martes, 9 de diciembre de 2008

Luxemburgo Julio/80









LUXEMBURGO EN INTER RAIL

El país de los bosques

Este pequeño país centroeuropeo, que junto con Bélgica y Holanda forman el Benelux. Con más de mil años de historia, se ha convertido en uno de los estados más prósperos de la Unión.





El Gran Ducado de Luxemburgo, ese es su nombre oficial, perteneció a Alemania hasta el año 1848, que se convirtió en Estado independiente.
Se distingue dos regiones; al norte el sector de las Ardenas, boscosa y fría, formado por el llamado “Oesling”. Y al sur el “Gutland” con relieve en cuestas, y es donde se concentra la mayor parte de la población.

Tiene un clima continental con veranos cálidos e inviernos duros.
Luxemburgo, capital del Gran Ducado formada por la ciudad vieja, situada sobre un risco arriba del río Alzette, desde donde se divisa valles pintorescos y la boscosa región de las Ardenas; la ciudad nueva, en el sureste. Ambas están unidas por viaductos. La ciudad vieja, que data del siglo X, conserva los restos de antiguos fuertes fundados por romanos y francos. El palacio ducal (1572), el edificio del ayuntamiento, y la catedral gótica de Notre Dame (1613-1623). La ciudad nueva, fundada en el siglo XIX, y el suburbio nororiental de
Kirchberg albergan varias instituciones
De la Comunidad Económica Europea, como el Tribunal de Justicia.
Echternach, fue mi siguiente destino. Pequeña ciudad situada en la frontera con Alemania separada por un caudaloso río.




Eran las diez de la mañana cuando el autobús procedente de Luxemburgo me dejaba en su pequeña estación. Busco mi agenda en uno de los bolsillos de la mochila, y pregunto por la calle de Berta. Aquí es donde vive mi amiga. Una luxemburguesa que conocí justo el
año anterior en un viaje por Londres, y con la que durante ese tiempo me estuve carteando.

Andando y tras preguntar a varias personas, por fin di con el sitio. Vaya lugar, de ensueño, idílico. En lo alto de un monte, y mirando hacia las montañas, Berta en su casa, esperaba mi llegada.
Tras presentarme a su familia, me alojaron en una buhardilla que se encontraba en la parte superior de la casa. Al abrir las ventanas, una leve brisa me azotó en la cara, la vista era espectacular: bosques, prados, montes y al fondo Echternach, la cual tras algunos minutos de charla fuimos a visitar.

Belgica Julio/80

BELGICA EN INTER-RAIL


CIUDADES MEDIEVALES



Bélgica es un país dividido. Las provincias del sur ( Hainaut, Mamur, Lieja y Luxemburgo ) son valonas, y en ella se habla francés. Las de Flandes, Amberes y Limburgo, en el norte son flamencas y en ella se habla el flamenco, un dialecto del holandés.
Bruselas, en el centro es un islote lingüístico. En Lieja se habla también alemán.







Bélgica es un pequeño país que junto con Países Bajos y Luxemburgo forman el Benelux. Con una extensión de poco más de 30000 kilómetros, donde en la zona del sur, en las Ardenas predominan grandes masas boscosas, y el norte y oeste destacan las grandes llanuras aptas para la agricultura.
Bélgica es miembro fundador de la unión europea, y es uno de los países con mejor nivel de vida de todo el continente.
Su patrimonio artístico, sus catedrales y sus ciudades medievales son un reclamo más que suficiente para visitarlo.
Durante diez días recorrí las ciudades de Bruselas, Gante, Brujas y Amberes, donde la aventura fue el factor predominante de este viaje, sobre todo en cuanto a las pernoctaciones se refiere.
Al se un país pequeño, moverse entre las distintas ciudades es fácil y rápido, en cada estación de trenes se puede sacar billetes válidos para todo el día, con lo que no tenemos más que montarnos en el tren y trasladarnos a nuestro destino.




Amberes fue mi primer destino, es la segunda ciudad de Flandes, famosa por su catedral gótica, por ser la capital mundial del diamante, y por haber albergado a personajes y artistas de la talla de Rubens.
Las calles más pintorescas se concentran en torno a la plaza mayor de Grote Mark.
Durante dos noches pernocté en un famoso albergue juvenil ubicado en el mismo centro de la ciudad. Estos albergues tienen el inconveniente de cerrar pronto por las noches y por consiguiente te obligan a regresar temprano, y esto lógicamente cuando se está visitando un país, si es un fastidio.




