Hacía solo
una semana que había vuelto de Francia, concretamente de la región de Aquitania
y la comarca del Perigord, ubicadas en el sur de nuestro país vecino. Quería
seguir conociendo ese país, así que empecé a buscar vuelos baratos para París,
y lo encontré, con la compañía Easyjet, esa sería la mía, 82 €, ida y vuelta
desde Madrid, saliendo el día 26 de febrero y volviendo el 2 de marzo.
París, una
bella ciudad, con mucho que ver, recorrer y disfrutar. Quizás es la ciudad de
toda Europa con más renombre, Más aún que Londres, Roma…si se viene de otro
continente y se quiere visitar alguna ciudad europea, la primera es París.
Quizás, una
de las cosas más importantes que debemos
hacer si queremos conocer esta gran ciudad, es ubicar cada uno de los
lugares a visitar. Coger el mapa, ver su distribución de distritos y hacer una
buena administración del tiempo. Hay mucho que ver (seguro que algo dejaréis,
nosotros lo dejamos). Es importante el lugar donde nos hospedemos, nosotros lo
hicimos junto a la Ópera de Garnier, ideal, céntrico y cerca de todos los distritos más interesantes. Es más, ni tan
siquiera nos hizo falta coger el metro. Estuvimos cuatro días completos para
recorrer esta inmensa capital. Claro, si no nos sobra el dinero y nuestro
presupuesto está ajustado; el dormir en esta zona implica coger un hostal
normalito, sin lujos, y que nos dé el avío para pernoctar, priorizando en la
ubicación. Nosotros así lo hicimos, Prince Albert Ópera (**), a 50
metros de los almacenes LaFayette y de la Ópera.
Comer es
caro, aunque podemos encontrar restaurantes más baratos, sobre todo por el barrio
latino. El precio medio de un menú con primer plato y segundo plato, o
primer plato y postre, ronda los 17 €, en el barrio latino lo podemos tomar por
unos 13 €. La bebida nunca va incluida, no os preocupéis, siempre os ponen una
botella de agua del grifo, sino os la ponen, la podéis pedir tranquilamente, es
lo normal. Si queréis una cerveza, los cuatro o cinco euros lo tenéis
garantizado. El vino, depende de cual, pero mínimo 10 € la botella. Siempre
estamos hablando de restaurantes; sin lugar a dudas hay otros muchos lugares:
hamburguesería, baguetería…que son mucho más barato.
Desayunar,
en proporción es lo más caro. El precio del café con leche no suele bajar de
los cuatro euros, por lo que un desayuno con croissant y café puede ir desde
los cinco hasta los nueve euros. Nuestra estancia en París saldrá más o menos
cara, dependiendo de nuestras exquisiteces, lo que valoremos a la hora de
gastar, las prioridades y el buen comer; y por la noche ya se sabe, bocatas. El
equilibrio en los gastos está la clave.
Teniendo en
cuenta que estamos en París y hay gastos que estamos obligados a tener, la
media diaria sería otra clave a la hora de gastar, según el presupuesto
acordado por cada uno, y atendiendo a los cuatro palos fuerte del gasto:
dormir, transporte, comida y otros (museos, monumentos…regalos). En cuanto a
este último apartado hay algunos que serán obligatorios: Museo Louvre 12 €;
Museo Orsay 11 € (gratis el primer domingo de cada mes, nosotros lo
aprovechamos); torre Eiffel 15,5 € hasta arriba, al primer nivel 9 € y por las
escaleras 5 €; Notre Dame, gratis la
entrada al templo, con subida a las
torres 8,5 € (nosotros nos subimos, estaba cerrado), Ópera de Garnier 10
€ (impresionante). A partir de aquí hay una amplia gama de museos, monumentos,
casas, en la que habría que ampliar el presupuesto. Nosotros nos limitamos a
los expuestos anteriormente. Hay un pase (Pass Museum) que te vale para la
entrada a un total de 60 museos, monumentos… (Excluye la torre Eiffel), 45 €
para 2 días y 60 € para 4 días. Cada uno que se haga sus cálculos por si le
puede interesar.
En cuanto
al transporte en París, nosotros prácticamente no lo cogimos, solo una vez el
metro (desde la plaza de la Bastilla hasta Ópera) 1,6 € y el autobús desde el
aeropuerto de Charles de Gaulle (a 25 km al norte de París) hasta la plaza de
Ópera (11 €) con la empresa Roissybus (1 hora de trayecto), perfecta
combinación, como fue nuestro caso, si te hospedas por la zona de Ópera.
A
continuación detallo la distribución de todos los distritos (arrondissement) de París detallando en cada uno de ellos los lugares visitados y lo más
destacado por hacer.
París
cuenta con 20 distritos que
rodean el río Sena en forma de espiral. Los distritos 1, 2, 3 y 4 constituyen
el corazón de la ciudad, fundada en la Isla de
La Cité. Los distritos 5, 6 y 7 son conocidos como lugares de
nacimiento de tendencias y movimientos culturales. Las zonas 8 y 9 son barrios
dedicados a los negocios y al comercio (Campos Elyseos y grandes almacenes). El resto de los distritos son
principalmente residenciales, con algunos sitios de interés, como por ejemplo el distrito XVIII, de Montmartre con el Sagrado
Corazón (Sacre Coeur) y el Moulin Rouge.
- Distrito 1, Louvre: Es
uno de los más turísticos por la cantidad y calidad de sus monumentos. Luvre, el Jardines de Tulliers, el Palais Royal, Ile de la Cite, Sainte Chapelle,
Conciergerie y varios puentes.
- Distrito 2, Bourse: es el barrio de menor extensión y muy comercial,
nosotros lo anduvimos por la noche con dirección a la Ópera. El edificio a
destacar es La Bolsa.
- Distrito 3, Temple: Aquí se encuentra el famoso barrio de Le Marais, repleto
de bares y restaurantes donde comer, mucho ambiente, sobre todo de gente joven
parisina. Comimos en el restaurante
Bistrot de la Place (muy bueno, recomendable). Plaza des Vosges, con
galerías de arte. Casa de Víctor Hugo. Hotel de Suly. Plaza de la Bastilla.
- Distrito 4, Hôtel-de-Ville: En ésta se
encuentran las dos islas del Sena, la Catedral de Notre Dame y la isla de Saint
Louis, el Centro Pompidou (nosotros no llegamos) y el Hotel-de-Ville.
- Distrito 5, Panthéon: Conocido como el Barrio Latino. Un
sitio con ambiente joven y estudiantil. Repleto de bares y restaurantes donde
comer. Comimos en el restaurante L`Atlantide
(coqueto, acogedor y económico. Recomendable). Allí puede visitarse el
Panteón, la Universidad de París de la Sorbona, la iglesia de Santa Genoveva y
la famosa rue Mouffetard llena de pequeñas tiendas, bares y cafeterías.
- Distrito 6, Luxembourg: En este
distrito se encuentra el barrio Saint-Germain-Des-Pres íntimamente relacionado
con el arte y las letras. Algunos de sus atractivos son los Jardines de Luxwmburgo, Palacio de Luxemburgo y el Pont Neuf o Puente Nuevo. Plaza e iglesia de Saint Sulpice. En este barrio
abundan carísimas boutiques, en las que cualquier prenda puede costar cientos
de euros, e incluso miles.
