Viaje por
la Región de Aquitania, Francia (Diciembre/14)
En esta ocasión vamos aprovechar Rosa y
yo para darnos una escapada de cinco días por una de las regiones del sur de
Francia, Aquitania, concretamente la
que linda con el país Vasco y Navarra. Dentro de ésta, visitaremos una bella
comarca algo desconocida y de nombre Perigord,
repleta de hermosos castillos, bastidas (tipo de construcción de la edad
media con finalidad defensiva) y una de
las mayores cunas del buen vino francés. Además esta zona tiene la mayor
concentración de pueblos reconocidos por varios medios como los más hermosos de
Francia. De refilón también nos adentraremos en la región del Midi Pirinee pero
solo para ver la localidad de Rocamadour, el segundo pueblo más bonito de Francia
después de Saint Michel en la Baja Normandía.
Dicha ruta la haremos en coche propio,
los días comprendido entre Navidad y fin de año. Justamente pillamos una semana
de mucho frío, pero eso es normal, estamos a finales de Diciembre. Muchos piensan que estamos locos por
atravesar toda España para solo cinco días y recorrer un total de 2970 km. Yo
no lo veo así, desde Sevilla hasta la frontera se tarda algo más de nueve
horas, en sus 1000 km. Con las autovías ni te enteras, cuando te das cuenta ya
estamos allí. En esta ocasión, para aprovechar al máximo los días, salimos el
26 a las dos de la madrugada, con idea de por la mañana ya estar en Francia y
antes de llegar a Burdeos hacer una parada para visitar un par de pueblos
costeros del país vasco francés: San Juan de Luz y Biarritz.
Antes de nada, para situarnos en la geografía de este
país y ver su organización, tendré que decir que Francia está dividida primeramente en regiones. En
nuestro caso, diremos que estamos en la región administrativa de Aquitania
(Aquitaine) y las regiones a su vez se encuentran subdivididas en departamentos
(sería como en España hablar de comunidades autónomas y de provincias). La
región de Aquitania se subdivide en: Dordoña
(la Dordogne, capital Perigaux), Gironda
(la Gironde, capital Burdeos), Las
Landas (Les Landes, capital Mont de Marsan), LOT-Garona (LOT-et-Garonne, capital Agen) y los Pirineos Atlánticos (Les
Pyrénées-Atlantiques, capital Pau). La ciudad más grande de la región y su
capital es Burdeos (Bordeaux) por lo que
podemos tomar este punto como referencia para situarnos en el mapa.
Dentro de Aquitania nos encontramos con la comarca del Perigord que abarca las provincias de Dordoña y parte de Lot-et-Garona y que está definida por 4 zonas, a las que se les ha
asignado el color que cada diferente paisaje sugiere en su respectiva zona.
El Périgord Verde es la zona norte del Périgord que debe
su nombre al verdor de los campos y bosques que pueblan sus paisajes. La
capital es Nontron.
El Périgord Blanco, en cuya capital Périgueux los edificios que
componen su conjunto arquitectónico, están construidos con piedra de color
blanco.
El Périgord Negro por la oscuridad que sugieren los cerrados
bosques que componen. La capital de esta zona es la preciosa Sarlat-la-Canéda.
El Périgord
Púrpura, que como no podría ser de otra manera, es el color de las uvas y
sus afrutados caldos los que le dan este nombre a la zona. Bergerac es el nombre de su
capital vitivinícola.
Como en todos los
viajes que realizamos siempre hay cosas pendientes por visitar, ya que es
imposible abarcar todo y menos cuando se tiene que concentrar todo el viaje en
cinco días, y siendo el mes de diciembre en donde a las cinco de la tarde
empieza a caer la noche. En nuestro caso visitamos todas las zonas de Perigord
excepto la zona verde. Y dentro de las otras, dejamos sin ver, y que son
interesantes sus visitas para cualquiera que venga a esta zona: Domne y las
cuevas prehistóricas de les Eyzies de Tayac.
De las cinco provincias que componen la
región de Aquitania ya comentadas anteriormente, podemos decir que de todas
ellas visitamos algo excepto de Les
landes. De Les Pyrénées-Atlantiques: San Juan
de Luz y Biarritz. De La Gironde:
Burdeos y Sant Emilión. De Dordogne: Perigaux,
Beynac et Cazenac, la Roque Gageac, castillo de Milandes, Castelnaud y Sarlat.
De Lot-et-Garonne: Bergerac. Y ya
fuera de la región de Aquitania y perteneciente a la región de Midi-Pirinee,
Rocamadour.
Con respecto al presupuesto, y siguiendo
siempre mis mismos criterios. Eso dependerá de cada uno: donde dormir, donde
comer, que comprar, que gastar… Nosotros con un presupuesto ajustado,
economizando al máximo y teniendo presente que en Francia es caro comer
(echamos mano de los supermercados), gastamos lo siguiente teniendo en cuenta
que vamos una pareja. El gasto por persona para 5 días y 4 noches fue el
siguiente:
-Gasolina
(2970 km) 135 €
-Peajes
autopistas 25 €
-Dormir
(4 noches) 75 €
-Comida:
D, A, M y C 75 €
-Entradas
y otros 25 €
Total: 335 €
Itinerario
Día 1 Sevilla-San Jean de Luz-Biarritz-Burdeos
(1200 km) Dormir: Hotel Ibis Bugdet, Burdeos 37
€ Hab. doble
Día 2 Burdeos Dormir:
Ibis Bugdet, Burdeos 37 € Hab. doble
Día 3 Burdeos-San
Emillion-Bergerac-Beynac et Cazenac (195 km) Dormir:
Hotel du Chateu en Beynac, 41 € Hab. doble
Día 4 Beynac et Cazenac-Chateaux des Milandes-Chateaux de Castelnaud-la Roque Gageac-Rocamadur-Sarlat-Perigaux (250 km) Dormir: Hotel F1,33 € Hab. doble
Día 5 Perigaux-Sevilla 1330 km
Día 1. Sevilla-San Juan de Luz-Biarritz-Burdeos
A las dos de la madrugada partimos hacia
Francia. No soy amigo de conducir de noche, pero en esta ocasión tendría que
hacer una excepción, ya que el tiempo lo teníamos que aprovechar al máximo, y
saliendo a esta hora, por la mañana empezábamos a visitar Francia.
Tomamos la ruta de la plata con
dirección Cáceres, Salamanca y después buscando Valladolid, Burgos y hacia
Francia pasando por Vitoria y dirección Irún ya en la frontera española. Sobre
las once de la mañana ya estábamos en el país vecino y quince minutos después
en San Juan de Luz, nuestro primer destino. El viaje fue bueno, aunque con
algunos bancos de niebla muy densa sobre
todo en la zona de castilla.
