Algunos de los templos que podemos encontrar en la
plaza son el Bhagwati compuesto por tres tejados dorados en forma de pagoda. El
templo kasthamandap, uno de los más atractivos de todo el país y el más antiguo
de Katmandú.
Estatua de
Garuda
El kala Bhairab, ubicado junto al templo Jagannath,
nos muestra una gran imagen de Bhairab, una de las terribles personalidades de
Shiva. Se asegura que fue hallada a las afueras de la ciudad hace unos trescientos
años. Está pintada de negro con vivos colores en los atributos que portan sus
seis brazos o en el collar de calaveras.
Bajo la sombra de los árboles se reúnen las señoras
vistiendo sus coloreadas prendas. Allí charlan y parecen hacer un alto en el
camino tras algunos de los quehaceres realizadas por ellas.
A nuestro encuentro salen algunos vendedores
ambulantes. La plaza está desierta de turistas, solo están ellos, los de allí,
con lo que nosotros somos una diana perfecta para bombardearnos con sus
abalorios.
Una simpática muchacha que no dejó de seguirnos
durante un buen rato, hasta que al final consiguió que le diéramos algunas
rupias a cambio de un regalito. Era tremendamente bajita, pero con una
contagiosa risa en su rostro. Aparecía y desaparecía. Nos preguntaba lo de
siempre: de donde somos, si nos gusta, como nos llamamos…y las preguntas de
siempre, en un inglés más que trillado por la afluencia de turistas desde hace
muchos años en el valle de Katmandú.
Nos
hicimos unas fotos con ella, formaba
parte de su pretensión en la venta de algunos detalles. Y como no,
pidiéndonos después nuestro mail para que le enviásemos las fotos. Aquí estoy a
la espera de ese correo, ¿o no?
En
otras de las plazas, un colegio con fuertes deterioros a consecuencia del
terremoto. Así que han improvisado unas aulas portátiles en medio de la plaza.
Los críos estudian y hacen sus deberes bajo esas tiendas provisionales. Al
vernos, se despistan con sus
obligaciones y se acercan a nosotros. Y como en cualquier parte del mundo los
críos, corretean, se ríen, y posan con nosotros para que le hagamos una foto.
Abandonamos ya la plaza Durbar, sin antes poder ver
una de las fuentes más antiguas de Katmandú. En donde muchos de los hindúes
vienen a bañarse en esas refrescantes aguas. Rama, nuestro guía nos dijo que
incluso muchos la beben. Yo por si acaso no me atrevería.
Uno de los
rincones de la plaza Durbar
Abandonamos la Plaza Durbar, cogemos de nuevo el coche,
y nos dirigimos a uno de los lugares más
hermosos de Katmandú, al templo hindú de Pashupatinath a orillas del río Baghmati, lugar de incineración para los
hinduistas.
Este es el principal templo hinduista de Nepal,
atrayendo también a muchos peregrinos de la India. Se encuentra ubicado a unos
cinco kilómetros de Katmandú. Junto al río, los ghats acogen cada mañana las
piras funerarias para las cremaciones.
Cuando llegamos a este recinto, una multitud de fieles
corretean de un lugar a otro. Creo que somos los únicos extranjeros entre este
enjambre de hindúes. Algunos son peregrinos, otros, visitantes de distintos
puntos de Nepal, y otros tantos, familiares de los cuerpos que están a punto de
incinerarse. Al ser un recinto con algunos lugares sagrados para los hindúes,
los extranjeros tenemos prohibida la entrada. Con lo que nos limitaremos a los
espacios abiertos, sobre todo en las orillas del río, en donde podremos ver
varias incineraciones.
A diferencia de otros templos hinduistas en el que se
degüellan a los animales, aquí podemos ver algunas cabras y búfalos que andan
sueltos entre cientos de personas. Pashupatinath es una personificación de
Shiva, el señor de los animales.
Es uno de los templos consagrados a Shiva más
importantes de todo el mundo. Pasear por este recinto es todo un espectáculo de
curiosidades: las cremaciones (evidentemente no es un espectáculo, aunque si
llamativo para los occidentales), santones, sadhus, faquires y algún que otro
ermitaño que vive en las cabañas cerca de las cremaciones.