-Distrito7, Palais-Bourbon: Sin dudas de los
más conocidos, visitados, buscados y fotografiados. Allí se encuentra la Torre Eiffel, Champ de Mars, el Trocadero (aunque este pertenece al distrito XVI, lo
he incluido en el distrito VII ya que está junto a la Torre Eiffel y tiene las
mejores vistas), el Museo Orsay, les Invalides, puente de Alejandro III, Asamblea Nacional, Ministerios. Yendo hacia el distrito VI, se
encuentran igualmente boutiques de diseño con carísimos precios. Comimos en el café
La Dauphine situado en el Bulevard de Saint Germain, junto al Sena, nos cogió
de paso ya siendo tarde (aceptable).
- Distrito 8, Élysée: Este
distrito es famoso puesto que en él se encuentra el Arco del Triunfo,
Champs-Elysées, la Plaza de la Concordia y el Grand y Petit Palais. En los Champs-Elysées
muchas terrazas donde comer y beber, y numerosas tiendas de diseño, también con
elevados precios, pero curiosamente no comparables con los de los distritos VI
y VII.
- Distrito 9, Opéra: Nuestro lugar de pernoctación. Aquí destacan sus
bulevares y tiendas donde realizar compras. La Opera Garnier es su mayor
exponente, y la mundialmente famosa y cara Galerías Lafayette. Comimos en el
restaurante Chartier, uno de los más antiguos de París. Original, acogedor y
económico. Visita obligada.
- Distrito 10, Enclos
Saint-Laurent: Un distrito con pocos atractivos turísticos,
solo destacar que aquí se encuentran dos
grandes estaciones de tren como lo son Gare de l’Este y Gare du Nord. No
estuvimos.
- Distrito 11, Popincourt: Junto a La
plaza de la Bastilla, lugar de moda y
con un ambiente joven en el que se multiplican los bares y pubs. Mucha vida
nocturna.
- Distrito 12, Reuilly: también junto a la plaza de la Bastilla, se
encuentra la ópera y el Bulevar de la Bastilla con una pequeña dársena donde
atracan los barcos. Lugar recomendable
para comer, Le Charolais (estuvimos, pero no almorzamos, se nos hizo tarde,
recomendado por unos amigos), junto al mercado.
- Distrito 13, Gobelins: sin nada que destacar a nivel turístico, no estuvimos.
- Distrito 14, Observatoire:
Barrio de Montparnasse, lo teníamos
en el itinerario, pero al final no fuimos. A destacar: las catacumbas,
cementerio de Montparnasse y el edificio más alto de París.
- Distrito 15, Vaugirard:
Es el más grande en extensión, sin
nada que destacar a nivel turístico, no estuvimos.
- Distrito 16, Passy: Zona de embajadas y lugar en el que se alza el estadio
Parc de Princes. Anduvimos por la zona del
Trocadero, cercano a la Torre Eiffel y con dirección al Arco del triunfo.
- Distrito 17, Batignolles-Monceau:
En él se encuentra el centro de
exhibiciones Palais des Congrés. Sin nada que destacar a nivel turístico, no
estuvimos.
- Distrito 18, Buttes-Montmartre: Este distrito alberga el famoso barrio de Montmartre (barrio de los pintores) que es, sin
dudas, uno de los principales atractivos de París. Zona pintoresca y hermosa.
En este sitio se encuentra la Basílica de Sacré Coeur (Sagrado Corazón), el
Moulin Rouge, y varias salas de espectáculos picantes.
- Distrito 19, Buttes-Chaumont:
sin nada que destacar a nivel
turístico, no estuvimos.
- Distrito 20, Ménilmontant:
sin nada que destacar a nivel turístico,
no estuvimos.
Día 1. Distritos IX y XVIII
A las 9,30 salimos de la Terminal 1 del
aeropuerto de Madrid con destino a París, aterrizando en la misma a las 11,30.
Justo el tiempo para desembarcar y dirigirnos a la salida, donde ya teníamos
localizado el bus que nos llevaría hasta el centro de París, a la plaza de
Ópera, donde teníamos nuestro hotel. Como ya comenté anteriormente, la empresa
Rossybus es la encargada de este servicio. Salen cada 10 minutos con un precio
de 11 €, y tarda una hora aproximadamente en llegar a Ópera. Una vez allí y con mapa en mano localizamos
nuestro hotel.
Pero antes de dirigirnos a él, nuestro primer
intento de timo. Estábamos en la misma plaza de la Ópera, mirando nuestro mapa,
cuando se acerca una señora, simulando como si hubiera encontrado, o se nos
hubiera caído un anillo (supuestamente de oro), se agacha y hace como si lo
cogiera. Se dirige a nosotros y nos lo ofrece (me supongo que para intentar
vendérnoslo a precio de ganga). Lógicamente no le seguimos el rollo y nos
marchamos. “A por los guiris”, pensaría ella. Una pareja, con maletas y dándole
vueltas a un mapa…lo intentó.
A escasos metros y junto a las galerías de
Lafayette, nuestro hotel, Princes Albert Ópera. Modesto y muy sencillo.
Habitación 23, con ventanales hacia la calle. Nos dirigimos hacia el ascensor y
nos encontramos con un gran dilema, o entramos nosotros o las maletas. Es tan
estrecho que nos recordó al camarote de los hermanos Marx. Casi de milagros
pudimos entrar. Más que un ascensor parece un montacargas. No lo volvimos a
coger. Pero como ya comenté en la introducción, solo por la estupenda ubicación
merece la pena.
Justo el tiempo de dejar nuestro bártulos y a la
calle de nuevo para visitar el interior de la Ópera. Serían algo más de la una
del mediodía cuando nos pusimos en marcha.
La
Ópera de Garnier (10 € la entrada). Construida entre
1860 y 1875 por el arquitecto Garnier, es un majestuoso edificio que ordenó su
construcción Napoleón III.
Fue fundada en 1866 y en su interior conserva planos de arquitectura, partituras manuscritas, maquetas de decorados, trajes, joyas…
La entrada la tenemos por uno de los laterales de la
misma. Una vez dentro, nos impresiona su grandeza, su elegancia, su decoración.
Estamos impactados. Esta ópera puede acoger a un total de 2200 espectadores,
que en su mayoría de las veces, acuden para ver espectáculos de danza.
De estilo neobarroco, esta ópera
conservó su titulo hasta 1978 cuando fue renombrada Teatro Nacional de la Ópera
de París. En 1989 la “compañía de la ópera” traslado su sede al recién
construido Teatro de la bastilla y su vieja sede recibió el nombre de Palacio
Garnier, aunque se le sigue conociendo por su anterior nombre, “Ópera de
garnier”.
Como curiosidad, la construcción de
ésta tuvo varios contratiempos. La obra huvo de ser interrumpida al encontrarse
cuevas con aguas subterráneas durante las excavaciones las cuales tuvieron que
ser absorvidas por bombas durante ocho meses.
Es un edificio muy vistoso, su estilo
es monumental, opulentamente decorado con mármoles, columnas y lujosas estatuas
en bronce, algunas de ellas de famosos músicos como Mozart y Bethoven.
La araña de luces del
auditorio central pesa más de seis toneladas.
A la planta superior nos lleva unas grandiosas escaleras que no nos deja indiferentes a los que pasamos por allí. Sencillamente es espectacular. Parecemos reyes o principes cuando subimos por ellas, o por lo menos es lo que uno se imagina.
Napoleón III consiguió su objetivo,
cautivar y causar admiración de todos los que lo visitamos.
En el interior sorprende su tamaño,
11000 metros cuadrados de lujosos acabados. Terciopelos, pan de oro, imágenes
de ninfas, las pinturas de sus techos, mosaicos… o simplemente la majestuosidad
de sus espacios.