A unos quince kilómetros de España, esta coqueta
localidad perteneciente al país vasco francés puede presumir de ser un
encantador destino veraniego para franceses y también buen lugar de escapadas
para españoles.
Esta pequeña
localidad de algo menos de 20000 habitantes tiene una auténtica fisonomía e
identidad vasca: sus casas, su lengua y sus ikurriñas ondeando en algunos edificios.
Esta zona del país vasco francés perteneciente al
departamento de los pirineos atlánticos, no tiene una identidad administrativa
propia pero si una región histórico-cultural reconocida. En ocasiones es
denominada “país vasco continental” mientras que “país vasco peninsular” es el
situado al sur de los Pirineos.
Una vez hemos aparcado el coche, dimos un tranquilo paseo por las callejuelas del pueblo
hasta llegar al puerto pesquero.
La animada calle central y peatonal está repleta de
tiendas de suvenires y otras tantas de
los típicos patés del país.
Las casas pintadas de rojo con algunas traviesas de
madera en sus fachadas, los tejados a dos aguas y la sucesión de las mismas en
las estrechas calles nos dan una bonita estampa.
Si hay algún hecho histórico a destacar en esta localidad sin lugar a dudas fue la boda de Luis XIV y de la Infanta María Teresa de España en 1660, unión que tuvo el efecto de sellar la muy esperada alianza entre España y Francia, que finalmente enzarzó a ambos países en la guerra de sucesión española. La boda se celebró en la iglesia de San Jean Baptiste, que sigue siendo la mayor de todas las iglesias vascas.
Pasada la iglesia llegamos a una pequeña plaza, ya cercana al puerto. Engalanada por varios árboles de hoja caduca, y adornado en este caso por estar en fiestas de Navidad. En la plaza fluye un animado ambiente de terrazas. Intentamos sentarnos para tomar algo, pero todo estaba completo, donde la gente disfrutaba de los excelentes rayos de sol en un día de bajas temperaturas.
Tomando algunas callejuelas y con dirección a la playa, en pocos minutos llegamos. Esta gran playa de arena fina está resguardada por tres magníficos diques.
Siendo un día de sol, la gente pasea desde una punta a
la otra de la playa, sin prisas… En el extremo de la misma muchas casas miran hacia el mar, y bajo ellas, los diques con
grandes piedras, hacen que eviten los grandes oleajes de este bravío mar.
El paseo
marítimo es peatonal, flanqueado solamente por hermosas casas de época. Algunos
de los restaurantes aquí ubicados están ahora cerrados, no es temporada alta,
así que intentamos adivinar como tiene que estar esto en los meses centrales
del verano.
Tras pasear un poco por el paseo marítimo, dimos por
finalizada nuestra visita a San Juan de Luz, dirigiéndonos
a nuestro coche, pero sin antes dejar de aprovisionarnos de los
avíos necesarios para unos bocatas.
Siguiendo por la carretera de la costa y a pocos
kilómetros llegamos a nuestro siguiente destino, Biarritz. Prácticamente las
dos localidades están unidas por muchas zonas residenciales y hermosos caseríos
con bellas casas de colores vivos, comprobando fácilmente que seguimos en el
país Vasco.
Biarritz
Ya era la hora del mediodía, así que sentados en los jardines, sobre una inmensa balconada contemplando la playa de Biarritz, nos comimos gustosamente nuestros apetitosos bocatas.
Muchas veces
había visto esa estampa de la casa incrustada en la roca en medio del
mar. Siempre quise verla,
y ahora estoy aquí contemplando esta fantástica playa, plagada se
surfistas.
Biarritz es la capital histórica del surf en Europa.
Donde hemos parado a comer está repleto de furgonetas cargadas con todo el
material necesario para subirse en lo alto de las olas. Es el reino de los
surfistas.
Con este gran contraste entre jóvenes melenudos
haciendo surf, nos encontramos en el otro extremo la más alta jet set de lujo,
en el que Biarritz siempre ha sido un destino de los ricos europeos.
Su popularidad se afianzó cuando la emperatriz Eugenia
descubrió su suave clima invernal durante el reinado de su esposo Napoleón III.
Después de pasear un poco por la orilla del mar y
contemplar a los surfistas un poco aburrido por la escasez de buenas olas, nos
dirigimos hacia la estratégica mansión de la roca.
Junto a esta y en una coqueta playa adjunta podemos
encontrar “La roca de la Virgen”,
llamada así por la imagen de la Virgen colocada en su cima a finales del siglo
XIX. Cuenta la leyenda que los balleneros de Biarritz volvían a puerto en un
día de fuerte tormenta, y una luz resplandeciente condujo a la gran mayoría al
puerto. Los supervivientes colocaron en el lugar unas cruces y una Virgen.
Comunicada por una pequeña pasarela (el puente de
Gustave Eiffel) por la que accederemos hasta la escultura de la imagen. Dicen
que desde aquí se puede contemplar una excelente puesta de sol. Nosotros no lo
sabremos puesto que a esa hora ya estaremos lejos de aquí. Hace frío, con lo
que nos trasladamos a las calles del interior para calentarnos con un cafelito,
que dicho de paso lo cobran bien.
Menos mal que
en un cartel de fuera ponía que el café
solo valía un euro (para llevar claro), dentro nos han doblado el
precio.
La tarde empieza rápidamente a caer, así que
cogemos el coche y partimos con dirección a Burdeos.
El cielo cada vez más negro, las nubes más
concentradas, y lo esperado, una tromba de agua que no vemos ni los coches.
Tras dar una pocas de vueltas para salir de Biarritz, por
fin encontramos la indicación de la autopista A-63 (la de Burdeos) y la
A-64-(la de Toulouse). En un principio salen juntas y ya después se separan.
Ya en la autopista, con tres pagos de peaje (unos 16
€) son 200 km los que nos separa hasta llegar a Burdeos. Atravesando la
provincia llana de les landes, el agua nos seguía cayendo a cántaros, no se
veía nada, y más con la noche caída. Ya
en Burdeos, y tomando la referencia de nuestro hotel junto al puente de San
Pierre, en poco tiempo lo localizamos, el Ibis Bugdet, muy bien situado y a
solo quince minutos del centro. Con una estupenda proporción calidad-precio,
sobre las siete de la tarde llegamos a él. Demasiado cansado del viaje como
para salir. Mañana tendríamos todo el día para visitar Burdeos.
Día 2-Burdeos
Madrugamos para aprovechar al máximo el día de hoy,
así que a las 8,30 bajamos del hotel y justamente al lado hay una estupenda
cafetería que curiosamente para estar en Francia pudimos desayunar pagando
solo 2 € por persona.
