Desde que el verano
pasado regresaramos de Nepal, al poco, empecé a darle vuelta sobre cuál sería mi
próximo destino. Barajaba dos opciones, Myanmar (Birmania) o Gambia y Senegal.
Empecé a ojear guías, libros, web, blogs… sobre estos países y al final nos decidímos por los países del África negra. Semanas después empecé a contactar con
algún guía local de la zona, y tras algunas indagaciones y referencias de otros
viajeros contacté con uno de los mejores guías de Senegal y Gambia, Mamadou Ba (conocido popularmente como
Campos), una excelente persona y conocedor de su país que te acercará al
corazón de su cultura, etnias, costumbres, paisajes…www.guiadesenegal.com.
Ya tenía decidido Gambia
completo, y de Senegal ¿Qué zona? No fue difícil decidirme, quería la más
remota, profunda, ancestral…y en donde los grupos étnicos viven igual que
siglos atrás. Esas zonas serían Casamance y País Bassari, ambas al sur de
Gambia y haciendo frontera con Guinea Bisau, Guinea Conakri y Malí.
En diciembre Rosa y yo ya teníamos los vuelos sacado hacia Banjul (Gambia)
desde Barcelona, con la compañía Vueling, directo hacia ese país, y súper
barato.
Para Senegal y Gambia tendríamos otros dos compañeros de
viaje, Carles y Marta de Tarragona, y para Gambia otras dos compañeras, Fátima
y Elena, de Madrid; todos viajeros ya muy experimentados, con lo que en todo
momento hicimos un buen grupo de viaje.
Importante saber
antes del viaje
Es
importante saber que nos vamos a África, allí todo es distinto, y en muchas
ocasiones (siempre), para ellos, un occidental, europeo (da igual que sea
sueco, español, suizo o griego…) llevamos el símbolo del euro y el dólar
grabado en la frente, con lo que el asedio y acoso será un factor a tener en
cuenta. Y en más de una ocasión intentarán sobornarte (siempre la policía de Gambia, en los
numerosos controles de carretera). Gambia es un país muy pobre, y la gente
tiene que buscarse la vida para poder tirar el día a día, y en este caso la
policía lo tiene más fácil. Se aprovechan de llevar el uniforme, y a los
viajeros y turistas intentan sacar los cuartos. Todo depende de la astucia,
experiencia, paciencia…del extranjero para que el policía no se lleve ni un
euro. Tuve esa experiencia que ya la relataré más adelante.
En los controles (frontera del aeropuerto o carretera) debéis
tener mucho cuidado con las medicinas que lleváis, ya que puede ser la excusa
perfecta para intentar sacarte dinero. Ellos te dirán que esas medicinas son
ilegales (drogas) y no están permitidas…con lo que será el inicio amenazante
para sacarte algunos euros. Para curaros en salud, llevad siempre las medicinas
con sus cajas, prospectos, incluso si lleváis un medicamento especial llevad el
informe médico explicando la necesidad de tomarlo. ¡Lo lleváis todo preparado!,
sí, pues da igual, ellos intentarán sacarte los euros (tengo mi propia
experiencia vivida en el aeropuerto). Lo mejor que podéis hacer es: tened
paciencia, ser respetuoso, no sentirse amenazado, ser agradable, aunque habléis
inglés hacerse el sueco, decid que vais a llamar a vuestra embajada…y pasada la
media hora, si te has mantenido firme, ellos se aburrirán y te dejaran por
imposible.
Viajar por libre, alquilando su propio coche, es lo
último que se podría hacer. Uno terminaría agotado y destrozado en cada uno de
los controles de carretera. Lo mejor es alquilar un todo terreno con conductor
o un guía local, de este modo, el intermediario siempre para el posible soborno
sería nuestro guía.
Vacunas y enfermedades
Los mosquitos están presente, con los que hay que andar con
mucho cuidado. De hecho la causa mayor de muerte en ambos países es la malaria.
Imprescindible llevar anti mosquitos repelentes (sobre todo por la mañana y
anochecer y zona selvática) y dormir siempre con mosquiteras. Tomar malarone
para la malaria, y las vacunas: Tétano-difteria, hepatitis A y B, Meningitis,
Fiebre Amarilla, Tifus y Cólera (estas son las que yo me puse), llevar cartilla
de vacunaciones al día. Consultar siempre con la O.M.S.
El agua siempre embotellada, cuidado con las verduras
frescas, pelar la fruta. Evitar los cubitos de hielo en las bebidas. En general
la comida siempre cocinada y bien caliente. Toda comida que no te entre por los
ojos, evitarla. Esquivar los puestos callejeros, aunque la comida tenga buena
pinta. Con sentido común, lo más que podéis tener es la típica diarrea del
viajero.
Visados-Moneda-horarios
Para Senegal no hace falta visado. Para Gambia, si se entra
por el aeropuerto tampoco te lo pedirán, pero al salir del país y entrar por
carretera (fue nuestro caso) te lo exigirán.
Se puede tramitar desde España, pagando 50 €, pero al cruzar la frontera
te dirán igualmente que tienes que pagar dinero por el visado (les pasó a las
dos compañeras de Madrid, cuando entraron desde el norte de Gambia). Nosotros
que entramos por el sur tuvimos que negociar la cantidad a pagar. Nos pidieron
68 €, pero gracias a nuestro guía y tras la intervención del conductor gambiano
se quedó en 30 €.
En los dos países, el reloj nos marcará dos horas menos. La
moneda en Gambia es el dalasi. 1 €=49 dalasi. En Senegal 1 €=655 CFA. A fecha
Julio/16.
Gambia
Gambia es un país muy pequeño, para hacernos una idea, como
la región de Murcia. Se adentra de forma alargada en el territorio de Senegal
durante unos 300 km con unos 50 kms de ancho y está atravesado en todo su
recorrido por el río Gambia, con una población de casi millón y medio de
habitantes. En la zona de la costa hay algunas concentraciones turísticas de
playa, pero evidentemente para conocer bien el país mejor adentrarse hacia el interior
para ver cómo viven los gambianos.
Los
desplazamientos por carretera se hacen lento, muchas carreteras se convierten
en pistas con cientos de baches y agujeros que hay que esquivar.
Siendo una antigua colonia británica, en 1965 obtuvo su
independencia, con lo que el idioma oficial es el inglés, aunque el mandinga y
el wolof son lenguas locales muy habladas. La religión musulmana es la
predominante en un 90% y el resto son animistas y un 1% de cristianos.
Aproximadamente la tercera parte de la población vive bajo el umbral de la
pobreza, ocupando el puesto número 175 en el índice de desarrollo humano, sobre
un total de 194 países.
La rica vegetación de Gambia se debe a su majestuoso río que
presenta un paisaje tupido de manglares, cañaverales y bosque tropical. En
varias ocasiones nos adentramos por el río Gambia para disfrutar de su fauna:
cientos de aves, chimpancés, babuinos, hipopótamos…y los muchos manglares.
Atravesamos prácticamente todo el país, saliendo hacia
Senegal por la ciudad de base Sata Su, con dirección a Tambacounda, ya en
Senegal.
Senegal
Senegal está dividida en 14 regiones, de las cuales hablaré
únicamente de las cinco que yo pude visitar, todas ellas situadas en el sur del
país, haciendo frontera con Guinea Bisau, Guinea Conakri y Mali, justo por
debajo de Gambia, formando las históricas regiones de Casamance (Ziguinchor,
Kolda y Sedhiou) y país Bassari (Tambacounda y Kedougou).
Aunque el idioma oficial es el francés, la lengua más hablada
es el Wolof pero sin status oficial. Sus casi trece millones de habitantes se
encuentran repartidos en una superficie total de algo más que la tercera parte de
España.
La zona sudeste del país es la más selvática, de hecho es la
elevación más alta del país, en torno a 581 metros de altitud. Por el contrario
el norte del país, con influencia del sahel es zona desértica, frontera con Mauritania.
La población senegalesa es mayoritariamente musulmana, aunque
no es demasiado practicante, con una pequeña población de cristianos. En el ámbito
local destaca fuertemente la religión animista.
Uno de los mayores atractivos de Senegal es su
diversidad étnica con fuertes arraigos en sus costumbres: los wolofs (43%),
Peuls (33%), Sereres (15%), diolas (4%), malinkes (3%) y Soninkes (1%).
Con varios Parques Nacionales, el más famoso y que
atravesamos en dos ocasiones es el de Niokolo Koba situado en el sur de Senegal
en la región de Tambacounda, en el que pudimos contemplar distintas especies de
animales.
ITINERARIO REALIZADO
Por Gambia
Por Senegal (Casamance y País Bassari)
Día
1. (Gambia). Sevilla-Barcelona-Banjul-Sanyang Dormir en
Sanyang, lodge kajamor.
Día
2. (Gambia). Sanyang-Serekunda-kachumi-Sanyang Dormir
en Sanyang, lodge kajamor.
Día
3. (Gambia). Sanyang-Tanjil-Damanka (río
Gambia:manglares)-Bintang Bolong Dormir en Bintang
Bolong lodge.