Quien no recuerda aquella
famosa película “el fantasma de la ópera”. Tras sus paredes se inspiró este
film.
Si algo destaca sobre todo lo
demás es probablemente su escalera central. De marmol blanco y rematadado por
un opulento pasamanos de mármol rojo y verde.
Nos da una idea perfecta de la
ostentación que mostraban en aquella época quienes acudían a la ópera.
Para todos ellos no se trataba de solo oir buena música o disfrutar de unas piezas de ballet, sino a mostrar el estatus social del que disfrutaban.
Salimos ya fuera del edificio y lo
rodeamos para maravillarnos de su exterior, sobre todo su imponente fachada
principal.
Nos dirigimos ahora hacia el barrio
de Montmartre, no muy lejos de la ópera. Son las dos y cuarto, así que antes de
proseguir, nos detenemos para almorzar. No dimos muchas vueltas, así que en un
Tailandes que había por la zona entramos a comer un menú que resultaba
baratito.
Una vez saciado nuestro apetito tiramos por la comercial rue de la Chaussee d´antin para desembocar en la plaza donde se ubica la iglesia de la Trinidad de Astienne d´Orves, una de las más grandesde París.
Desde aquí ya nos adentramos en el
famoso barrio de Montmartre por las empinadas callejuelas hasta llegar a la
plaza Abbesses, ya casi en el corazón artístico de Montmartre.
Un par de encaramadas escaleras
nos llevarán a la plaza de Tertre.
Aquí los pintores exponen sus cuadros e intentan atraernos para adquirir
algunos de ellos.
Es una plaza pintoresca, muy
bohemia, en donde los artistas disfrutan al aire libre dando pinceladas sobre
sus lienzos.
En este barrio se reunían los
artistas, en los cafés, y se dice que los camareros, también cultos,
participaban en las tertulías y aplaudían. En efecto, pintores, escultores,
cantantes y escritores compartían las mismas inquietudes y formaban una especie
de república del arte. Por aquí se daban cita artistas tan de renombre como
Picasso, Cezanne, Monet, Renoir y otros tanto, y que entre todos hicieron que
el barrio tuviera tal popular fama.
Una ligera llovizna empieza a caer
en el barrio de Montmartre, los paraguas se empiezan a abrir y a proteger todas
las pinturas. Los pintores callejeros se apresuran para resguardar sus bien
mimadas obras de arte. Estamos en la plaza de Tertre, la más popular de todas.
El ambiente viene mezclado
entre los bohemios de la zona y los muchos visitantes que por aquí transitamos.
De hecho es uno de los distritos más visitados de París, en donde podemos
recobrar aquellos momentos de la historía artística parisina.
Junto a ésta, la basílica del Sagrado
Corazón (Sacré Coeur). Una calle peatonal nos conduce hacia ella. Repleta
de tiendas de souvenirs, y cientos de láminas que ilustran dibujos de los
pintores y de la propia basílica. Algún que otro vendedor nos reclama para que
entremos en su tienda. A los pocos metros llegamos a este imponente templo.
Ubicada en la parte más alta de
Montmartre, Sacre-Coeur destaca majestuosamente sobre el cielo de París. Esta
construcción de inspiración bizantina se terminó de edificar en 1914. Cuenta la
leyenda que aquí fue decapitado hacia el año 250 el primer obispo de París,
Saint Denis, y de ahí el nombre de Montmartre (“Monte del Martirio”).
Debido al reciente ataque terrorista que sacudío a París, los lugares turísticos, como es el caso de Sacre-Coeur, están fuertemente protegidos y vigilados por decenas de militares, portando estos, metralletas y resguardados con chalecos antibalas.
Al estar ubicado sobre una colina,
existe un funicular que se puede coger y subir a la misma.
Desde arriba podemos disfrutar de
unas fantásticas vistas de todo París, y aunque todo el mundo quiere divisar la
torre Eiffel, imposible, queda oculta tras la colina.
Nos dirgimos de nuevo hacia la plaza
de los Abbesses a la que podemos llegar por cualquiera de las callejuelas
empinadas.
Esta plaza junto a la calle del mismo nombre nos hace
recordar la presencia en este barrio de unas abadesas benedictinas desde el
siglo XII.
Seguimos paseando por algunas
callejulas del barrio y continuar disfrutando de bonitas decoraciones de
algunas librerías, bares, de pinturas…
En algunas de sus calles vivieron a
principios del siglo XIX los artistas románticos buscando algo de tranquilidad,
tales como Victor Hugo, Chopin, Van Gogh…
Bajando hacia el Bulevard Clichy y junto a la Plaza
Blanche llegamos al famoso Moulin Rouge. Muchas evocaciones locas de la
revista parisina nos trae al recuerdo. Solo las aspas del molino son las
auténticas de la época.
Hoy se esrtrenan aquí revistas que
pretenden resurgir aquellos Años Locos
que siguieron a la primera Guerra Mundial.
En frente del Moulin Rouge la gente
se agolpa para fotografiarse con este colorido y luminoso telón de fondo. La
lluvia empieza arreciar y en cuestión de minutos las calles se ven encharcadas.
Nosotros hacemos lo que todos los viajeros, fotografiarnos y salir huyendo para
resguardarnos en alguna cafetería.
Antes entramos en el Moulin Rouge
para ojear un poco las carteleras, precios y aprovechar para pisar la famosa
alfombra roja. La lluvia aprieta y tenemos que esperar un poco hasta que cese
la lluvia. ¡Cuantos personajes famosos de la época habrán pasado por este mismo
lugar!
Avanzamos por la misma acera
del Bulevard Clichy y entramos en una famosa cafetería, el café Pigalle, declarado Monumento Histórico por su decoración
años 50. Tomamos dos zumos de naranja natural, cinco euros cada uno.
Este Bulevard esta invadido de
tiendas eróticas, sex shop, sex film y todo tipo de productos relacionados con
el sexo. Históricamente este ha sido el lugar de disfrute para rodos aquellos
que querían algo de diversión.
El parpadeo de las rojas luces de
neón sobre los escaparates, nos hacen sentir de forma firme que estamos en uno
de los lugares míticos de Paris. Abandonamos el barrio de Montmartre y de nuevo nos dirigimos
al barrio de ópera en el que entraremos a cenar en uno
de los restaurantes más antiguos y famosos de París, le Bouillón Chartier. La cola para entrar esá garantizada
(nosotros estuvimos unos 20 minutos) aunque el vigilante se encarga de que no
entre nadie y controla perfectamente la cola con cuerdas protectoras.
Una vez dentro compartimos mesa con un matrimonio francés. La política de este establecimiento es no dejar nunca huecos en las mesas, con lo que como si fuéramos todos de la misma familia compartimos el tablero.
El camarero va apuntando todo lo
que pedimos en el mismo mantel, con lo que esto también nos resulta un tanto
original.
Este restaurante tiene más de cien
años y mantiene la misma política de entonces, comer económico y bien. Nos
ofrecen unas sugerencia de tapas, primer plato y postre, todo por 20 €.
Nosotros nos aventuramos por otros platos de la carta,
Y un buen Burdeos rosado, que dicho
de paso en la comida no salió demasiado bien.
De pronto se escucha un ligero murmullo y el canturreo “del cumple años feliz”. A uno de los clientes se le trae el postre con una vela encendida y todos participamos en el canto.