Hacía un frío garrafal, un fuerte viento y no dejaba
de llover. Era un día gris y apagado,
pero esto es lo que había, y no nos íbamos a rendir a
descubrir esta bella ciudad.
A los pocos metros del hotel y desde la plaza de
Stalingrad tiramos por el puente de Sant Pierre que nos adentraría directamente
en el centro de Burdeos. Los tranvías no dejan de pasar ya que hay una extensa
red repartida por toda la ciudad.
Burdeos, situada a orillas del río Garona y a solo 60 km del mar, posee un inmenso puerto fluvial. Es una hermosa ciudad que a veces, dicen que rivaliza hasta con el propio París.
Cuando pronunciamos “Burdeos”, rápidamente nos viene a
la mente la palabra “vinos”. Efectivamente, los vinos de Burdeos tienen fama
mundial y están catalogados como uno de los mejores.
La ciudad conserva muchos bellos edificios, palacios y
grandiosas catedrales e iglesias. Además, muchos de ellos de estilo
arquitectónico del siglo XVIII como por ejemplo la Bolsa, el Teatro, la plaza
Real…pero no solamente son los edificios, son las estrechas calles de estilo
medieval y barrios antiguos con amplia identidad. Los tres siglos de dominación
inglesa han dejado huella en muchos rincones de la ciudad.
Empezamos nuestro recorrido por la misma orilla del
río, junto a las fachadas de las majestuosas casas que nos accederán a la plaza de la Bourse, la más hermosa
de la ciudad por la arquitectura de los edificios que los rodean.
Esta plaza empedrada fue construida por el arquitecto Ange-Jacques Gabriel y dedicada a Luis XV. En sus orígenes albergaba la aduana y la bolsa marítima, cuando el puerto era el primero de Francia y segundo de Europa. Actualmente se encuentra el museo de la aduana y el palacio del parlamento. Antes de llegar a esta plaza nos dejamos a nuestra izquierda la puerta de Caihau.
Siguiendo por la misma orilla llegamos a la Esplanade des Quinconces, esta es la
plaza más grande de Europa con doce hectáreas de superficie. Esta plaza
gigantesca está cerrada por el lado de los muelles por dos columnas adornadas
con mascarones de proa de navíos.
En el centro de la plaza se alza el monumento a la
memoria de los girondinos que cayeron víctimas del terror durante la revolución francesa, construida entre 1894 y 1902.
A los
lados de la plaza y en 1816 se plantaron cientos de árboles, dándole al lugar
un ambiente forestal, por el que los tranvías pasan al atravesar dicha plaza.
En el monumento del centro, el gran pedestal enmarcado
entre dos cuencos donde fluye el agua de una fuente (cuando nosotros estuvimos
estaba seco) está decorado con caballos y tropas de bronce. Coronando la
columna central, una escultura que representa el espíritu de la libertad.
Pasada la plaza nos adentramos en el barrio de los
antiguos mercaderes, el quartier des chartrons que posee hermosos edificios del
siglo XVIII.
La majestuosa iglesia de Sant Pierre ubicada en una
pequeña plaza del barrio de los comerciantes destaca de forma esbelta.
Callejeando
hemos llegado hasta la plaza de la comedia, tras pasar la pequeña alameda de
Alles de Tournet. En esta se encuentra el espectacular edificio del Gran Teatro. Construido por Victor
Louis por encargo del gobernador de la Guyana francesa a finales del siglo
XVIII, está considerado la obra maestra del arquitecto parisino.
El edificio descansa sobre doce columnas corintias,
rematadas por las estatuas de las nueve musas y las diosas Juno, Venus y
Minerva. ¡Soberbio edificio! Junto a esta nos encontramos varias tiendas de
exquisitos vinos de la zona, en las que podemos hacer una cata. Entramos en una
para ver los precios por si nos llevábamos algún “Burdeos”. Sin darnos cuenta,
salimos huyendo, precios astronómicos, pero evidentemente tienen que ser
buenísimo. Esperaremos para comprarla en otra tienda algo más baratilla.
Debo de recordar que después de Marsella, Burdeos es
el puerto más antiguo de Francia. Desde la época romana la exportación del vino
fue la base de una moderada prosperidad, pero bajo el dominio inglés
(1154-1453) los mercaderes empezaron a amasar inmensas fortunas con el
monopolio de la venta del vino a Inglaterra. Tras el descubrimiento del Nuevo
Mundo, Burdeos aprovechó la estratégica situación en el Atlántico para
diversificar y extender su mercado vinícola.
En frente del Gran Teatro y entre unas callejuelas la iglesia de Notre Dame levantada entre
1684 y 1707 es de estilo barroco siendo declarado como monumento histórico en
1907.
Con dirección a la catedral de San Andrés, caminaremos por la famosa calle peatonal y comercial de rue Sainte Catherine. Tiene 1,2 km y es una de las calles comerciales más importante de Francia. En ella se encuentran todas las tiendas de moda de las marcas más conocidas. Algunos escaparates están decorados con los estilos más vanguardistas. En esta calle se concentran gran cantidad de gente. A veces no se puede ni casi andar. Pensé que podría ser por estar en épocas de Navidades, pero según he leído, siempre está así de concurrida. Por una de las callejuelas que sale a la derecha nos dirigimos a la Catedral de San Andrés.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, nos resulta imponente, no solo por el edifico en sí, sino por su amplio emplazamiento. Fue erigida en los siglos XI y XII sobre las ruinas de un edificio anterior.
Este complejo está formado por dos edificios separados ambos entre sí. El templo de la Catedral es considerado el gran emblema de la ciudad de Burdeos sin que tenga una unidad arquitectónica.
El pórtico Royal, es la verdadera joya de la catedral que data del siglo XIII. Excepcional serie de esculturas a cada lado de la puerta.
Burdeos no solamente destaca por su belleza
arquitectónica. Sus sabrosos caldos los podemos tomar en la infinidad de bares,
creperías, brasseries y restaurantes que encontramos por todas las calles de
Burdeos. Es una ciudad de bares y tapas.
Aunque
hay que mirar bien los precios, porque comer aquí no es barato. Los menús más
económicos no lo encontramos por debajo de los 20 €. Hay donde elegir, desde
suculentos platos en caros restaurantes, hasta simples hamburgueserías.
En las calles se respira ambiente de bares. Mires por
donde mires siempre hay algún sitio donde comer.
Dejamos un poco las visitas monumentales y nos
dedicamos a pasear y descubrir el Burdeos de calle popular. Y para ello que
mejor que dirigirnos al mercado de los Capuchinos, junto al barrio de Sant
Michel.
Cogemos la Cours Pasteur desde la catedral de San Andrés,
desembocando directamente en la plaza de los capuchinos.
