Este destino lo teníamos un poco en interrogante, sin
estar seguro de visitarlo. Nuestro guía nos había comentado que era un lugar
algo delicado e incluso pudiera ser peligroso. Por lo visto, unos años atrás se
vieron implicados en una pelea entre los seguidores musulmanes e hindúes.
Como algunos del grupo queríamos ir, sobre todo para
ver la zona de la gran mezquita, nos pusimos en marcha y nos dirigimos hacia
Ajmer, en la que estaríamos algo más de dos horas.
El autobús nos dejó en las afueras de la ciudad, así
que cogimos varios tuc-tuc (100 rupias ida/vuelta) para que nos acercara al
centro de la población. Una vez allí, anduvimos por una polvorienta calle que
nos llevaba directamente a la gran mezquita.
Ajmer con casi medio millón de habitantes es una
ciudad altamente religiosa, en la que se encuentra el mausoleo del santo sufí
Khawa Moinuddin Chisti, el Dargah Charif.
Cientos de fieles y de peregrinos se dirigen al
templo. Nosotros en medio del tumulto somos arrastrados hacia su interior.
En el recorrido podemos contemplar muchos peregrinos
mutilados arrastrándose en el polvo de la calle, algunos sin miembros superiores
e inferiores van rodando literalmente con dirección a la mezquita. Las imágenes
son dantescas y por supuesto no las quise
fotografiar.
Una avalancha de seguidores canturreaba en alto, a la
vez que portaban una gigantesca tela de colores con varias insignias y sujeta
por muchos creyentes.
Nosotros allí en medio, atónitos y sin enterarnos de
nada. Lo único que podíamos hacer, era observar con mucha precaución.
Muchos de los compañeros se quedaron fuera de la
mezquita, algunos entramos dentro, siendo arrastrados por la gran masa de
peregrinos.
Sin lugar a dudas era un lugar extraño y con un gran
fervor religioso.
No pudimos fotografiar su interior ya que estaba
prohibido, así que nos quedamos con el recuerdo y el ambiente vivido.
Los fieles entregaban sus ofrendas y más de uno
lanzaba billetes de 10, 20 o 50 rupias en las inmensas urnas habilitadas para
tal fin.
Como en cualquier mezquita nos tuvimos que descalzar,
y con tanta gente yendo y viniendo más de un pisotón nos llevamos. Sin decir
como quedaron nuestros calcetines una
vez que salimos fuera del templo.
Ya de
regreso hacia los tuc-tuc nos íbamos deteniendo en los muchos tenderetes que
había por las calles.
El
vendedor de pétalos nos reclama para que vayamos a su tenderete. Me
quiere verter en mis manos los pétalos rosáceos para entregarlo como ofrenda en
la mezquita. Tengo que insistirle que ya estoy de vuelta, ya nos vamos. Él no
me entiende, así que se lo explico con gestos. El me sujeta, y no me deja
marchar. Al final casi me despisto de mis compañeros.
Ya en el autobús, el conductor arranca y el aire
acondicionado no funciona. Hace un calor infernal.
Bajan del autobús el conductor y el acompañante (que
hizo de mecánico) para ver cuál era el problema. No dan con ello, así que nos
dirigimos al hall de un hotel a esperar hasta que le dieran una solución. Al
poco, nos dicen que un microbús vendrá por nosotros. Tras un par de horas de
espera partimos hacia Jaipur.
Jaipur
Sobre las cinco de la tarde llegamos a Jaipur, tras
recorrer los 140 km que los separa.
El hotel estaba cerca de las murallas de la ciudad y
por lo tanto a diez minutos escasos a pie. Era un bonito complejo ajardinado,
en donde la gran mayoría de mozos eran jóvenes nepalíes.
Nos instalamos y nos fuimos a recorrer las calles de
Jaipur. En esta ocasión hicimos grupos más reducidos, y Nieves y yo partimos
una hora después.
Con mapa en mano y algunas recomendaciones de nuestro
libro guía nos perdimos por los grandes bazares de la ciudad.
Jaipur, junto a Agra y Benares forman el triángulo de
oro más visitado de la India. Miles y miles de personas vienen todos los años a
recorrer estas tres ciudades.
Jaipur, conocida como “la ciudad rosa” concentra una
de las mayores zonas comerciales de la India. Cientos de ajetreados y
bulliciosos puestos repartidos en unos pocos bazares. Otros tantos mercados
repartidos por la ciudad venden de todo, desde joyas de plata, marionetas,
sedas de alegres estampados, objetos típicos del Rajasthan, coloridos
brazaletes…la ciudad emerge vitalidad por cada rincón de los bazares.
Cuando
pasamos por sus tiendas, los comerciantes no dejan de acosarnos para que entremos
en ellas. Muchos nos incitan con tomar una taza de té mientras ojeamos los
objetos que venden.
Nieves quiere comprar unas pulseras para llevarla de
regalo, así que son muchas las tiendas en las que vamos entrando, y a la vez
aprovechamos para charlar con los
comerciantes, sobre su país.
Por fin se convence por algunas pulseras de colorines. La joven que nos atiende va
ataviada con un hermoso sari de color rojo, su marido queda al fondo del puesto
y un bebe de pocos meses duerme en una pequeña cuna improvisada por varias
telas.
Utilizando una antigua costumbre, las pulseras las
ajustan de tamaño recalentándola en un pequeño cubo de rescoldos de leña, hasta
dar con la medida exacta.
Seguimos avanzando por esta maraña de tiendas y a cada
paso nos vamos encontrando con lugares sagrados en donde los hindúes se
detienen a rezar y a depositar sus ofrendas.
Tras
algunas horas paseando por las zonas de los bazares, consultamos el libro para
cenar en algún restaurante típico y al ser posible que tuviese cerveza.
Así que negociamos con el conductor de un
ciclorickshaw y nos llevó a un restaurante hindú con muy buena pinta. Lo único
malo es que no tenía cerveza, así que de nuevo cogimos otro ciclorickshaw y nos
llevó al restaurante “Niros”, exquisita comida, cerveza bien fresquita, y
aunque un poco caro para estar en la India mereció la pena (8 € por persona).
Al salir del restaurante, una avalancha de conductores
de tuc-tuc y ciclorickshaw se nos echaron encima para llevarnos al hotel. De
nuevo negociamos el precio con un señor que veíamos que lo necesitaba, y que
llevaba un simpático ciclorickshaw, 30 rupias tras el regateo (increíble
precio). Le dijimos el nombre del hotel y el aceptó rápidamente. Según empezó a
pedalear, veíamos que pegaba tumbos de un lado hacia otro, y que cuando se
dirigía hacia nosotros veíamos que estaba bebido (o al menos eso es lo que a
nosotros nos parecía).
Entre tanta obscuridad, veíamos que no tenía claro por donde tenía que tirar. Paró un par de veces para preguntar por dónde estaba nuestro hotel. Iba totalmente despistado. Nosotros como pudimos, con señas e indicándole el mapa le volvimos a indicar cuál era el hotel. Él nos lo afirmaba moviéndonos la cabeza de arriba abajo. Nosotros no lo teníamos muy claro.
Empezó a llevarnos por unas calles estrechas y solitarias totalmente a obscuras. Nieves iba un poco preocupada, yo realmente estaba alerta de lo que pudiera pasar. Después de esas estrechas calles desembocó en una avenida, la de nuestro hotel, realmente lo que hizo fue atajar por lugares que él conocía. Por fin llegamos, casi tres cuarto de hora después.
Día 11. Jaipur-Fuerte de Amber-Jaipur
A las ocho y media de la mañana salimos para visitar
el fuerte de Amber, situado a unos 11 km de Jaipur. Es uno de los lugares más
visitados del Rajasthan, y por lo tanto también de la India.
El fuerte de Amber es un complejo palaciego
originalmente construido para por lo Meenas, quienes consagraron la ciudad de
Amba, la Diosa Madre a la que conocían como “Gatta Rani” o “Reina del Pasado”.
El fuerte está ubicado en lo alto de una colina sobre el complejo de Amber, y está construido
a base de piedra arenisca roja y mármol blanco. Con vistas al lago Maotha, este
está conectado con Amber por paisajes fortificados en un bello entorno.
Acercándonos a él hicimos una parada antes de llegar para
disfrutar de su enclave con el lago a sus pies.
Para subir al fuerte lo podemos hacer a pie por una
empinada rampa, o como la mayoría de los viajeros hicimos, subir a lomos de un
elefante.
Es una de las grandes atracciones del lugar y por lo
tanto ya que estamos aquí habrá que hacerlo. En cada elefante se podrá montar
un máximo de dos personas y el precio que cobran por elefante en la subida es
de 900 rupias, más otros 100 que se quedan ellos directamente como propina.
Así que una vez montados en los elefantes empezamos a
trotar hacia arriba por esa empinada rampa. Es un constante trasiego de estos
enormes paquidermos que suben y bajan en busca de más viajeros.
Según subimos podemos ir disfrutando de un bello
paisaje a las espaldas de Amber y con las aguas del lago allá abajo. Mientras
tanto, la enorme trompa que elegantemente
lleva decorado nuestro elefante trasero no deja de resoplarnos como si
nos quisiera alcanzar.
Realmente no deja de ser una atracción turística más,
y por este motivo da de comer a muchas familias que se dedican a esto del
turismo. He oído hablar que en alguna ocasión hubo algún problema un tanto
peligroso, un elefante en la subida se alteró y armó una buena zapa tiesta. El elefante es un animal dócil
pero cuando enfurece no hay quien lo pare.
Tras
unos quince minutos de subida, atravesamos la puerta principal del fuerte,
siendo éste el lugar donde los elefantes van dejando a todos los viajeros.