Día
4. (Gambia). Bintang Bolong-Janjangbureh-Río Gambia: hipopótamos)-Janjangbureh Dormir en campamento Baobolong Janjangbureh
Día
5. (Gambia). Janjangbureh-Lamine koto-P.N río Gambia (Chimpancé)-Wasu-Janjangbureh Dormir en campamento Baobolong
Janjangbureh
Día
6. (Gambia-Senegal) Janjangbureh-Tambacounda-P.N Niokolo Koba-Kedougou Dormir en hotel Le bedik, kedougou
Día
7. (Senegal: país Bassari) Kedougou-Ibel-Iwol-Dindefelo Dormir en campamento Villageois, Dindefelo
Día
8. (Senegal: país Bassari) Dindefelo-Cascada de Dindefelo—Dande-Dindefelo-P.N
Niokolo Koba-Tanbacounda Dormir en hotel Le Relais, Tambacounda
Día
9. (Senegal:
Casamance) Tanbacounda-Seleki Dormir en campamento solidario de Seleki
Día
10. (Senegal:
Casamance) Seleki –isla Eulobaline-Oussouye-Elinquine-isla de Carabane Dormir en campamento campamento Hellena, Carabane
Día
11 (Senegal:
Casamance) Isla de Carabane-Cap Skirring-
Dormir en campamento La Diaspora, Cap Skirring
Día 12
(Senegal: Casamance) Cap Skirring-Kabrouse-Cap Skirring Dormir en campamento
No Stress, Cap Skirring
Día 13
(Senegal: Casamance) Cap Skirring-Diembering-Cap Skirring Dormir en campamento
No Stress, Cap Skirring
Día
14 (Senegal:
Casamance-Gambia) Cap Skirring-Mlomp-Sanyang
Dormir en Sanyang, logde kajamor.
Día
15 (Gambia)
Sanyang-Banjul-Barcelona-Sevilla
Día 1. Sevilla-Barcelona-Banjul-Sanyang
Rápidamente uno de los policías me indica que lo acompañe a un cuartillo, y nunca mejor dicho, un habitáculo escuálido con las paredes descalichadas y con manchurrones de no haber visto pintura desde hace años. Solo una pequeña mesa, sin más mueble que decorar, y el policía y yo en aquel panorama. De forma sigilosa me pide el pasaporte y a la vez que abra la maleta.
El insistía con la intriga, el acoso y el soborno, para comprobar si yo me rendía. Así durante unos quince minutos. Al ver que no lo conseguía llamó a otro, se acercó a mí susurrándome al oído que por lo menos le diera cinco euros para bebida. La respuesta de nuevo fue tajante, NO; quiero llamar a mi embajada.
El calor húmedo es insoportable, así que los cuatro salimos del vehículo. Lo primero que hacemos es embadurnarnos de anti mosquito. El acecho de la malaria está siempre presente.
Hacemos un alto, y empezamos a caminar por sus cientos de tiendas. Aquí hay de todo para comprar, sobre todo telas, muchas telas de diversos colorines para confeccionar sus llamativos vestidos.
Nos acercamos hacia el interior de las estrechas callejuelas del mercado... Los comerciantes (la gran mayoría mujeres) nos incitan para comprar las muchas pulseras y collares que tienen de todo tipo. En sus espaldas, envuelto de forma sabia con telas, unos críos, en muchas ocasiones bebes casi recién nacidos, asoman su pequeño rostro, en el que solo acentúan sus brillantes ojazos que destacan fuertemente con el negro de su piel.
Mujeres y niñas se apresuran para llevar sus compras antes de la hora de comer. Y claro, estamos en África, y aquí los carritos de la compra no existen. Todas, con gran habilidad cargan sus adquisiciones sobre su cabeza. Un paso hacia adelante, dos, tres, y muchos más…y sorprendentemente toda su carga sigue en la cabeza sin rozar el suelo.
Realmente para ellas no es nada novedoso, ni raro, lo curioso sería ver a una tirando de un carrito de la compra.
El animismo (del latín anima, alma) es un concepto que engloba diversas creencias en las que tanto objetos (útiles de uso cotidiano o bien aquellos reservados a ocasiones especiales) como cualquier elemento del mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma o consciencia propia.
Si bien dentro de esta concepción cabrían múltiples variantes del fenómeno, como la creencia en seres espirituales, incluidas las almas humanas, en la práctica la definición se extiende a que seres sobrenaturales personificados, dotados de razón, inteligencia y voluntad los objetos inanimados y gobiernan su existencia.
Esto se puede expresar simplemente como que todo está vivo, es consciente o tiene un alma.
En otros lugares el animismo es en cambio la creencia en que los objetos (como animales, herramientas y los fenómenos naturales) son o poseen expresiones de vida inteligente. Los neopaganos a veces describen como animista a su sistema de creencias; un ejemplo de esta idea es que la Diosa madre y el Dios cornudo coexisten en todas las cosas. Asimismo, los panteístas igualan a Dios con la existencia.
Poco a poco nos acercamos a la aldea, pero sin antes, quedándonos embelesados y deteniéndonos cada pocos metros, ya que la atención de los críos hacen que el tiempo se inmortalice. ¡Sus miradas!, ¡sus sonrisas!, ¡cuánto tenemos que aprender de esta gente!
Corren todos con nosotros y agradecen enormemente el saco de arroz que le hemos suministrado.
Una vez en el interior y sentados todos alrededor del “brujo”, nuestro guía “Campos” nos va traduciendo lo que él va diciendo.
Según escribo estas letras, me resuena en mi mente tan bello sonido y el recuerdo me hace mover las piernas al ritmo de la música.
Ya entrando la noche, de nuevo hacia nuestro lodge. Unos pocos de saltos por el camino, muchos baches que esquivar, pero contentos, muy contentos de este primer e intenso día vivido. Una apetitosa cena, unas cervezas y a las 22,30 a dormir.
Nota: aunque
las fotografías de este primer día no corresponden a esa jornada, las he incluido para amenizar la tensión de la
llegada a Gambia, y que fue solo una pincelada anecdótica y simplemente una “pieza”
más de este bello país.
Tras un día y medio relajante y de paseo por Barcelona,
a las siete de la tarde partimos hacia Banjul. Ya en el avión nos encontramos con un grupo de jóvenes que
iban de voluntariado hacia Gambia; con una de ellas, que ya repetía,
intercambiamos algunas impresiones sobre dicho país.
A la hora prevista, las 22,05 (hora local) aterrizamos
en el pequeño aeropuerto de Banjul, y aquí empezaría mi primera pesadilla.
Recogimos el equipaje y al pasar el control me
pusieron la cruz en la maleta, la mochila ni tocarla.
Rápidamente uno de los policías me indica que lo acompañe a un cuartillo, y nunca mejor dicho, un habitáculo escuálido con las paredes descalichadas y con manchurrones de no haber visto pintura desde hace años. Solo una pequeña mesa, sin más mueble que decorar, y el policía y yo en aquel panorama. De forma sigilosa me pide el pasaporte y a la vez que abra la maleta.
Se dirige directamente a un neceser y me indica que lo
abra. Son medicinas, le contesto yo. Empieza a hurgar en cada una de ellas pidiendo
explicación de porqué las llevo. Son las habituales en un destino de este tipo:
diarreas, antibióticos, sueros, antinflamatorios, dolor…en fin lo típico.
Con una mano empieza a jugar con el nombre del
pasaporte, la ciudad de dónde vengo…se estaba montando su propia película; con
la otra mano coge una caja de pastillas y me dicen que son ilegales. Ahora si
tenía toda su narración completa para el fin de la película, que no era más que
el pedirme 20 €. Le contesté que no, que todo estaba en regla: pasaporte y medicinas,
así que iba a llamar al teléfono de mi embajada (ya lo tenía anotada en una
libreta) o que llamara a un superior.
El insistía con la intriga, el acoso y el soborno, para comprobar si yo me rendía. Así durante unos quince minutos. Al ver que no lo conseguía llamó a otro, se acercó a mí susurrándome al oído que por lo menos le diera cinco euros para bebida. La respuesta de nuevo fue tajante, NO; quiero llamar a mi embajada.
Todo esto mantenido en un ambiente de respeto y
educación, pasados cinco minutos tomé la iniciativa de cerrar la maleta, y no
recuerdo si exactamente él me dijo que me fuera, o de algún modo yo provoque la
situación para irme.
Rosa estaba fuera impaciente esperándome, sin saber
que pasaba. Ya en la puerta del aeropuerto estaba esperándonos nuestro guía, y
en el todo terreno Carles y Marta que sin nosotros saberlo venían en el mismo
avión.
Tras la correspondiente presentación partimos hacia Sanyang, nuestro
primer destino.
La noche era obscura, muy obscura, sin luces en las
carreteras, y mucha gente andando por el ¿arcén? de los caminos. Tras una hora
de marcha, nuestro vehículo se para en medio de un poblado. ¿Qué pasa? Algo le
ocurre al coche, no arranca. Se baja nuestro guía y el conductor, abren el capo
y con una linterna que ilumina a medias intentan solucionar la avería.El calor húmedo es insoportable, así que los cuatro salimos del vehículo. Lo primero que hacemos es embadurnarnos de anti mosquito. El acecho de la malaria está siempre presente.
Solo algunas lucecillas procedentes de algunos tenderetes iluminan parcialmente el
lugar. Los perros merodean alrededor de nosotros y los críos y no tan críos se
acercan para curiosear lo que hacemos.