Aunque con un poco de suerte, como me sucedió en este albergue, si das algo de dinero te pueden facilitar las llaves y llegar a cualquier hora de la noche.
Como ventaja son muchas; cuando viajas solo conoces a muchos viajeros que igual que tú, viajan solos: cambias impresiones, experiencias etc. Además el ambiente es ameno, divertido y saludable.
El recorrido por las calles de la zona antigua es agradable y sosegado, cuando se sale de ellas, las grandes avenidas hacen su aparición. Decenas de joyerías

salpicadas por la ciudad invaden al viajero, sus escaparates, a cual más suculento y atractivo nos muestran verdaderas joyas de diamantes, que casi siempre se queda en contemplar y no comprar.

Brujas, es de estas ciudades que nunca se olvidan. Romántica y misteriosa, medieval.


Sus calles respiran historia, y pasear por ellas es hacer un viaje por el pasado.
Con mi amiga Angelika, una alemana de Munich y de profesión violinista, recorrí esta hermosa ciudad.
Sus canales medievales, sus edificios históricos, su aire romántico dejan una huella imborrable en la memoria.


El corazón de Brujas se encuentra en Grote Mark, circundada por espléndidas fachadas como las del palacio provincial, el salón de los tejidos y el imponente monumento conocido como la Atalaya, símbolo de la libertad y de la autonomía de la ciudad.
El viajero quedará verdaderamente embrujado al navegar por los sinuosos canales medievales, los Reien, mientras contempla los antiguos monumentos que los rodean, junto al Lago del Amor, en su Beaterio, o reposando plácidamente en las terrazas de los cafés. Casi toda la ciudad es medieval, dentro de sus murallas se pueden contemplar numerosos monumentos importantes.
Es un gran museo al aire libre. El centro es un laberinto de callejuelas, plazas y canales llenos de encanto. Brujas, la ciudad mística y maravillosa, merece ser recorrida a pie ya que está rodeada de canales y parques que constituyen un entorno sin igual.








Gante, a solo 45 kilómetros de Brujas y 55 de Bruselas. Dicen que quien no ha visto Gante se pierde la mitad de Bélgica por ver, y la verdad es que tienen razón. Si Brujas es una de las ciudades más bonitas, no sólo de Bélgica, sino del resto del mundo, Gante no lo es menos. Sus dos ríos, bañan la ciudad, envuelta entre calles, edificios e iglesias que hacen de la visita un auténtico retroceso al medievo. Sus principales atractivos turísticos son: El centro de la ciudad, donde se encuentran el canal Leie y las tres torres gigantescas. Lo recomendable es visitar la ciudad a pie, pudiendo incluso coger un barco que navega por el canal. El antiguo mercadillo de telas, Lakenhalle, La Fuente de los Arrodillados, o el Ayuntamiento, Stadhuis, considerado como una de las obras más importantes de la arquitectura del país, representan el centro histórico de la ciudad, que anuncian el paso al conocido barrio de Patershol, lugar favorito para bohemios y artistas.
En este caso, Ana, maría, Montse y Silvia, cuatro profesoras catalanas fueron mis acompañantes en el recorrido de esta bella ciudad, me alojaron en su hotel y me dieron cobijo cuando lo necesité.
En las afueras de Gante, es también recomendable la visita a los varios molinos allí existentes, que entre sus caminos y campos se encuentran dispersos entre los canales.



Bruselas es la capital de Bélgica y también de la Unión Europea, alberga la sede del parlamento y comisión europea, así como de la OTAN. A pesar de este hecho, que parece marcar tanto la imagen en la ciudad, Bruselas y su millón de habitantes conservan su ambiente provinciano, antiguos barrios populares y una rica vida cultural. La referencia y centro de esta ciudad es la Grand Place. Aquí se encuentra el Ayuntamiento, rodeado de otros tantos edificios, donde sus fachadas son el deleite del viajero. Bruselas es una ciudad moderna, muy moderna, cosmopolita, donde fácilmente nos encontramos gente de todos los rincones del mundo, pero cuando nos movemos por la parte antigua, la gran capital parece estar reducida a un solo pueblo de provincia.













