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VIENE DE PARTE (IV)
http://antonio-bueno-todosmisviajes.blogspot.com.es/2015/09/viaje-nepal-via-qatar-julio15-parte-iv.html
Nos da la bienvenida una simpatiquísima muchacha, no
deja de reír. Cada vez que se dirige a nosotros lo hace con una sonrisa en la
cara. Nos ofrece un té calentito para que vayamos entrando en calor y al poco
nos dice que es lo que queremos para comer. El lugar es mágico, inmerso en pleno bosque. Con esta
lluvia da ganas de quedarse aquí.
Nos invita a entrar en la cocina y ver como prepara
los mo-mos, las sopas de ajo y los
espaguetis que hemos pedido. Ella cocina, prepara los raviolis relleno de verduras
y pollo y sigue riéndose. No se va su sonrisa de la cara.
Entre tanto, en el comedor, viene la abuela con una
cría y encienden la tele. Solo ellos y nosotros bien abrigados. La humedad
parece que se ha impregnado en nuestros cuerpos.
A comer se ha dicho. ¡Qué rico! Recién hecho y de
forma casera. Desde el interior del comedor y mirando tras los cristales, la
lluvia sigue cayendo con intensidad. Mientras como, me quedo embobado viendo
como una gigante araña ha atrapado a una mariposa y que poco a poco va liando
con sus finas hebras de tela.
Qué lugar, que silencio, que ubicación tan perfecta en
medio de la nada…y ella (la muchacha) de vez en cuando viene hacia nosotros,
con su amplia sonrisa en la cara, nos ofrece algún té o alguna taza de café.
Sobre las 14:00 horas nos pusimos en marcha de nuevo.
Ahora sí que llovía bastante, nos teníamos que abrigar bien. El cielo estaba
totalmente cubierto, así que esto es lo que nos tocaría padecer durante la
próxima hora y media que todavía nos quedaba por andar hasta llegar a tadapani.
Las subidas y bajadas eran constantes para salvar
desniveles del bosque. El barrizal estaba presente a cada paso que damos, pero
sobre todo el último tramo fue el peor.
Empezamos a bajar y bajar y bajar hasta el nivel de un
riachuelo, una vez atravesado había que subir, subir y subir. Los escalones por
los que ascendíamos estaban anegados, parece que avanzábamos por medio del
riachuelo.
Por fin llegamos, las 15:30 horas. Íbamos reventados,
empapados y con ganas de coger un baño y la cama. ¿Baño, que baño?, ni que
estuviéramos en el Caribe.
Nos dieron una habitación en la planta primera.
Estaban todas repartidas a través de un pasillo con vistas hacia el exterior.
Empezamos a cambiarnos de ropa y colgar todas aquellas prendas que iban
mojadas.
Pregunté dónde estaba el baño, estaba deseando de
coger el agua y bañarme, pero ¿Cómo, dónde?
Lo primero que tuve que hacer fue decirle que quería
el agua caliente. Calentaron un una inmensa olla de agua y me la vertieron en
un barreño. La baje, atravesé un patio embarrado bajo la lluvia y por fin
llegué al baño. Entré como pude y con un jarro fui mezclando el agua caliente
con el agua fría. ¿Y la ropa? Al suelo, no hay donde colgar nada. Tras algunos
juegos malabares con la ropa, jabones y el agua que nunca encontraba su punto
medio, por fin partí hacia la habitación. Rosa ya se había quedado dormida, así
que baje para reunirme con Shishir y nuestro porteador.
Estuve un poco con ellos, leyendo y escribiendo pero
el sueño me estaba venciendo así que subí a la habitación a descansar algo. Al
rato, de forma insistente Shishir llamó a la puerta gritando ¡Antonio,
Antonio!, me levanté sobresaltado. ¡Qué pasa, que pasa! Venid rápidamente,
mirad que vistas del Anapurna Sur y otros tanto.
¡Guau! Espectacular. Que vistas. Las cumbres
destacaban a la perfección. El Fishtail (6993 m), el Hinchuli (6441 m) y el
Anapurna sur (7219 m).
Incluso las muchachas que estaban acarreando piedras,
hicieron una pausa, sacaron sus móviles y empezaron a fotografiar tan
espectacular vista. Desde nuestra habitación el paisaje que podíamos divisar
era dantesco. A los poco minutos las nubes se empezaron a concentrar sobre esas
altas cumbres nevadas y el panorama desapareció.
Entramos hacia el interior del saloncito y todos sentados alrededor de una calefacción bastante casera nos pusimos a charlar, y a compartir los momentos vividos en el día de hoy.