A pocos metros de allí nos adentramos en el mercado
para vivir y respirar este ambiente. En nuestro caminar vamos viendo muchas
personas mayores cargadas con bolsas de frutas, verduras, carnes…y muchos
extranjeros de otras culturas y religiones. Empezamos a curiosear por sus
tenderetes, ver los precios y como no a comparar. En este mercado además de
comprar hay unos pocos de bares donde se puede comer en plan tapeo. Justo lo
que nosotros queríamos, un buen vino Burdeos y unas tapitas.
Aquí cayó, una buena tortilla de patatas y un buen
tinto burdeos. Al final sin darnos cuenta pillamos el bar en el que el camarero
era de Madrid.
El ambiente en este típico mercado estaba servido. Se
nota un ambiente multicultural, donde los locales vienen a realizar sus compras
y de paso la tapita y el buen vino. Algunos de los bares tienen mesas y sillas
donde sentarse y degustar las excelentes ostras que aquí sirven.
Salimos del mercado y a escasos metros llegamos al
barrio de Saint Michel. En este se han instalado generaciones de inmigrantes,
sobre todo de religión musulmana, mayormente procedente de Marruecos. Tiendas
donde venden chilabas, túnicas bordadas, pipas de agua…Por un momento y viendo
la gente que se mueve por aquí parece que estemos en otro país.
Junto a la iglesia de Saint Michel, un inmenso mercado
donde podemos comprar desde ropa hasta verduras y frutas. La gran mayoría de
los tenderos son marroquíes.
Era ya por la tarde, así que cuando llegamos muchos de
los tenderetes ya los estaban recogiendo.
Este barrio se ha convertido en la zona preferida de
los progres con pasta, los bohemios, estudiantes, profesores. Es un barrio
animado en el que todavía se encuentran tiendas con decenas de años de
antigüedad.
Hora de la merienda, vemos un atractivo cartel en el
que nos ofrecen un café por un euro y regalan un croissant. Así que el ingente
frío que encontramos en la calle nos empuja hacia el interior del local. Pues
sí, ese era el precio. ¡Increíble para estar en Francia!, aunque este barrio es
especial.
La catedral de Saint Michel (siglos XV-XVI) tiene un
enorme campanario de 114 metros de altitud cuya mayor peculiaridad es haberse
levantado aparte del edificio principal (al igual en la catedral de San
Andrés).
En su interior, me llamo la atención la cantidad de
bellas vidrieras que hay repartidas por todo el templo.
Tanto la catedral como el barrio de Saint Michel
forman parte de la lista mundial de la Unesco desde el año 1988.
En la misma plaza está el pasaje de Saint Michel, un lugar típico en el que podemos comprar muchas antigüedades.
En su interior se puede comer en una buena brassería. Nosotros
hubiésemos comido aquí, tenía muy buena pinta y con varios menús disponibles a
varios precios, pero ya era tarde, así que por un momento pensamos en cenar por la noche.
Con el mapa ya guardado empezamos a callejear por todo
el centro, sin prisas y simplemente dedicándonos a observar y a pasear. El frío nos introdujo en algún centro
comercial en el que pudimos respirar el ambiente navideño.
Ya siendo de noche, poco a poco nos trasladamos con
dirección al hotel, dando por terminada nuestra visita a esta bella, elegante y
animada ciudad.
Día 3-Burdeos-Saint Emilion-Bergerac-Beynac et Cazenac
Saint Emilion
Con una mañana muy fría partimos hacia Saint Emilión
sobre las 8,30 horas. Pusimos el google maps para salir de Burdeos y que nos
diera la salida más inmediata hacia la autovía de París. Situada a unos 60 km, en poco menos de una
hora llegamos a este pequeño y coqueto pueblo de Saint Emilión.
Ciudad fortificada y plantada en medio de unas
pequeñas colinas y ubicada en una de las zonas más nobles de viñedos. Tiene el
encanto de una pequeña ciudad medieval con callejuelas empinadas y empedradas,
iglesias góticas con majestuosa arquitectura…y un ambiente vinícola. Llegamos
con solo 2º C de temperatura, así que lo primero que hicimos cuando llegamos
fue tomarnos un desayuno calentito.
Haremos un poco de historia del ermitaño Emilión, que
en el siglo VIII encontró en este lugar una cueva de la que manaba una fuente.
Después llegaron otros monjes benedictinos, y así se formó una comunidad
religiosa. Cuando Emilión murió se excavaron en la roca una iglesia rupestre y
un monasterio, alrededor de la cual creció el pueblo de Saint Emilión.
Declarada como Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco en 1999, es uno de los pocos lugares donde existe una iglesia monolítica
(una sola piedra), ya que esta no fue construida sino excavada en la roca
caliza, colocando varios siglos después un inmenso campanario de 4500 toneladas.
Para poder visitar esta iglesia hay que dirigirse a la
oficina de turismo y previo pago de ocho euros te hacen una ruta guiada por
varios lugares de interés: la ermita de Saint Emilión, la capilla de la
Trinidad, las catacumbas y la iglesia monolítica. Está totalmente
prohibido hacer fotos en su interior y
la duración es de una hora aproximadamente.
Esta iglesia rupestre tiene enormes dimensiones, sin
que aparentemente desde fuera nos lo podamos imaginar. La nave interior estaba
cubierta de frescos que quedaron destruidos al desprenderse el salitre natural
de la roca. Quedan algunos pequeños restos dispersos por las paredes.
Subimos ahora hacia la iglesia colegiata situada en la
parte superior del pueblo, entrando por la plaza Crenáux. Fue edificada en el
siglo XII, aunque con algunas modificaciones en periodos posteriores, de ahí la
diversidad de algunos de sus elementos, sobre todo el pórtico oeste que
presenta hermosas arcadas.
El claustro, al
que podemos acceder desde la misma
iglesia o desde la oficina de turismo, está compuesta por bellas dobles
columnatas y arcadas románicas y góticas.
Saliendo de la iglesia hay un fantástico mirador de
donde podemos contemplar una bonita vista del pueblo, pero hace mucho frío, con
lo que el tiempo de estar aquí fue el justo para hacer alguna fotografía, y dirigirnos
hacia la parte baja del pueblo.
Paseando por sus empinadas callejuelas, pasamos por la
plaza del Marché desde donde tenemos una espectacular vista de la iglesia
rupestre con sus galerías románicas acristaladas y el pináculo de 67 metros de
alto. La calle Guadet, siendo esta una de las principales y que desemboca en la
calle Cadene. Esta última situada al principio de una empinada callejuela en
donde se encuentra una puerta ojival fortificada y que antiguamente se cerraba
con una cadena.