Considerada como una de las siete maravillas de la
India empezaremos a visitar el impresionante fuerte de Amber.
Dentro de él y en torno a un gran patio se sitúan
todas las estancias reales. Al lado oeste se encuentra un jardín y junto a este
se encuentra el Surk Mahal o Palacio del Placer. Todo un lujo con puertas de
marfil y madera de sándalo. Sobre las paredes de mármol caían cascadas de agua.
La
parte más antigua se sitúa hacia el sur. En un patio central se encuentra el
Zenana o ginaceo (en persa, hace referencia a la parte de la casa reservada a
las mujeres y a su séquito). La planta baja es para las princesas y la superior
para las concubinas.
Quizás
la estancia más espectacular es el “Vestíbulo
de los Espejos” el cual se encuentra totalmente decorado de
pequeños espejos.
Cuando la realeza vivía en este lugar, por la noche,
cuando necesitaban pasar a través de estas estancias, tomaban una sola vela, y
gracias al intrincado diseño de espejos, toda la habitación se iluminaba.
En todo el fuerte destacan sus celosías, desde ellas las mujeres podían
mirar tras ellas sin ser vistas.
Todo el complejo abarca hasta la cima de la colina
donde puede verse el verdadero fuerte vigía, rodeado de una muralla militar y
extensos sistemas defensivos.
En su interior vamos pasando de una estancia a otra a
través de unos pasillos, algunos situados en el exterior.
Poco a poco vamos abandonando el fuerte, y para ello
lo hacemos por otra bajada distinta de la que subimos.
Desde
arriba nos fue acompañando un chaval, el cual de forma insistente nos quería
vender un pequeño instrumento musical hecho a mano con caña de bambú.
Durante todo el trayecto fuimos regateando hasta conseguir un buen precio, a la vez que disfrutábamos de unas excelentes vistas de todos los alrededores.
De nuevo en Jaipur
Tras varias horas visitando el palacio de Amber,
volvimos a Jaipur. Nos trasladamos directamente al Palacio de los Vientos, uno
de los edificios más originales y visitados de Jaipur.
Antes
de entrar y justamente en la acera de enfrente del palacio, nos reclama con una
atrayente musiquilla un encantador de serpiente, nos acercamos a él y picamos
en la típica foto turística.
A continuación nos disponemos a entrar en el Palacio
de los Vientos. El Hawa Mahal, su nombre en hindú, fue construido en el año
1799 por el Marajá Sawai Pratap Singh. Formaba parte del palacio de la ciudad y
servía como extensión de la Zenana o cámara de las mujeres destinada al harén.
La función original del edificio era la de permitir a
las mujeres reales observar la vida cotidiana de las calles de la ciudad sin
ser vistas.
El Palacio tiene cinco plantas, las dos superiores un
poco más estrechas, lo que le confiere una cierta forma piramidal. Está
construida en arenisca roja y rosa con incrustaciones realizadas en óxido de
hierro.
La fachada que da a la calle tiene un total de 953
ventanas pequeñas. El viento que circula a través de ellas le dio el nombre al
palacio. Este viento es el que permitía que el recinto se
mantuviera fresco incluso en verano.
Ubicado en el centro de unas de las principales calles
de la ciudad, no está rodeada de jardines, como sería habitual en los palacios
hindús.
La estructura
exterior del palacio recuerda a la cola de un pavo real, animal de gran simbolismo
en la India.
No existen
escaleras que lleven a los pisos superiores a los que se accede mediante
rampas.
Está considerado como el máximo exponente de la
arquitectura Rajput o Rashput (miembro de unos de los clanes patrilineales
territoriales del norte y centro de la India), de hecho es el símbolo y el
icono más representativo de la ciudad de Jaipur.
Para
acceder a ella hay que hacerlo por la parte posterior del complejo. Habrá que
pagar una cantidad simbólica (100 rupias) y otras tantas por realizar fotos en
su interior. Lo más espectacular de este edifico es su fachada principal y las
vistas que podemos contemplar desde la azotea del mismo.
Rozando
el mediodía (hora de comer) decidimos primero visitar el Observatorio
astronómico de Jantar Mantar, aunque con
una temperatura altísima, rondaba los 43º C.
Este observatorio solar es el más grande del mundo que
aún se utiliza en la actualidad, pero es sobre todo una extraordinaria
combinación de belleza arquitectónica de estilo mogol, y de una
impresionante astronómica para su época.
Hoy es un símbolo mágico-religioso aún vigente.
Se
construyó entre 1728 y 1730 y contiene 15 complejos instrumentales
astronómicos. Seis de ellos necesitan la luz solar y otros 10 funcionan con el reflejo lunar y estelar.
Todos dan una medida precisa del tiempo. Cuando no se podían usar los relojes
solares debido a la lluvia o al cielo cubierto, se empleaba la clepsidra (reloj de agua) para medir el
tiempo.
A
continuación detallo cada uno de los instrumentos de medida, e omitido el
nombre en hindú: pequeño reloj de sol, instrumento de la Estrella Polar, reloj
de sol emisférico, reloj de sol
horizontal, instrumento eclíptico, gran astrolabio, instrumento de altitud,
Muro meridiano, Sexante, reloj solar ecuatorial, instrumento zodiacal, esfera
armilar, hemisferio cóncavo, instrumento circular, instrumentos altacimutales,
e instrumento acimutal.
Todos
perfectamente conservados, hacen que disfrutemos de esta visita, sobre todo con
las ahondadas explicaciones de nuestro guía para entender tan curiosos
instrumentos de medida.
Nos sorprende este trionio
arquitectura-ciencia-religión en este lugar mágico que no podemos dejar de
visitarlo si venimos a Jaipur.
El lugar es muy caluroso, parece que buscaron el sitio
ideal en el que ubicar estos artilugios.
Huyendo del calor nos fuimos a almorzar al restaurante
de nuestro hotel, descansar un poco y después, de nuevo a patalear los bazares
y el gran ambiente de Jaipur.
Como dije anteriormente, Jaipur es conocida como “la
ciudad rosa”, ya que todos sus edificios históricos están pintados de un color
rosa salmón que en Rajastán equivale al
color de la suerte.
La ciudad está rodeada de una muralla almenada que
tiene diez puertas. Atravesando esas puertas nos adentramos en el corazón
histórico de Jaipur, dividida en nueve cuadrantes con calles anchas. De estos
nueve cuadrantes dos están dedicados al complejo palaciego, el palacio de los
Vientos y el Observatorio solar, los otros siete están dedicados al pueblo.
De
nuevo, Nieves y yo nos adentramos en el barrio musulmán, una vez pasada una de
sus puertas. Queríamos huir de la zona más turística y descubrir la esencia comercial de Jaipur.
Aunque no era una zona demasiado recomendable, penetramos en las callejuelas
rodeadas de varias mezquitas.
El gentío y bullicio comercial se percibía por cada
rincón que pisábamos. Las construcciones se veían humildes e incluso en algunos
casos bastantes deterioradas. Estábamos en todo el centro del barrio musulmán y
estaba claro que por esa zona pocos occidentales habían pasado, ya que las
miradas eran permanentes hacia nosotros.
Inmersos en esa zona, empezamos a caminar por algunas
callejuelas algo incómodas. Llegó un momento que estábamos perdidos, aunque con
el plano de la ciudad rápidamente nos orientamos.
Barberías, pequeñas tiendas de comida, puestos
callejeros… todo era un espectáculo para nosotros y también para ellos al
vernos pasar.
En alguna ocasión, incluso me costaba fotografiar, eran escenas que tampoco quería
que fueran violentas, así que poco a poco nos fuimos integrando en nuestro
paseo.
Aquí se vende de todo, podemos encontrar de todo, y si
somos capaces, incluso comer en medio de
un enjambre de extrañas comidas y no precisamente con muy buena cara. Si por lo
contrario queremos llevar algo de comida podemos hacerlo: pescados, pollos al
horno y colgados de forma curiosa…
A Nieves le escandalizaba todo esto, le horrorizaba
ver los pollos allí colgados, así que más de una vez se tenía que tapar los
ojos al pasar por esos puestos.
Las motos, bicicletas, tuc-tuc y ciclorickshaw no
paran de pasar y a gran velocidad, en más de una ocasión hemos estado a punto
de ser atropellados. Esto es una locura de ruido y de gentío que se mueve de un
sitio para otro.
La tarde empieza a caer y la obscuridad se va
apoderando de las calles. Seguimos inmersos en este caos comercial, donde unos
gritan, otros rezan y otros simplemente están tumbados en camas improvisadas en
medio de las aceras o dentro de sus propias tiendas.
A la vuelta de cada calle o de cada callejón nos
deparaba una sorpresa. De pronto salimos a una pequeña plaza en donde las vacas
pastaban a sus anchas en medio de centenares de basura. Todo era normal, ellas
tienen libertad de ir de aquí para allá, comiendo donde le plazcan y sin dar
explicaciones a nadie.
Tan pronto vemos a estos animales haciendo sus
necesidades, como a un vendedor ambulante con una enorme bandeja de dulcecillos
que pasa junto a ellos. Nadie se inmuta, aquí todo es normal, llevan siglos
viéndolo.
Los críos corretean, juegan. Muchos van descalzos, y
ajenos a estas montoneras de basura siguen jugando y sonriéndonos a nuestro
paso.
Poco a poco vamos saliendo de estas callejuelas y nos
dirigimos a las grandes avenidas, en donde algunas de ellas dan directamente a
las puertas de la ciudad. Por fin, podemos respirar algo mejor, aunque el
gentío comercial sigue vivo en las calles.