El ambiente es formidable. El local
acogedor, y los camareros rápidos y eficaces. Cada uno se encarga de una hilera
de clientes. El nuestro, me pide la cámara y como un paparazzi empieza hacernos
fotografías desde todos los ángulos. De pronto, todo los camareros rodean a uno
de ellos y les cantan otro “cumpleaños feliz”. Igualmente todos nosotros
eufóricos y contentos lo celebramos.
Sobre las once de la noche
abandonamos el local dirigiéndonos a nuestro hotel, que por cierto se
encontraba muy cerca, solo a quince minutos. Para acabar este magnífico día,
pudimos disfrutar de la fachada principal del edificio de la Ópera bellamente
iluminado.
Día 2. Distritos V, VI, VII, VIII y
II (de paso)
Hoy
será un día largo, con mucho recorrido por hacer, desde las 9 de la mañana que
empezaremos, hasta las nueve de la noche y andaremos un total de unos 15 km. No
será nada especial para nosotros, estamos acostumbrado a realizar rutas de
montaña, con lo que aquí, sin desnivel alguno será muy llevadero. Recorreremos
parte de lo más visitado y típico de Paris, los distritos del V al VIII. Para
ello nos dirigiremos directamente a la torre Eiffel, pero pasando antes por la plaza e iglesia de la Madaleine, ya que
la tenemos cerca de Ópera y nos pillará de paso, correspondiendo ésta al distrito VIII.
Ubicada
entre varios Bulevares con lujosos comercios y muy cerca de la plaza de la
Concordia, ya en el Sena. Esta
impresionante iglesia con aspecto de templo griego tiene una historia azarosa
pues antes de que Napoleón le diera su función definitiva como iglesia en 1845,
albergó la Asamblea Nacional, la Bolsa y la Biblioteca Nacional.
Varios
son los conciertos de música clásica que podemos oír, de hecho el siguiente
domingo a las 12 habrá uno bastante bueno, pero no nos pillará por la zona.
Dejamos la plaza y nos dirigimos directamente hacia la plaza de la Concordia,
desde donde iremos junto al río Sena hacia la torre Eiffel.
Las
vistas desde aquí son impresionantes, sobre todo cuando llegamos a la altura
del Puente de Alejandro III. La torre Eiffel al fondo y pareciendo flotar en el
Sena, nunca la perdemos de vista; hacia ella nos dirigimos.
Yendo
ahora por el otro margen del río, por la rue Qual d´Orsay, llegamos a la más
que fotografiada Torre Eiffel.
Como
todos sabemos, esta Torre fue construida tras dos años de trabajos en 1889 para
la Exposición Universal. Esta Torre estaba destinada, como todo lo que se
construyó para dicho evento, a su demolición, pero rápidamente se fue
convirtiendo en el verdadero emblema de París.
Como
datos técnicos curiosos podemos decir que pesa 7000 toneladas, 15000 piezas
metálicas unidas por unos 2.500.000 de tornillos y tuercas, y una altura total
de 301 metros.
Cuenta
con tres pisos abiertos al público, a 57 m, 115 m y 274 m respectivamente y
permite ver hasta una distancia, en días claros, de hasta 90 km.
Entre
colas y la visita podemos tranquilamente echar las tres horas. Por lo menos eso
fue lo que nosotros echamos. Tenemos varias opciones de subida: hasta el primer
nivel en ascensor (9 €), por las escaleras (5 €) o hasta arriba del todo,
haciendo parada intermedias (15,5 €). Esta última fue la nuestra.
De
este modo nos colocamos en una de las colas (aprovechamos el viernes que siendo
un día laborable había menos gente) y a esperar a sacar la entrada.
Por
la megafonía, de forma insistente, y en varios idiomas, nos alertaban de que
tuviéramos mucho cuidado con los carteristas, con las mochilas y bolsos ya que
era zona de trabajo por parte de los que se dedican a llevarse lo ajeno.
El
control es riguroso, registran los bolsos y tendremos que pasar por los arcos
de seguridad (así pasa en todo los lugares de interés turísticos en toda la ciudad).
Ya
en el ascensor subimos directamente hasta el nivel superior. A 300 metros de
altura, el frio se nota, y es indispensable arroparse bien. Las vistas son
espectaculares.
En
la cara sur de la torre podemos divisar
el Champ de Mars, la Ecola Militare y al fondo de forma destacada como si de un
torpedo disparado hacia el cielo se tratase, el rascacielos de Montparnase (210
metros de altura).
Por
la otra parte, el río Sena con algunos de sus puentes, donde uno de ellos es el
famoso de Alejandro III.
En
la cara norte, la mirada nos lleva desde El Trocadero, en la Avenida Kleber
hasta el mismo Arco del Triunfo, en el fondo.
En
el interior de las paredes de la Torre Eiffel, podemos ver unos dibujos de la
altura de todos aquellos edificios o monumentos destacados en el mundo con
respecto a la altura de la Torre Eiffel.
Tras
una larga cola nos colocamos de nuevo para coger el ascensor y bajar hasta el
primer nivel. Aquí haremos otra parada, y al igual que en la parte superior
damos vueltas por todas las caras de la torre para disfrutar de las vistas.
Casi
tres horas después de nuestra llegada, dimos un paseo por la explanada
ajardinada el Champ de Mars y después atravesamos el puente D´Alma y nos
dirigimos hacia el Trocadero (pertenece al distrito XVI), uno de los lugares
desde donde mejores vistas tenemos de la Torre Eiffel.
La
Place du Trocadero es una de las más visitadas de París. La estatua que preside
el centro de la plaza representa al mariscal Foch y su nombre recuerda una Victoria
del ejército francés sobre el español durante la toma del fuerte del Trocadero
en 1823. Varios museos encontramos en este lugar: Musee D`Homme, de la Marine,
des Monuments français y el Palais de Chaillot y el de Tokyo son otros
destacados edificios.
Abandonamos
el Trocadero, y por la Avenida Kleber (distrito XVI) nos dirigimos hacia el
Arco del Triunfo (perteneciendo ya al distrito VIII).
Una gran avenida con muchas
tiendas, restaurantes y plagado de terrazas. Al poco llegamos al famoso Arco
del Triunfo.
Su
edificación entre 1806 y 1836 fue mandado a construir, junto con otros tantos
edificio monumentales, por Napoleón III.
Sus
paredes están decoradas con relieves que ilustran batallas y el entierro del
General Marceau.
Debajo del arco central, en el
eje de los Campos Elíseos se encuentra la tumba
del soldado desconocido.
Bajamos
por la popular avenida de los Campos Elíseos, que con sus 71 metros de ancho
adquirió durante la época de Napoleón III su fama como sinónimo de elegancia de
lujo parisino.
Muchas
son las veces que había visto este lugar
en reportajes, sobre todo aquellos míticos finales de carrera del Tour de
Francia. Ahora yo estaba aquí, viviéndolo en primera persona.
Repartidos
por ambos lados de la avenida, lujosas tiendas de ropa nos reclaman con sus
llamativos escaparates bien diseñados. Buenos restaurantes y muchas terrazas
donde podemos tomar algunos aperitivos. Algunas relojerías y joyerías de
prestigiosas marcas, prohibitivo comprar para la gente de a pie. La acera par
cuenta con numerosas galerías cubierta, en donde podemos deleitarnos con todos
sus productos.
Con
una longitud de 2 kilómetros, está considerada la avenida más hermosa del
mundo. Comienza en la plaza de la Concordia y termina en el mismo Arco del
Triunfo. Es escenario de grandes desfiles el 14 de julio y el 11 de Noviembre.