Los vinos de Saint Emilión son producidos en una de
las principales zonas de vino tinto de Burdeos. En sus estrechas calles son
muchas las tiendas en las que podemos adquirir sus exquisitos vinos. Entramos
en algunas de ellas para ojearlas y mirar los precios, había de todo, pero
demasiado caro para nuestro presupuesto.
Además de los excelentes vinos, son famosos los macarons, una especie de almendrados hechos con clara de huevo en vez de harina, y que son elaborados desde el año 1620. Según dicen, sin haberlos probado, son deliciosos, con un aroma y sabor muy suave.
Abandonamos ya Saint Emilión y nos adentramos en
tierras del Perigord, empezando la
visita por Bergerac.
Entramos en el Perigord
Bergerac
Si hasta ahora había hecho frío, eso no era nada para lo que nos esperaba en este bello pueblo. Un gélido viento nos azotaba el rostro; por las calles no se veía ni un alma, era la hora del mediodía.
Situada a unos 80 km de Saint Emilión y ya en tierras
de la histórica comarca del Perigord, lo primero que hacemos una vez que llegamos,
es buscar un sitio donde comer. ¿Pero dónde? El pueblo parece fantasma y
algunos locales están cerrados. Por fin un par de restaurantes abiertos junto a
una calle con bonitas fachadas de las casas. Miramos la carta para ver qué es
lo que tienen de comer. ¡Umm que buena pinta!, pero junto a los platos, nos da
por mirar el precio. ¡Madre mía! Esa fue nuestra primera exclamación, carísimo,
no bajaba de los 30 € por persona, así que seguimos buscando. Muy cerca, en la
plaza Myrpe, en donde se levanta una
estatua a Cyrano y junto a la
iglesia, entramos en un pequeño restaurante-pizzería. Algo de comer le echamos
al cuerpo, siendo también caro y sin ser nada especial.
Bergerac, tercera capital del Perigord, después de
Perigaux y Sarlat. Es una seductora ciudad con hermosas fachadas de mansiones y
algunas otras casas.
Es curioso, tan cerca de Saint Emilión y con
construcciones tan distinta. Aquí, muchas de sus casas están construidas con
entramados de madera en sus fachadas, embelleciéndolas exteriormente.
Durante la guerra de los cien años entre Francia e
Inglaterra, cambió seis veces de bando. Ya en el siglo XVI se convirtió en la
capital del protestantismo y se enfrentó durante más de un siglo al poder
central.
Seguimos paseando por estas bellas calles, y quizás de
forma más enérgica, el frío se hace cada vez más intenso. En las calles solo
nosotros, y de vez en cuando algún perro que se atraviesa por delante, huyendo
de estas bajas temperaturas. Saco las manos de mi bolsillo para disparar con mi
cámara y al poco las tengo que guardar.
El edificio Peyrarede,
uno de los más bellos, residió Luis XIII durante las negociaciones que se
llevaron a cabo sobre el protestantismo en Guyana.
Fue construido en 1603, tiene un espléndido torreón en
voladizo y un gran arco moldeado que sostiene las dos plantas.
Esta ciudad está cargada de historia. Por ejemplo, en
la calle Conferences es donde se
firmó en 1577 la paz de Bergerac, por mediación del futuro rey Enrique IV.
En la plaza de Marche-Couvert,
el edificio que hace esquina y que tiene un torreón se alojó el 8 de agosto
de 1565 Carlos IX de Francia y catalina de Médicis.
Hay varios museos: de arte sacro, del vino, del
tabaco, museo del escultor Costi. No pudimos entrar en ninguno de ellos, ya que
en esta época del año estaban todos cerrados.
Nos dirigimos ahora por la grand rue para visitar la iglesia de Notre Dame, de estilo neogótico, fue construida por Dabadle en el
siglo XIX. Imponente, destaca en medio de una plaza por la que ya transita el
tráfico.
Poco a poco ya vamos abandonando el pueblo,
dirigiéndonos hacia el puente que atraviesa el río Dordogne, que es donde hemos
dejado nuestro coche.
Por un momento nos habíamos despistados, no sabíamos
dónde estábamos, así que echamos mano de un pequeño plano que teníamos y al
poco ya estábamos en el coche.
Nos dirigimos ahora hacia nuestro siguiente destino,
Beynac et Cazenac, en el que ya tenemos reservado para dormir. Una carreterilla
local nos va adentrando al mismo corazón del Perigord. Siguiendo el río
Dordogne y sin separarnos de él, grandes plantaciones de viñedos vamos viendo a
nuestro paso. Este río va dando vida allá por donde pasa, en algunos tramos la
anchura y el caudal impresiona. Incluso a veces queda desbordado regando todas
sus orillas.
Tenemos unos 70 km por recorrer, atrás vamos dejando
algunos pequeños pueblos formados por antiguas bastidas. A ambos lados de la
carretera vemos algún otro pueblo encaramado sobre una colina, y en su cumbre
un castillo, algunos majestuosos. En un cruce veo la indicación del pueblo de
Domme, uno de los lugares que tenía previsto (y que hubiera merecido la pena visitar)
y que al final tuve que sacrificarlo por otros.
El paisaje cambia y se hace más abrupto, y a lo lejos
ya veo de forma impresionante el castillo que preside sobre lo alto de un
acantilado al pueblo de Beynac et Cazenac. Cayendo la tarde llegamos, el lugar
perfecto, junto al río, y en el borde de la misma carreterilla. Entramos en
nuestro hotel, tomamos un café y nos dio tiempo de dar una vuelta por el
pequeñísimo pueblo y dar un corto paseo por la orilla del Dordogne. Con la
noche ya entrada y el frío cada vez más
amenazante entramos en nuestro hotel, modesto, buena calidad-precio y sobre todo,
excelente ubicación.
Día 4-Beynac et Cazenac-Chateaux des Milandes-Chateaux de Castelnaud-la Roque Gageac-Rocamadur-Sarlat-Perigaux
Hoy vamos a
tener un largo día por delante, así que madrugamos, desayunamos y a las nueve
de la mañana me dirigí para coger el coche. Estaba helado y con una temperatura
de -5º C, dimos una vuelta por el pueblo y después subiríamos al castillo.
El pueblo tiene dos calles, así que en poco tiempo lo recorrimos. Quería fotografiar el pueblo desde el río, ya que a esas horas de la mañana la luz inpactaba de lleno, reflejándolo en las cristalinas aguas del Dordogne.
Dentro de los denominados como “pueblos más bellos de Francia” (les plus beaux villages de France)
está Beynac et Cazenac. Situado en el Perigord
negro, este pueblo se aferra a uno de los acantilados más bellos del valle
del Dordoña. Ya en el año 1827, las comunas de Beynac y Cazenac fueron
fusionadas bajo el actual nombre.