El calor es sofocante, y son casi las doce de la
noche. Agua, donde hay agua para refrescar nuestras gargantas sedientas. Nos
acercamos a uno de los tenderetes y compramos unas botellas de agua. Pero ¿cómo
pagamos?, no tenemos la moneda local. Echamos mano de nuestro guía y nos la
compró. Una hora después y sin solución en la avería vino otro vehículo que nos
llevaría directamente a nuestro lodge. Acercándonos a nuestro hospedaje, la
pista se convirtió en un socavón permanente. Dentro del vehículo nos dábamos
cabezazos, aunque ya no sé si era del camino, del sueño o de la tensión de todo
lo sucedido.
Día 2. Sanyang-Serenkunda-kachumi-Sanyang
Tras una larga noche de calor y pendiente de que la
mosquitera estuviese bien cerrada cada vez que nos levantábamos, a las ocho de
la mañana quedamos para desayunar.
¡Ahora sí!, ahora si es de día y puedo contemplar el
lugar en donde estamos. Junto a la misma playa por un lado, y por el otro unas
pequeñas lagunas. Doy un paseo para ver el contorno del lugar, y la playa
desierta, nadie en ella; solo algunas vacas bajo las sombrillas de caña, destrozada por el azote del viento.
El lugar es agradable, el lodge tiene solo ocho habitaciones
y todas situadas alrededor de un pozo con algunas zonas ajardinadas.
Nos vamos a desayunar. Ahora si conocemos a nuestras
otras dos compañeras de viaje en Gambia, Elena y Fátima, dos experimentadas
viajeras madrileñas.
Junto
a nosotros, nuestro otro guía para Senegal. Excelente persona con la que nos
pudimos reír un montón.
Y pegada siempre a nosotros, una simpática cría con
una permanente sonrisa en la boca, sobrina de nuestro guía.
Nuestro primer desayuno. ¿Qué pondrán? ¿Será seguro el
comerlo, nos dará garantía? Confirmado, buen desayuno, seguro y abundante.
Tras el desayuno partimos hacia la zona turística de
Senegambia para cambiar algo de dinero, y a continuación visitaríamos la ciudad
de Serenkunda.
Serenkunda es la ciudad más grande de Gambia situada
al suroeste de Banjul y a escasos kilómetros de la costa.
El caos se respira en sus calles al paso de con
nuestro vehículo. Cuando nos quedamos parado en un atasco, los críos se acercan
a las ventanillas para intentar vendernos algunos frutos: mangos, plátanos…y
otros tantos deliciosos manjares tropicales.
Hacemos un alto, y empezamos a caminar por sus cientos de tiendas. Aquí hay de todo para comprar, sobre todo telas, muchas telas de diversos colorines para confeccionar sus llamativos vestidos.
Nos acercamos hacia el interior de las estrechas callejuelas del mercado... Los comerciantes (la gran mayoría mujeres) nos incitan para comprar las muchas pulseras y collares que tienen de todo tipo. En sus espaldas, envuelto de forma sabia con telas, unos críos, en muchas ocasiones bebes casi recién nacidos, asoman su pequeño rostro, en el que solo acentúan sus brillantes ojazos que destacan fuertemente con el negro de su piel.
El olor se hace tremendamente intenso al paso por los
tenderetes de pescado. Los moscones parecen atraerles, mientras algunas de las
señoras piden algunas porciones de pescado.
Entramos en la zona de las carnes, el olor cambia
bruscamente, pero los moscones siguen con su misma faena. Ellos ni distinguen
ni les preocupa ese cambio de olores.Mujeres y niñas se apresuran para llevar sus compras antes de la hora de comer. Y claro, estamos en África, y aquí los carritos de la compra no existen. Todas, con gran habilidad cargan sus adquisiciones sobre su cabeza. Un paso hacia adelante, dos, tres, y muchos más…y sorprendentemente toda su carga sigue en la cabeza sin rozar el suelo.
Realmente para ellas no es nada novedoso, ni raro, lo curioso sería ver a una tirando de un carrito de la compra.
Seguimos paseando por las calles comerciales de
Serekunda, y ahora son los hombres los que en pequeños talleres improvisados
trabajan con el hierro, latones…o simplemente vendiendo ropa de caballeros.
Otros
parecen divertirse con unos quads, mientras la mayoría descansan bajo la sombra
de unas chapas recién instaladas para estos menesteres.
Aquí
todo el mundo compra y vende hasta lo más inverosímil, y claro, cuando nosotros
pasamos, somos la diana perfecta.
Tras un par de horas paseando por sus calles, nos
dirigimos hacia nuestra furgoneta, y de nuevo volvemos hacia Sanyang para comer.
El calor húmedo sigue siendo insoportable y el sudor invade nuestros cuerpos.
Así que un buen baño de agua fría vendrá bien (se me olvido decir que en el
lodge no hay agua caliente y más de la mitad del día no tenemos electricidad,
solo a partir de las siete de la tarde dan marcha a los equipos electrógenos).
Tras la comida y un pequeño chapuzón en la playa, de
nuevo en marcha. A las cuatro y media habíamos quedado para visitar una aldea
animista (Kachumi), y en la que nos
harían una demostración de sus rituales y ceremonias animistas. Pero antes de
ir, pusimos dinero para llevar un saco de arroz a la población y chucherías para los críos.
Siempre lo agradecen.
Aldea animista de kachumi
Dejamos nuestro vehículo al borde de la carretera, y
poco a poco nos adentramos en una zona boscosa, en la que al vernos los críos,
rápidamente empiezan a correr hacia nosotros.
Para entrar en materia sobre el concepto
de esta creencia, he consultado la wikipedia, y he aquí lo obtenido.
El animismo (del latín anima, alma) es un concepto que engloba diversas creencias en las que tanto objetos (útiles de uso cotidiano o bien aquellos reservados a ocasiones especiales) como cualquier elemento del mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma o consciencia propia.
Si bien dentro de esta concepción cabrían múltiples variantes del fenómeno, como la creencia en seres espirituales, incluidas las almas humanas, en la práctica la definición se extiende a que seres sobrenaturales personificados, dotados de razón, inteligencia y voluntad los objetos inanimados y gobiernan su existencia.
Esto se puede expresar simplemente como que todo está vivo, es consciente o tiene un alma.
En África el animismo se encuentra en su
versión más compleja y acabada, siendo así que incluye el concepto de magara, fuerza vital universal, que
conecta a todos los seres animados, así como la creencia en una relación
estrecha entre las almas de los vivos y los muertos.
Poco a poco nos acercamos a la aldea, pero sin antes, quedándonos embelesados y deteniéndonos cada pocos metros, ya que la atención de los críos hacen que el tiempo se inmortalice. ¡Sus miradas!, ¡sus sonrisas!, ¡cuánto tenemos que aprender de esta gente!
Las
señoras con sus coloreadas vestimentas nos sonríen a nuestro paso; todas se
agolpan y junto con los críos nos acompañan al interior de la gran choza en la
que nos harán la demostración de sus rituales.
Se
llaman las unas a las otras. Unas dejan de amamantar a los críos, otras dejan
sus labores y los chavales en ese momento dejan de jugar.
Corren todos con nosotros y agradecen enormemente el saco de arroz que le hemos suministrado.
Una vez en el interior y sentados todos alrededor del “brujo”, nuestro guía “Campos” nos va traduciendo lo que él va diciendo.
El
espectáculo es genial. Una mezcla de una experiencia jamás vivida con un
sentimiento de armonía y de paz. A la vez, mi cámara no deja de disparar tan bellas
imágenes.
En el
ritual nos hacen tomar un mejunje que con hierbas, licor y otros líquidos de
origen desconocido no nos atrevemos a beber.
En
cualquier caso somos agradecidos por ofrecérnoslos. Como es natural nos desean
salud, fortuna y que tengamos un buen viaje por tierras gambianas y
senegalesas.
Inmediatamente
después empieza el baile. ¡Qué movimientos!, ¡que ritmo! ¡Qué forma tan alegre
de moverse!
De uno
en uno y al ritmo de la música vamos saliendo todos fuera de la choza.
Los pocos hombres del ritual, son los que llevan la iniciativa en el
ritmo a marcar mediante unos tambores.
Otros
con la cara oculta con un puñado de briznas de palmeras se mueven ahuyentando a
los malos espíritus.
¡Esto es increíble!, ¡cómo se mueven! Está
claro que el ritmo lo llevan dentro de su cuerpo, ya desde pequeños. La prueba
evidente está en una cría de poco más de dos años que se mueve de forma
majestuosa, echando el trasero de atrás hacia adelante a gran velocidad.
Como
es natural nosotros también nos incorporamos a este baile atraídos por la magia
de esta gente.
Según escribo estas letras, me resuena en mi mente tan bello sonido y el recuerdo me hace mover las piernas al ritmo de la música.
De vez
en cuando hago una pequeña pausa, no porque esté cansado o no quiera bailar,
simplemente porque tengo un solo cuerpo y una sola mente y no quiero perderme
infinidad de detalles de esta gente que deseo fotografiar.
Tras
más de dos horas disfrutando con este pueblo de tan bello espectáculo, con
tristeza y pena nos tenemos que marchar.