Uno de los grandes objetivos cuando se viaja a esta ciudad es descubrir el famoso Maneken Pis. Cuenta la leyenda que un gran incendio se declaro en esta hermosa ciudad, cuando estuvo casi a punto de desaparecer, un niño lo intentó sofocar con un gran “pis”. Esto es solo una leyenda, pero lo que no es, es la búsqueda desesperada de esta escultura por el centro de Bruselas. Atónito se queda uno, cuando en un pequeño rincón, detrás de la Grand Place, de dimensiones minúsculas y ataviado con distintas vestimentas nos encontramos con este pequeño símbolo, donde todos los viajeros extrañados lo contemplan y piensan en voz baja “ pensaba que era bastante mayor”.


El Atomium, monumento construido en 1958, es el más representativo de Bruselas, es una representación de un átomo. Simboliza el elemento químico del Hierro con sus 9 átomos pero aumentado en 150 mil millones de veces. En su momento fue creado para honrar a la industria atómica. Su creador es el arquitecto André WATERKEYN. Fue construido en 18 meses y pesa aproximadamente 2400 toneladas y posee una altura de 102 metros. Se puede subir por ascensor o por escaleras mecánicas, desde arriba podemos tener unas buenas vistas de la zona de Heysel y si tenemos suerte y no esta nublado podemos tener magnificas vistas de toda Bruselas. En una esfera esta el restaurante Chez Adrienne en las demás esferas podemos visitar exposiciones.
“Es la una de la madrugada, y yo sentado junto a mi mochila, en la Grand Place, acompañado por otros tantos extranjeros, que al igual que yo, charlan y comparten experiencias viajeras........., pero esta noche no sé donde dormiré. Uno de ellos, Jaime, un español afincado en Bruselas desde hace varios años me invita a su casa, o mejor dicho a la casa de los españoles trabajadores, estudiantes, perdidos, colgados, despistados, abandonados.... Me aventuro en esta andanza por las calles de Bruselas, son las dos de la mañana, y no hay bar, disco, pub en el que no intente entrar, una cerveza aquí y otra allí .... y otra más, esta es la última.
Ya casi a las cuatro de la mañana, por fin llegamos, pero ¿ donde he llegado ?, es una casa de ocupas !!, a tientas y sin luz pude encontrar una habitación. Difícil tarea, ya que casi todas estaban ocupadas por no sé cuanta gente. Por la mañana, muy temprano y casi sin dormir abandoné ese <> que durante esa noche me albergó”.















Holanda, Julio/80

HOLANDA EN INTER-RAIL


Un pequeño país bajo el nivel del mar



Datos de interés:

Curiosidades: Toda persona mayor de 18 años puede comprar hasta 5 gramos de marihuana o hachís en los lugares llamados “ Coffee shop “, que se hallan bajo el control legal e impositivo del gobierno holandés.
Religión: católicos 31%, Iglesia Reformada Holandesa 14%, calvinistas 8%, musulmanes 3,9%, otros 4,1%, no profesan 39%.
Idiomas: holandés (oficial); frisón y sajón; turco, árabe, kurdo y de otras comunidades inmigrantes.
Capital: Ámsterdam. Aunque el gobierno reside en La Haya, Amsterdam conserva el carácter oficial de capital del país




Hay un refrán holandés que dice: Holanda es de los holandeses, y nunca mejor dicho. Este país ( Países Bajos ) con los años ha ido ganando terreno al mar y construyendo grandes diques para que sus tierras queden protegidas contra la furia del mar.
Holanda es un minúsculo país que junto con Bélgica y Luxemburgo forman lo que es el BENELUX, situado a caballo entre los países nórdicos y Europa central, su gente, quizás de los más liberales de toda Europa: cultos a rabiar y con una gran tolerancia hacia todas las culturas, religiones y razas. En este país una gran parte de su población son emigrantes ( muchos españoles que encontraron allí trabajo en los años 60 y 70 ).
Aunque el nombre real es Países bajos, es más conocido como Holanda, siendo éste realmente el nombre de una de las regiones en las que divide el país.