Aunque a esas horas de la mañana hace un intenso frío,
es un lugar tranquilo y acogedor para pasear por las empinadas callejuelas y
bordear el río Dordogne. Se respira una profunda paz, solo perturbada por el
paso de algún vehículo que de vez en cuando asoman por aquí.
Nos dirigimos
para el coche y por segunda vez quitar todo el hielo que se encuentra
acumulado en los parabrisas. Parece que al haber estado aparcado junto al río,
el frío ha sido más intenso.
A unos siete km se encuentra el castillo de Beynac.
Para llegar a él tendremos que subir por una bonita carretera que ascenderá
unos cien metros más de altitud.
Seguimos bajo cero, con lo que de vez en cuando tengo
que parar el coche porque el agua queda congelada en el parabrisas, y además
hay que evitar las placas de hielo formadas en el asfalto.
Ya hemos llegado, estamos solos. Esto está desierto, a pesar de que aquí arriba hay un inmenso aparcamiento, que seguro que en fechas estivales no habrá un solo hueco libre donde aparcar.
Este castillo construido en el siglo XII y que corona
el pueblo de forma majestuosa, es un bastión que aguantó estoicamente durante
la guerra de los cien años. Es un bello ejemplo de arquitectura medieval.
Varias películas se han rodado aquí: Juana de Arco, la hija de D’Artagnan…
Junto al castillo hay un par de calles con una docena
de casas. Varias tiendas e incluso algún bar, pero todo cerrado y desierto.
Está claro que no estamos en temporada de visita. De hecho al castillo no
pudimos entrar por encontrarse al igual cerrado.
Siguiendo por el acantilado y a pocos metros hay un espectacular mirador, de donde podemos disfrutar de excelentes vistas sobre el pueblo y todo el valle del Dordoña, y como no de su río, el Dordogne.
Empezamos a bajar de nuevo hacia el pueblo y proseguir nuestra ruta del día de hoy. Pero no podemos evitar el disfrutar de este bello paisaje, todo verde, con algunas zonas residenciales de chalets y algunas casas de campo dispersas. Es un idílico lugar en el que uno se podría quedar una larga temporada y pasear por estos prados.
Una vez en el
pueblo seguimos la carretera con dirección a La Roque Gageac, pero antes nos
desviaremos para ver los castillos des
Milandes y Castelnaud.
Siguiendo el cauce del río Dordogne, y a unos 15 km,
nos encontramos con un cruce de carreteras, por una parte hacia La Roque y por
la otra a los castillos (esto no lo teníamos previsto), así que tiramos hacia
el Chateaux des Milandes.
Hemos atravesado el río, así que cuando nos dirigimos hacia este castillo vemos allí de frente Beynac et Cazenaz, impresionante sobre el acantilado. En una media hora llegamos al castillo de Milandes.
Solo lo pudimos ver por fuera ya que estaba cerrado. Este castillo levantado a partir de 1489 inspirada en la arquitectura italiana, aunque muy retocado durante el siglo XIX en un estilo neogótico. Fue adquirido por Josphine Baker en 1947, quien decoró buena parte de sus interiores según el estilo art decó. Está rodeado de cuidados jardines e incluso hacen espectáculos de cetrería.
Retornamos de nuevo hacia el pueblo de Castelnaud (por
el que ya pasamos en el cruce de carreteras) para ver la zona alta de su
castillo.
Desde el mismo pueblo subimos al Chateaux por una
carreterilla que nos accederá a él, a un kilómetro escaso. Poco antes de llegar
hay todo un complejo de casas de estilo medieval que era la antigua ciudadela
del castillo.
Bonito
enclave sobre el valle del Dordoña y agradable callejeo. Es una fortaleza
medieval construida en el siglo XII y fue erigido para emfrentar a su rival, el
Chareaux de Beynac.
Hoy en día el
castillo está pintorescamente restaurado y es una propiedad privada abierto al
público, en el que se puede visitar el museo de la guerra medieval con
reconstrucciones de máquinas de asedio.
Bajamos al pueblo, atravesamos el río
Dordogne y ahora nos dirigimos al espectacular pueblo de la Roque Gageac,
situado a unos 10 km.
La Roque Gageac
Sencillamente
impresionante, fascinante, asombroso. Eso lo primero que pensamos cuando lo
vemos allí de frente, en la orilla del río Dordogne y bajo las verticales
paredes de roca caliza.
Tenemos que
parar el coche un par de veces en un huequillo al borde de la carretera. Las
vistas son impresionantes, el castillo parece estar incrustado entre la roca, y
las casas reflejándose en el río, parece una estampa de cuento.
Dentro de la
lista de los pueblos mas bellos de Francia, La Roque Gageac no es solo un
encantador pueblo, sobre todo por su pintoresca ubicación, sino porque es una
zona habitada desde la prehistoría. Actualmente está catalogado como el tercer
pueblo más bello de Francia, solamente superado por Monte Saint Michel y
Rocamadour (que lo veremos más adelante).
En el año
1957 un bloque de 5000 metros cúbicos de roca cayó sobre el pueblo, destruyendo
varias casas, matando a tres personas y cortando la carretera durante varios
años.
Historicamente
el río Dordogne ha servido como lugar de navegación de las gabarras, pudiéndolo
hacer hasta localidad de Castelnaud. Y aquí, en La Roque tenía su importante
puerto, teniendo que pagar antiguamente un pequeño peaje para poder pasar y
atracar aquí.
En la
actualidad y como atracción turística se puede navegar en estas gabarras
(recreadas de la época) por este tramo del río. Estamos en Diciembre y ahora no
están disponibles, es temporada baja.
Aparcamos el coche y empezamos a subir por las estrechas y
empinadas callejuelas que poco a poco nos va adentrando hacia esos enormes
paredones.
A nuestro
paso vemos la iglesia del siglo XIV que se encuentra rodeada por un jardín
tropical, cultivado por un científico. Ha reagrupado doce variedades de
palmeras, adelfas, cactus entre otras tantas especies.
El pueblo es muy pequeño, por lo que con una hora es suficiente para recorrerlo y disfrutar de este formidable día soleado.
Quisimos
subir hasta donde la última cuesta nos llevaba, pero cuando llegamos estaba
cerrado por una valla, ya que había desprendimiento de piedras.
Rocamadour
Abandonamos La
Roque Gageac, al igual que el Perigord y la región de Aquitania. Por un momento
pasaremos al Midi-Pirinee, otra de las regiones de Francia (después volveremos
de nuevo al Perigord) para visitar el segundo publo más bello de Francia, Rocamadour. Ahora tenemos un buen tramo
de carreteras locales, y para ello tomamos como referncia en la ida, la ciudad
de Gourdon.