Antes de llegar a la plaza de
la Concordia nos desviamos con dirección al puente de Alejandro III. Este es
uno de los lugares más hermosos de Paris, ya que está rodeado de bellos
edificios, como son el Gran Palais y el Petit Palais. En estos se encuentran
las Galerías Nacionales y el Museo Municipal de bellas Artes respectivamente.
Y
justamente al lado, sobre el río Sena, el
Puente de Alejandro III. Construido en 1900 con motivo de la Exposición
Universal de aquel año, reflejando la grandeza arquitectónica de la época.
Las
gigantescas esculturas, algunas con un dorado intenso, y las esmeradas farolas
decoran gran parte del Puente.
Atravesando el puente llegamos a la gran explanada en donde
se encuentra los Inválidos y la la cúpula de la iglesia de Dome.
El edificio de les Invalides alberga el Museo del Ejercito,
que recorre la historia a través de los ejercitos desde la prehistoría hasta nuestro días. En la iglesia de Dome se encuentra la tumba de Napoleón.
Regresamos de nuevo al puente y bordeando el río Sena nos dirigimos hacia la Plaza de la Concordia. Su aspecto actual data del siglo XIX. Esta plaza monumental se proyectó durante el reinado de Luis XV y fue la última de las plazas reales.
La Plaza estuvo presidida en su centro por una estatua ecuestre
del monarca, después llegó la revolución y con el final de la monarquía, en
1792 la estatua dejó sitio a la
guillotina que ejecutaría a Luis XVI el 21 de enero de 1793, en el lugar
exacto que ocupan las actuales fuentes.
Como
curiosidad, el Obelisco que se encuentra en la plaza fue un regalo del Pasha
Mehemet Ali a Luis Felipe de Francia en 1831. Es del siglo XIII A.C, mide 23
metros y procede de Tebas, del templo de Ramsés II.
Atravesamos el puente de la
Concordia y nos situamos de nuevo en el distrito VII, hemos dejado el VIII, y
de frente nos encontramos la Asamblea Nacional. Son las tres de la tarde,
estamos un poco cansados y hambrientos, así que decidimos coger el bulevar de Saint Germain y el primer sitio que veamos
nos quedamos a comer. Efectivamente a los pocos metros vimos el café La
Dauphine, miramos la carta, 17 € menú, primer y segundo plato y de beber agua
del grifo. En la misma terraza exterior nos sentamos a comer. Tras un buen rato de descanso, de nuevo a seguir con el itinerario.
El
distrito VII pasamos al VI, con dirección al barrio latino pero queriendo antes
visitar los jardines de Luxemburgo.
Callejeando
nos quedamos asombrados al ver algunas boutiques de la rue Grenelle, en donde
los escaparates muestran pocas prendas pero a unos precios astronómicos
(estamos en una zona cara). Unos zapatos 700 €, un bolso 1500 €, un vestido
3500 €…nos quedamos asombrados.
Son
tiendas de diseño. Así no me extraña que las boutiques estén tan poco llenas de artículos (y de
gente). Aunque cuando están aquí alguien comprará.
Muy
cerca de los jardines de Luxemburgo visitamos la plaza e iglesia de Saint-Sulpice.
Ésta, después de que participaran varios arquitectos en su construcción, se
reveló larga, hasta llegar a tener su imponente aspecto barroco, algo
recargado. La torre derecha no está acabada, a pesar de los muchos trabajos de
arquitectura.
Como
curiosidad, en esta iglesia fueron bautizados Baudelaire y el marqués de Sade y
se casó Víctor Hugo.
En
esta plaza se proyectó construir todas las casas siguiendo el modelo de la del
arquitecto Servandoni.
A
pocos metros y siguiendo la rue Bonaparte llegamos a los Jardines de Luxemburgo.
Este
parque, creado en 1617 es frecuentado hoy por estudiantes y familias enteras.
Es un lugar ideal para pasear o para leer tranquilamente un buen libro en las
muchas sillas disponibles alrededor del estanque. Escenario de inspiración para
algunos pintores y algunos novelistas como Víctor Hugo, con su obra Los Miserables, en el que sitúa a varios
personajes.
Hay
hermosos rincones de los que podemos disfrutar, como por ejemplo la “fuente de
Médicis”, el Palacio, o algunos merenderos bajo la sombra de frondosos
castaños.
Los
críos corretean a sus anchas, mientras que otros lanzan pequeños barquichuelos
al estanque y disfrutan de este día radiante de sol. Rosa y yo paseamos junto a
las muchas esculturas que hay repartidas junto al estanque, y los abuelos se reúnen en este sosegado parque para
charlar de sus cosas.
Salimos
del parque y nos dirigimos al famoso Barrio
latino (distrito V) atravesando el bulevar de Saint Michel. Son las seis de
la tarde, así que aprovechamos para merendar en una de las cafeterías ¡Cómo han
cambiado los precios, aquí es todo más barato.
Este es uno de los barrios más antiguos, animados y concurridos de París. Debe su nombre a la época Medieval, cuando los habitantes de la zona eran estudiantes que utilizaban el latín para comunicarse. De hecho desde la Edad Media los estudiantes tuvieron una gran influencia sobre Francia y durante los siglos XIX y XX llevaron a cabo movimientos estudiantiles de gran trascendencia política.
Lo primero que hacemos es acercarnos a la popular Universidad de la Sorbonne. Considerada como el primer centro de estudios de París, nacía en 1235.
En
sus orígenes se fundó como una escuela de teología, pero con el tiempo, las
enseñanzas que se impartían se fueron diversificando y entre sus muros
se
puso la primera imprenta de Francia en 1469.
La
plaza de la Sorbonne cerrada al tráfico, es agradable por sus terrazas, y en
las calles colindantes son muchas las librerías que todavía siguen existiendo.
Por
la calle de la Universidad nos dirigimos hacia el Panteón. Aunque en este
momento está parcialmente cubierto debido a unas obras, nos hacemos una idea de
su enorme grandeza.
Con su imponente cúpula, este
edificio cuya construcción nació de una promesa que hizo Luis XV en 1744 para
sustituir la vieja iglesia de la abadía de Santa Genoveva.
Antes
de ser utilizado para el culto religioso, la Asamblea Constituyente le asignó
en 1791 la función de recibir los restos de “los grandes nombres de la época de
la libertad francesa”, Voltaire, Mirabeau y Rousseau. Diversas personalidades
como Víctor Hugo o Marie Curie (primera mujer enterrada en el Panteón pos sus
méritos) descansan tras estos muros.
En la misma plaza del Panteón nos encontramos la iglesia de
Santa Genoveva. Ésta, siendo Patrona de París, tiene una bonita historia.
Era una rica
propietaria galorromana que vivió entre los años 420 y 500. Nacida en Nanterre,
siendo muy joven fue animada por un obispo, advertido se du carácter especial,
a dedicar su vida a Cristo. Su primer milagro consistió en devolverle la vista
a su madre mediante el agua de un pozo de Nanterre. Instalada en París durante
mucho tiempo fue muy apreciada por sus virtudes, valor y generosidad.
A menudo se la
representa portando una vela que es encendida por un Ángel pues en su mano se
volvían a encender las velas apagadas por el viento o la lluvia.
Nos
dirigimos ahora hacia la rue de Mouffetard, muy ambientada, con muchos bares
donde picar y tiendas donde poder comprar, desde ropa, suvenires, comida, e
incluso tenemos un pequeño mercado.