Rama, recordad nuestro guía, entre explicación y
explicación nos dirige hacia las orillas del río después de atravesar un
llamativo puente lleno de observadores.
Nos
colocamos en la parte alta de las escaleras, de donde podemos contemplar a la
perfección decenas de detalles y de curiosidades. Y en frente varias
cremaciones que se empiezan a fraguar.
Sentado
en uno de los escalones junto a varios nepalíes (insisto, ni un solo extranjero)
en frente vemos cómo se van agolpando los conocidos de los difuntos. Los
trabajadores preparan la pira de leña y los familiares van preparando al
cadáver con las telas sagradas.
No
dejo de escapar mi mirada ni un minuto, esto son imágenes que difícilmente se
pueden olvidar.
En su traslado hacia la pira, los familiares lloran, y
a veces se escuchan fuertes lamentos, e incluso gritos de dolor. La muerte de
un ser querido es siempre dolorosa, da igual que sea aquí, en occidente o en
cualquier otra parte del mundo. Lo único que cambia es la forma de venerar a
los muertos.
Es curioso, hace un par de meses, viendo las noticias
en televisión sobre el terremoto de
Nepal, salieron varias
imágenes en donde aparecía este mismo lugar. Debido a la gran
tragedia y a los miles de muertos que iban apareciendo, estas cremaciones no
daban abasto. Y ahora estoy aquí, presenciando en vivo y en directo este gran
duelo. ¡Qué bello es el mundo, a pesar de tantas tragedias humanas!
Mientras que por ejemplo para la religión judía, la cremación está totalmente prohibida, para los católicos cada vez más fomentada. Para los hinduistas es obligación, excepto para los brahmanes, niños y embarazadas, que ya se supone que han alcanzado la separación del espíritu con el cuerpo, debido a su estado puro.
Para algunos hindúes la cremación resulta caro, muy
caro, sobre todo por el valor de las piras de leñas (aunque todo hindú tiene
derecho a esta cremación). Para aquellos trabajadores que residen fuera de
Nepal, y que son muchos, sobre todo por los países de oriente medio, el
traslado de los familiares resulta imposible de pagar, con lo que vemos algunas
de las cremaciones ausente de familiares.
Para los hinduistas y budistas la visualización del
cuerpo al incinerarse es como un instrumento porteador del alma al nacer. Con
lo que para un occidental esta visualización sería totalmente imposible.
Sentado
aquí, miro a mi alrededor y no dejo de asombrarme. Muchos nepalíes contemplan
como curiosos el sepelio. Es como si cada mañana algo se tuviera que hacer. Ir
por ejemplo al río Baghmati a ver las cremaciones.
Parece que el cielo, ennegreciéndose por segundos, quiere
descargar. Al poco lo hace. Cada uno se refugia dónde puede, yo con mi
chubasquero sigo maravillándome de este momento.
Empezamos a abandonar este hermoso entorno, pero en vez de hacerlo atravesando el puente, que fue por donde vinimos, bajaremos hacia el río y lo bordearemos por el margen izquierdo.
Esta zona está plagada de monos que corretean de un
lado hacia otro en busca de comida. Hay que tener cuidado con ellos porque son
muy rápidos, ágiles y porque no, un poco ladronzuelos.
En la otra orilla algunas piras siguen ardiendo,
continuando con el ritual de los difuntos. Mientras tanto, otros trabajadores
se encargan de ir apilando otro montón de leñas para futuras cremaciones.
Según vamos saliendo, Rama nos muestra varias
plantaciones de marihuana que de forma salvaje crecen cerca de las orillas del
río. Nos arranca algunas hojas para que lo podamos comprobar, e incluso nos
dice que se puede masticar. Nosotros por si acaso ni nos aventuramos.
Tras unos diez minutos andando llegamos hasta donde
nos estaba esperando nuestro coche. El gentío, el ruido de las motos, de los
coches nos ha hecho volver a la realidad de Katmandú. Aquí dentro habíamos
disfrutado de una paz, solo perturbada por los lamentos de los familiares en su
duelo.