Al
pasar por las puertas y en un pequeño estrechamiento, una moto con dos chicos
montados vienen de frente, al pasar junto a nosotros se lanzan hacia Nieves
para cogerles los pechos. Sin casi tener tiempo para reaccionar, Nieves se gira
bruscamente y le golpea con el bolso a la cara de uno de ellos, la moto
tropieza en uno de los puestos callejeros y a punto estuvo de caerse, mientras
que Nieves salía detrás de ellos voceándoles algunos insultos…
Al
pasear por una de sus calles, oímos la alegre musiquilla que provenía de una
terraza. Nos fue atrayendo, así que nos acercamos para curiosear que es lo que
era.
En ese
instante entraban unos jóvenes, los cuales nos invitaron a pasar. Era la
celebración de una boda, y en ese momento estaban bailando, así que todos se
acercaron a nosotros y nos sacaron a bailar. Nieves se sintió agobiada y no
era para menos ya que todos se lanzaron
hacia nosotros, dimos unos pequeños compases con ellos y ante tal presión,
abandonamos la fiesta.
Ya dando por finalizada la visita a Jaipur, nos fuimos
a cenar al restaurante “Copper Chiney” con una buena comida, y a dormir.
Día 12. Jaipur-Fatehpur Sikri-Agra
Salimos
con dirección Agra sobre las 8,30 de la
mañana, después de recorrer 235 km, y antes de llegar a Agra, a solo 40 km, nos detenemos para visitar el complejo de
faethpur Sikri. Una vez que llegamos al complejo, un microbús nos acerca hasta
las mismas puertas de los edificios.
faethpur Sikri, capital anterior del imperio de
Mughal, fue construida por Akbar como su capital en 1569, pero abandonada
quince años después, probablemente debido a la carencia de agua.
Los edificios de piedra arenisca roja que conforman el
monumental complejo se conservan perfectamente y consisten en palacios, patios,
tumbas y mezquitas.
Complejo declarado patrimonio de la Humanidad por la
Unesco en 1986, conserva su magnífica arquitectura, mezcla de los estilos hindú
e islámico, aunque en tiempo atrás fueron saqueados muchos de sus tesoros.
Casi sin darnos cuenta hemos dejado el territorio del
Rajasthan para adentrarnos en tierra del estado de Uttar Pradesh.
Dentro del complejo podemos diferenciar dos zonas: La
civil y la religiosa. En la primera es donde se encuentra los palacios y las
salas de audiencia; y la segunda nos encontramos con la gran mezquita de Jami
Masjid.
El diseño de la ciudad muestra un efecto espacial muy
rico debido a la organización de los edificios que están construidos alrededor
de espacios abiertos y de una manera muy original.
Los edificios más destacados son el Naubat Khana cerca
de la entrada donde se anunciaba a las
llegadas importantes.
El Diwan-i-Am, salón público de audiencias, tiene un
aspecto rectangular con un gran espacio abierto.
El
Diwan-i-Khas, salón privado de audiencias, famoso por su pilar central que
aguanta una plataforma circular.
El Palacio de Mariam-uz-Zamani, este edificio muestra la
influencia de Gujarat y está construida
alrededor de un patio.
El Raja Birbal’s house, esta era la casa del ministro
favorito de Akbar.
Según
nos revela la historia, aquí es donde
querían que confluyeran todas las religiones. Asi fue, el gran Abkar
quiso unificar todas las religiones para hacer una sola. Cuentan que Abkar
estaba tan obsesionado con las religiones que se marcó como objetivo
unificarlas. Para ello tomó cuatro esposas de las cuatro religiones más
importantes, y dicen también que su preferida fue maría, una portuguesa de Goa.
Estábamos visitando el complejo cuando vemos un grupo
de personas gritando, a la vez que corrían de forma acelerada. Por segundos el
pánico se estaba apoderando del lugar.
Me acerco al
lugar de donde la gente corría y mis ojos se quedan atónitos cuando veo una
enorme serpiente arrastrándose entre los edificios. Los guardas del recinto
empiezan a correr hacia ella, hasta lograr alcanzarla. A base de palos, y
siempre bien retirado del reptil, por fin los guardas consiguen matarla.
Mientras tanto las señoras ataviadas con saris de
elegantes coloridos siguen moviéndose por el interior de las edificaciones, y
yo, sigo ensimismado disfrutando de estos majestuosos edificios que
estáticamente reposan siendo testigos de la historia.
Abandonamos el complejo civil para dirigirnos a la
gran mezquita. Un pequeño paseo de algunas decenas de metros nos separa ambos
recintos.
Vendedores ambulantes improvisados nos acechan a
nuestro paso, muchos de ellos niños, que nos quieren vender fotografías en
forma de postales del Fatehpur Sikri; otros, frutos exóticos; otros, pequeños
colgantes haciendo a la vez de llaveros…
La Gran mezquita o Jama Masjid es sin lugar a dudas el
edificio mejor conservado de todos. La entrada a la misma es realmente
espectacular.
Se hace a través de la Puerta de la Victoria de 54
metros de altura tras la cual podemos contemplar un imponente patio. En el
centro encontramos un estanque y junto a este, se erige una pequeña y hermosa
tumba de mármol blanco. Se trata de la tumba de Shaik Salim Cristi el santo ermitaño
que según cuenta la leyenda concedió la gracia de tres hijos al emperador
Akbar, y por lo cual éste construyó la ciudad de Fatehpur.
Desde entonces, esta tumba sigue siendo un lugar
venerable a la que vienen miles de hombres y mujeres en la que depositan flores
y monedas con la esperanza de ser bendecidos con un hijo. Familias enteras se
acercan a ella, dan a vuelta sobre el cenotafio y se postran a sus pies.
Alrededor nuestro siguen los críos acosándonos,
queriéndonos hacer de guías o simplemente insistiendo en la venta de sus
pequeños suvenires.
Este imponente patio está rodeado de soportales y
salas por las que discurren cientos de musulmanes en busca de un día de
convivencia con el Islam.
Me traslado hacia el interior de la mezquita y rodeado
de un fresco ambiente voy caminando entre el rezo de los creyentes.
Bajo los grandes soportales, decenas de musulmanes
reposan tumbados, a la vez que charlan, e incluso varios aprovechan para vender
algunas ofrendas en pequeños tenderetes.
Para los musulmanes tener el cabello rojo sigue siendo
honrado, así que muchos de ellos se lo tiñen
o colorean para estar más cerca del profeta Mahoma.
De vuelta al autobús tomamos rumbo con dirección a
Agra, a la que llegaríamos sobre las 5 de la tarde.
Agra, la ciudad del Taj Mahal
Una vez en Agra nos dirigimos directamente a nuestro
hotel. Como todos en los que nos estábamos quedando, fantástico, y con una
exquisita decoración. Nos dan la bienvenida con un collar de flores y degustar
algunos aperitivos.
Una
vez dejado todo en la habitación, de nuevo, Nieves y yo nos dispusimos con mapa
en mano, a dar una vuelta por la zona musulmana de Agra, en los alrededores de
la gran mezquita.
Antes,
le consultamos a nuestro guía por esa zona, y él rápidamente nos dijo que no
era recomendable, y más cayendo la noche. Tanto Nieves como yo ya llevábamos
muchos kilómetros a nuestras espaldas, así que atendiendo a lo que nos había
dicho y junto a nuestra experiencia, buscamos un Tuc-Tuc, negociamos con él (200
rupias) y nos dirigimos hacia esa zona.
Eran siete kilómetros los que nos separaban del hotel,
de este modo quedamos con el conductor que nos llevara, y pasadas dos horas
volviese a por nosotros. Tiempo suficiente para ver la zona y nutrirnos de ese
espectacular ambiente musulmán. Para no
despistarnos del tuc-tuc (porque todos parecen iguales) fotografié el lugar de
donde nos tenía que recoger, y a la vez al conductor con el tuc-tuc.
Una
vez allí, el gentío abarrotaba las estrechas callejuelas adyacentes a la gran
mezquita. Todos nos miraban raro al pasar, quizás también influía por el color
rosáceo de la falda de Nieves que con un pequeño dibujo en la parte baja la
hacía más llamativa.
Con la
noche ya apoderada de nosotros, la iluminación era escasa, y el gentío no
parecía aminorar. La vida agitada se respiraba en cada tenderte por el que
pasábamos. Ropas de muchos colorines dispersas por el suelo, kioscos de
bebidas, de dulces…puestos callejeros de todo tipo.
En un
par de ocasiones el corte de luz (bastante normal en la India) nos dejó
totalmente a obscuras. Así que a tientas seguíamos avanzando por aquellas
callejuelas repleta de personajes de lo más curioso.
Nos vamos deteniendo en cada una de las tienda,
algunas con unas condiciones higiénicas más que dudosa. Nos llama la atención
una de ellas, en la que venden barras de hielo al igual que en España hace ya
años.
En una gigantesca
sartén, dos afanados muchachos, fríen especie de unas tortitas tipo
buñuelo en un aceite bastante apagado de color. Algunos transeúntes se detienen
para tomar algunos. A mí, francamente me gustaría probarlo, ya que mi estómago
me dice que sí, pero por otra parte, mi instinto me dice lo contrario, así que
hago caso a lo segundo y solo me quedo en observarlo.
Lo que si hacemos es entrar en un restaurante hindú,
en el que los nativos se dan su comilona.
Nosotros
no comeremos, solo tomaremos algo embotellado, dos Coca-Cola. Nos sorprende el
precio de lo consumido. 15 rupias cada una (increíble, 18 céntimos de euro),
cuando lo que pagamos nosotros cada vez que comemos en restaurantes más
acondicionados es en torno a 100 rupias.