La tarde avanzaba, y poco a poco toda la familia y
amigos, que habían estado acarreando piedras (con unos sacos atados a su frente)
durante todo el día, empezaron a llegar. Los más jóvenes, como en todas partes
del mundo, con los móviles en sus manos. Los mayores charlando de sus cosas.
Era una gran familia extensa, ellos todos compartieron
una gran mesa en el interior de la cocina. Nosotros comimos junto a la
chimenea. Creo recordar que pedimos unas sopas, algo de pollo y unas ensaladas.
Poco después de las 21:00 horas el cansancio ya lo
íbamos notando en nuestros cuerpos, además aquí al igual que en otras partes de
Nepal, a partir de las diez de la noche la electricidad queda cortada.
Aprovechamos antes en dejar todo preparado, hacer lo que tuviéramos que hacer
en los servicios (auténticos toilettes, al igual que siglos atrás y con
peculiar olor incorporado) y ya en la cama caímos rendido. Y además, queridos
lectores, tengo una buena noticia, no hay sanguijuelas, o por lo menos nosotros
no las hemos visto.
Día 8. Tadapani-Nayapul (fin trekking)-Pokhara
Una vez desayunados, a las 7:30 horas partimos hacia
Nayapul. Por cierto, cuando nos despedimos de toda la familia, estaba allí
nuestra amiga, la simpática, seguía con su sonrisa en la cara. Desde aquella
terraza, en la que empezamos a bajar, las nubes todavía invadían parte del
bosque. Allá vamos.
Tadapani
(2710 m snm)-Nayapul (1025 m snm), desnivel
de bajada 1700 m, 15 km, 7 horas de trayecto (con hora y media de comida).
Ahora sí, será toda la ruta descendiendo hasta Nayapul,
nada de subida. Según abandonamos Tadapani, vemos a todos los muchachos y
mayores acarreando grandes losas de piedra, con los peculiares sacos atados a
la frente. Ellos si van cuesta arriba.
De nuevo nos adentramos en el frondoso bosque de
rododendros y robles.
Por lo menos ahora no llueve. El cielo está despejado
y bastante azul. Además, al ser cuesta abajo vamos bastante más relajado. Lo de
ayer fue una verdadera pesadilla.
Aunque eso sí, las sanguijuelas seguían siendo
nuestras inseparables compañeras de viaje.
El bosque sigue siendo espectacular. Más cascadas,
rododendros gigantes, vegetación enteramente tropical. De muchos árboles
cuelgan las lianas y líquenes al igual que si estuviéramos en una selva.
Los arroyos arrastran las aguas velozmente junto a nosotros, imposible
competir con ellas. Decenas de escalones junto a senderos embarrados serán
nuestros aliados por donde tendremos que pisar.
Seguimos
hacia abajo y el bosque nos sigue enamorando. ¡Tanta vegetación! Este intenso
color verde nos ha hipnotizado. Según avanzamos vemos algunos monos que se
cruzan de árbol en árbol y algún que otro bicho que se escabulla bajo la
hojalastra.
Las fúfalas se cruzan en nuestro camino, pero a ellas
parece esto no molestar. Tras algo más de dos horas de sendero por el frondoso
bosque empezamos a salir del mismo.
A cielo abierto, allá abajo vemos algunos poblados y
muy a lo lejos, cubiertas por nubes las montañas más altas.
En nuestra bajada intento averiguar cuantos escalones
habremos bajado y subido en todos estos días. Miles, quizás más de cinco mil,
seis mil…ya son escalones ¡Para que nos quejemos cuando tenemos que subir a una
vivienda que no tiene ascensor!
Ya estamos en las inmediaciones de Ghandruk. En este
mirador, teóricamente con zona wi-fi, hacemos otro descanso para estirar las
piernas y disfrutar de las vistas.
Un poco más abajo el pueblo de Ghandruk (1939 m),
bastante grande y extendido a través de la ladera de la montaña.
Aquí ya vemos muchos nativos que suben y bajan por
estas interminables escaleras,casi todos van cargados, algunos acompañando a un
grupo de mulas.
Desde aquí parten muchos itinerarios hacia el interior
del pico Anapurna, y otras tantas rutas de alta montaña. Lo que más me
sorprende de este lugar es que no llega carretera, esto quiere decir que todas
las construcciones que aquí hay, y son bastantes: casas, restaurantes, grandes
hoteles… se han ido construyendo a base de transportar con cientos de mulas
hacia arriba y hacia abajo, todos los
materiales.
Francamente no dejo de estar sorprendido, de qué forma
se ha tenido que trabajar aquí.
En nuestra prolongada
bajada, los crios se acercan a nosotros, y con una infinita sonrisa nos saludan
con las manos, incluso los más atrevidos nos preguntan cosillas en frases más
que machacadas en inglés.