Ya con el coche nos dirigimos hacia nuestra última
visita de hoy, la estupa mayor de Nepal, ubicada muy cerca de este templo
hindú.
LA ESTUPA DE
BODHNATH
Hace un calor achicharrante, sobre todo por la
humedad. El cuerpo lo tenemos pegado. Así que hacemos un alto para almorzar. Le
comentamos a Rama que nos indique algún
sitio donde probar una buena comida nepali. Hay muchos, con lo que nos lleva a
uno con una impresionante terraza y unas vistas fantásticas. Una cerveza nepalí
y varios platos de la zona. 1100 rupias, con los correspondientes impuestos, no
está mal.
Esta estupa se encuentra en un recinto circunvalado
por bellos edificios, muchos de ellos de estilo tibetano, tiendas de suvenir,
hoteles y restaurantes.
Construida posiblemente a mediados del siglo VII y
destruyéndose por la invasión musulmana en el siglo XIV, al igual que otros
tantos templos del país, y reconstruido en fechas posteriores. Nuestra entrada a la estupa está prohibida, con lo que
nos limitaremos a verla desde fuera.
Alrededor de su base giran unos 800 cilindros o ruedas
de oraciones con la inscripción del mantra tibetano. Trece escalones, los trece estados del conocimiento
permiten trepar por la estupa (no para los extranjeros).
Alrededor de esta gran estupa hay varias gompas o
monasterios tibetanos, entraremos en uno de ellos. Lo primero que tendremos que
hacer es descalzarnos y pedir permiso por si podemos fotografiar. Por suerte nuestro guía conoce al monje que hay en su
interior con lo que nos hizo una bendición al completo.
Empezó por mí, me arrodillé ante él y empezó a
canturrearme algo en forma de rezo. Me bendijo, dándome con un pequeño
instrumento en la frente y en el pecho, colgándome en el cuello una banda de
seda. Después hizo lo propio con Rosa.
Claro, y después de todo esto, unas rupias para el
mantenimiento del monasterio.
Las Paredes de estos monasterios están decoradas con
grandes murales con mandalas (círculos de colores) y divinidades tibetanas y
con estatuillas de buda.
Seguimos andando alrededor de la gran estupa. A nuestro
paso nos quedamos maravillados por la belleza de algunas de las casas que se
encuentran en el entorno.
Algunas de ellas con grandes pintadas, otras con
bastantes años de antigüedad. Casi todas son tiendas de suvenir o algún que
otro restaurante con hermosas vistas hacia la gran estupa.
Después de comer, un café para que Rosa no se quede
dormida, una última vuelta por el recinto y ya partimos hacia el hotel.
Sobre las cuatro ya estábamos instalados. Una
fantástica mañana de visita cultural con un excelente guía y unos lugares
mágicos en toda su amplia espiritualidad.
Descansamos un poco y por la tarde fuimos a dar un
paseo por el barrio de Thamel.
Día 4. Katmandú-Pokhara
A las 6,30 habíamos quedado para partir hacia Pokkara (210 km y 7 horas de trayecto). Nuestro autobús salía a la siete, con lo que tendríamos tiempo más que de sobra para disfrutar del paisaje y sufrir con las carreteras y los adelantamientos.
A las 6,30 habíamos quedado para partir hacia Pokkara (210 km y 7 horas de trayecto). Nuestro autobús salía a la siete, con lo que tendríamos tiempo más que de sobra para disfrutar del paisaje y sufrir con las carreteras y los adelantamientos.
Era un buen autobús, con varios copilotos para sacar
las manos por la ventanilla en los adelantamientos (igual que en la India, avisan para
que los otros vehículos se echen para el lado o frenen un poco) y nosotros
aprovechar para rezar un poco.
Algunas de las paradas que se hacían para recoger a
pasajeros se hacían interminables, sobre todo las que se hicieron en distintas
zonas de Katmandú.
Hicimos una parada en uno de los chiringuitos que
ellos tienen previsto para desayunar.
CONTINUA EN PARTE (III)
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