Conocido mundialmente por sus canales, campos de tulipanes, molinos de viento, bicicletas, tranvías, luces rojas, sexo tras los escaparates, y la legalización del consumo de droga. La combinación entre todos estos ingredientes hace que este país sea uno de los más visitado de Europa.
Fácil de recorrer por sus dimensiones reducidas, y con una infinidad de atractivos, me dispuse a recorrerlo junto con otros tantos países europeos en Inter-Rail.


El Inter-Rail es un BILLETE que te da derecho a coger todos los trenes "normales" en el área de validez del mismo. Hay distintas modalidades de inter-Rail (con distintos precios) dependiendo de la edad que tengas a la hora de salir.
Como es un billete de tren, se compra en cualquier taquilla de RENFE y en muchas agencias de viaje.
El billete te da la libertad de escoger el itinerario que deseas hacer. En principio es conveniente prefijar un cierto itinerario base y, en función de lo que nos vayamos encontrando, variarlo a nuestro antojo.


Inter-Rail es sinónimo de libertad. Podremos elegir nuestro destino entre un montón de opciones, quedarnos el tiempo que queramos en la ciudad que nos guste, o salir si no queremos ver nada más. No estamos sujetos a ningún plan preestablecido por ninguna agencia, que siempre te obliga un poco a someterte a lo que pone en un folleto.Por supuesto, tampoco te está esperando un autocar a la llegada a la estación o al aeropuerto, y tampoco se encarga nadie de los billetes, o de las entradas para tal o cual sitio, de modo que todo depende un poco del espíritu viajero de cada uno. Evidentemente, yo prefiero elegir lo que hago con mi tiempo.

Durante 10 días recorrí las ciudades de Ámsterdam, Rótterdam, y Groninga. Acompañado solo por mi mochila, saco de dormir y un gran entusiasmo por conocer este mundo. Conviví con alemanes, vascos, holandeses e ingleses, y todos ellos conocidos en los distintos albergues y sleepin ( grandes locales donde necesitas el saco de dormir para pernoctar ) repartidos por el país.


Mi primer destino fue Ámsterdam, conocida como la Venecia del norte, ya de pequeño soñaba con conocerla. Es una ciudad mágica de noche y hermosa de día.
Esta ciudad combina sus amplios canales y numerosos puentes con la original arquitectura de los siglos XVI y XVII. Pasear por sus calles, donde cientos de bicicletas sale a tu encuentro es una gozada para el viajero. Los puentecillos atraviesan los canales, algunos cortos otros largos, estrechos, anchos, pero siempre de una innegable belleza. En los márgenes de las orillas, son muchos los barquitos que se encuentran atracados y que utilizan como vivienda durante todo el año los holandeses.



Las obras de los famosos artistas como Rembramt y Van gogh se pueden admirar en los muchos museos existentes como el célebre Rijksmuseum.

Cuando el día da paso a la noche, las calles del barrio chino cobran vida. Los puentes con sus luces rojas nos muestran el camino a seguir para adentrarnos en este inigualable mundo de la vida nocturna. Cada pocos metros los sex shop, sex film, sala de fiestas, de copas, de alterne y todo un mundo de placeres pecaminosos repartidos por todos sus rincones.

Pero sin lugar a dudas lo más llamativo y curioso de este barrio es la presencia tras los escaparates de las mujeres que ejercen la profesión más antigua. Como si de unas maniquíes se tratasen, con poses llamativas intentan atraer a los potenciales clientes, para una vez dentro, y tras echar las cortinas el negocio se fragua, y pasado algún tiempo la historia se vuelve a repetir.
Si entras a tomar una copa en los muchos bares existentes, la barra del local, no solo hace su función, sino que a la misma vez que tomas algo, por debajo, son decenas de televisores proyectando de forma permanente películas “X”, donde el cliente se encuentra inmerso en el mundo del sexo.