Ya
es de noche, con lo que algunos bares vemos que se están llenando de jóvenes
parisinos en busca de unas cervezas.
Esta calle, conocida cariñosamente como la Mouff, ya existía
en tiempos de los romanos y debe su nombre al mal olor que desprendían las casquerías y los curtidores instalados a orillas del río.
Hasta
hace más de dos décadas, este era el reino de los poetas pobres o de los poetas
sin obras (les clochards). Aquí se reunían en algunas de sus tabernas.
Al final de la calle llegamos a la populosa plaza de la
Contrescarpe. Hoy ya es tarde, y algunas de las tiendas empiezan a cerrar, solo
algunos tenderetes mostrando algunos apetitosos mariscos y ostras.
Hemos decidido mañana volver por aquí y comer en algunos de
los restaurantes de la zona, está cerca de Notra Dame y mañana queríamos venir
por la zona, así que nos pegaremos una escapada para ver el ambiente de día.
Como curiosidad, en el número 53 de esta misma calle, en el
año 1938 unos obreros descubrieron sacos con luises de oro. Les tocó la tercera
parte del botín.
Este
barrio con orígenes bohemios es un lugar ideal donde perderse por algunas de
sus estrellas calles, ojear las muchas librerías con libros realmente antiguos,
y en donde poder tomar unos cafés recordando aquellas poetas de siglos pasados.
Es
un lugar de visita obligada, muy cerca de la plaza de Saint Michel, del Sena y
por supuesto de la Catedral de Notre Dame.
Poco a poco nos vamos
retirando de la zona y callejeando, de nuevo salimos a la plaza del Panteón. Aquí
planteamos coger el metro y volver en él hacia el hotel, pero mirando el mapa
vimos que tampoco estábamos tan lejos, así que decidimos seguir andando. Desde
aquí ya directamente buscando el puente que atraviesa la Ile de la Cite y
dirección al distrito de Ópera, pero antes pasaríamos por el distrito II, la
comercial rue Reaumur, el Palais de la Bourse, y ya por último la rue 4 de
Septembre, desembocando en la plaza de la Ópera.
La
Rue Réaumur ofrece una magnífica muestra de arquitectura industrial. En su
mayor parte por tiendas de confección.
En
la misma calle destaca de forma exuberante Le Bourse (la Bolsa), ocupa el solar
de un antiguo convento. Su arquitectura, compuesto por esbeltas columnas corintias
son testigo claro de las tendencias neoclásicas del Imperio (1808).
Aunque París es la cuarta plaza financiera del mundo, en la actualidad, y debido a las nuevas tecnologías ha hecho que disminuya la actividad en dicho barrio, sobre todo después de que dejara de funcionar dicha Bourse.
Sobre
las nueve de la noche llegamos al hotel. Ha sido un día muy largo, con doce
horas de pateo por varios distritos de París. Realmente nos sentimos un poco
cansados. Así que mañana tocará un día algo más relajado.
Unos
bocatas y a descansar.
Día 3. Distritos I, IV, y V
En
este día nos dedicaremos a visitar el Museo del Louvre. Aunque no somos entendidos
del arte, dedicaremos algunas horas a recorrer varias de sus salas.
El
precio de la entrada es de 12 € y el horario de apertura es de 9:00 a 18:00
excepto el miércoles y viernes que abre hasta las 21:45.
Entramos
en el Museo más visitado del mundo, siendo este un antiguo palacio de los reyes
de Francia. Alberga extensas y ricas colecciones de civilizaciones antiguas,
artes del Islam y arte occidental desde la Edad Media hasta 1848.
La
entrada la haremos por el interior de unas picudas pirámides de cristal, éstas
rodeadas de bellos edificios.
Tras esperar una cola de media hora, y después de un exhaustivo control y registro de los bolsos y mochilas accedemos a él.
Dividido
en varias alas, Richeliu, Sully y Denon, y estas a su vez repartidas en varias
plantas. Para contemplar todas sus obras de arte posiblemente necesitaríamos de
muchas horas e incluso días, todo depende de lo entendido o no que uno sea del
arte. Nosotros con algo más de tres horas tendremos suficiente.
Lo
primero que haremos, como todo el mundo, es dirigirnos al ala Denon que es
donde se encuentra La Gioconda, de Leonardo Da Vinci. Miles de visitantes
seguimos los carteles y flechas que nos dirigen hacia él. Sin lugar a dudas es la
más importante de todas, sin quitar en absoluto mérito al resto de las obras.
Tras
atravesar varios pasillos con excelente decoración, simetría perfecta, lleno de
columnas y estupendas esculturas llegamos a la sala donde se encuentra la
Gioconda.
Son
cientos, o mejor miles las personas que se concentran ante el cuadro, con sus
cámaras no dejan de apuntar y disparar. Los flases impactan sobre el rostro de
la Gioconda a velocidad de vértigo.
Conocida
también como la Mona Lisa fue pintado entre 1503 y 1519, considerada como el
ejemplo mejor logrado del Sfumato, una técnica pictórica que se obtiene por
aumentar varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporcionando a la
composición unos contornos imprecisos, así como un aspecto de antigüedad y
lejanía.
Seguimos
recorriendo las salas, en las que en varias de ellas, vemos algún pintor
reproduciendo con sus pinceles algunas obras
repartidas por los distintos espacios. De algún modo le da vida a este
impresionante Museo, en donde, si uno piensa detenidamente, cuanto nos podrían
contar estos lienzos de la historia.
En la
misma ala nos trasladamos para contemplar las pinturas de artistas españoles,
como Zurbarán, Murillo, Goya, el Greco y otros tantos. Junto a estas, pinturas
italianas (Veronés, la boda de Caná, obras del renacimiento veneciano), otras
pinturas francesas, inglesas…
Dejamos
esta primera planta y nos dirigimos hacia la planta baja, en donde podemos
encontrar antigüedades etruscas y romanas.
Son muchísimas las obras de arte que podemos contemplar a cada paso que damos. Si uno es amante y entendido del arte se podría pasar semanas aquí.
Abandonamos
esta ala y nos dirigimos a la de Sully, en donde su gran mayoría de obras son
vestigios del Louvre Medieval, antigüedades griegas y egipcias.
La
gran esfinge de Tanis es quizás una de las más destacadas. Toda
esta ala muestra el arte del antiguo Egipto mediante un recorrido cronológico y otro temático, en el que se ponen de relieve
aspectos de la civilización egipcia. Además, hay algunas sesiones dedicadas al
Egipto copto y al Egipto romano.
Por
último, nos movemos por el arte griego, en donde podemos recorrer de forma
cronológica civilizaciones desde sus orígenes hasta el siglo 5 D.C.
Al ala Richeliu ya no
entramos.Ya fuera del Museo, paseamos por los jardines de las Tullerías, la cual nos muestra las grandes etapas de la escultura desde el siglo XVI hasta nuestros días.
Un
buen lugar para descansar un poco bajo la sombra de sus árboles, tras la visita
del Louvre. Al fondo, podemos ver la plaza de la Concordia, en donde destaca su
gran noria.
Por
la orilla del Sena nos trasladamos hacia el barrio latino para comer en unos de
los restaurantes que ya vimos ayer.
Pero esto conlleva un tremendo
problema, y es el peso que recae sobre el propio puente. Se calcula que puede
haber más de 70000 candados del amor, y corre el riesgo del recargamiento de
las barandillas.