Y la comida ni decir, un plato que habitualmente
nosotros pedimos, cuesta entre 200-300 rupias, aquí el mismo no llega a 100.
Pero viendo las salsas, los recipientes y el lugar. Uno debe de tener claro
dónde comer y cuánto pagar, salvo que uno quiera ir directamente al hospital, que por
desgracia eso es lo que le pasa a mucha gente cuando va a la India. Aunque
quisiéramos, nuestros cuerpos no están tan adaptados como los suyos.
Seguimos paseando, cuando vemos la entrada a un
mercado, pues allá vamos, a seguir mezclándonos con el ambiente.
Parece que a estas horas algunos puestos empiezan a
cerrar, y los que más vemos son los vendedores de dulces, que dicho de paso
tienen una buenísima cara, pero con tantos insectos revoloteando alrededor, no
nos atrevemos a comer alguno.
Salimos del mercado y ya nos dirigimos a uno de los
laterales de la mezquita que es donde habíamos quedado con nuestro tuc-tuc
sobre las ocho.
Día 13. Agra
Llegó el día de visitar el Taj Mahal, actualmente
reconocida como una de las siete maravillas del mundo moderno, junto al Chichén
Itzá en México, el Coliseo de Roma, el Cristo Redentor de Río de Janeiro, la
Gran Muralla China, el Machu Picho en Perú y la ciudad de Petra en Jordania.
Teníamos que madrugar para visitarlo, así que a las
cinco de la mañana habíamos quedado. Abrían a las seis. La idea era verlo a
primeras horas cuando los colores del amanecer la hace más bella y además con
poca gente. A las cinco y media ya estábamos haciendo cola, éramos los
primeros. Así que con cara de sueño y algo hambriento esperamos en la puerta
(750 rupias la entrada para extranjeros).
Para
acceder al interior, los controles son rigurosos y exhaustivos. Tendremos que
pasar por un arco de detección de metales. A las mujeres le hacen abrir sus
bolsos y todo aquel que lleve una mochila, al igual será registrado. Debemos de
recordar que india es susceptible al terrorismo y de hecho ya ha habido varios
atentados en los últimos años.
Mientras que esperamos a que los compañeros pasen el
correspondiente control, aprovecho para echar un vistazo a los edificios y a
los jardines de la entrada.
El Taj
Mahal, la joya turística de India pertenece al patrimonio de la Humanidad de la
Unesco desde 1983, con la siguiente descripción por las autoridades de la
Unesco.
“El Taj Mahal
es una joya del arte musulmán de India y una de las obras maestras del
patrimonio de la humanidad más admirada de forma universal”.
Esta maravilla arquitectónica es una pieza maestra de
perfectas proporciones y exquisita simetría realizada en mármol blanco decorado
con incrustaciones de piedras preciosas con la técnica florentina de la “piedra
dura”
Aunque
es cierto que estamos hablando de una extraordinaria obra de arte mogola, es sin duda una de las visitas obligadas
cuando se viaja a la India, siendo este el icono turístico por excelencia.
Es impresionante, claro que lo es. Es hermoso,
majestuoso, imponente y en él caben todos los calificativos de grandeza, pero
quizás no era mi destino preferido, puede que sea por lo turístico, lo
masificado y lo explotado que está. Pero estando en la India hay que visitarlo.
Vista del
Taj Mahal desde el Fuerte Rojo
Este edificio fue construido por más de 20000 artesanos y obreros
traídos para su construcción desde lugares tan lejanos como Persia, Turquía,
Francia e Italia, a los que llevó 23 años construirlo, empezándose en el año
1631 y terminándose en 1654.
Este “Poema de amor en mármol” construido a orillas
del río Yamuna por el emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogola, fue
erigido en honor de su esposa favorita Arjumand Bano Begum, más conocida como
Mumtaz Mahal, que murió en el parto de su decimocuarta hija.
Este monumento ha
logrado especial notoriedad por el carácter romántico de su inspiración, siendo
uno de los lugares más visitados del mundo.
El emperador desconsolado inició casi enseguida la
construcción del Tajj Mahal como ofrenda póstuma. Todos los detalles del
edificio muestran su naturaleza romántica y el conjunto hace alarde de una
estética espléndida.
Se dice que después de terminar dicha obra arquitectónica
el emperador hizo que a los obreros se les cortara las manos para que jamás se
viera otra obra igual.
Cientos de inspiraciones poéticas han seducido a viajeros, poetas y escritores, como por
ejemplo la realizada por Rabindran Ath Tagore:
“Una lágrima
en la mejilla del tiempo”
O la escrita por Rudyar Kipling:
“El Taj Mahal
parece la encarnación de todas las cosas puras, de todas las cosas santas y de
todas las cosas infelices. Este es el misterio del edificio.”
Cuando entramos y después de atravesar los jardines y
el pórtico, vemos allí de frente el imponente edificio, nuestros rostros quedan
impactados por contemplar tanta belleza.
El majestuoso edificio blanco hacía que resaltaran aún
más los cientos de saris de colores que paseaban por los alrededores del recinto.
Admirar, fotografiar y disfrutar de esos maravillosos momentos era lo que
constantemente me venía a mi mente. Estaba en el Taj Mahal.
Ya llevaba algo más de una hora dando vueltas por este
recinto. Era impresionante percibir tantas sensaciones. Ya dentro del edificio
(bastante austero y sin prácticamente decoración alguna) se encuentran los
mausoleos del emperador y de su querida esposa.
En su lecho de muerte, a los 74 años pidió que se le colocara un espejo para ver la tumba de su esposa.
Tras dos horas y media de visita por el complejo del
Taj Mahal, lo fuimos abandonando para dirigirnos directamente a nuestro hotel y
darnos un buen desayuno, pero antes quisimos inmortalizar el momento con todos
los miembros del grupo,fotografiándonos
delante del Taj Mahal.
El fuerte rojo de Agra Situado a solo 2,5 km al
noroeste del Taj Mahal y ubicado en la
orilla oeste del río Yamuna, éste está construido en piedra arenisca roja (a lo
que se debe el nombre) por el emperador mogol Akbar entre 1565 y 1573.
Podríamos
decir que realmente se trata de un palacio amurallado, encerrando en su
interior un impresionante conjunto de palacios y edificios señoriales con
estilos arquitectónicos que varían desde la complejidad de lo construido por
Akbar y la simplicidad de lo construido por su nieto Shah Jahan y rodeado de un
profundo foso que se llenaba de agua del río Yamuna.
Se
accede a este impresionante complejo a través de “Amar Sing gate”
encontrándonos una vez dentro a la derecha el “Jahangiri mahal”, único palacio que data del reinado de Akbar.
Declarado como Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco en 1983, esta es la fortaleza más importante de la India.
Las murallas
de la ciudadela culminan en almenas apuntadas, miden unos 20 metros de alto y
su longitud total es de 2,5 km. En su lado este, junto al río, es recto; el
resto traza un arco hacia el oeste y está protegido por el foso.
En su
interior podemos disfrutar de la visita de numerosos edificios palaciegos,
quizás un de los rincones más bellos es el Khas Mahal un enorme salón de mármol
blanco repleto de columnas ornamentadas.
Además de recorrer el interior de los palacios, no nos
podemos perder las impresionantes vistas que rodean a este lugar, sin olvidar
la panorámica del Taj Mahal en la orilla del río Yamuna.
En todo el recinto del fuerte encontramos una gran
cantidad de detalles por los distintos rincones de los palacios: puertas,
techos y columnas, todos ellos realizados por muchos artesanos anónimos y que
durante los años de su construcción colaboraron de alguna forma para crear esta
verdadera obra de arte.
El Taj Majal
visto desde el Fuerte Rojo
El fuerte
visto desde el Taja Mahal
Sobre el mediodía abandonamos el Fuerte para
dirigirnos al hotel, ya que a las 13,30 tendríamos que hacer el check out y a
las 18 horas partiríamos hacia la
estación de trenes con dirección a Benarés.
Varios
detalles del interior del Fuerte con el colorido de los saris hindúes
Tren Agra-Varanasi (Benarés)
A las 20,30 horas partiría nuestro tren hacia Benarés.
Como nos teníamos que desplazar hasta una localidad
cercana (unos 40 km) e íbamos con tiempo,
hicimos una parada en los tenderetes callejeros de Agra para
abastecernos de comida (sobre todo fruta) y bebida para todo el viaje, ya
que pasaríamos toda
la noche en
el tren y
teniendo en cuenta que sería nuestra primera
experiencia en este atractivo medio de locomoción, había que ir bien preparado.
Ya cerca de la localidad de donde teníamos que coger
el tren, el caos circulatorio era tremendo, no había forma de avanzar, el
autobús quedaba atascado entre tanto coche, gente, tuc-tuc…los minutos pasaban
y al final llegamos con el tiempo justo, algo más de las ocho. La obscuridad
invadía la zona de la estación, no se veía nada, solo se escuchaba el gentío
que iba de un lado hacia otro, y los muchos porteadores que se acercaba a
nosotros para llevarnos las maletas. Corriendo hacia nuestro andén llegamos
quince minutos antes de la hora prevista de salida.
Mientras que
esperabamos el tren disfrutamos de curiosas
escenas y de pintorescos personajes que asomaban por la estación. Los
trenes que paraban iban atiborrados de gente, no cabía ni un solo alfiler.
Los
vendedores de comida aprovechaban la parada para acercarse a las ventanillas y
ofrecer sus delicateces.
Casi una hora después de la salida prevista cogimos
nuestro tren. Un compartimento de literas
para cuatro personas. Nieves y yo y una pareja de jóvenes madrileños, aunque ella era
argentina, pero llevaba tiempo en Madrid, él era médico y ella psiquiatra.