Quiero recordar que esto es una zona muy transitada por los extranjeros (de todas las nacionalidades) en los distintos trekking que se realizan. Pero como ya comenté en varias ocasiones, nosotros la estamos disfrutando totalmente solos.
Abandonamos las grandes pendientes de Ghanduk y nos
dirigimos hacia la aldea de kimche. En este lugar es donde llega una pista de
tierra. De hecho cuando llegamos vimos varias familias que se estaban montando
en varios vehículos, posiblemente para trasladarlas hacia lugares más habitados
Seguimos bajando por interminables escalones. En unos
de los descansillos vamos a parar a una casa, en la que una señora con su crío
tiene un tenderete de figuritas y típicos regalos nepalís. Hacemos una parada
para regatear un poco. Yo estaba interesado en un par de budas, cada uno me lo
dejaba por 900 rupias. Claro, esto es lo que ella me pide, ahora está mi
contraoferta. Al final regateando, regateando,
baje el precio. Le dije por los dos 800 rupias. Estaba rozando el límite
de precio con lo que llamó a su marido por teléfono y le consultó. Hecho, la
sorpresa de ella fue cuando después de regatear le di 200 rupias para el crío
que llevaba en sus brazos.
A partir de aquí, fui disfrutando con todas aquellas imágenes que tanto había visto en reportajes sobre Nepal, las terrazas de plantaciones de arroz, encaramadas en pequeños saltos y repartidas por las laderas de las montañas.
Mi cámara no dejaba de plasmar tan bellas imágenes,
aunque entiendo y reconozco que es duro. Nosotros estamos de paso, pero para
ellos, este severo trabajo es su sustento. Aunque por otra parte es una
realidad vista tras el objetivo de una cámara, y es lo que intento plasmar, las
realidades de los pueblos.
En
algunas de las casas (de campesinos) por las que vamos pasando, se percibe una
cierta pobreza. Los críos andan descalzos y correteando en medio de las
bestias. Algunos de ellos van medio vestir. Se ve que aquí las lavadoras no
existen, y sus ropas muy de vez en cuando tienen que ver el agua. Es una vida
dura, de trabajo riguroso desde el amanecer hasta que caen los últimos rayos de
sol.
Estas terrazas de arroz, aparentemente interminables,
embellecen el paisaje de las montañas bajas de Nepal. Este tipo de estructuras
creadas por el hombre, y en lugares difíciles de cultivar, por los grandes
desniveles, han sido declaradas como Patrimonio de la Humanidad en territorios
ubicados en China y filipinas.
Sobre las 12:30 llegamos a la localidad de Seulibazar
(1638 m). Aquí paramos a comer en uno de los restaurantes que hay a la entrada
del mismo y situada justo al lado de la pista por la que después nos
marcharemos.
Parece increíble donde están ubicados. En la misma
ladera, y con unos largos pilares que desde el vacío se anclan en el suelo.
Tomamos un par de sopas, dos platos de rollos con
verduras y tras un rato de charla y de relax a las 14:00 horas reanudamos
nuestra marcha. Según salimos, empieza a llover y así todo el tiempo durante
las dos horas de trayecto que todavía nos faltaba por llegar a Nayapul.
El camino es cómodo, iremos todo el tiempo por una
pista ancha junto al río Modi.
Esta lluvia hace que el paisaje aún gane en belleza.
Todo verde, muy verde. Los montes están atiborrados de árboles con mucha vida.
Algunas terrazas siguen apareciendo por el paisaje…El río con fuerza, lanza sus aguas vertiente abajo. Parece que las altas montañas escupen sus nieves derritiéndolas en su camino. La lluvia parece cooperar en este plan, para crear una estampa de ensueño.
A las 16 horas tal como teníamos previsto llegamos a
Nayapul. Allí nos estaba esperando nuestro conductor y que ya nos llevaría
directamente hasta Pokhara por aquella carretera plagada de baches.
A nuestro hotel (el mismo en el que ya estuvimos)
llegamos hora y media después. Con Shishir y el porteador quedamos a las 19:30
para salir a cenar, invitarlos y celebrar nuestro fin del trekking.
Ahora solo podíamos hacer una cosa: una buena ducha,
organizar toda la ropa que llevamos mojadas, un descanso y a cenar.
Por sugerencia de Shishir nos fuimos a la pizzería que
hay cerca del hotel, junto al lago. Por fin…hoy no había arroz. Echamos un buen
rato recordando algunas de las anécdotas del trelkking y agradeciéndole por tan
estupenda ruta.
Día 9. Pokhara
CONTINUA EN PARTE (VI)