Los
críos nos rodean en nuestra ida. Algunos se aferran a nuestras piernas sin
dejarnos escapar. Sus miradas, sus sonrisas, su cara de felicidad…nos transmite
alegría.
¿Por qué nos tenemos que ir? Ya lo sé, la vida aquí es muy dura, y
nosotros solo estaremos un “instante”, ¡pero que instante!
¡Adiós,
hasta pronto!, nunca olvidaré este día, y testigos serán estas letras y estas
imágenes que perdurarán en el tiempo.
Ya entrando la noche, de nuevo hacia nuestro lodge. Unos pocos de saltos por el camino, muchos baches que esquivar, pero contentos, muy contentos de este primer e intenso día vivido. Una apetitosa cena, unas cervezas y a las 22,30 a dormir.
Día 3. Sanyang-Tanji-Damanka-Bintang Bolong
Algunos acarrean los cubos repletos de pescados, otras, con sus coloreadas vestimentas limpian los peces…y poco a poco se monta el mercado provisional.
El ambiente es espectacular. Mis ojos y mi cámara no dejan de perseguir algunas imágenes curiosas. Me acerco a una de las señoras que viste con un pantalón bermuda de color amarillo estampado, con otros tantos azules y verdes, pañuelo rojo en la cabeza, y como casi todas lleva a su crío atado a sus espaldas, le pido permiso por si la puedo fotografiar; ha habido suerte, ahí va una bella imagen para inmortalizar este momento.
Sin duda alguna, este es uno de los lugares más pintorescos de Gambia, uno de los que yo quería descubrir. Al principio, uno queda aturdido con tanta gente que se mueve de un sitio hacia otro, a la vez que te están observando.
Ni un solo turista, ni un viajero, ni un extranjero…todo a mí alrededor era de color obscuro. La suerte de viajar en temporada baja en estos lares de África.
Tras media perdido en este laberinto, regreso para reunirme con mi grupo, inmortalizamos este momento. Frederic y Maobadu (Campos) nuestros guías; Musa, nuestro conductor y nosotros seis.
Sobre las tres de la tarde llegamos a este idílico lugar, justo a la entrada de un pequeño afluente del río Gambia. Aquí nos quedaríamos a dormir esta noche. De momento vamos a comer, que ya hay hambre…y después de nuevo de ruta.
¡Que maravilla de lugar! Solo nosotros estamos en este lodge y según caminamos por el frondoso bosque, el silbido y el canto de los pájaros son nuestros únicos y fieles acompañantes.
En la lengua mandinka (una de las originarias de Gambia) Bolong significa río, de este modo si juntamos las palabras Bintang Bolong estamos hablando de un pequeño afluente del río senegalés Bolong que se funde con el río Gambia.
Regresamos a nuestras cabañas por la misma orilla de este afluente, la marea está baja, y en el cieno pantanoso cientos de cangrejos corretean de un sitio hacia otro en busca de comida. Entre la maleza podemos ver varios monos que rápidamente se suben a los árboles.
Son solo cuatro cabañas instaladas en la misma orilla y a las que se accede mediante una pasarela de madera (ahora en muy mal estado) en medio del manglar.
Solo Frederic, otro acompañante del recinto y nosotros seis a la barca. Tras algo más de media hora de navegación llegamos a nuestro lugar de desembarque. Pero atención no podemos desembarcar, la marea está muy baja, así que a más de uno tuvo que llevar a cabritos hasta la orilla.
Incluso las hojas y las semillas tienen múltiples usos alimenticios.
Cuando hacemos un alto en los muchos controles policiales que hay en la carretera, los vendedores ambulantes de las aldeas salen a nuestro encuentro. Nos intentan vender frutos secos, mangos, plátanos…
Aprovechamos para comprar unos pocos de mangos y tenerlos de postre para las comidas. Oferta: 6 mangos 50 Dalasi (1 €).
A las dos de la tarde llegamos a nuestro alojamiento, unas cabañas muy bien decoradas y con muy buena pinta pero que por desgracia no se correspondía con lo mismo una vez dentro.
Las travesía que haremos por el río Gambia durará dos horas y media aproximadamente. Al poco de iniciar la ruta ya empezamos a ver decenas de aves que se posaban entre los cientos de árboles y de palmeras que hay junto a la orilla del río.
Algunas aves existentes por la zona se seguían viendo, incluso con la lluvia.
El día de hoy será intenso ya que nos iremos al Parque Nacional del río Gambia para avistar a los chimpancés. Así que tras el desayuno y sobre las nueve de la mañana, partimos hacia lamine Koto, pequeño pueblo que tenemos justamente en frente, en la otra orilla del río Gambia. Para ello cogimos una barca que nos atravesaría hacia el otro embarcadero. Allí nos estará esperando Musa, nuestro conductor, ya con el vehículo preparado para partir hacia la localidad de Wasu, a una hora de camino, hacia el norte.
Una vez llegado al río, vimos que era la hora de la colada y del aseo personal. Las mujeres se afanan para dejar las ropas limpias y relucientes, para ello utilizan cubos, barreños y aquellas tablas de lavar para restregar la ropa y que tantos recuerdos me traen de mi niñez. ¡Esperemos que cerca no anden los hipopótamos y cocodrilos (que también los hay) aunque nosotros no los hemos visto!
Como siempre, los críos se agolpan alrededor nuestro y como aún tenemos globos, lápices y chucherías las repartimos entre todos.
Tras navegar durante aproximadamente una hora, llegamos a las islas Baboon, en donde se encuentra el Parque Nacional del río Gambia. De forma muy silenciosa, sin hacer ruido, la barca se fue desplazando por la misma orilla. ¿Veríamos algún chimpancé?, de momento los minutos pasan y nada de nada. Seguimos por la orilla desplazándonos para ver si hay suerte por otro sitio. Ya pasa algo más de media hora y seguimos sin ver nada.
Entre lavado y lavado, echan sus pequeñas charlas y de vez en cuando se acercan a los cordeles improvisados para ver cómo está la ropa de seca.
Llegamos a Wasu en donde vamos a visitar los misteriosos círculos de piedras, declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
De vuelta a nuestro lodge para comer y por
la tarde una visita a Georgetown.
Al poco de salir de Tabancunda, habríamos recorrido unos 50 km, empezamos a notar un fuerte olor a gasolina en el interior del vehículo. Musa que también se percató, paró el coche para ver cual era el problema.
¡ufff, que bien hemos dormido en esta cama de casi dos metros y medio de ancho!
Kedougou, además de ser la región es su capital, y por lo tanto la más poblada y la única de la zona en la que podemos abastecernos de todo lo necesario. Todos los habitantes de las aldeas vendrán aquí para realizar cualquier gestión administrativa o para la compra de herramientas, determinados alimentos…de ahí que el centro de la ciudad está en permanente vida comercial.
Siguiendo la indicación de Frederic y con nuestra colaboración, compramos algunos víveres necesarios para llevar a las aldeas y repartirlo.
Compramos un par de cajas de barras de jabón y el mismo tendero nos hizo el favor de cortarlas en trozos.
Para que nos situemos en materia, primero vamos a ubicar el País Bassari en el mapa. Situada al sureste de Senegal y haciendo frontera con los países de Malí, Guinea Bissau y Guinea Conakri. Los bassari están repartidos por estos países, además de Gambia. Se cree que su población ronda las 30.000 personas.
Su idioma es el “tenda” y su religión mayoritaria es el animismo, pocos bassari son musulmanes y si algunos católicos. El difícil acceso a los poblados, perdidos entre selvas y las montañas (a las que se llega en vehículos 4x4, y en ocasiones sólo a pie), es lo que hizo posible que en esta zona sobrevivan casi intactas culturas y tradiciones milenarias: animismo, músicas y danzas rituales, antiquísimas lenguas, vestidos y comidas, de etnias como los Tenda (bedik, coniagui y badiaranké), los peul, sarajolé o malinké.
Frederic contactó con el guía que nos acompañaría hasta la aldea de Iwol, a unos 300 metros de desnivel de donde nos encontramos, y a la que solo se puede acceder a pie. Rápidamente nos pusimos en marcha y como es natural unos pocos de críos nos acompañaría hasta esa aldea perdida en el monte.
He
aquí la anciana ancestral convertida en comerciante durante algunos minutos (justo
el tiempo que nosotros estaremos en la aldea). Como se dice en mi tierra “ya
tiene muchas pedradas dada” sabe lo que les llama la atención a los turistas…
¡Que habilidad y que fuerza tienen esas bassaris! Cargadas con sus críos a sus espaldas y en la cabeza, siempre algo que llevar: avíos para la comida, cubos o barreños con ropa para lavar, leña para el fuego…
Bajamos de Iwol a Ibel
Esto es África, y ahora, cuando estamos circulando por este carril infernal lo podemos comprobar. Ahora bien, el paisaje es espectacular, único.
Ya de noche volvimos al campamento y junto a otros tantos viajeros de distintas parte del mundo nos pusimos a comer…y empezó a llover.
Día 8. Dindefelo- Dande-Cascada de Dindefelo-Tambacunda
Continua en Parte II
Tras un copioso desayuno, nos trasladaremos ahora
hacia el interior de Gambia, pero para ello primero haremos una parada en la
cercana ciudad pesquera de Tanji. Es fácil saber cuándo nos estamos acercando a
ella, el fuerte olor a pescado nos indica que ya hemos llegado.