Viajaban solos, si bien, llevaban todo concertado con una agencia de viajes que
se encargaba de recogerlo en cada uno de los destinos ya prefijados. En una
larga conversación nos comentaron que recién llegados a la India cayeron
enfermos, con una fiebre alta, vómitos y diarrea. Según nos comentaron comieron
pescado en mal estado y eso hizo que estuvieran un par de días a base de
medicinas. Ya lo dije al principio, es importantísimo saber lo que uno se lleva
a la boca…
El compartimento estaba bastante aceptable, pudiendo
dormir toda la noche. Mucha diferencia
había con los otros vagones de segunda clase en el que la gran mayoría de
hindúes viajaban. Todos apiñados en asientos en no muy buenas condiciones. Para
mí era inevitable avanzar por todos aquellos vagones hasta el final del tren y
curiosear la vida del mismo. Francamente nosotros podíamos decir que viajamos
cómodo como cuatro europeos adinerados (eso sería lo que los otros pasajeros
pensarían), quizás hubiera preferido viajar al igual que ellos para compartir
más de cerca esta experiencia.
La hora de llegada estaba prevista entre las 5,30 y
las 6, llegando al final a las 8,15. Esto es normal, raramente un tren llega a
su hora.
Ya amaneciendo, por los pasillos del tren se escuchaba
a un muchacho (vendedor, chai wallahs) que voceaba “chai”, “chai”, “chai”. Era
la hora del té. El masala chai es una bebida típica de la india consistente en
una mezcla de té con especias y hierbas aromáticas. 10 rupias la taza (12
céntimos).
Día 14. Varanasi (Benarés)
Al bajar del
tren, los porteadores se acercan rápidamente hacia nosotros. Se les identifica
bien porque visten con una túnica roja y pantalones claros.
Este
país es increíble, no se cansa uno de presenciar curiosas imágenes. Pero encontrar
las vacas tumbadas a sus anchas en el andén es algo difícil de imaginar. Junto
a ellas, familias enteras duermen en los mismos andenes a la intemperie.
Al fondo nuestros
compañeros madrileños.
Ya en la estación nos esperaba un microbús que nos
llevaría directamente a nuestro hotel, el Hindustam international, como todos los anteriores, muy buen alojamiento. En la recepción, el saludo de “Namaste”, término que constantemente utilizan los
hindúes para dar la bienvenida y normalmente acompañado por la inclinación
ligera de la cabeza hecha con las palmas abiertas y unidas entre sí, ante el
pecho, en posición de oración. Reparto de habitaciones, un buen desayuno y a las
diez de la mañana quedamos de nuevo para recorrer la espectacular e
impresionante ciudad de Varanasi. De toda la ruta prevista en la India, este
era sin lugar a dudas mi lugar favorito y el que con más ganas quería
disfrutar. Es un destino místico, espiritual, religioso…la ciudad de Shiva a la
orilla del Ganges, es una de las ciudades más antiguas del mundo y ante todo la
más sagrada de la India. Ciudad eterna, de la muerte, la luz y la vida como la
califican los hindúes.
Lo primero que hacemos es visitar “el templo de la
Madre India”, un lugar tranquilo y apartado del caos de Varanasi, construido en
1918.
Su principal atractivo es un enorme mapa de mármol
blanco esculpido en el suelo donde se puede ver todo el subcontinente indio en
relieve. Observándolo desde arriba, uno se da cuenta de lo gigante
y diverso que puede llegar a ser la India.
Me llama la atención en la zona norte del mapa el
pliegue formado por las gigantescas montañas de la Cordillera del Himalaya. Aunque
la entrada es gratis siempre hay que dejarle algunas rupias al encargado de
quedarse con los zapatos.
El objetivo de sus fundadores es que este templo
represente la unión de todas las religiones y culturas que conviven en la
India.
Nieves y yo nos separamos del grupo, queriamos recorrer y
vivir esta milenaria ciudad a nuestro aire, sin tanta gente donde decidir que
hacer, sin prisas. Realmente la queríamos descubrir.
Así que lo
primero que hacemos es situarnos en el mapa, y dirigirnos a la zona del río
Ganges donde se encuentran todos los ghats. Está lejos, con lo que negociamos
coger una tricicleta para que nos llevase (100 rupias). Queremos hacer un
recorrido por casi todos los ghats del Ganges, por lo que nos dirigimos al que
está situado más hacia el sur, el Ghats “Assi”.
Nuestro conductor va pegando tumbo, quizás por el
mismo pedaleo. Según avanza, vamos curioseando y fotografiando todo aquello que
nos llama la atención, y son muchos los detalles que vamos descubriendo. Las
basuras se amontonan en los márgenes de las calles, encargándose las vacas de
limpiarla a base de ir comiéndolas.
Benarés
o Varanasi (de los ríos Varuna y Assi) es una de las siete ciudades sagradas
del hinduismo, así como para el jainismo y el Budismo. Antiguamente conocida
también con el nombre de kashi. Es la ciudad más sagrada de la India y
principal centro de peregrinación. Se cree que una de las cuatro cabezas del
dios Brahma descansó aquí, y que aquí cayó la mano izquierda de la diosa Sati
(esposa del Dios Shiva). Se dice que quien muere aquí o a menos de sesenta
kilómetros de la ciudad queda liberado del ciclo de las reencarnaciones.
El escritor satírico estadounidense Mark Twain
escribió: “Benarés es más antigua que la
historia, más antigua que las tradiciones, más vieja incluso que las leyendas,
y parece el doble de antigua que todas juntas”.
Los baños en el río Ganges se consideran purificadores
de los pecados. En su paso por esta ciudad el río Ganges cuenta con un
importante grado de contaminación. Según la tradición todo hinduista debe de
visitarla al menos una vez en la vida.
Una
vez situados en el Ganges después de que
nos dejara nuestro conductor, vemos que toda su orilla está repleta de Ghats,
(áreas situadas en forma de escalinatas o graderío que acceden al río, lago o
estanque y se utiliza como lugar de las abluciones hinduistas, aunque también
como lugar de limpieza e higiene, También existen ghats específicos para las
cremaciones que permiten lavar con agua sagrada las cenizas de los muertos) ubicados
todos unos a continuación de otro.
Junto
al Ghats de Assi encontramos a un grupo de hindúes realizando una “puja” (culto) a los dioses por el
fallecimiento de algún ser querido. Mientras que uno hacía sonar una campanilla,
otro canturreaba con sonidos muy repetitivos, a la vez que entregaban distintas
ofrendas de comida y bebida.
Muchos son los indigentes, santones y otros tantos
curiosos personajes que duermen por la orilla del Ganges, al abrigo de pequeños
altares con toda una serie de símbolos
hinduistas.
Para pasar de
un ghats a otro, hay veces que no lo podemos hacer por la misma orilla, asi que
nos adentramos por el laberinto de estrechas callejuelas que los separa.
En nuestro callejeo por esa zona podemos ir
contemplando como transcurre la vida íntima de las familias hindúes más
humilde.
Hay veces que incluso notamos una pequeña sensación de
vértigo en términos de inseguridad.
Las
callejuelas se encuentran en muy malas condiciones, a veces son tan estrechas
que entre los excrementos de las vacas y las basuras amontonadas tenemos que
estar pegando saltos para poder seguir avanzando.
Los
niños corretean y juegan descalzos
ajenos a nuestra presencia, tras de ellos, se encuentran amontonadas
decenas de toneladas de leña a la espera de ser utilizada para la cremación de
algún difunto.
Es
curioso como en estas callejuelas la vida transcurre con normalidad, al igual
que todos los días. Salen a comprar, a vender a intercambiar. Se acercan a los
ghats para realizar sus lavados, se asoman a sus templos para rezar…todo con
naturalidad como todos los días.
Y aquí nosotros, Nieves y yo como dos europeos
curiosos no dejamos de sorprendernos de esta cultura, de esta tradición, está
religión y sobre todo esta filosofía de vida tan distinta a la nuestra.
Dos muchachas se afanan en la labor de freír unas
tortitas que de forma tan natural realizan en un rincón de la calle. Ellas,
engalanadas con todos sus abalorios y sus saris, de unos intensos colores rojos y morados, siguen
envolviendo y aplastando las tortitas sobre un simple papel de periódico.
Una de ellas penetra su mirada en mi rostro, la otra,
tímida se oculta tras su pañuelo de color lila. Cuando me aparto, levanta su
mirada y se la dirige a Nieves, cuando vuelvo, de nuevo su tímido rostro
desaparece, como queriéndome evitar.
¡Qué
espectacular y distinto resulta todo esto!, Seguimos avanzando por las
callejuelas en busca de los otros gahts, de nuevo nos tenemos que detener. En
esta ocasión una abuela con un crío nos llama la atención. A nuestro paso, nos
extiende la mano en busca de algunas rupias. Yo abro mi cartera y saco algún
que otro billete. Ella con la mirada nos lo agradece, el crío sin saber de qué
va la historia nos lanza una pequeña sonrisa tras las payasadas que Nieves le
hace con las manos.
Ahora hemos salido a otro ghats, pero tiene unas
empinadas escalinatas y además abajo está totalmente embarrado, así que
volvemos hacia atrás en busca del siguiente. Debo de recordar que son bastante
frecuente las crecidas del río Ganges y que una vez que baja de nivel, las
orillas quedan totalmente embarradas.
Desembocamos en otro ghats en el que estaban haciendo
una cremación. Solo pude fotografiarla desde lejos ya que estando presente en
la cremación está totalmente prohibido. Es lógico es un funeral.