Contrariamente a lo que puedan pensar mucha gente, el barrio chino de Ámsterdam es uno de los mayores atractivos turísticos, y no verlo sería como ir a Sevilla y no ver la Giralda.
Rotterdam ha pasado de ser una ciudad pequeña a una de las ciudades principales portuaria del mundo. Pero en el siglo XIX la situación era muy diferente. La conexión entre Rotterdam y el Mar del Norte era muy mala. Entre Rotterdam y el mar se encontraba una gran área de
estuario/delta con muchos pequeños canales. Para mejorar la situación, se excavó un canal enorme, el Nieuwe Waterweg ("Nueva Vía Acuática"), entre Rotterdam y el Mar del Norte, para conducir los ríos Rin y Mosa al mar, y para desarrollar una conexión confiable entre el mar y el área del puerto.. Sin embargo, hacia los años 1960, el puerto se quedó pequeño. Así pues, los humedales situados entre la ciudad y el mar fueron transformados en un complejo industrial enorme: Europoort ("Puerta de Europa", también "Europort") a lo largo de la boca del Nieuwe Waterweg. Actualmente tiene el puerto más importante de Europa, y uno de los más grandes del mundo.
La ciudad alberga el famoso Museo Boymans-van Beuningen y el jardín zoológico Blijdorp contiene la más bella colección de aves del paraíso del mundo
Debido a los daños sufridos en la II Guerra Mundial, Rótterdam se ha convertido en una ciudad extraña, diferente de aquellas otras ciudades centroeuropeas cuyos centros históricos reflejan el barroco de nuestro siglo. En Rótterdam, esto no existe: la planificación de las vías, aceras y carriles para bicicletas es perfecta, todo se alcanza rápidamente tanto en coche como a pie o en bicicleta. La ciudad parece haber sido diseñada por ordenador: todo es nuevo. Sin embargo, si algo convierte a Rótterdam en ciudad admirada, es, sin duda, la obsesión arquitectónica de la que ha sido objeto.
Puede, sin embargo, Róterdam decepcionar a quien busque en ella a la hermana pequeña de Amsterdam. No solo la historia, las calles, los edificios, sino también el ambiente en la calle, el turista (ausente en Róterdam -hasta el punto de que hay quien, de entre sus habitantes, no habla inglés-) y el día a día no concuerdan con el estereotipo de ciudad holandesa. Las vistas de la ciudad en la noche merecen, sin duda, la mayor admiración. Pasear por sus calles observando los dibujos formados por las luces de los rascacielos, cruzar los tres grandes puentes de la ciudad portuaria en bicicleta o pararse a respirar el aroma salado de las aguas con más poder comercial de Europa son pequeños placeres de los que no encontrará ninguna referencia en las guías de viajes.
El tiempo que estuve en esta ciudad tuve la gran suerte de conocer a un gallego, el cual me enseñó todos los rincones nocturnos de esta gran metrópoli, que aprovecho para decir, que son muchos y algunos muy peligrosos, de ahí que no es conveniente recorrerlo solo.
En las cercanías del puerto una torre-mirador ( Euromast ) de 185 metros de altura conocida como La "torre eiffel" de Rótterdam sobresale de forma esbelta. Para subir, una plataforma giratoria nos llevará hacia arriba, donde la vista de la ciudad es impresionante, llegando a alcanzar una distancia de 30 kilómetros en los días claros ( no es lo habitual ).
La estructura es obra del arquitecto Maaskant y se construyó en 1960 con motivo de una exposición llamada la Floriade.
Groninga También conocida como Stad en Ommelanden, que significa "ciudad y tierras circundantes". Algunos groningueses hablan dialectos del bajo sajón ( dialecto alemán ).
Esta ciudad es, sobre todo, una ciudad universitaria. Sin embargo como consecuencia de una rica historia, hay bellísimos edificios, patios y monumentos, además de una arquitectura moderna.
En Groninga se pueden visitar entre otras cosas la Torre Martini, que es el orgullo de la ciudad, el jardín botánico Hortus Haren, en el que encontrarán una maravillosa colección de insectos y disfrutar de una visita a la ciudad en barco o en caballo.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Kurdistan (Turquía), Agosto/89 frontera Siria,Irak,Iran y Armenia (30 días)


El KURDISTAN TURCO.

Hacia la tierra de los kurdos.


En el extremo este de Turquía, arraigados a su suelo polvoriento y árido, nos encontramos con un pueblo de antiquísimas raíces. Separados por límites fronterizos, aunque no por sentimientos; con una superficie dudosa y sin una cifra exacta de habitantes, nos adentramos al descubrimiento de este insólito lugar, algo más allá de las puertas de Asia.