¡Al llegar a la playa, el espectáculo de colores,
olores…está servido! Cuando los pescadores regresan a tierra con las barcas a rebosar de pescados, el “film”
acaba de empezar.
Una sucesión de imágenes corrían ante mis ojos en esta
soleada mañana gambiana. Aquí todo encaja, como si se tratase de un puzle
perfecto.
Algunos acarrean los cubos repletos de pescados, otras, con sus coloreadas vestimentas limpian los peces…y poco a poco se monta el mercado provisional.
El ambiente es espectacular. Mis ojos y mi cámara no dejan de perseguir algunas imágenes curiosas. Me acerco a una de las señoras que viste con un pantalón bermuda de color amarillo estampado, con otros tantos azules y verdes, pañuelo rojo en la cabeza, y como casi todas lleva a su crío atado a sus espaldas, le pido permiso por si la puedo fotografiar; ha habido suerte, ahí va una bella imagen para inmortalizar este momento.
Decenas de gaviotas revolotean en busca de su porción
de comida. Los colorines parecen moverse de un lugar hacia otro, no son más que
algunas señoras que con los cubos en sus cabezas transportan el pescado para
poderlo vender.
Sin duda alguna, este es uno de los lugares más pintorescos de Gambia, uno de los que yo quería descubrir. Al principio, uno queda aturdido con tanta gente que se mueve de un sitio hacia otro, a la vez que te están observando.
Poco a poco me fui haciendo en este enjambre de
colores, e intenté pasear entre el laberinto de pescadores, transportistas,
limpiadoras, vendedores…cada cual con su función muy bien definida.
Me alejé de mi grupo, y parecía estar solo yo en medio
de África. Me quedaba embobado a cada paso que daba por ese laberinto de
colores y olores.Ni un solo turista, ni un viajero, ni un extranjero…todo a mí alrededor era de color obscuro. La suerte de viajar en temporada baja en estos lares de África.
Tras media perdido en este laberinto, regreso para reunirme con mi grupo, inmortalizamos este momento. Frederic y Maobadu (Campos) nuestros guías; Musa, nuestro conductor y nosotros seis.
Poco a poco vamos abandonando la playa, pero sin antes
llevarnos este penetrante olor a pescado en nuestro cuerpo.
Elena y Rosa intentan aguantar la respiración antes de
salir, imposible, demasiado tramo por el que hay que pasar e intentar esquivar
los muchos desperdicios del pescado recién limpiado. Las gaviotas parecen ser las
únicas que se alegran de tan suculenta comida.
Algunos vendedores de frutos se acercan a nosotros
para comprarle algo. A uno de ellas, muy joven, que lleva a su crío en la
espalda le damos algo de ayuda.
Abandonamos Tanji y nos dirigimos hacia un rincón del
río Gambia, en el que haremos un recorrido en barco.
Damanka (en
Lamin)
A escasos kilómetros de Tanji está Damanka, una
pequeña aldea junto al río Gambia. Nuestros guías empezaron a negociar una ruta
en barca, mientras tanto, nosotros disfrutábamos de un impresionante Baobab,
árbol botella o pan de mono. Este árbol, de enormes proporciones de flores
efímeras y frutos carnosos de distintas formas, es el árbol sagrado para los
senegaleses y gambianos. Es un árbol tropical que parece estar plantado al revés
y para los africanos es un árbol mágico y el árbol de la vida.
Nos dirigimos hacia la orilla del río y allí en una
barcaza hicimos una pequeña navegación de una hora de duración, contemplando
decenas de aves y de los extensos manglares.
Los manglares son bosques pantanosos que viven donde
se mezcla el agua dulce del río con la salada del mar. De hecho cuando nosotros
estuvimos navegando pudimos pasar por estos dos tipos de agua.
Estos manglares son capaces de adaptarse a distintos
grados de salinidad según el estado de las mareas. Y en el caso del río Gambia
esta salinidad se adentra casi 100 kilómetros hacia el interior.
Una vez de vuelta, cogimos la furgoneta y pusimos
rumbo hacia Bintang Bolong, a unos 100
kilómetros río adentro.
Bintang-Bolong
Sobre las tres de la tarde llegamos a este idílico lugar, justo a la entrada de un pequeño afluente del río Gambia. Aquí nos quedaríamos a dormir esta noche. De momento vamos a comer, que ya hay hambre…y después de nuevo de ruta.
El enclave es fantástico, y en donde estamos comiendo
aún más. La fauna y la flora la tenemos de forma permanente. De vez en cuando
se escuchan los monos, y el canto de los muchos pájaros lo tenemos justo a
nuestro lado.
Dormiremos en estas cabañas enclavadas en medio de un
palmeral. ¡Qué bonito lugar!
Según comemos, vemos unos coloridos lagartos
correteando por el borde del río y sobre nuestras cabezas, revoloteando en los
árboles, varias especies de aves a cual más bello.
Una vez que hemos comido damos un paseo por este
tranquilo y agradable paraje. Aunque el calor húmedo es irresistible, no
podemos dejar de pasear bajo los frondosos árboles.
¡Que maravilla de lugar! Solo nosotros estamos en este lodge y según caminamos por el frondoso bosque, el silbido y el canto de los pájaros son nuestros únicos y fieles acompañantes.
¡Qué entorno más armonioso!, los
árboles, el río, los palmerales, las aves..el silencio.
Este
rincón de Gambia apartado de cualquier reclamo turístico es el lugar ideal para
disfrutar de la naturaleza.
En la lengua mandinka (una de las originarias de Gambia) Bolong significa río, de este modo si juntamos las palabras Bintang Bolong estamos hablando de un pequeño afluente del río senegalés Bolong que se funde con el río Gambia.
Regresamos a nuestras cabañas por la misma orilla de este afluente, la marea está baja, y en el cieno pantanoso cientos de cangrejos corretean de un sitio hacia otro en busca de comida. Entre la maleza podemos ver varios monos que rápidamente se suben a los árboles.
Un pequeño descanso de media hora y de nuevo de ruta.
En esta ocasión nos dirigimos hacia el cercano bintang bolong logde, el más
antiguo.
Un lugar ideal, pero sus cabañas junto al río están
siendo reformadas ya que literalmente se hundían al río. Estas son las cabañas
que ya tenía grabada en mi mente (ya antes de ir las había visto y había leído sobre
ellas) y en donde los lagartos se suben al techo de las mismas y se tiran al
agua.
Son solo cuatro cabañas instaladas en la misma orilla y a las que se accede mediante una pasarela de madera (ahora en muy mal estado) en medio del manglar.
Hablamos con los del recinto y cogimos una barca de
remo que nos llevaría por los manglares y posteriormente nos desembarcará para
hacer un pequeño trekking y poder ver monos y los impresionantes baobabs.
Solo Frederic, otro acompañante del recinto y nosotros seis a la barca. Tras algo más de media hora de navegación llegamos a nuestro lugar de desembarque. Pero atención no podemos desembarcar, la marea está muy baja, así que a más de uno tuvo que llevar a cabritos hasta la orilla.
Nuestro paseo duraría algo más de hora y media. La
idea era disfrutar del silencio del lugar, de algún otro momo que vimos de
refilón, y sobre todo muchos de los bonitos árboles africanos, los baobabs.
A nuestro paso nos encontramos con un local que estaba
recogiendo leña, ésta la llevaba cargada en un carro tirado por un burrito. Por
cierto, estos animales (quizás por ser autóctonos de la zona) son tremendamente
pequeños, parecen de juguete.
Nos adentramos en una zona más boscosa, para ver si de
ese modo podíamos ver algún babuino. Difícil, son muy escurridizos.
De lo que si pudimos disfrutar son de los curiosos
frutos de los baobabs y de sus flores.
Con la pulpa del baobab los locales encuentran
numerosos empleos en la alimentación rural, como la preparación de salsas,
aliños y sobre todo para la elaboración de bebidas refrescantes y energéticas.
Incluso las hojas y las semillas tienen múltiples usos alimenticios.
Por ejemplo las hojas, secadas y
trituradas (en wolof: lalo) se utilizan para ligar el couscous, los brotes
tiernos y las raices se comen como si fueran espárragos y las semillas tostadas
reemplazan al café.
Aquí tenemos a Frederic, cogiendo varios frutos para
que lo probemos. Al primer gusto nos resulta un poco insulso y algo amargo.
De regreso, ya atardeciendo hacia nuestro lodge, una buena ducha de agua fría (no hay agua caliente), una buena cena, y bajo un cielo estrellado tomamos unas cervezas, y tuvimos una amena charla. Mañana habrá mucho más.
Día 4. Bintang Bolong-Janjarumeh (Georgetown)
A las nueve de la mañana ya estábamos preparados para
poner rumbo hacia nuestro siguiente destino, Janjarumeh, unos 225 kilómetros
más hacia el interior de Gambia. Como era previsible, varias horas de ruta
tendríamos por delante, de ahí que alguna parada en el camino era indispensable;
y como es natural, muchos momentos con imágenes incluidas fuimos viviendo.