Un muchacho hindú se acercó a nosotros y nos dijo que
si la queríamos presenciar. Solo los hombres podíamos estar en primer plano, Nieves se tuvo que quedar más
hacia atrás.
El intenso olor humeante penetraba en mi cuerpo; el
sofocante calor parecía abrasarme, cuando a lo lejos se escuchaba el grito y el
llanto de algunos familiares; de repente, un grupo de perros salvajes empezaron
a pelearse en medio de la cremación. Unos se lanzaban sobre otros, otros
corrían a gran velocidad; los ladridos de algunos de ellos parecían ensordecer
la escena. Nieves me agarró por detrás aterrorizada, yo de igual forma estaba espantado
por aquella dantesca imagen de los perros. El muchacho que nos acompañó nos
cogió a los dos, como protegiéndonos y nos apartó. Pasados algunos minutos todo
volvió a la normalidad pero más de uno con el corazón sobresaltado. Son
momentos difíciles de olvidar.
Esta ciudad tiene algo; tiene magia, todo es distinto:
lo que se ve, lo que se respira, lo que se siente…
De
nuevo salimos a una de las calles principales, paralela al río. El bullicio
comercial se respira en cada tenderte por los que vamos pasando. Es difícil no
chocar con los cientos de ciclorickshaws y motos con las que nos encontramos de frente
o incluso los que nos envisten por detrás. Cogemos uno para que nos lleve al
Ghats de Harischandra (70 rupias), nos deja en la plaza principal, a partir de
ahí tienen prohibido el acceso por la de miles de personas que circulan por la
calle.
Una
vez en el Ghats (uno de los más importante y quizás de los más turísticos)
pudimos presenciar otra cremación. Pero antes, los vendedores de los tenderetes
te reclaman para que les compre unos pequeños platos repletos de pétalos de
variadas flores, mezclados con una pequeña cera encendida.
Una
vez adquirido lo colocas en la orilla del río Ganges en forma de ofrenda a los
dioses, en el que cuando lo colocas tienes igualmente que pedir un deseo.
Nieves de forma espiritual y con gran inspiración hindú colaboró con esta
creencia.
Muchos son los críos que se dedican a esto, encontrándose
siempre preparados para cazar a algún viajero despistado y sacarle algunas
rupias. De forma voluntaria te imponen que le des algún billete; con uno de 10
o 20 rupias ya es más que suficiente. De algún modo colaboramos con ellos y
hacemos que más de uno pueda comer.
Muchos de los
ghats tienen sobre sus escalinatas los templos hindus, en donde muchos de los
hinduistas lo utilizan para realizar su último rito de la extremaución a
aquellos que no necesitan la limpieza del fuego para purificar su alma, como
por ejemplo los niños y las embarazadas.
Es todo un impacto en forma de disfrute cuando por una
parte observamos los santones, en ocasiones semidesnudos, en la puerta del
templo, las señoras con sus coloreados saris hacer la colada en las aguas del
Ganges, los críos vendiendo las ofrendas a los viajeros y a originarios,
algunos hindúes con posturas extrañas de yoga en las escalinatas junto a la
orilla, otros vendedores improvisados tirando de carretillas u otros con simples cestas
cargadas de pétalos…
Es todo un espectáculo de imágenes y que solamente se
puede vivir aquí, en la ciudad de Varanasi.
Es mediodía, y aunque estamos disfrutando de lo lindo,
tenemos que dejarlo de momento y buscar algún sitio para comer. ¿Pero dónde?
Llevábamos un libro en el que nos indicaba algún lugar interesante con comida
hindú.
Así
que nos lanzamos hacia el laberinto de callejuelas de la parte más vieja de la
ciudad y empezamos a buscar y andar. Al primero que llegamos no nos gustó con
lo que seguimos en busca del segundo; a esto que se nos pega un guía
improvisado, insistiéndonos que él nos llevaría. No había forma de que se
despegara, así que seguimos con él. Andamos y andamos por este caos de
callejuelas atiborrada de gente. La nueva dirección que le dimos era de otro
buen restaurante, en quince minutos llegamos con nuestro guía. Mala suerte solo
abren por la noche.
Seguimos en busca de otro bar que él nos había
recomendado. Tras otros diez minutos y ya totalmente perdidos llegamos a él;
estaba en obras con lo que otra vez a andar.
Yo ya me estaba cabreando, hambriento, y entre tanto
caos, me sentía algo agobiado, así que le dije que nos llevara a un lugar
cercano y que estuviera bien. En cinco minutos llegamos a otro bar, que seguro
que sería de un colega suyo, ¿Qué había de comer?, nada. Con lo que nos
pedimos unas bolsas de patatas y unas
cervezas bien caras (4 €) pero también fresquitas. Por fin estábamos sentados y
en plan tranquilo, así que repetimos el mismo refrigerio y aperitivo.
Nuestro guía improvisado nos quería seguir mareando de
tienda en tienda (en todas las que se llevaba comisión por llevar a los
turistas), ya cansados le tuvimos que dar un ultimátum. Se acabó esta es la
última, así le dijimos; por fin nos desprendimos de él.
Nieves quería comprar algunos regalos, así que de
nuevo a callejear y de tiendas, pero por lo menos a nuestro aire.
Estaba mirando un escaparate cuando se dirigieron a mí
una pareja de jóvenes, eran israelitas, empezaron a preguntarme y hablarme
sobre algo en inglés, pero francamente no los entendía, así que llamé a Nieves
(recuerdo que es profesora de inglés en la escuela oficial de idiomas de
Valencia) para ver qué es lo que querían.
La
pareja, al día siguiente partían para Nepal. Tenían un librote gordo de la
India (de Loney Planet) y nos lo querían dar para no cargar con él, así que
gratuitamente nos lo dieron.
Seguimos callejeando pero ahora dirigiéndonos al Gaths
de Manikarnika, este es de visita obligada y es el principal Ghat de
cremaciones. Se trata de uno de los más antiguos y es venerado dentro de la
religión hindú.
Las familias incineran a sus muertos colocados sobre
una pila de leña. Esta se vende por kilos (unos 300 kg por incineración). Solo
acuden a la incineración los hombres. Las cenizas se arrojan al Ganges. Según
su religión con la incineración su alma se libera y llegan al Nirvana. Para
todos aquellos que no son incinerados, es decir sumergidos en el río, su
llegada a la Nirvana y posterior reencarnación se retrasa.
No son incinerados en 5 supuestos: Los Santones, los niños,
las embarazadas, el muerto por la picadura de una cobra y los leprosos, a los
cuales ya se consideran puros por su condición
o por el sufrimiento anterior a su muerte.
En estos casos el
cadáver es envuelto en una tela y arrojado al Ganges con una piedra
atada al cuerpo y que ayuda a que se hunda más rápidamente. En muchas ocasiones
estas cuerdas se rompen y los cuerpos aparecen putrefactos en alguna orilla del
Ganges.
Tampoco
se podrán incinerar aquellos que no puedan pagar la leña, en estos casos son
también arrojados al río.
Aunque
ellos están inmunizados y acostumbrados a estas aguas, he de recordar que ellos
se asean y lavan en el mismo río, para
nosotros sería arriesgarse demasiado si quisiéramos bañarnos en sus aguas, ya
que fácilmente podríamos coger alguna enfermedad infecciosa, puesto que aparte de los cuerpos arrojados a las
aguas, las cenizas de los cuerpos incinerados, muchos de los desagües de Varanasi van a parar al río.
Antes de
presenciar la cremación estuvimos un rato por la zona del ghat y en la orilla
del río disfrutando de cientos de curiosas imágenes. Solo hay que sentarse en
la escalinata y dejar que los minutos pasen. Ante nosotros transitarán
personajes de lo más curioso.
Familias enteras con sus crios se
situan en el entorno de las cremaciones (lejos de ellas) bajo unas sombrillas,
muchas veces aquí pueden pasar horas haciendo su vida.
Estando en el Ghat de nuevo nos salió un guía. ¿Queréis ver
una incineración desde un excelente mirador?, nos preguntó. Estaba claro que él
lo conocía, así que aceptamos con todas las posibles consecuencias que nos
podíamos imaginar. Pero muchas veces si te arriesgas, descubres, sino, tienes
que buscarlo tú, y quizás no des con ello, y más en este lugar que es
tremendamente delicado.
Así que nos fuimos con el y empezó a meternos por verdaderos
rincones espelugnantes.
Callejones
con cientos de toneladas de leña amontanada para todas las incineraciones. Las
cabras caminan a sus anchas por lo alto de los maderos. La basura se encuentra
inmersa en esa estampa como algo normal y habitual. ¡Es raro que no viese una
vaca por aquí!
Tras algunos minutos andado por aquellas montoneras de leña
llegamos a una terraza. Ese sería nuestro mirador. Efectivamente una vista
inmejorable, ya que las incineraciones las teníamos justo debajo de nosotros.
Al asomarnos, aquello resultaba dantesco y difícil de presenciar para aquellas
personas con una cierta sensibilidad a estos temas. La ceniza revoletaba frente
a nuestros ojos e incluso a esa altura podíamos notar el sofocante calor. Eran
varias incineraciones a la vez.
Vista de la incineración desde la terraza
Una vez en la
terraza, nuestro acompañante nos dijo que estaba totalmente prohibido
fotografiar, por una cuestión de respeto a su religión. Aunque comprobé después
que si hay dinero de por medio esto se puede conseguir.
Nieves y yo
nos apoyamos sobre una balaustrada y empezamos a presenciar todo aquello. Ya lo
se que es difícil de entender, pero estando allí tan cerca no pude evitar el
intentar hacer alguna fotografía. Así que con la camara colgada y entre los
barrotes de la balustrada hice un par de fotos apuntando directamente hacia
abajo, Más tarde miraría haber que había salido.