Con un afán de aventura y ansia de descubrir un pueblo distinto, al que solo por referencias y lecturas habíamos accedido, era ya el momento de ver aquellos lugares que desde hace siglos fueron enclave importante para tantas civilizaciones y por los que pasaban aquellas legendarias caravanas de la ruta de la seda.
Acompañados solo por un pensamiento occidental y dispuestos a descubrir aquellos mitos que durante tanto tiempo corrieron por oriente, comenzamos nuestra ruta.


¡El Kurdistán es increíble!,
 cierto que lo es, pero más lo llega a ser su gente. Encrucijada de civilizaciones que aportaron un poco de su historia para formar lo que hoy es la idiosincrasia de un pueblo que, por encima de todo, se aferra a su fe y su religión.
Abandonando el verdor de la costa del mar negro, nos dirigimos hacia Anatolia oriental. La tierra se vuelve yerma, pero no por eso menos bella con el serpenteo de las montañas de altitudes similares a los 3000 metros, y de color indefinido.


La soledad es la que impera durante muchos kilómetros y nos acompaña con un absoluto silencio, frente a un paisaje jamás visto, con una sensación misteriosa, indescriptible.
Después de muchas horas de viaje y sin cruzarnos con vehículo alguno, por fin se llega a un pequeño pueblo de nombre Bayburk. La tierra parece teñir también la vestimenta de sus mujeres, que impuesta popularmente es de rafia similar a la usada para los sacos, sin más ornamentación ni forma definida.



Después de casi 600 kilómetros, siempre hacia oriente, terminamos en la extraña ciudad de Kars. Se dice de los nativos de esta ciudad que son desconfiados y fríos, pero la realidad es bien distinta. Una vez que toman contacto con el viajero, se tornan hospitalarios y gentiles, pero sobre todo curiosos. Los hay también interesados y empujados por un naciente interés de lucro hacia el turismo, que de forma insipiente comienza a llegar a su ciudad, atraído por las cercanas ruinas de Ani , cuya visita requiere un permiso de la oficina de turismo y un visado de la policía de Kars.

Al caer la tarde se percibe como las mujeres se van ausentando de las calles para dejar paso al gentío masculino, el cielo va apagándose y el silencio penetra en los oídos, perturbado sólo por el canto del almuecín.



Ani, la ciudad en ruinas a 44 kilómetros de Kars, es realmente fascinante, irreal, que se levanta en medio de los campos alineados a lo largo del río Arcapay, frontera natural entre Turquía y la Republica de Armenia. Desde allí se pueden ver las atalayas de los vigías ( antes rusos ), y es por su situación estratégica por lo que está completamente prohibido visitarla portando cualquier tipo de cámara fotográfica o de video.


Previamente a traspasar la muralla que la rodea, un soldado se encarga de registrar a los viajeros para comprobar que todo está en regla.


Ani fue en principio la capital de un pueblo urartiano, y luego de un estado armenio ( 953-1045), seguidamente fue conquistada por los bizantinos y vuelta a conquistar por los selyúcidas de Irán , a los que siguieron los georgianos y finalmente los emires kurdos.


Su destino continuó siendo agitado hasta la llegada de los mongoles en 1235, que expulsaron a todos y a cada uno de los pueblos anteriores. Pero los mongoles eran nómadas y la vida sedentaria no tenía ningún aliciente para ellos, así que Ani fue desapareciendo con el paso de los siglos.


Aún sigue siendo asombroso como un estado completamente descuidado se mantienen tras las murallas los vestigios de ocho iglesias, un convento, la ciudadela, una mezquita, la catedral y a orilla de la garganta varias cavernas que aquella época debieron estar habitada.
Bordeando la frontera de Armenia y de Irán nos dirigimos hacia Dogubayazit, en busca del legendario monte Ararat, El viaje lo hacemos en “ dolmus “, vehículo local tipo minibús para 12 personas en el que normalmente llegan a subir hasta más de 20, si escapan a los controles policiales de carretera. El motivo: cuantos más viajeros, más barato es el billete que se va repartiendo entre todos.