El paisaje ha
cambiado, ya no vemos viñedos, solo una zona de bosquetes y montes, de hecho
hemos entrado en un Parque Natural. Atravesando al otro lado de la autopista
que nos lleva a Tolouse, al poco llegamos a Rocamdour.
La llegada no
puede ser más impresionante. Entrando por L’Hospitalet, justo encima de
Rocamadour.
En esta balconada, junto a un
restaurante, la parada es obligatoria, allí abajo Rocamadour parece de cuento.
Las casas, torres y almenas parecen brotar desde el vertiginoso acantilado.
Bajamos por
la carreterilla, y aparcamos muy cerca de la entrada arqueada de la villa (es
todo peatonal). Repleto de tiendas de souvenirs, son el reclamo perfecto para
los turistas, que en estas fechas escasean.
Haremos un
poco de historia de este legendario lugar. Rocamadour se conviertió en uno de
los más celebres centros de peregrinación tras el descubrimiento en 1166 de una
antigua tumba y un sepulcro que contenía un cuerpo intacto, al parecer
perteneciente al ermitaño cristiano San mador.
El descubrimiento desató una sucesión de milagros que según
la tradición eran anunciados por la campana que hay encima de la Virgen Negra
en la capilla de Notre-Dame.
Durante los
siglos XII y XIV, su edad de oro, allí acudían soberanos y santos: Rey de
Inglaterra, Felipe el Hermoso de Francia, Carlos VII y Carlos VIII, San Antonio
de Padua…y otros tantos personajes famosos.
En el siglo
XV decayeron las peregrinaciones, pero en 1850 la jerarquía católica decidió realzar
el santuario, haciendose importantes trabajos de restauración.
Recorriendo
la única calle peatonal, empezamos a subir hacia el santuario por una gran
escalera de 144 peldaños.
Como bien dice este cartel, la gran escalera es el último paso que conduce al Santuario.
Millones de peregrinos han subido estas escaleras, muchos de de ellos de
rodillas. Es una forma de cumplir su penitencia antes del encuenrtro con la
Virgen de Rocamadour.
Nosotros no lo haremos de rodilla, no vamos de peregrinación,
así que a subir se ha dicho. ¡Uff, como cansa!
Una vez en el
Santuario (entrada gratis) y junto a la explanda de Saint Amadour, son varias
las capillas que podemos ver: Notre Dame, la basílica de Saint Sauveur, la
capilla de San Juan Bautista y la capilla de Santa Ana.
En uno de los
espacios se encuentra la tumba de San Amador. Contuvo el cuerpo del ermitaño
llamado roc amador, amante de la roca, de ahí el nombre del pueblo.
Es
impresionante como el Santuario está incrustado en la misma roca, adosado de
tal forma que parece una sola pieza.
Espectaculares
son las vistas que podemos divisar desde aquí. Bajo el acantilado fluye
plácidamente el río Alzou, y junto a nosotros las casas parecen sostenerse
milagrosamente, casi en el vacío.
El la parte
más alta del acantilado, el castillo que se alza en el antiguo emplazamiento de
un fuerte que protegía al Santuario.
Los tres
niveles de altura: pueblo-santuario-castillo engarzan a la perfección.
Acoplados a conciencia como un puzle, en donde no sobra ni una pieza. Y para
que el cuadro sea delicado, en el fondo de esta bella arquitectura, el río
parece abrir las entrañas de la tierra, conpletando esta maravillosa estampa.
Es mediodía, hora de comer. Ya sabemos donde lo
haremos. En un lugar con unas vistas espectaculares, muy barato y rápido de
servir.
En la balconada que paramos cuando
llegamos, en L’Hospitalet. Sacamos los bocatas, una buena cerveza, varias
piezas de fruta y a disfrutar de este espectacular paisaje. Un poco tomando el
sol y de nuevo para el Perigord en busca de nuestro último destino de hoy,
Sarlat.
Sarlat la Caneda
Situada a
unos 50 km de distancia y tirando por carreteras locales,tardamos una hora en
llegar. Cuando llegamos, la tarde ya estaba avanzada con lo que parte de la
visita la haríamos de noche. El pueblo estaba animado, quizás por las fiestas
de Navidad.
Sarlat posee
la mayor concentración de fachadas medievales, renancentistas y del siglo XVII
de toda Francia. Eso lo podemos comprobar cuando empezamos a pasear por sus
estrechas callejuelas.
Caminar por
sus callejas es como visitar un museo al aire libre. A nuestro paso nos
encontramos con bellas mansiones de piedra de color ocre y espectaculares casas
de los siglos del XVI al XVIII. Por ejemplo la rue des Consuls es una de ellas.
Hacía frío,
con lo que, lo primero que hacemos es entrar en una cafetería y tomar una buena
merienda en una excelente pasteleria situada en la arteria principal, rue de la Republique. Dos cafés y dos
dulces típicos de la zona, 13 €. Calentitos estuvimos en su interior, pero bien que lo cobraron.
Sarlat es
pequeñito, con lo que trasladarnos de un sitio a otro es cuestión de pocos
minutos. Así que ahora nos situamos en la zona de la catedral. Ésta fue
construida durante los siglos XVI y XVII y nos resulta imponente entre calles
tan estrechas.
Sarlat está
catalogada como ciudad medieval, de ahí que debido a su bella arquitectura sea
el lugar más visitado de todo el departamento de La Dordoña.
Desde la
catedral tiramos por la rue de la Liberté
y que nos lleva a la mas famosa plaza de Sarlat, con igual nombre. En esta
calle hay muchas tiendas donde venden sus famosos y exquisitos foie gras. He de
recordar que esta ciudad es concocida mundialmente por sus grandes fabricantes,
exportadores y numerosos pequeños
productores que crían ocas y patos para la obtención de foie gras, patés,
confituras…
Aprovechamos
para entrar en una tienda y adquirir varias latitas de este manjar. Los hay de
muchos importes, desde los más económicos hasta precios desorbitantes, siendo
estos últimos una verdadera exquisitez.
Estamos
situados en la Place de la Liberté,
bonito lugar rodeado de formidables casas y exquisitos edificios, siendo uno de
ellos el Ayuntamiento.
Esta plaza es el corazón renacentista de Sarlat, y rodeada de varias tiendas de lujo. Aquí es donde se dan cita toda la gente de la ciudad para reunirse y charlar. Al igual, es el lugar donde todos los sábados se ubica el mercado en el que se venden productos típicos de la zona.
Justo a las
espaldas de la plaza, La rue des Consuls es
uno de los rincones mas bellos de Sarlat, como ya dije anteriormente aquí se
encuentran las casas más hermosas.
En una
coqueta placita y decorando el centro de la misma, varias ocas de bonce simbolizan
la importancia del foie gras de Sarlat.