A los cinco
minutos subieron rápidamente dos hindúes pidiéndome que les diera la cámara, ya
que desde abajo me habían visto hacer fotos. Yo les dije que no, a lo que ellos
me quitaron la cámara para ver la pantalla y correr las fotos que había hecho
para comprobarlo. Yo rápidamente las borré antes que ellos se percataran. Empezaron
a amenazarme que llamarían a la policía para que me arrestasen o les tenía que
pagar 7000 dólares por la infracción. Uno de ellos sacó el teléfono e hizo como
que llamaba a la policía, yo les insistía que mirasen la cámara haber que foto
había hecho (ya las había borrado). La escena se estaba calentando y Nieves se
envalentó, cogió su cámara y dijo que iba a grabar todo lo que estaba
sucediendo para poderlo atestiguar. Nuestro acompañante medió en la trifulca y
la cosa se tranquilizó. Solo pude recuperar la foto donde parcialmente se veía
la cremación con todas las vacas en la orilla. Posiblemente todo esto sería un
montaje para sacar el dinero.Hay que tener
precaución con las estafas en este ghat.
De nuevo
bajamos y nuestro guía improvisado nos acompañó hasta las escalinatas del ghat
adjunto. Le dimos 200 rupias y él bien contento nos saludó con su corrpondiente
“namaste”.
Seguimos
respirando de este ambiente, intentando mantener conversación con algunos de
los comerciantes que a base de risas y señas nos pudieron comentar algunas
curiosidades de la zona.
Muchos viajeros
y turistas despistados tienen que ir con los ojos bien abiertos porque los que melodean por la zona están al acecho
de cazar a algún extranjero desorientado, y puedo asegurar que más de una vez,
uno se queda realmente aturdido con tanto caos. Muchas veces la experiencia y
el sentido común es el que nos hace de guía para que nos podamos aventurar en
aprender de todo este mundo, pero con el menor riesgo posible.
Nos
desplazamos ahora para el Ghat de Dasahwamet y contemplar una actuación sobre la
ceremonia de las cremaciones. Primero, algunos hindúes limpian de barro toda la
zona por las crecidas del Ganges.
Es como un teatro preparado para los
turistas y que daba comienzo a las seis de la tarde en las mismas escalinatas
del Ghat. Tras un rato viéndolo y resultándonos un tanto aburrido después de
todo lo visto durante el día, decidimos marcharnos hacia el hotel junto con
otros compañeros de nuestro grupo que también estaban allí. Negociamos con varios
tuc-tuc y cenamos en el hotel. Rápidamente nos fuimos a la cama porque al día
sigiente habría que madrugar ya que haríamos una ruta en barca por el Ganges
para ver el amanecer y acercarnos para seguir viendo mas incineraciones.
Día 15. Varanasi (Benarés)
Llegó uno de
los dias más esperados, un recorrido en barca por el Ganges.
Debido a las grandes crecidas del río
producida en las semanas anteriores, no estaba nada claro que se pudiera
realizar dicho paseo.
De hecho se
habían suspendido, pero milagrosamente esa misma noche avisaron a todos los
guías que el recorrido se podría hacer. De este modo, a las cinco de la mañana
quedamos para dirigirnos hacia el Ganges y ejecutar tan deseosa experiencia.
Al amanecer es cuando se recomienda realizar esta ruta ya que
los colores apagados de la mañana hacen que resalten con mayor intensidad los
templos, las cremaciones, las barcas…el río.
A las cinco y media de la mañana ya nos habíamos situado en
el Ghat de Dasashwameth que es donde saldríamos. Las imágenes que empezabamos a
presenciar eran improsionantes, a estas horas el río ya tenía vida.
Nos fuimos para uno de los embarcaderos y allí todos nos
montados en una barca, acompañados por un grupo de tres hindúes para controlar
el recorrido.
El trayecto
duraría una hora y media aproximadamente y recorreríamos toda la orilla del
Ganges en la que se encuentran todos los Ghats.
En algunos de
ellos presenciaríamos las cremaciones (desde lejos), en otros disfrutaremos del
colorido de los saris que visten las señoras, en otros los brahamanes rezando y
ejecutando ejercicios de yoga. Y todos sumergiéndose en las aguas de Ganges.
Aquí, es sus
aguas sagradas vendran a rezar, a lavarse y a realizar los ritos que todo hindú
debe cumplir.
En el mundo
hay ríos que solamente con mencionar su nombre, evoca a historia, a antiguas
culturas y religiones. Esto pasa con el Ganges, al igual que me pasó hace unos
pocos de años con el Tigris y el Eufrates, cuna de la humanidad en aquellas
tierras lejana de la alta Mesopotamia, en la actual Turquía.
Iniciamos la ruta por este legendario río. De pronto me
vienen a la cabeza cientos de imágenes que había visto una y otra vez en varios
reportajes sobre Varanasi. Pero ahora estaba aquí, no iba a soñar, lo tenía
delante de mi, y por lo tanto aunque mis ojos están algo adormilados por los
sucesivos madrugones y palizones, no me quiero perder ni un solo momento, ni un
solo detalle de este tan esperado día.
La barca empieza a avanzar junto a otras tantas, y que al
igual que la nuestra van cargadas de viajeros procedentes de muchos rincones
del mundo.
Según ibamos
avanzado, pensaba en lo que había leido en otras tantas ocasiones; ¡aparecerá
algún cuerpo flotando en estas aguas turbias y contaminadas!
Tendríamos
suerte, no vimos ninguno, aunque si varias cremaciones a las que nos fuimos acercando para poderla
contemplar desde cerca de la orilla.
Es curioso,
nosotros aquí, contemplando todo este panorama y ellos en su velatorio
espiritual sintiendo la pérdida de un ser querido. Os imagináis ellos paseando en
un coche de caballos y contemplando el entierro en un cementerio católico. ¡Que
curioso es el mundo y cuantos puntos de vista diferentes nos podemos encontrar!
Ellos de
forma natural, se lavan en estas aguas sin que tengan necesidad de pensar en
algo distinto a lo que su religión les impone. Es el Ganges, río espiritual y
sagrado. Es su obligación como creyente sumergirse en estas aguas, sin pensar
en esa contaminación, o en enfermedades o en posibles consecuencias adversas.
Tras casi una
hora de marcha, nuestra barca empieza a dar la vuleta retornando hacia el ghat
de Marikarnika que será nuestro lugar de desembarco.
Una vez allí tenemos que esquivar el amplio barrizal que ha dejado
las crecidas del río. Ésta, mezclada con los escrementos de las vacas que andan
por allí dispersas, hacen un poco difícil el poder andar.
Un grupo de
hindúes se acercan a mi acosándome para que les de unas rupias para las
cremaciones. Fueron unos pequeños momentos de agobio.
Decenenas de toneladas de leña se agolpan entre las casas
formando pequeños pasillos. Cuadrillas completa de muchachos colocan con esmero
los miles de troncos para ser quemados.
A esas horas de la mañana la actividad en la calle era
frenética. Los que se encargan de las incineraciones preparan todas las piras
para las ceremonias, los tenderetes de frutas y verduran dan colorido a estas
horas tempranas, y la multitud de gente empieza a ir de un sitio hacia otro.
Saliendo ya
del Ghat entre el labirento de callejuelas anexas al mismo, nos dirigimos hacia
nuestro autobús e ir al hotel para darnos de un buen desayuno. Sobre las 10 de
la mañana nos fuimos un poco a descansar del tempranero madrugón y de nuevo
quedamos a las 12,30 para visitar el templo budista de Sarnath, situado a unos
10 kilómtros de varanasi.
Sarnath es una de la cuatro ciudades santas del budismo, siendo el lugar
histórico donde buda por primera vez predicó el budismo, dando nacimiento al
Dharma, y cuna de la primera comunidad
budista.
Según las crónicas, dos siglos después de la muerte de Buda, doce mil
monjes budistas vivían en Sarnath. La ciudad floreció, especialmente en cuanto a
arte y religión budista, gracias al patrocinio de ricos reyes y mercaderes de
la vecina Varanasi.
En el siglo VII había unos 30 monasterios y 3000 monjes, así como algunos
templos hindús y un templo Jainista, pero la ciudad fue saqueada y devastada
por los turcos musulmanes y cayó en abandono hasta que fue descubierta
posteriormente por expediciones arqueológicas de Alexander Cunninghan.
Nos dirigimos directamente hacia el templo principal en el que hay una
estupa llamada Chaukhandi, se cree enterrada debajo de la misma alguna reliquia
de Buda.
Tras descalzarnos y dar algunas rupias por poder fotografiar, accedimos a su
interior en donde hay un pequeño buda adornado con todos sus abalorios y flores
en el mismo altar.
Según los budistas las cuatro nobles verdades son:
1-
La existencia
es sufrimiento.
2-
El origen del
sufrimiento es el deseo (ambicion)
3-
El
sufrimiento puede extinguirse si se extingue su causa
4-
Para
extinguir el sufrimiento, se debe seguir el noble camino y asi alcanzar el
Nirvana.
Ya fuera del templo, anduvimos por unos jardines en el que un grupo de
budistas estaban orando junto a un enorme Buda. Nos llamó la atención un grupo
de señoras, a las que con un poco de reparo las pude fotografiar. Sus miradas
estaban perdidas, penetrantes, por momentos daba la sensación de traspasar mi
propia cámara. Parecía nunca haber visto alguien de fuera de sus propias
localidades. Mi mirada se dirigió hasta sus pies. Éstos adornados con anillos
en cada uno de los dedos.