Durante el trayecto, la curiosidad de esta gente es inevitable y emprendemos una conversación por medio de gestos, algo absurdos pero llevaderos, mientras el dolmus sigue recogiendo pasajeros por los caminos, allí donde no hay paradas, ni pueblo alguno en muchos kilómetros a la redonda, como aparecidos de repente. Sin embargo, aunque en el pequeño vehículo ya no hay espacio ni para respirar, procurar no molestar al extranjero, que es el único que tiene derecho a ocupar completamente su asiento.


Las fronteras armenias e iraníes quedan a nuestra izquierda, pegada a la carretera, y ellos no cesan de indicarnos con la mano donde estaban las antiguas republicas soviéticas, con una sonrisa pícara. Diseminados a lo largo del camino, los campamentos nómadas con sus rebaños de cabras y ovejas, cuyos dueños nos miran atónitos.


Durante siglos este pueblo ha estado dedicado al pastoreo y la ganadería, que es su mayor riqueza. Con la lana de un determinado tipo de oveja se fabrica los killins, alfombras kurdas cuyos dibujos y textura varían dependiendo de la zona donde hayan sido tejidas. Así un killins de Anatolia central no se parece en nada a uno de los que se fabrican en la misma frontera iraní, incluso más allá de ella.
Por la ventanilla del dolmus contemplamos por fin el famoso “ buyuk Agri “ , conocido como el gran Ararat, con sus 5165 metros de altura, y su cima siempre cubierta de nieve; donde se cree descansan los restos del Arca de Noé.


Dogubayazit a solo 35 kilómetros de la frontera con Irán y punto importante en las antiguas caravanas de la ruta de la seda, es hoy un lugar de paso para los comerciantes con destino a Teherán.
Bajo las faldas del monte Ararat, la ciudad recobra vida con su gente, bulliciosa, alegre y comerciante. De inmediato intentan establecer conversación con nosotros, desinteresadamente preguntan y te invitan a su tienda de alfombras, mostrándotelas orgullosos e invitándote a té para demostrar su cortesía..


A 7 kilómetros se encuentra el majestuoso palacio de Isak Pasá, que en lo alto de un monte y rodeado de murallas casi incrustadas en la tierra, se levanta majestuoso hacia el valle.
Este palacio es un vestigio de la arquitectura Selyúcida, Otomana, persa y Armenia, que afortunadamente está empezando a ser restaurado. Se construyó a instancia de Colak Abbi Pasá, pero fue su hijo, un jefe kurdo llamado Isak quién lo acabó. 


Bajando del palacio y acompañados por el aullido de los perros salvajes como si de lobos se tratase, contemplamos caer la tarde con una gama de colores verdes, azules y ocres, que se entremezclaban con la difusa luz del ocaso. Mientras tres niñas se acercaban a nosotros corriendo desde una casa cercana, gritando “ bombó “, “ Bombó “, y tocando todo lo que llevamos encima. La pobreza de sus ropas y peinados, con una expresión mucho más que dulce y esa forma curiosa de mirarte que tienen los niños del kurdistam nos conmovió. Tras el objetivo de mi cámara, y viendo tanta pureza y sencillez, alguna lágrima, sin quererlo se me derramó, mientras el diafragma de la cámara inmortalizó aquella imagen de la tres chiquillas y el monte Ararat tras sus espaldas.


La vida es realmente dura en esta tierra alejada de tecnicismos, donde un juguete puede ser una hoja de papel y un lápiz regalada por un loco viajero.
Nuestro siguiente destino en el recorrido sería la ciudad de Van. La mejor alternativa , olvidarse del camino oficial que siguen los autobuses y tomar un dolmus en cualquier agencia de transporte. El viaje aunque más corto, resulta duro por lo agreste del terreno. No obstante vale la pena cruzar los caminos pedregosos para acercarse a la gran cantidad de campamentos nómadas de tiendas blancas y marrones, de hombres salidos del medio que habitan, de mujeres a las que se distingue como una nota de color entre los rebaños de ovejas. Los perros totalmente extrañados por la presencia de visitantes, se tiran ladrando estrellándose contra las ventanillas del vehículo.