Cuando hacemos un alto en los muchos controles policiales que hay en la carretera, los vendedores ambulantes de las aldeas salen a nuestro encuentro. Nos intentan vender frutos secos, mangos, plátanos…
Aprovechamos para comprar unos pocos de mangos y tenerlos de postre para las comidas. Oferta: 6 mangos 50 Dalasi (1 €).
A las dos de la tarde llegamos a nuestro alojamiento, unas cabañas muy bien decoradas y con muy buena pinta pero que por desgracia no se correspondía con lo mismo una vez dentro.
Hora de comer, estamos hambriento. Sobre una mesa nos
han puesto varios platos de comida para que nosotros nos vayamos sirviendo. Lo
típico: arroz con más arroz, trozos de carne con salsa y revuelto de verduras…y
de postre nuestros mangos.
A las cuatro habíamos quedado para navegar de nuevo
por el río Gambia, pero en esta ocasión, había algo especial. Vamos en busca de
los hipopótamos.
Dicho y hecho, todos a la barca y con la acostumbrada
despedida de varios críos que siempre los tenemos a nuestro lado.
Las travesía que haremos por el río Gambia durará dos horas y media aproximadamente. Al poco de iniciar la ruta ya empezamos a ver decenas de aves que se posaban entre los cientos de árboles y de palmeras que hay junto a la orilla del río.
La anchura del río en esta zona toma
unas buenas dimensiones, y en ambas orillas, las palmeras, los baobabs y otras
tantas especies de árboles tropicales son los más vistos.
Tras una hora de travesía, el cielo se empezó a ennegrecer y el viento soplo fuertemente. Estaba claro, la lluvia en breve empezaría a caer. Justamente habíamos llegado al lugar donde teóricamente se verían los hipopótamos. Ni rastro de ellos, ni uno solo.
Algunas aves existentes por la zona se seguían viendo, incluso con la lluvia.
Tras la insistencia de la lluvia, el barquero nos dio
unos plásticos para proteger todas nuestras pertenencias del agua (de la lluvia
y del río) y aunque la barca llevaba una techumbre de tela, de poco servía, ya
que el agua calaba por todas partes, y nuestras ropas empapadas eran testigo de
ello.
Empezamos a regresar con la frustración de no haber
visto ni un solo hipopótamo. Por suerte dejo de llover. Pero atención, lo más
curioso y jamás visto. Cuando dejamos la barca y después de tanto tiempo de
travesía, vimos por fin un hipopótamo, junto a nuestro pequeño y rudimentario
embarcadero.
Asomaba su cabeza y se sumergía de forma constante y
así durante un buen rato ¡Increíble a escasos metros de las puertas de nuestro
lodge lo conseguimos ver!
A las ocho de la tarde ya estábamos intentándonos
duchar. Bien digo, intentando porque el baño era de todo menos baño. El agua se
salía por todas partes. El agua de la cisterna se mezclaba con la del lavabo cuando se abrían
los grifos. ¡Y la ducha, que decir de la ducha!
Francamente, los dueños del establecimiento deberían
acondicionar más y mejor las habitaciones. Siempre hay un mínimo, y en este
caso no se llega. El resto perfecto.
A las nueve habíamos quedado para cenar, y después
¡fiesta!, baile y danza local, a la que como es natural nos apuntamos para
bailar.
El grupo al completo: ellos tocaban
el tambor a un ritmo frenético, ellas,
acostumbradas ya a tanto baile, sus piernas y traseros se movián a la misma
velocidad que sus propias manos.
¡Ya os podéis imaginar el ritmo que
nosotros mantenemos cuando nos sacan a bailar! …y sobre las 11 a dormir que
mañana habrá más.
Día 5. Janjarumeh-lamine Koto-P.N río Gambia-Wasu-Janjarumeh
El día de hoy será intenso ya que nos iremos al Parque Nacional del río Gambia para avistar a los chimpancés. Así que tras el desayuno y sobre las nueve de la mañana, partimos hacia lamine Koto, pequeño pueblo que tenemos justamente en frente, en la otra orilla del río Gambia. Para ello cogimos una barca que nos atravesaría hacia el otro embarcadero. Allí nos estará esperando Musa, nuestro conductor, ya con el vehículo preparado para partir hacia la localidad de Wasu, a una hora de camino, hacia el norte.
En todo el tramo de carretera hasta llegar a Wasu son
muchas las aldeas que vamos viendo, todas con decenas de chozas circulares.
Una vez en Wasu nos dirigimos hacia el río, en donde
cogeremos una barcaza, aunque primero tendremos que pasar por pistas
embarradas.
Una vez llegado al río, vimos que era la hora de la colada y del aseo personal. Las mujeres se afanan para dejar las ropas limpias y relucientes, para ello utilizan cubos, barreños y aquellas tablas de lavar para restregar la ropa y que tantos recuerdos me traen de mi niñez. ¡Esperemos que cerca no anden los hipopótamos y cocodrilos (que también los hay) aunque nosotros no los hemos visto!
Como siempre, los críos se agolpan alrededor nuestro y como aún tenemos globos, lápices y chucherías las repartimos entre todos.
Pero además quieren juego, así que a jugar un rato,
mientras nuestros guías gestionan el tema de la barcaza.
¡Cómo se ríen y se divierten!, siempre con la sonrisa
en la boca, parecen felices de forma permanente.
Nos vamos en busca de los chimpancés, para ello nos
acompaña un guía experto en esta zona de reserva. Aunque con su acelerado
inglés nos enteramos solo de la mitad y a trozos, menos mal que llevamos a
Marta, que nos traduce todo aquello que no hemos entendido (que es casi todo).
Tras navegar durante aproximadamente una hora, llegamos a las islas Baboon, en donde se encuentra el Parque Nacional del río Gambia. De forma muy silenciosa, sin hacer ruido, la barca se fue desplazando por la misma orilla. ¿Veríamos algún chimpancé?, de momento los minutos pasan y nada de nada. Seguimos por la orilla desplazándonos para ver si hay suerte por otro sitio. Ya pasa algo más de media hora y seguimos sin ver nada.
Pero ¡atención!, ya vemos uno. ¡que
ilusión!, saca su cabeza de entre los árboles y se vuelve a esconder. ¿Dónde
está, no lo vemos?...allí, allí de nuevo, y ahora lleva una cría en sus brazos.
¡que chulada! ¡que suerte estamos teniendo!
Seguimos desplazándonos con la barca
para intentar verlo mejor y de cuerpos entero. Complicado, de vez en cuando se
esconden y tenemos que intuir por donde va a aparecer.
El
Parque Nacional del Río Gambia (Baboon Island) fue establecido en 1978 con una
extensión de 627 ha (6 Km²). Se encuentra situado a 240 kms al este de Banjul.
Comprende un grupo de cinco islas dentro del Rio Gambia, con Baboon como la más
grande. Los chimpancés salvajes desaparecieron a principio del siglo XX, pero
gracias al Chimpanzee
rehabilation Project, en la década de los setenta se reintrodujo el chimpancé
en estas islas del río Gambia. En contra de lo que se pudiera pensar, los
chimpancés pueden ser muy agresivos porque son muy territoriales y su gran
fuerza los hace potencialmente
peligrosos para los humanos. Por esa razón y para respetar su hábitat, los
avistamientos se hacen desde una barca y su entrada a las islas no está
permitido.
De nuevo, entre los árboles, vemos una
pequeña cabecita con grandes orejones asomar entre el follaje; es la cría de la
mama, que vigilándonos muy pendiente no nos quita ojos.
Nuestro guía lleva un cubo con unos frutos
para lanzárselo al chimpancé. ¡plaf, allá va! Rápidamente se baja del árbol con
la cría y va en busca del fruto.
Tras este apasionante espectáculo, ponemos rumbo
de nuevo hacia Wasu.
Navegando por el río y cuando menos lo esperábamos,
y sin buscar, allí estaba un enorme hipopótamo de cuerpo entero.
Y pensar que en el día de ayer nos tiramos
unas pocas de horas para ver solo su enorme cabeza, y hoy, ya ves, ahí está.
De nuevo llegamos a nuestro embarcadero…y las señoras seguían lavando y lavando junto a unos enormes baobabs. ¡Con tantos críos, no me extraña!
Entre lavado y lavado, echan sus pequeñas charlas y de vez en cuando se acercan a los cordeles improvisados para ver cómo está la ropa de seca.
Ahora sí, nos despedimos de los críos y
ponemos rumbo hacia la cercana Wasu.
Llegamos a Wasu en donde vamos a visitar los misteriosos círculos de piedras, declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Estos monumentos fueron levantados en el
siglo VII d.c. Estos círculos formados por columnas que van desde los 3 metros
de altura hasta los 60 centímetros y con un peso que alcanza las 10 toneladas
siguen formulando a los científico muchas preguntas sin respuesta.
Aunque estos círculos se encuentran
repartidos en una banda de 100 km de ancho, y a lo largo de unos 350 km del río Gambia
(Senegambia): Wasu, Wanar, Sine Ngayene y Kerbath, nosotros solo estuvimos en
el de Wasu.
Son más de 1000 monumentos que cubren 93
círculos de piedra y numerosos túmulos.
Como siempre, según salimos de nuestro
establecimiento, los críos corretean junto a nosotros.
