones de alta montaña, por lo
que todo está vinculado con el mundo monatañero. Se nota que estamos a unos
3000 metros de altura, el fresquito se empieza a notar.
Desde nuestro
alojamiento podemos divisar allá a lo lejos algunos de los ochomiles que mañana
podremos ver desde el Poon Hill. Nos asignan una habitación. Varios carteles
nos avisan de no dejar cosas de valor en el interior, cerrar bien las puertas y
no dejar nada a la vista. Está claro que aquí más de uno tiene que hacer su
agosto en temporada alta de expedicciones.
En esta
ocasión el baño lo tenemos en el interior de nuestra habitación. Bueno, un baño
muy básico y con muchos tubos sueltos por las paredes.
Entramos en la habitación, y lo
primero que Rosa ve es una sanguijuela encima de la cama. Entramos en el baño y
otras tantas buscan alguna victima: en el bater, en el lavabo, en el suelo…me
temo que vamos a tener una noche “bailona”.
Nos subimos
hacia el comedor, allí estamos un rato, leyendo, chateando y escribiendo en el
cuaderno de viajes. A Shishir le decimos que nos deje para esa noche ese
saquito mágico de sal para combatir a las sanguijuelas.
El comedor tenían unos grandes ventales por los que se podía ver todos los picos del Himalaya. Hacía frío, con lo que pusieron también la calefacción. Quizás nosotros teníamos el cuerpo destemplado, pero en cualquier caso nos abrigamos un poco antes de comer. Al llegar al comedor Shishir nos comenta que nuesrtro porteador está malo, tiene fiebre. Quizas el agua que nos cayó hoy le afectó. No se abrigaba mucho. Bajo a la habitación y cojo de mi botiquín algunas pastillas de paracetamol para que se las tome durante un par de días. No come nada y se va para su habitación. ¡Esperemos que mañna esté bien porque de lo contrario nos tocará echarle una mano con las mochilas!
Ahora estamos
totalmente solos, me imagino como tiene que estar este comedor en época de las
grandes expediciones. Una vez que terminamos de de cenar, sobre las ocho
treinta nos fuimos para la habitación. Mañana no tocaría madrugar bastante, a
las 4.15 tocaría diana. Subiremos al Poon Hill para disfrutar de las vistas.
Visto lo
visto con las sanguijuelas, no sabíamos que podríamos dormir pensando en ellas.
Por si acaso, nos metimos en la cama
abrigándonos al máximo, esto quiere decir pantalones largos cubierto en sus
partes bajas por calcetines, camisetas con manga larga, y como lo único que teníamos
al descubierto era la cara y cabeza, nos rociamos bien con repelente para los
mosquitos para que no pudieran subir por encima del cuello.
Apagamos las
luces, y al poco ya no hay luz, la
corriente electrica se ha ido. Damos vueltas y vueltas sobre la cama sin que el
sueño pueda con nosotros. No dejamos de pensar en esas malditas sanguijuelas; y
si se meten entre las sabanas y nos llegan al cuerpo (ya la habíamos visto). Y
si se nos meten dentro de los oidos mientras dormimos, o en los orificios de la
nariz…otra vuelta por la cama sin poder dormir pensando en esas repugnantes
sanguijuelas.
Por fin, parece que el sueño nos
venció…pero hay que ir al baño, nos hacemos “pi pi”. Con nuestros frontales
encendidos (recuerdo que no hay luz) me dirijo al baño. Lo primero que hay que
hacer es mirar bien antes de colocarnos en el bater. Sentarse, imposible sin
antes mirar. Se adhieren en el interior del mismo, con lo que hay que tener
mucho cuidado. Aprovecho para pisar algunas que veo por el suelo. De nuevo a la cama. Más vueltas sobre la misma, hasta que
al final suena el despertador. Son las 4:15 hora de levantar. Tenemos que
inspeccionar bien la ropa, por si alguna se ha pegado. Yo miro en el interior
de mis botas, y…allí está una sanguijuela dentro de la bota.
Día 7. Ghorepani-Poon Hill- Ghorepani-Tadapani
A las 4:45
habíamos quedado con Shishir. La idea era subir al Poon Hill disfrutar del
amenecer con todas las cumbre, estar un rato arriba y bajar de nuevo a
Ghorepani para desayunar. Aún era de noche cuando empezamos a subir por esa
prolongada cuesta. En la primera parte llevamos nuestros frontales encendidos.
Poco a poco el día se va aclarando.
Ghorepani
(2874 m snm)-Poon Hill (3210 m snm)-Ghorepani: 5 km i/v, desnivel 336 m, 45’ de subida. Una hora de estancia
arriba, 25’ de bajada.
Las niebla poco a poco va levantando y empezamos a ver allá en lo alto el Fishtail (6993 m). A estas horas de la mañana cuesta subir, así que nos lo tomamos con tranquilidad y de vez en cuando hacemos una paradita.
En nuestra subida estamos prácticamente solos, de vez
en cuando sube alguna pareja o incluso una persona suelta. Esto en otra época y
sin que hubiera pasado lo del terremoto estaría a rebosar.
A las 5:30 llegamos arriba. Una caseta de vigilancia y
un cartel indicándonos la altura a la que estamos nos da la bienvenida.
En nuestra subida estamos prácticamente solos, de vez
en cuando sube alguna pareja o incluso una persona suelta. Esto en otra época y
sin que hubiera pasado lo del terremoto estaría a rebosar.
A las 5:30 llegamos arriba. Una caseta de vigilancia y
un cartel indicándonos la altura a la que estamos nos da la bienvenida.
Las nubes se van levantando sobre las cumbres y en el
horizonte ya vemos el Anapurna (8091 m), Dhaulaguiri (8167 m) y otros como el
Anapurna sur (7219 m), el Fishtail (6993 m), el Himchuli (6441 m) y el Nilgiri
(7061 m).
Que panorama más espectacular. Allí arriba nos
encontramos con un par abulenses que han estado haciendo un trekking por todo
el Anapurna (16 días). Son los dos primeros españoles que hemos conocido en
ruta. Charlamos un buen rato con ellos mientras contemplábamos el
grandilocuente paisaje.
Eran dos grandes aventureros y montañeros. No paraban
de viajar y realizar rutas de montañas por Asia y América y también por selvas
amazónicas. De hecho uno de ellos cuando volviese a España recorrería una zona
de África.
Sus esposas se habían hartado de ellos y les dieron
para elegir, o a seguir casado o a recorrer el mundo. Ellos no podían dejar de
aventurarse por todos los continentes, con lo que decidieron divorciarse y
seguir recorriendo este planeta.
Es difícil entenderlo ¿o no?, cuando uno es inquieto,
no hay nada que le frene, y muchas veces es difícil compatibilizarlo.
Uno de ellos tiene una web de viajes, hace poco estuvo
recorriendo Islandia en bicicleta y anteriormente por las montañas de Perú.
Parece que el destino nos había traído aquí para hablar de nuestras locuras
viajeras. Por cierto, recordáis lo de las sanguijuelas, pues un día uno de
ellos amaneció con el cuerpo ensangrentado por tan crueles bichitos.
Tras una hora de estancia en Poon Hill, poco a poco
empezamos a bajar. En algo menos de media hora ya estábamos en nuestro lodge
para desayunar. Tras un buen desayuno, recogimos nuestros bártulos y sobre las
8:30 partimos con dirección a Tadapani.
Ghorepani (2874
m snm)-Tadapani (2710 m snm): Desnivel
acumulado 500 m, 11 km, 7 horas (parando dos horas a comer).
Este fue el peor día de ruta ya que durante varias
horas, la lluvia monzónica no nos dio tregua según avanzábamos por este
frondoso bosque.
Abandonamos Ghorepani y de nuevo nos vemos invadidos
por la maleza, la humedad y las sanguijuelas.
Al inicio de este primer tramo tenemos una prolongada
subida, a veces a través de escalones y otras por senderos embarrados. Nuestro
primer destino el Gurum Hill, a unos 3300 metros de altura, en donde la niebla
se ha apoderado de los caminos.
Un grupo de búfalas se quedan atónitas al vernos subir
por allí. ¡Vaya día de subidas! Hacemos un pequeño descanso para recobrar el
aliento (recordar que estamos casi sin dormir).
Y de lleno nos metemos en una hermosa zona totalmente
cubiertas de enormes rododendros, robles y otros tantos inmensos árboles.
Al poco empieza a llover. Los torrentes de agua corren junto a nosotros y el terreno está muy resbaladizo y más de uno ha resbalado.
Como ya teníamos experiencia con las sanguijuelas,
vamos muy atentos para que no se nos suban.
A ratos el agua cae con más fuerza, e incluso por
momentos parece que nos empapemos, a pesar de llevar paraguas y chubasquero.
Cuando llega una subida, el terreno se hace inestable y las botas no dejan de
resbalar.
Tras un par de horas de marcha llegamos a Deulari,
otro de los lodges donde podemos dormir y comer. Nosotros aprovecharemos para
resguardarnos un poco d la lluvia y descansar un poco.
Solo está una señora mayor con la que Shishir charla
un rato. Parece que con nosotros ha encontrado algo de entretenimiento. Los
caminos están desiertos al igual que los lodges. Estamos disfrutando al máximo
en solitario todos los tramos de ruta.
Quince minutos después reanudamos nuestra marcha. La
lluvia se hace cada vez más intensa y la frondosidad del bosque cada vez más
tupida.
Las cascadas caen por todas partes. El agua no deja de
correr a cada paso que damos. De vez en cuando miramos nuestras botas para
despegar las consabidas sanguijuelas.
Escuchamos unos fuertes ruidos detrás de los árboles.
Shishir rápidamente me avisa de que hay un grupo de ciervos, a uno lo veo
corretear velozmente.
Los riachuelos van crecidos, la fuerza del agua
arrastra a muchas ramas e incluso algunos trozos de árboles podridos. Ahora sí
que está apretando. Sobre las 12.30 llegamos a Bhantanti, un lugar algo mayor,
en el que haremos una parada para comer.
CONTINUA EN PARTE (V)