Y mientras, el gran Ararat queda a nuestras espaldas y el paisaje se convierte en una extensa manta de lava de color gris, el conductor del dolmus nos desvía a un lado del camino. Y allí donde nadie podría creer que existe agua, aparece una cascada y un río cruzada por un puente de tablas. Al otro lado del inseguro puentecillo, un humilde comerciante de killins nos muestra el arte de tejer antes de proseguir nuestro viaje.
A lo lejos el sol comienza a caer sobre las aguas saladas del lago de Van, junto a la ciudad del mismo nombre.


Van está situada en el sudeste de Turquía, en una de las zonas más conflictivas del Kurdistam. Hay tantos militares y policías, que es raro andar más de cinco metros sin tropezar con alguno. En las carreteras los controles comienzan a hacerse riguroso, los pasajeros son obligados a bajar del vehículo y mostrar su documentación. Cualquier sospechoso es registrado, y absurdamente para estas reglas, las mujeres de la zona permanecen en los vehículos sin someterse a todos los controles que deben pasar los hombres.
El Kurdistam es un pueblo que reivindica su independencia como tal nación que está repartida entre el sureste de Turquía, repúblicas de Armenia y Georgia, norte de Iran, noroeste de Irak, y norte de Siria. Los kurdos constituyen la minoría más numerosa y conflictiva del próximo oriente. Luchan por ser una patria tal y como se firmó en el tratado de paz con Turquía.
Kermal Atartuk realizó su programa nacionalista creando la república turca en los años veinte, ante lo que los kurdos reaccionaron tomando las armas para conseguir el respeto del nuevo gobierno a las cláusulas del tratado, pero fracasaron en su intento. El aire de descontento se respira al pasar por las calles de Van.


Al atardecer, todo queda reducido al murmullo de las tiendas de alfombras, killins, pipas talladas en espuma de mar, ( material fácil de modelar ), rosquillas, jarras de brillante cobre, bronce y estaño. Mientras el olor a Kebap, hecho con brochetas de carne entre las que se intercalan tomate, cebollas, y pimientos, se extiende invitándonos a probar bocado, y una musiquilla alegre nos empuja hacia una de estas tiendas.
El comerciante, un chico de unos veinte años, se acercó a nosotros amablemente ofreciéndonos una taza de té. Y sin poder evitarlo nos vimos inmerso en una charla sobre las cuestiones políticas de los kurdos. Este joven se defendía en un inglés fluido, aprendido en tan solo dos meses en la ciudad de Izmir, en la costa oeste del país. Es asombrosa la facilidad con que aprenden y el interés que muestran por todo idioma extranjero, especialmente por la lengua inglesa. Fue mientras estudiaba en Izmir cuando le apresó la policía, después de haber sido agredido por compañeros de su clase. Fue algo trivial, tan sólo manifestó durante una clase de prácticas que era del Kurdistán, pero esto ya fue suficiente para que le dieran una paliza y le agrediesen con una navaja a la salida de clase, para ser posteriormente detenido. Desde entonces la policía no ha dejado de controlarle. Y mientras contaba sus historias miraba de reojo a la calle y a todo el que entrase a su tienda por si lo vigilaban.


En ocasiones estos vendedores de killins importan sus mercancías desde el otro lado de la frontera, transportada en asnos a través de las montañas, siempre de noche y esquivando los controles de la policía.


A cuatro kilómetros de Van se encuentran las ruinas de la antigua ciudad, conocida como “ Van Kalesi “; o el peñón de Van, a la orilla del lago. Para subir al peñón y al castillo en ruinas, no hay escaleras ni caminos, pero rápidamente los niños se ofrecen mostrándote los atajos más fáciles para subir la muralla. Tristemente pueden contemplarse escrituras urartianas talladas en piedra, abandonadas y sucias a un lado de la muralla, al igual que una cámara funeraria excavada en la roca. Mientras los niños nos divertían explicándonos palabras en kurdo y turco, haciéndonos saltar de un lado a otro, esquivando las piedras.
Son en definitiva un pueblo aferrado a su cultura, a sus tradiciones, a su territorio, difícil de definir, por el que luchan duramente con escasos recursos y privados de ayuda de un gobierno que pretende acallar todo clamor independentista. Pero ante todo son gente sencilla que se aferra con esperanza a la tierra que los modeló, el Kurdistan.

Si queréis ver los otros destinos en este mismo viaje por Turquía, ahí van: