Ruta por la región de las Beiras (Portugal)
Abril/14
La región de Beira, situada en el
centro-norte de Portugal y lindando en la parte española con Cáceres y
Salamanca. Está compuesta por las provincias de Aveiro, Viseu, Coimbra, Guarda,
y Castelo Branco. En esta ocasión, Rosa y yo, aprovecharíamos varios días de
Semana Santa para realizar una ruta por dicha región. Visitaríamos las
capitales de Coimbra y Guarda, varias aldeas históricas de la provincia de
Viseu y Guarda, y alguna ruta por el
Parque natural de la Sierra de la Estrella. La provincia de Castelo Branco ya la recorrimos en otra ocasión, pudiendo
visitar entonces los pueblos de Monsanto, Penha García y Vianha la Vieja.
La región de las Beiras es como
una síntesis de Portugal. Excelentes playas en el Beira litoral, llanuras
onduladas que se pierden en el horizonte se identifican con la Beira Baixa e
imponentes cumbres de la Sierra de la Estrella en el interior de la Beira Alta.
La historia del país está representada en las muchas poblaciones amuralladas situadas
en cimas estratégicas, que durante siglos fueron defendidas de las invasiones
españolas.
Ruta-diario
Día 1- Sevilla (por Badajoz)-Sierra
de Lousa-Coimbra. 540 km.
Dormir-Hotel Riversuit
(42 €/habitación doble con desayuno)
Día 2- Coimbra-Mata do
Bussaco-Manteigas (S. de la Estrella) 185 km.
Dormir-Pensión
Esrela (30 €/ habitación doble con desayuno)
Día 3- Recorrido dentro de la Sierra
de la Estrella: Manteigas-Poço do inferno-Valle Zezere-pico Torre. Covilha-Sortelha-Manteigas.
150 km.
Dormir-Pensión
Esrela (30 €/ habitación doble con desayuno)
Día 4-
Manteigas-Guarda-Trancoso-Cernancelhe-Penedono-Marialva-Trancoso. 188 km.
Dormir-Residencia
Denis (30 €/ habitación doble con desayuno)
Día 5-Trancoso-Almeida-Sevilla (por
Ciudad Rodrigo) 535 km.
Día
1
Sobre las
13 horas partimos de Sevilla con dirección a Badajoz, de donde entraríamos en
tierra Lusitana. Desde ahí, buscando las proximidades de la ciudad de Castelo
Branco y ya cerca de Coimbra nos desviamos por el pueblo de Figueiro dos Vinhos
para adentrarnos en la Sierra de Lousa. Durante unos cuarenta kilómetros
ascendimos por una estrecha carreterilla que nos llevaría al puerto de Lousa
(1203 m de altura). En esta vertiente sur de la sierra, el paisaje está
bastante despoblado de árboles, pudiendo contemplar varios molinos eólicos
dibujando las aristas de la sierra. Desde arriba pudimos contemplar bonitas
vistas sobre los
pueblos blancos ubicados en el valle.
Una vez
pasado el puerto, hacia la vertiente norte, el paisaje cambia bruscamente
y una densa niebla nos invade por
segundos.
La carretera
queda cubierta en muchos tramos por frondosas arboledas. Nuestra mirada se
dirige hacia los muchos y bellos rincones umbríos que van quedando a ambos
lados del camino.
Los líquenes
y musgos quedan atrapados con un color verde intenso sobre un paisaje de
nieblas, donde de vez en cuando vemos algún animal correteando entre el
follaje.
A la vuelta de una curva y en una gran bajada de la carretera, vemos de frente un poblado, se trata de Candal, un pequeño apilamiento de casas ubicadas sobre una loma, dejando abajo los caudalosos arroyos que en algunos casos brotan de la misma roca.
Era
obligatorio parar y disfrutar de este bello paisaje. Al poco de pasar Candal,
nos sorprende una cascada de agua que cae ferozmente al borde de la carretera.
Hacemos otra
pequeña parada para asomarnos a un pequeño barranco. La niebla corretea de un
sitio hacia otro y ya el poblado lo vemos algo difuminado.
Abandonando
ya esta sierra desembocamos en la ciudad de Lousa, de la que partimos ya hacia
Coimbra.
Coimbra
Ya a última
hora de la tarde llegaríamos a Coimbra. Bella ciudad y con una impecable
historia universitaria.