Fundada en 1832, y siendo la capital administrativa
de la División Central River es mejor conocida como el hogar de Gambia
principal de la prisión.
Esta es una de las ciudades de Gambia con
más historia, por cierto, triste historia, ya que de aquí partieron millones de
esclavos con destino América. Oficialmente en 1807 se abolió el comercio de
esclavos.
El enclave de esta ciudad se encuentra
dentro de la isla McCarty, accediendo a ella por un puente desde la orilla sur
y los pequeños transbordadores y ferrys de la orilla norte.
Nos despedimos de Gambia y mañana
entraremos en Senegal.
Día 6. Janjarumeh (Gambia)-(Senegal)- Tambacounda-P.N Niokolo Koba-kedougou
Hoy será un día de carretera, mucha
carretera y muchas horas de viaje. No por ser tantos kilómetros (unos 500) sino
por el estado infernal de muchos tramos de la misma, y además, con la noche
caída y los animales atravesándose cuando pasamos por el P.N Niokolo Koba. Si
también se le incorpora el ingrediente de una avería en el coche, tenemos el
día perfecto.
Así fue y así pasó, pero en Gambia como
ellos dicen con una atrevida melodía “♪♪♪♪ No pasa nada, ♫♫♫ en Gambia no pasa
nada, ♫♪ no pasa nada, en Gambia no pasa nada ♫♪♫♫♫♪♪♪♪”
Hoy nos adentraremos en tierras
senegalesas, para ello salimos a las nueve de la mañana con dirección sur
Basse-Santa Su (unos 80 km). Hicimos los pasos fronterizos de Senegal y Gambia
sin ningún contratiempo y ya en Senegal a la cercana ciudad fronteriza de
Velingara.
Durante nuestro recorrido, son muchas las
aldeas que vamos viendo repartidas por los campos, en donde los ganados, la
agricultura y los vendedores ambulantes son los elementos más vistos.
¡Ah, se me olvidaba!, estamos en Senegal.
Menos mal, aquí los controles de carretera no son tan persistentes, solo
algunos de vez en cuando.
Nuestro siguiente destino será Tambacunda,
a unos 110 km, en la que aprovecharemos para comer y cambiar algo de dinero.
A la una del mediodía llegamos a
Tambacunda, Frederic nos llevó al restaurante de un familiar suyo para reservar
la comida y después nos fuimos a pasear un poco por la ciudad. Cambiamos dinero
senegalés en una tienda que él conocía y a buen cambio (1 €=650 C.F.A) y
después a comer. Francamente comimos muy bien y por poco dinero. A las 15:30
partimos con dirección a kedougou, a la que llegaríamos a las nueve de la
noche, ya en el País Bassari, teniendo por delante unos 300 km y varios
incidentes.
Al poco de salir de Tabancunda, habríamos recorrido unos 50 km, empezamos a notar un fuerte olor a gasolina en el interior del vehículo. Musa que también se percató, paró el coche para ver cual era el problema.
Una vez que abrió el capó
comprobó que uno de los manguitos que suministra la gasolina al motor tenia un
escape por su junta.Tras levantar la tapa
como pudo (no tenía herramientas) intentó darle una solución, pero no había
manera.
Todo el que pasaba por
allí se detenía por si nos podía ayudar. Paró un motorista (que por lo visto
tenía un taller en un pueblo cercano) y dijo que nos acercaría una llaves para
poder apretar la junta.
Pasado media hora se presentó con las llaves y por fin se pudo apretar.
Nosotros como simples espectadores, desde
una tribuna improvisada, esperamos durante una hora al arreglo de la avería.
Reanudamos la marcha y una hora después
nos adentramos en el mayor parque Nacional de Senegal, el Niokolo Koba.
Lógicamente no lo visitamos (ni entraba en los planes, ni es la mejor época
para visitarlo) simplemente lo atravesaremos por la carretera-pista que lo
cruza.
Según leímos, en este Parque se pueden
avistar antílopes, hienas, monos…e incluso leones, pero adentrándose mucho y en
otra época.
Nosotros nos conformaríamos con lo que viésemos
por la carretera: monos y más monos, un antílope corriendo a gran velocidad
entre el follaje del bosque y nada más.
La carretera a su paso por el mismo se hace
interminable (intento recordar que por lo menos 100 km había) ya que los baches
son permanentes y la velocidad hay que reducirla. La noche cayó, así que entre
la obscuridad y los socavones no avanzábamos casi nada.
Por fin llegamos a Kedougou sobre las
nueve de la noche, cansados y reventados, pero lo mejor nos esperaba. Un
fantástico hotel (Le Bedik) con una exquisita cena y una estupenda habitación
para descansar.
Día 7. Kedougou-(País Bassari):Ibel-Iwol-Dindefelo
¡ufff, que bien hemos dormido en esta cama de casi dos metros y medio de ancho!
¡Este hotel es de guiris, guiris de
verdad! De vez en cuando está bien incluir alguno en la ruta, por lo menos para
descansar. Además sin mosquiteras, ya que las habitaciones las tienen preparada
con aire acondicionado y unos mata mosquitos muy eficaces.
A desayunar con los altos
ejecutivos gambianos (un completísimo desayuno) y después volver a la realidad,
que es lo nuestro: descubrir el Pais
Bassari (motivo principal de nuestro viaje a Senegal)
Antes de partir hacia la primera aldea del
País Bassari: Ibel, nos detendremos en kedougou para hacer una visita a la
ciudad y comprar algunas cosas para los habitantes de los poblados.
kedougou
Kedougou, además de ser la región es su capital, y por lo tanto la más poblada y la única de la zona en la que podemos abastecernos de todo lo necesario. Todos los habitantes de las aldeas vendrán aquí para realizar cualquier gestión administrativa o para la compra de herramientas, determinados alimentos…de ahí que el centro de la ciudad está en permanente vida comercial.
Y como no, nosotros haremos eso, ver y disfrutar de sus animados
mercados y de sus tenderetes.
Siguiendo la indicación de Frederic y con nuestra colaboración, compramos algunos víveres necesarios para llevar a las aldeas y repartirlo.
Compramos un par de cajas de barras de jabón y el mismo tendero nos hizo el favor de cortarlas en trozos.
Además compramos varias bolsas de un fruto
que frederic nos recomendó (no recuerdo el nombre) y que por lo visto les
encanta y es muy nutritivo.
Y para los críos más chucherías, ¡les
encanta!
Así que con todo ya preparado, cargamos el
coche y partimos hacia la pequeña aldea de Ibel a unos 30 km, tardando casi una
hora en llegar.
La única forma de acceder es mediante un
todo terreno ya que el camino es bastante malo en algunos tramos y los hoyos
son permanentes. Además en época de lluvia (lo es ahora, monzón) está todo
embarrado.
Para que nos situemos en materia, primero vamos a ubicar el País Bassari en el mapa. Situada al sureste de Senegal y haciendo frontera con los países de Malí, Guinea Bissau y Guinea Conakri. Los bassari están repartidos por estos países, además de Gambia. Se cree que su población ronda las 30.000 personas.
Su idioma es el “tenda” y su religión mayoritaria es el animismo, pocos bassari son musulmanes y si algunos católicos. El difícil acceso a los poblados, perdidos entre selvas y las montañas (a las que se llega en vehículos 4x4, y en ocasiones sólo a pie), es lo que hizo posible que en esta zona sobrevivan casi intactas culturas y tradiciones milenarias: animismo, músicas y danzas rituales, antiquísimas lenguas, vestidos y comidas, de etnias como los Tenda (bedik, coniagui y badiaranké), los peul, sarajolé o malinké.
El paisaje
de montañas, cascadas y cuevas, enormes baobabs, altas palmeras y grandes
termiteros, te dejará sin
aliento. La variedad de la fauna de la región también es asombrosa: una gran
diversidad de aves, monos y otros tantos mamíferos. Entre la exuberancia de la
naturaleza, llegar a los pueblos y recibir la amabilidad de su gente es una
experiencia única en la vida.
Sobre las once
de la mañana ya estábamos en la pequeña aldea de Ibel. Al llegar, los críos
rápidamente se acercaron a nosotros, y como siempre le dimos cantidad de
chuches y globos de todos los colorines. ¡Cómo se divertían inflándolos y tirándolos
por encima de sus cabezas!
Frederic contactó con el guía que nos acompañaría hasta la aldea de Iwol, a unos 300 metros de desnivel de donde nos encontramos, y a la que solo se puede acceder a pie. Rápidamente nos pusimos en marcha y como es natural unos pocos de críos nos acompañaría hasta esa aldea perdida en el monte.
En poco más de
45 minutos llegamos arriba. Según subimos, se van viendo unas bonitas vistas de
las aldeas desde lo alto. El calor húmedo es sofocante, y aunque la distancia
no es mucha, los cuerpos los llevamos empapados.
Algunos críos
corretean delante de nosotros, intentando subir la empinada pendiente a gran
velocidad, otros se ofrecen para llevarnos las mochilas y otros intentan
mantener conversación a base de gestos.
En la subida
nos encontramos con algunas familias de la zona, que a base de subir y bajar
acarrean algunos víveres para su mantenimiento.
El calor seguía pegando fuerte, y sin casi darnos cuenta llegamos a la
aldea de Iwol.