Junto a esta, el palacio de justicia que fue residencia de los reyes Capetos. En 1370 se instaló el primer reloj público en su torre del reloj, conservando esculturas del siglo XVI.
Atravesando de nuevo el río Sena y tirando por el Bulevar de Saint Michel, nos dirigimos hacia el barrio latino, la rue Mouffetard.
En una bocacalle de la populosa Rue de Mouffetard, varias terrazas de restaurantes nos muestran sus carteles con los precios y los platos.
Tras dar algunas vueltas, al final decidimos entrar en L´Atlantide con menús por 13,95 € (primer y segundo plato), pedimos uno, y por otra parte degustamos un sabroso fondue de quesos, que Rosa le encantaba.
Pero
antes pasaremos por uno de los puentes existentes en frente del Louvre, el de
las Artes, está repleto de candados, en donde muchas románticas parejas quieren
dejar aquí constancia de su eterno amor, tirando posteriormente las llaves al
río Sena, inmortalizando de este modo su adhesión.
Ante
tal problemática, la alcaldía de París ha instalado paneles transparentes para
evitar la colocación de dichos candados. De hecho, hace algunos meses se
desplomó uno de sus paneles repleto de candados que alcanzaba más de 500 kilos
de metal.
Un
poco más adelante llegamos al Pont Neuf, paradójicamente siendo este el más
antiguo de París, finalizado en 1604. Se construyó para la comunicación sobre
el río Sena entre el Louvre y la abadía de Saint-Germain. Como curiosidad, fue
aquí donde murió atropellado por un coche de caballos el famoso científico
Pierre Curie.
Aquí
también se citaban quienes se batían en duelo y tenían lugar las ejecuciones.
Quisimos
entrar al Sainte Chapelle pero la cola era interminable, y teniendo en cuenta
que era la hora de comer, pasamos de largo, aunque su visita al interior es
recomendable, sobre todo por sus espectaculares vidrieras.
Junto a esta, el palacio de justicia que fue residencia de los reyes Capetos. En 1370 se instaló el primer reloj público en su torre del reloj, conservando esculturas del siglo XVI.
A
continuación el bulevar du Palais se adentra en la Ile de la Citie, dejando en
una de sus márgenes el espectacular edificio de la Conciergerie y la Santa
Chapelle.
La
palabra “conciergerie” significa “portería”, recordando de este modo que cuando
el rey se ausentaba quedaba bajo vigilancia, además ese portero cobraba los
alquileres de los talleres y tiendas que ocupaban los bajos.
En
el siglo XIV la Conciergerie se transformó en la primera cárcel de parís y
durante la revolución francesa tuvo prisioneros famosos como María Antonieta,
Danton y Robespierre.
Atravesando de nuevo el río Sena y tirando por el Bulevar de Saint Michel, nos dirigimos hacia el barrio latino, la rue Mouffetard.
En una bocacalle de la populosa Rue de Mouffetard, varias terrazas de restaurantes nos muestran sus carteles con los precios y los platos.
Tras dar algunas vueltas, al final decidimos entrar en L´Atlantide con menús por 13,95 € (primer y segundo plato), pedimos uno, y por otra parte degustamos un sabroso fondue de quesos, que Rosa le encantaba.
El
lugar era acogedor, tranquilo y la comida bastante aceptable, y teniendo en
cuenta que estábamos en París, bastante asequible. La clavada vino después.
Entramos en una cafetería con solera en la misma rue de Mouffetard, dos cafés
con leche 7,40 €.
Dirigiéndonos
de nuevo hacia el Sena, no muy lejos llegamos a la Ile de la Citie (esta zona
ya pertenece al distrito IV) para visitar la Catedral de Notre-Dame.
Ubicada
en la place du Parvis Notre-Dame, ésta presenta su aspecto actual desde 1865,
en donde estaba emplazada un hospicio del siglo anterior. Aquí se encuentra el
kilómetro cero, del que parten todas las carreteras de Francia.
La
entrada a la Catedral es gratuita y con un horario de 8:00 a 18:45. Para subir
a las torres habrá que pagar 8 € y cierran a las 17:00. Nosotros nos pudimos
subir, según un cartel estaba cerrado por motivos técnicos. La entrada está por
la torre norte y hay que llegar como mínimo treinta minutos antes de su cierre.
Tras
casi 200 años de construcción, fue terminada en 1365 fiel a los planos
originales de su arquitecto anónimo.
El
interior del templo consta de cinco naves y tiene 29 capillas que se extienden
hasta el ábside. En las tribunas y en la nave las vidrieras son modernas y
abstractas. La luz la traspasa, impactando por muchos rincones del interior del
templo.
Abandonamos Notre-Dame y por la Rue L`Arcole atravesamos el puente que nos lleva directamente al Hotel-de-Ville, el Ayuntamiento. Este impresionante edificio acogía la casa de los pilares (siglo XV) que era el centro donde se reunían los comerciantes.
Durante
la revolución francesa se nombró por primera vez un alcalde en París. Al final de la Comuna en 1871 el
edificio fue convertido en cenizas tras un incendio, y fue reconstruido en
estilo renacentista en el siglo XIV.
La
fachada está decorada con estatuas de hombre y mujeres y de alegorías como por
ejemplo la colocada encima del reloj, entre el trabajo y la educación.
En
frente y atravesando el río tenemos la otra pequeña isla, Ile de Saint Louis.
Es el lugar en donde viven artistas e intelectuales famosos con fortuna. Fue en
un principio habitada por comerciantes y luego por ricos propietarios. No nos acercamos a ella, solo
tiene un par de calles con numerosas tiendas.
Son
las seis de la tarde, así que damos por finalizado el día de hoy, y poco a poco
nos trasladamos hacia nuestro hostal, vamos de nuevo bordeando el río hasta el
Museo del Louvre y desde allí por la avenida de la ópera, en la que entramos en
algunas lujosas tiendas. Paramos en alguna panadería para comprar algo de
comida y ya en el hostal unos bocatas y a descansar que mañana tendremos más.
Sobre las siete de la tarde de nuevo ya estábamos instalados.
Día 4. Distritos VII (solo Museo Orsay), III (barrio de Marais), XI y XII (zona de la Bastilla)
En
el día de hoy lo primero que haremos será dirigirnos directamente al Museo
Orsay, al ser domingo y coincidir que es
el primero del mes será gratis, con lo que nos ahorraremos los once euros que
cuesta la entrada.
El Museo Orsay está ubicado
casi en frente del Louvre, en la otra orilla del Sena. En veinte minutos
andando desde el hostal ya llegamos. Hay gente en la cola, con lo que tras
media hora de espera entramos.
Este museo se encuentra dividido en tres niveles (0, 2 y 5),
en todos ellos está reflejado fielmente a los artistas del impresionismo, como
Van Gogh, Monet, Cezame, Renoir y Monet
entre otros. Grandes artistas que no fueron reconocidos en su época y que
murieron en la miseria. Con el tiempo sus obras adquirieron un gran valor y por
tal motivo estan expuestos en esre bello museo.
El
naturalismo de escuelas extranjeras y el Art Noveau francés, belga e italiano lo podemos
encontrar en varias salas del nivel 2. La neo y postimpresionista pintura de
Van Gogh, de Gauguin, de Seurat la podemos igualmente encontrar en este mismo
nivel. En el nivel 5 comienza por le Dejeumer sur L´Herbe de Manet y la galería
de los impresionistas, en la que hace un recorrido por las obras maestras del
movimiento de 1860 a 1900. Renoir, Paul Cezame o Claude Monet son algunos de
sus autores.