Con la hora del mediodía encima nos quedamos en un pequeño restaurante muy
modesto ubicado junto a los jardines del templo budista. Más que comer fue un
aperitivo algo copioso ya que tampoco había mucho donde elegir, pero por lo
menos fue muy barato.
…Y al salir del restaurante me seguía esperando mi vendedor particular.
Hacía más de una hora que me estaba siguiendo, me quería vender un cuenco
tibetano del que yo estaba interesado, pero que quería que me lo dejara a buen
precio. Así que tras insistir e insistir y tras vuelta y vuelta, poco antes de
subir al autobús me lo dejó a la mitad de precio.
Nos dirigimos hacia nuestro hotel, de donde teníamos que partir hacia la
estación de trenes con dirección a Delhi, nuestro último destino en la India.
La salida del tren estaba prevista a las 18,30 horas con lo que nosotros a
las 17,30 partimos hacia la estación.
Ciento de gente se algopaba en los andenes. El calor era sofocante. Las
botellas de agua se acababan según se empezaban. Algún que otro compañero le
dio como una pequeña lipotimia.
La suciedad se adueñaba de las vias del tren, en donde los roedores
correteaban a sus anchas, mientras, algunos muchachos descalzos con bolsas
rudimentarias en sus manos se encargaban de recoger las latas y botellas
arrojadas a las vias.
Una hora despues llegaría nuestro tren, así que salimos con
una hora y algo de retraso. Nos dirigimos a nuestro compartimento, en el que
seríamos acompañantes de una pareja de señoras hindúes. El tren emprendió la
marcha y tras un rato de charlas nos echamos a dormir en nuestras
correspondientes literas.
La llegada estaba prevista sobre las 6,30 de la mañana, pero a esa hora
todavía estábamos a muchos kilómetros de Delhi, así que con cinco horas y media
de retraso por fin llegamos a nuestro destino.
Día 16. Delhi
Al llegar con tantas horas de retraso, eso implicó que perdiéramos
el desayuno que
teníamos acordado con el hotel
(el mismo en el que ya estuvimos cuando llegamos a India). De
ese modo exigimos
que nos pusieran la comida
sustituyendo al desayuno. Tras unas charlas con el director del hotel,
con nuestro guía, con la agencia, por fin pudimos convencerlos de que el
retraso no era responsabilidad nuestra y que por lo tanto ellos tenía que
asumir esa tardanza. No aseamos tras una larga noche de tren y a la 1 quedamos
para almorzar.
A continuación y en una visita a la japonesa (nunca mejor dicho)
recorrimos algunos lugares desde el mismo autobús. Asi que poco decir de esta
impresionante metropoli, en donde la pobreza extrema se respira por algunos
rincones de la ciudad y la riqueza exuberante se palpa en las zonas más
pobladas por los antiguos conquistadores británicos.
Nos dirigimos directamente a la Gran mezquita del viernes La jama
Masjid. Una de las mayores mezquitas de la India y el principal centro de
culto para los musulmanes. Dimos un paseo por los alrededores y de nuevo al
autobús.
Situada en frente del Fuerte Rojo (visto por nosotros desde lejos y a
través de las ventanillas del autobús) esta mezquita fue construida por el
emperador mogol Shah Jahan entre 1644 y 1658. Se dice que participaron más de
500 artesanos en su edificacion aunque
el principal arquitecto fue Ostad Khalil. Está construida sobre una pequeña
colina a la que se accede por una escalinata.
Junto a la Mezquita, las callejuelas del
viejo Delhi están atiborradas de gente,
de tenderetes y de un ruido infernal, y que podemos observar desde nuestro
autobús.
Ahora
que escribo esto, francamente tampoco tengo mal sabor de boca el no haber
conocido Delhi, quizás porque ya venía bastante satisfecho de todo lo vivido,
experimentado y visitado de la India.
Así que lo visto desde este autobús y nada es prácticamente lo mismo.
Como bien he dicho antes un paseo a la japonesa.
Dejamos el viejo Delhi y nos dirigimos
hacia las grandes avenidas y los enormes parques (Delhi es una de las ciudades
del mundo con más zona verde) para ver los edificios gubernamentales como el palacio
presidencial Rahtrapathi Bhawan, el parlamento y la Connaught Place.
Claro,
desde el autobús es difícil apreciar nada. El guía te lo dice y tú te lo crees
y de paso, si puedes sacar una foto a toda velocidad pues suerte que hemos
tenido.
Nos dirigimos ahora al Rajghat o tumba
de Gandhi. Como todos sabemos Mahatma Gandhi, fue una de las figuras más
importantes del siglo XX y el máximo exponente del movimiento pacífico por la
independencia de la India. La huella de este hombre está presente por todo el
país. India se encuentra orgulloso de este personaje y de ahí los numerosos
espacios urbanos y la multitud de estatuas erigidas en su nombre.
En medio de una gran explanada de
césped, una gran losa de mármol negro, repleta de flores, sobre la que se eleva
una llama permanente es el lugar donde descansan los restos de este héroe
reconocido y admirado mundialmente. El acceso al mismo es gratuito, aunque como
hay que entrar descalzo siempre habrá que dejarle algunas rupias al que guarda
los zapatos. Es un lugar de visita obligada para cualquier viajero que pretenda
visitar Delhi.
Como última visita en Delhi, fuimos a
ver el interesante templo Sij. Un hermoso edificio de mármol blanco del que
destaca una gran cúpula dorada. Entre sus numerosas dependencias encontramos la
sala de oración, la cocina y el comedor, al que todo el mundo está invitado
independientemente de la religión que profese.
Es un lugar místico, y destino de
peregrinación de los sijs e hinduistas. Acuden para purificarse con el agua
sagrada de su piscina que consideran tienen propiedades curativas.
Cuando llegamos lo primero que hicimos fue
trasladarnos a una sala en la que tuvimos que cubrirnos la cabeza con un
pañuelo de color naranja y que enroscado sobre la misma nos tuvieron que ayudar
a ponerlo.
Este palacio fue construido por el Rajá
jai Singh en el siglo XVII y pocos años después fue habitado por un importante
gurú sij.
En esta época una epidemia de cólera asoló la ciudad.
El gurú ayudó a los afectados ofreciendo ayuda y agua fresca procedente del
pozo de la casa. El agua de este pozo es ahora considerada como curativa. Sijs
procedentes de todo el mundo acuden al templo para recoger el agua milagrosa.
Junto
al templo un estanque está rodeado por una serie de columnas que forman una
especie de claustro. Además, el pavimento realizado en colores vivos y con
dibujos geométricos hace una bonita estampa en su conjunto.
Durante un par de horas estuvimos recorriendo el
templo y los alrededores. Nos llamó la atención que muchas mujeres llevaban
atado a su cintura una lujosa y decorada daga, siendo uno de los cinco
artículos de la fe del sijismo. Ésta es una religión fundada por Gurú Nanak
(1469-1539) que se desarrolló en el contexto del conflicto entre las doctrinas
hinduistas e islámicas durante los siglos XV y XVII.
Abandonamos el recinto y con la tarde ya avanzada nos
marchamos hacia el hotel. Todo el grupo quedó sobre las 20,30 horas para irnos a cenar y despedirnos de la India
en nuestra última noche.
Día 17. Delhi-Estambul-Madrid
Nuestro avión tenía la salida prevista a
las 6 de la mañana, con lo que tras una extendida cena del día anterior, sobre
las 23 h. nos fuimos para el hotel e intentar descansar algo, ya que el día
siguiente tendríamos una jornada larga.
La sorpresa fue cuando nuestro guía nos
dijo que a la 1,30 nos recogería para dejarnos en el aeropuerto. Como, si sale
a las 6, ¿tanto tiempo antes? Pues si esa fue su respuesta. Así que con el
tiempo justo de dar una cabezada y casi sin dormir, a esa hora tempranera
partimos al aeropuerto.
Las calles de Delhi estaban desiertas,
solo algunos perros callejeros deambulaban de un sitio para otro, y muchas,
muchísimas personas durmiendo en las calles al raso. Algunos en las aceras
cercanas a los semáforos, otros en las medianas de la carretera, otros junto a
su tuc-tuc, y familias enteras bajo un cielo estrellado.
En poco
más de media hora llegamos al aeropuerto. Pasamos todos los rigurosos
controles fronterizos: Sellado del pasaporte, comprobación de visado,
cumplimentar formulario y registro de equipaje. Una vez dentro del
vestíbulo, a esperar, esperar y esperar
hasta la hora de facturación. Sentados en la terraza de un bar tomamos un café
y otro más, dándonos tiempo para charlar y charlar e intercambiar impresiones
sobre este impresionante país. Una hora y media antes de la salida por fin
abrieron la ventanilla para facturar, y de nuevo a esperar.
Ya dentro del avión fue sentarnos, y al poco quedarnos
dormidos. Solo el despertar vino cuando las azafatas nos trajeron algo para
comer, y de nuevo a dormir. A las 10,30 (hora local) llegamos a Estambul. De
nuevo a esperar. Aquí algunos compañeros tomaban un avión con dirección a
Barcelona y otros con dirección a Madrid. Salimos a las 13,20 y llegamos a la
capital de España sobre las 17 horas, dando aquí por finalizado este fascinante
viaje, que ha sido realmente enriquecedor, y en el que a nivel personal me ha
transmitido muchas sensaciones y en más de un momento me ha dado por pensar lo
maravilloso de este mundo; de culturas,
religiones y costumbres tan distintas, y
que aprendiendo de todas ellas nos hacemos más tolerantes, compresivos, abiertos
y flexibles.
F I N