Un chico muy
simpático y que chapurreaba algo de español, empleado de una tienda de licores,
nos invita a degustar algunas de sus
bebidas. Al final no nos animamos a entrar, teníamos todavía muy
reciente nuestra merendola.
Poco a poco y
siguiendo con el callejeo, vamos abandonando esta agraciada ciudad. Nos vamos
despidiendo de este fantástico medioevo, retorciéndonos por sus callejones
hasta dar con el arco de una estrecha calle y que nos llevará directamente
hasta la carretera pricipal, en donde hemos dejado nuestro coche y que nos
llevará hasta nuestro siguiente destino, Perigaux.
Con la noche ya totalmente caida, tenemos por delante unos 70
km antes de llegar a Perigaux. Atravesamos gran parte de la comarca del
Perigord, pasando por uno de los lugares que se han quedado en el tintero y que
sí me hubiera gustado ver. Imposible, demasiados sitios para tan poco tiempo. Les Eyzies de Tayac este es el lugar.
Un complejo con numerosos rincones prehistóricos, cuevas, casas trogloditas,
siendo muchos de estos sitios declarados por la Unesco como Patrimonio de la
Humanidad. Además es uno de los lugares donde en 1868 se descubrieron cinco
esqueletos de cromañones, los
ejemplos mas antiguos conocidos de homo
sapiens. Una pena no haberlo visto.
Cuando
pasamos por la carretera vimos como unos potentes focos iluminaban algunas de
las cuevas, algunos pasillos y unas escalinatas que accedian hacia el interior.
Pasadas las siete de la tarde
llegamos a Bouzalac, lugar donde
teníamos reservado nuestro alojamiento, a solo cuatro kilómetros de Perigaux. Lo cogimos aquí porque salía
muy bien de precio, bastante más barato que en Perigaux, al fin y al cabo solo
lo queríamos para dormir y al día siguiente partir temprano.
Cuando
salimos de la autovía, no dábamos con el sitio, fuimos a parar a una zona de
polígonos, todo desierto, con un frío que pelaba y sin nadie a quien preguntar,
así que echamos mano del google maps
para que nos lo indicara, estábamos muy cerca, a unos 500 metros. Sin él
todavía estaríamos daando vueltas.
Por fin
llegamos, un pequeño hotel ubicado junto a una red de carreteras y en las
afueras de Bouzalac. Un lugar de paso, con muchos emigrantes y trabajadores
locales que se quedan aquí por ser un lugar realmente económico.
Varios
pasillos con habitaciones en dos plantas y baños a compartir. Modesta
habitación dando el apaño para pasar la noche. Por la mañana pudimos desayunar
un pequeño buffet por solo 2 €.
Día 4-Perigaux-Sevilla
A las 9 de la
mañana ya partimos para visitar Perigaux. Una vez, allí aparcamos el coche
junto al río y al lado de la gran catedral de Saint Front.
Capital del
Perigord blanco tal como podemos ver en las fachadas de las casas y sus muros
de piedra. Cuando llegamos la ciudad parecía dormida (es lógico eran las 9
pasadas), nosotros solos paseabamos por su casco antiguo en el que echaríamos
un par de horas para visitarlo. Callejeamos junto a la Catedral, pasamos por
algunos estrechos callejones que van a parar al rio; pero según he leído nos
perdimos el animado mercado de Perigaux, situado en la misma plaza de la
Catedral. Muchas veces la hora y la coincidencia en el tiempo hace que una
ciudad, un pueblo o un lugar te impacte más o menos.
Y en este
caso Perigaux precisamente tampoco me impactó demasiado.
La Catedral con portes bizantinos,
fue parada obligatoria para los peregrinos en el Camino de Santiago, siendo
ésta, Catedral desde el año 1669, estando declarada como monumento histórico
francés.
Ésta Catedral
con sus líneas redondeadas domina las orillas del río Isle, y según dicen es hermana de
la iglesia de San Marcos en Venecia.
Perigaux se
levantó a orillas de este río y que de algún modo envuelve a la ciudad dentro
de unos de sus meandros, es afluente del del río Dordogne (por el que tantas
veces hemos pasado) que, a su vez desemboca en el río Garona (recuerdo, el que
pasaba por Burdeos)
Sitúando de
nuevo en el casco histórico, ahora nos vamos a mover por la parte comercial.
Se nota que
estas calles cuando pasen algunas horas tendrán que estar realmente animadas, a
estas horas están todavía muertas.
Pasear por
las calles de Perigaux significa levantar la mirada de vez en cuando para
disfrutar de la arquitectura de algunos de sus edificios medievales.
Al igual es
importante detenerse en algunos de los tenderetes callejeros para ver los
productos regionales, y otros tantos productos selectos y exquisitos del
Perigord blanco como los patés y el foie gras.
En algunas
zona de la cité (casco viejo)
parecemos haber retrocedido en el tiempo, sobre todo cuando pasamos por algunas
estrechas callejuelas con bellas casas,
con entramados de madera.
Son las 11,30
de la mañana, hora de partir hacia España, tenemos todavía un largo recoriido
hasta llegar a Sevilla, 1350 km y casi 12 horas de trayecto.
Nos dirigimos
de nuevo hacia la orilla del río Isle, cerca del puente donde tenemos aparcado
nuestro coche.
A nuestro
paso, vemos una curiosa y original casa sostenida por un murete central y
varias estacas laterales que en su conjunto le dan un bello aspecto.
Con dirección
hacia Burdeos tomamos la autovía que nos dirigirá hacia ella, y de ahí a la
frontera española, en la que ya en el Pais Vasco nos salimos de la A-1 para
localizar un lugar donde comer. Buen sitio, un menú (a la española, ya lo
echábamos de menos) por 12 €. De nuevo a la carretera con dirección Vitoria,
Burgos, Valladolid y desde ahí buscando la ruta de la plata por Salamanca, y a
Sevilla, a la que llegamos sobre las doce de la noche.
Buena
escapada de cinco días por esta bonita zona de Francia, el Perigord y resto de
Aquitania. Ha sido una pena que se nos haya quedado sin ver Les Eyzies de Tayac y Domne que lo
teníamos trazado en nuestra ruta original, pero a cambio hemos visto otros dos
sitios que no teníamos marcado en nuestra ruta Chateaux des Milandés y Chateaux de Castelnaud.
Pero como
siempre digo, sobre la ruta originalmente prevista, siempre está bien
improvisar, aunque muchas veces a cambio de sacrificar algún otro lugar.
Distinto es marcar la ruta sobre el papel y otra, hacerlo sobre la marcha, en
donde te encuentras con realidades como las carreteras, climatología… y lo
peor, que en estas fechas, la noche cae rápido y hay que aprovechar las horas
del día.