Tras dar
varias vueltas hasta encontrar nuestro hotel, resultó estar en un lugar
privilegiado, a solo cinco minutos del centro histórico y junto al río Mondego.
Dejamos los
bártulos y ya entrada la noche nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad.
Junto al hotel, atravesamos el río por el “Ponte de Santa Clara” y nos dirigimos hacia la famosa
calle peatonal ubicada al inicio de “largo da Portagem”. Sería algo más de las
nueve de la noche (ya hora portuguesa, una hora menos que en España) cuando
pudimos contemplar atónitos que la ciudad estaba dormida,
como muerta. Las calles desiertas, algún que otro bar abierto y poco más.
Incluso así paseamos por las estrechas callejuelas del centro hasta llegar a la
plaza do comercio, donde por fin encontramos algo para cenar.
En la misma
plaza, un camarero se acerca a nosotros y nos invita a entrar a su restaurante.
Lo típico, podéis comer esto y esto y lo otro…nos insistía el camarero de aquel
restaurante en el que solo se veían muchas mesas libres. Pues nada, no nos
complicamos, un par de menús por veinte euros y listo.
Después
parece que se animó algo el bar, solo con algunos despistados más como
nosotros.
Pasaban pocos
minutos de las 22,30 cuando ya decidimos ir hacia el hotel, poco podíamos hacer
en esta desierta ciudad.
Día
2
Por la
mañana, después de tomar un buen desayuno, planificamos la visita a la ciudad.
La primera
parada que hicimos fue justamente en frente del hotel, para ver el Monasterio
de Santa Clara. Monumento Nacional Fundado en 1283.
De estilo
gótico, se empezó su construcción siguiendo las órdenes de la reina Santa
Isabel. Desde el año 1995 se están llevando a cabo labores arqueológicas en la
iglesia semienterrada y que a raíz de estos trabajos se han encontrado los
restos del claustro y de otros tantos objetos de la época.
Siguiendo
por unas pequeñas pasarelas se puede visitar el entorno del Monasterio.
Atravesamos
el río, y nos adentramos en el casco antiguo por la calle peatonal que ya pasamos
ayer. Ahora si está más animada, muchos turistas y gente del lugar llenan las
callejuelas del centro.
Al poco de
avanzar por esta bulliciosa calle, un cartel nos manda hacia la zona
monumental.
Atravesando
un arco en una fuerte pendiente, nos metemos en el corazón de Coimbra.
Coimbra es
una ciudad universitaria, y se nota a cada paso que damos. Las tunas nos hacen
detener y curiosamente observamos algunas chicas formando parte del grupo de
músicos y cantarines. Unos con guitarra, otros con bandurrias, y otros dando
salto haciendo sonar su pandereta.
Enclavada en
una colina con vistas hacia el río Mondego, Coimbra tiene un bonito enclave.
En su parte
alta destaca la grandiosa Universidad que como si de una impugnable fortaleza
se tratase preside con elegancia esta bella ciudad declarada Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco.
Las
callejuelas, siempre con empinadas cuestas o con unos tantos escalones nos
llevan poco a poco hasta lo más alto de la ciudad.
A nuestro
paso el sabor a “Fado” se oye por varios rincones del casco antiguo.
Mientras
seguimos subiendo, los tenderetes de suvenir son una excusa perfecta para hacer
alguna que otra parada en la empinada cuesta, y además en un día de intenso calor.
Algunos restaurantes típicos de la zona nos vamos
encontrando por el camino. De su interior podemos olisquear las calderetas y
los guisos de bacalao. Todavía es pronto para almorzar, pero el olor bien que
nos atrapa.
A nuestra
izquierda hemos dejado la torre de Almeida. Ésta junto con el arco de entrada
formaba parte de la muralla que se extendía a lo largo de dos kilómetros y
constituían un poderoso sistema defensivo. Casi sin darnos cuenta desembocamos
en “largo de sa Velha”, una pequeña plaza donde de frente nos encontramos la
catedral Vieja. Data del año 1162, con un
claustro gótico, el más antiguo de Portugal.
De vez en
cuando vamos echando una mirada hacia las vistas del río Mondego y las
empinadas callejuelas que vamos dejando atrás.
Una vez
dentro de la catedral, un chico que hacía a la vez de guía nos da una pequeña
explicación del templo, pero con el objetivo de pagar para ver el claustro.
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Continua en Parte II
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