Iwol
Con unos 400 habitantes, esta es quizás una de las aldeas más bellas de
todo el País Bassari, quizás por su situación tan remota, por sus gentes, por
la construcción de las chozas, por sus inmensos baobabs y ceibas…por todo.
Ahora sí,
ahora si estoy aquí. Muchas veces había leído sobre este lugar, y según leía,
siempre intentaba imaginármelo: tan remoto, tan apartado de todo, tan inaccesible…y
esa gente tan primitiva, viviendo igual que hace siglos…me imaginaba yo solo
con aquellas etnias apartadas del mundo.
…pero el turismo ha llegado a todo los rincones, y también aquí, aunque hace
relativamente poco tiempo, unos 10-15 años.
Aun así mantienen
su cultura, sus costumbres y tradiciones, pero claro, cuando el
turista-viajero-extranjero llega sabe lo que le gusta, e intentan vendérnoslo.
Cuando llegamos a la aldea desde lo alto de la colina, las mujeres (que se
convierten en vendedoras de pulseras y collares) se acercan a nosotros para que
podamos fotografiar sus rostros, y si a cambio le compramos algo, pues mejor
que mejor…es la otra cara del turismo. Al margen de todo esto, el lugar es
impresionante: sus vestimentas, su forma de vida, el enclave…la naturaleza.
Por momentos, parece
que en este lugar el tiempo se ha detenido, y yo, no dejo de observar cada
detalle que me impresiona: la mirada de los críos, las ancianas, la forma de
vida, sus quehaceres diarios, sus esfuerzos, sus hábitos…Mientras tanto, el “alcalde”
del poblado nos da una charla sobre la historia de este lugar, que por cierto:
fue fundado en el siglo XVIII por un grupo de la etnia bedik que se refugió en
los montes huyendo de aquellos que los querían convertir al Islam.
Algunos de los
críos visten con las camisetas que desde España les traen los turistas y
viajeros, sobre todo del Real Madrid y del Barcelona. Por suerte solo los
críos, las señoras visten todavía sus tradicionales vestimentas.
En la foto lleva una
púa de puerco-espin atravesada en la nariz
Empezamos a
bajar a la aldea y de choza en choza pudimos comprobar su forma de vida,
incluso nos permitieron poder entrar en una para ver sus distribución.
Está claro que
no somos los únicos viajeros que por
aquí asoman y por lo tanto los críos, sobre todo, no dejan de pedir lápices,
libretas, camisetas…y todo aquello que ya saben que en ocasiones anteriores lo
consiguieron.
Según escribo
estas letras y miro las fotos, no dejo de trasladarme a ese remoto lugar
ubicado en la frontera con Guinea Conakri y que tan intensamente hemos podido
vivir.
Solo hay que
mirar las caras, los gestos, su inocencia…su niñez africana.
Sin lugar a
dudas Iwol es un lugar encantador ubicado en la cordillera de Funta Djalón,
(frontera con Guinea Conakri) en donde todas las cabañas de barro y techo de
paja, y las grandes ceibas y baobabs hacen que el paisaje sea espectacular.
Las mujeres
del poblado siempre parecen atareadas, pero sin prisas, mientras que los
hombres están fuera de la aldea haciendo sus labores en el campo y el ganado.
Agradecen
enormemente que les demos el jabón que
compramos en kedougou, y al paso por las cabañas nos piden el fruto que
también adquirimos para ellos, y como es natural los niños correteando siempre
alrededor de nosotros pidiendo las chucherías.
El idioma local que hablan es el Bedik, una
lengua proveniente del Mandinka que ni los mismos habitantes de Ibel alcanzan a
comprender.
La remota situación geográfica de esta aldea, hace de algún modo que siga
intacta su forma de vida y su supervivencia cultural.
Los Bassari
son una etnia alegre con una sonrisa siempre presente entre su gente. Son
pobres, pero parecen ser felices con lo poco que tienen. ¡Quizás la felicidad
no dependa de lo que se tiene, sino de lo que se es!
Las mujeres
siempre las vemos preparando los avíos de la comida y los críos correteando y
jugando en torno a ellas.
Junto
a muchas de las aldeas vemos el maíz recién recolectado preparado para ser
triturado y hacer el cous cous.
Realmente el trabajo de las mujeres es tremendamente duro.
Bajo la sombra
de las cabañas, algunas señoras se reúnen (me supongo que para hablar de sus
cosas) mientras que nosotros seguimos paseando por la aldea.
A cada paso
que damos, las bellas imágenes que asoman frente a nuestros ojos son
irresistibles el no poder fotografiar. Una, otra y otra más…mires por donde
mires las fotografías está de forma permanente.
¡Que habilidad y que fuerza tienen esas bassaris! Cargadas con sus críos a sus espaldas y en la cabeza, siempre algo que llevar: avíos para la comida, cubos o barreños con ropa para lavar, leña para el fuego…
Estoy fascinado por este lugar. Realmente me hubiera quedado a dormir aquí
una noche como mínimo (se que es posible, lo he leido en las crónicas de algún
otro viajero) para de algún modo habernos acercado más a su forma de vida.
Tras unas tres horas estando por aquí, llega la hora de partir. Con mucha
pena dejo este lugar pero hay que seguir la ruta (todavía quedarían lugares
espectaculares por ver) asi que poco a poco nos fuimos despidiendo de todos, y
por supuesto de los críos con un fuerte abrazo y achuchón.
Y como no, nuestra
querida abuelita, la que hace de relaciones públicas de la aldea y la primera
que salió a nuestro encuentro.
La que para
demostrar su belleza se introduce en la nariz la púa de puerco-spin.
Aquella que,
en todo el tiempo que estuvimos en la aldea no dejó de sonreír. Y como no,
nuestro amigo que casi todo el tiempo fue acompañando a Rosa en la subida y
bajada, y que amablemente le insistía en llevar su mochila, y que por cierto reconocía no saber su edad.
Bajamos de Iwol a Ibel
Bajamos
rápido, así que en media hora ya estábamos abajo. El calor seguía apretando y a
estas horas del mediodía aún más. Serían sobre las tres cuando llegamos a Ibel.
Hora de comer.
Frederic ya
había quedado para que comiésemos en un pequeño bar de la aldea, y sedientos y
hambrientos allí nos dirigimos.
¡No me lo
puedo creer, no hay cerveza fría!, pues nada refresco al canto.
¿Y de comer
qué?, sorpresa…ARROZ.
Junto a
nuestra mesa había una familia de Barcelona (con la que por cierto nos cruzamos
en ruta más de una vez) y ellos subirían ahora a Iwol. ¡Menudo calor les esperaba
en la subida!
Sobre las
cuatro de la tarde partimos hacia nuestro otro fantástico destino, Dindefelo,
para ello tendríamos que volver por la misma pista y poco antes de llegar a
kedougou tirar por otra pista en muy malas condiciones que sale a la derecha y
que tras dos horas de baches, barrizal y muchos botes llegaríamos a Dindefelo.
Hacia
Dindefelo
Esto es África, y ahora, cuando estamos circulando por este carril infernal lo podemos comprobar. Ahora bien, el paisaje es espectacular, único.
A nuestro
paso, nos vamos encontrando cientos de gigantescos hormigueros, algunos de casi
dos metros de altura. Igualmente, algunas aldeas con cabañas de adobe vamos descubriendo por este bello paraje.
De pronto, tenemos que parar nuestro todo terreno y comprobar la profundidad de estos charcos, y buscar el mejor sitio por donde pasar.
Dindefelo
Por fin ya hemos llegado, son las seis de la tarde.
Este lugar es espectacular, rodeado de una naturaleza salvaje
y declarado como reserva natural de la biosfera.
Nuestro todo
terreno no puede llegar hasta el mismo campamento, así que descargamos el
equipaje y durante algunos metros nos trasladamos a pie.
Ubicado
en un bello enclave, nuestro campamento está salpicado de coquetas cabañas,
equipadas con lo mínimo, aunque eso sí, no tiene agua corriente, con lo que
tendremos que ir a un pozo cercano y coger el agua para asearnos, ducharnos y
para todo tipo de necesidad.
Cuando nos
damos cuenta, nuestro bidón de agua se acaba y al poco hay que cargar de nuevo ¡lo
peor es por la noche, cuando hay que salir, esquivando a los mosquitos!
Descargamos
nuestras cosas, organizamos todo en la habitación y en media hora hemos quedado
para visitar el pueblo de Dindefelo.
Junto con un guía de habla hispana salimos hacia el centro de Dindefelo,
en el que visitariamos la escuela y el pequeño centro de salud, que hace a su
vez de centro maternal, ambos construidos con la ayuda humanitaria y alguna ora
ONG.
Mirando alrededor de nosotros, el paisaje es impresionante. Verde por
todos lados, y una frondosidad exuberante.
Miramos de frente, y allí a lo lejos, en lo alto aparece el lugar al que
tendremos que ir mañana para disfrutar de las cascadas de Dindefelo y la aldea
de Dande.
Ya de noche volvimos al campamento y junto a otros tantos viajeros de distintas parte del mundo nos pusimos a comer…y empezó a llover.
Día 8. Dindefelo- Dande-Cascada de Dindefelo-Tambacunda
Continua en Parte II