Tras
un par de horas de visita en el museo, partimos con dirección al barrio de
Marais (parte del distrito IV y el III) pasado el Hotel-de-Ville, para ello
nuevamente vamos bordeando el río Sena y disfrutamos de los muchos tenderetes
en los que venden suvenir y libros antiguos.
El
barrio de Marais es uno de los más populosos de París, ubicado en frente de la
isla de Saint-Louis, ya hace más de veinte años que los homosexuales han tomado
este barrio. Repleto de bares y chiringuitos donde tomar unos aperitivos. Al
igual muchos buenos restaurantes están repartidos por todo el barrio.
Hoy
es domingo, y las calles están atiborradas de gente. Empezamos a buscar algún
sitio donde poder comer. En muchos de los bares las colas son interminables y
el gentío desborda todos los establecimientos. En algunos de los restaurantes
que están más vacíos los precios son desorbitantes. La rue Rivoli y la rue du
Temple son dos de las más animadas.
Tras
buscar y mirar sitios donde comer, por fin encontramos uno que estaba bastante
bien. Una pequeña placita algo más tranquila ubicada cerca de la Place des
Voges.
Bistrot
de la Place, ese es el nombre del restaurante, buena calidad en la comida,
acogedor, y 17 € el menú, primer y segundo plato. En su interior, tras el
mostrador, una inmensa bodega en las que se podía escoger uno de los muchos
vinos allí existentes.
Tras
descansar un rato saboreando nuestra comida, marchamos hacia la Place des Voges, el lugar más
concurrido y famoso del barrio de Marais.
Esta
plaza nos hace recordar que la provincia de los Vosgos, en el nordeste de
Francia, fue la primera en pagar sus impuestos en 1860. Enrique IV la mandó
construir en 1612 con el propósito de atraer a la nobleza de la corte. Junto a
monarcas y la nobleza, fueron atraídos también ricos mercaderes y financieros,
y la plaza fue escenario de fastuosas fiestas durante el siglo XVII.
Esta hermos plaza de soportales, cuadrada y simétrica
recuerda a una plaza mayor de España.
Los soportales están ocupados con tiendas de antigüedades, galerías de arte y lujosos comercios. Entre los 36 pabellones existentes se distinguen dos de los más elevados: el Pavillón du Roi y el Pavillon de la Reine.
En
una de las cafeterías que hay en la misma plaza tomamos unos cafés. Al igual
que en otros lugares de Francia, el
reclamo para que entres es encontrar el precio escrito en unos carteles,
siempre precio de bebidas para llevar, una vez dentro los 3 € no hay quien te
los quite por el café.
Dejamos
la plaza y nos dirigimos hacia la Bastilla (coge los distritos III, XI y XII)
muy cerca de la Place Des Vosges. Por la rue Burgeois tiramos, llena de buenos
restaurantes, donde muchos de ellos son impresionantes marisquerías.
Ya
muy cerca llegamos a la Plaza de la Bastilla, antes llamada Porte de
Saint-Antoine, sigue constituyendo hoy una especie de frontera entre el corazón
de París y los Faubourgs.
¡Quién no ha oído hablar de la
Toma de la Bastilla! Ésta, que había pasado de muralla a fortaleza, terminó
transformada en prisión estatal en el siglo XV, en tiempos del rey Luis XI.
Durante el siglo XVIII, la Bastilla tuvo huéspedes de renombre, como Voltaire o
el marqués de Sade. Los presos con medios e influencia podían ofrecer cenas a
gente de fuera, en cambio los miserables e indigentes podían morir en los
sótanos ahogados por las crecidas del Sena.
En
la misma plaza de la Bastilla se encuentra la el edificio de la Ópera, el lugar
donde antiguamente se encontraba la estación de ferrocarril de Vincennes o de
la Bastille.
En
los alrededores de la plaza (distritos XI y XII) el ambiente se ha ido
desarrollando en torno a los muchos bares, pubs que por allí existen. El
ambiente joven se ha apoderado de este lugar. Las calles están llenas de bares
con pintadas y luminarias atrayentes.
Por el otro lado la rue de Du
faubourg Saint-Antoine que separa ambos distritos conserva la tradición
artesanal del barrio. El marché (mercado) d´Alegre, ya nos habían comentado que
estaba muy ambientado, pero cuando nosotros llegamos ya estaba cerrado. Al
igual que, justamente en frente, en el bar Le Charolie es un buen lugar donde
comer. Comida tradicional y buen ambiente.
Justo
al lado de la Bastilla, el Port de L´Arsenal
que ocupa una parte del foso de la antigua fortaleza, entre los
bulevares de la bastille y bourdon.
Ya sobre las siete de la tarde dimos por finalizado el día, cogiendo el metro desde la Plaza de la Bastilla hasta la plaza de la Ópera, 1,6 € cada uno.
Día 5. Distritos IX y vuelta España
En
nuestro último día de estancia en París haremos una pequeña visita a las
Galerías Lafayette, que la teníamos junto a nuestro hostal, pero antes, al
igual que todas las mañanas desayunaremos en la cafetería.
Donde siempre lo hacíamos
estaba cerrado, con lo que entramos en la que hay junto a la Ópera, Le Relais París Opera. Ya la imagen del
lugar nos intuía que sería una fuerte clavada, efectivamente no nos
equivocamos. Dos cafés con leche, con dos croissant con mantequilla y mermelada
18,2 €. Ahí está la foto del lugar para el que se aventure a entrar que ya lo
sepa.Las Galeries Lafayette, ubicada en el grandioso bulevar Haussmann es uno de los más famosos del mundo. Podemos encontrar todas las prendas que queramos de las últimas tendencias y de las más innovadas. Todas las marcas más prestigiosas del mundo se encuentran en estas galerías. Eso sí, hay que pagarlo. Los precios son desorbitados tanto en ropas, menajes, joyas, calzados…
Sin lugar a dudas es la mayor superficie comercial del mundo
occidental, recibiendo cada año a más de 20 millones de visitantes al año.
Impresionante y hermosa galeria en la que su cúpula de vidrio
y su espléndida arquitectura son dignas de admirar.
Los arcos que arropan a las cuatro plantas nos hacen pensar
que en vez de estar en unos grandes almacenes estuviesemos en un lujoso teatro.
Sin
lugar a dudas esta no son unas galerías cualquiera, es una visita obligada, que
forma parte del itinerario de Paris, otra cosa será que se compre algo, eso
dependerá del bolsillo pudiente de cada uno.
Nuestro
avión salía con dirección a Madrid a las 13:00, con lo que poco antes de las
11:00 fuimos al hostal, recogimos nuestras cosas y cogimos el autobús que salía
de junto a la Ópera. Fue llegar a la parada y partir (empresa Roissybus), 11 €
el billete. En unos tres cuartos de hora llegamos a la terminal T2D.
Al principio de ir en el
autobús nos mosqueamos un poco ya que nos daba el tiempo en que llegaría a la
T1 y T3, pero nada de la T2, hasta que ya le pregunté al conductor y me dijo
que sí, dejaba también en la T2.
Sobre las
12:00 ya estábamos realizando los controles correspondientes para embarcar. Sin
novedad alguna partimos a su hora, llegando a Madrid sobre las 15:00.
Hermosa
ciudad, capital de Francia, y para muchos, capital del mundo… y como se suele
decir, París será siempre París.
Bibliografía: París de Guía Viva.
Anaya Touring Club.