jueves, 10 de marzo de 2016

Subida al Fuerte (976 msnm) y Cerro Monederos (938 msnm) Málaga. Marzo/16


En esta ocasión, nos vamos de fin de semana 16 compañeros del club, pertenecientes al grupo de montaña. El sábado subiremos al Fuerte (976 msnm) y el Cerro Monederos (938 msnm), desde Frigiliana, y el domingo realizaremos una ruta por los tajos del río Cacín (desde el embalse de los Bermejales, cerca de Alhama de Granada). Ambas rutas están dentro del Parque Natural de la Sierra de Almijara, Tejeda y Alhama, situándonos para ello en las provincias de Málaga y Granada. Nos quedaremos a pernoctar en Nerja.


A las once de la mañana nos dimos cita en el pozo de Lizar (en Frgiliana) con los otros compañeros que venían de Sevilla, otros tantos ya pernoctamos esa noche en Nerja. Como teníamos tiempo, y en lo que llegaban los otros compañeros que no pernoctaron aquí, dimos un paseo por el bonito pueblo de Frgiliana, perteneciente a la comarca de la Axarquía.



Sin lugar a dudas, es uno de los más bellos de la zona y es el que mejor conserva su primigenia estructura morisca, con sinuosas callejuelas, empinadas escalinatas, y siempre decoradas con bonitas plantas cargadas de coloreadas flores.


Llegada la hora de nuestra cita, nos dirigimos hacia el pozo de Lizar (407 msnm), para ello, cogeremos la carretera de circunvalación que rodea al pueblo, y a unos 400 metros a la derecha sale una carreterilla en forma de pista  que nos subirá  hasta nuestro lugar de partida.



Una vez reunidos todos, preparamos nuestras mochilas, echamos algo de abrigo (el pronóstico del tiempo daba fuerte viento) y nos disponemos a emprender nuestra ruta, la cual constará de unos 13 km, 900 metros de desnivel y siete horas de caminata. Distinguiendo claramente esta ruta en dos partes; la primera, subida al Fuerte, sin problemas, bien indicado el sendero; la segunda, subida al cerro Monederos, algo más delicada, con alguna zona  expuesta y con parte del camino por explorar. 


Para iniciar la ruta nos dirigimos hacia la balsa de agua, y subiendo por unas escalerillas que la rodea, empezamos a subir fuertemente y de forma permanente por el  senderillo que nos encontramos, y que está bien marcado con postes indicativos.



Rápidamente  empezamos a coger altura y allá abajo podemos contemplar el pueblo de Frigiliana, y Nerja en la costa. Incluso podemos divisar en donde están aparcados nuestros coches, junto a la balsa de agua.
En la subida de vez en cuando hacemos una pequeña parada para resoplar y reagruparnos.
La pendiente no da tregua, pero las hermosas vistas de toda la Sierra de Almijara compensan el esfuerzo.


Por un lado la costa, y por el otro las cumbres del Navachica, Lucero, Cisne, Almendrón, Cielo… que majestuosamente coronan toda esta sierra, y que tantos recuerdos nos traen.
Tras dos horas de subida, y algo menos de cinco kilómetros, llegamos a la cumbre del Fuerte (976 msnm).




Haciendo un poco de historia, la cima del Fuerte, antiguamente conocida como el peñón de Frigiliana tuvo una especial relevancia histórica a mediados del siglo XVI cuando se produjo la rebelión de los Moriscos en las Alpujarras. Siendo éste uno de los asentamientos más difíciles de conquistar por parte de los cristianos.



¡Que hermosas vistas!, detrás de nosotros las cumbres del Lucero, Navachica, Almendrón, Los Tajos del Sol (cuanto calor pasamos aquel día de junio) y por debajo la cuenca del río Higuerón.
Después de unos quince  minutos disfrutando del lugar, proseguimos nuestra marcha hacia el Cerro Monederos.



Para ello, empezamos a bajar por el mismo lugar de subida y a unos 200 metros abandonaremos el sendero hacia la izquierda,  rodeando el cerro del fuerte por la parte oriental.


¡Espectacular!, parecía imposible que por allí discurriera un sendero casi adosado a una de las paredes del  mismo cerro del fuerte.


María José, que va algo fastidiada con una rodilla, y Manolo, se vuelven para atrás. Nosotros seguimos hacia ese paredón.


Por un senderillo muy ajustado a la pared vanos avanzando, algunos con más vértigo que otros, pero todos juntos, ayudándonos los unos a los otros. Mejor los palos a la mochila, para llevar las manos libres.



En algunos tramos, la vertiginosa caída hacia abajo nos hace mantener la precaución a la hora de avanzar. A veces, el senderillo solo lo veíamos cuando lo teníamos de frente; desde lejos parecía que por allí no se podía pasar.


Un camino algo complicado para algunos y que poco a poco fuimos superando. ¡Un sustillo de vez en cuando! Y tras quince minutos de paso abandonamos el paredón.



 Una vez  abajo, ahora ya si nos podemos relajar. El senderillo marcado en tramos con puntos azules nos dirige directamente al Cerro Monederos.


Algo más de una hora y media hasta alcanzar nuestro siguiente objetivo, menos tiempo para Lorenzo, que lo subió directamente. Nosotros le dimos toda la vuelta, casi sin sentido alguno, ya que el recorrido fue mucho mayor, y el desnivel el mismo.

Una vez arriba, nos encontramos con las ruinas de la ermita mozárabe de San Calixto del siglo XI. 



Lorenzo, que llevaba un rato en la zona, bajó para reunirse con nosotros, y juntos en un pequeño y agradable llano nos pusimos a comer.



Una vez con el estómago lleno, y tumbados bajo este agradable sol que nos calienta, algunos, los menos, subieron al cerro Monederos, y los más, nos quedamos reposando en forma de siesta durante algunos minutos. Tras casi una hora de relax entre una cosa y otra, teníamos que ver ahora cual sería nuestro camino de vuelta. ¿Por el mismo lugar? ¿Buscando el río Higuerón?
Intentamos lo segundo, y para ello bajamos hacia los restos de un cortijo que veíamos un poco más abajo. No había camino definido, solo muchos pinchos, zarzas… rocas, tajos y todo aquello que hacía prácticamente imposible poder caminar. Lorenzo, Juan y yo tiramos por tres sitios distintos intentando encontrar algún paso de bajada en busca del río Higuerón (que por cierto veíamos allá muy abajo). Estaba complicado, así que dimos la vuelta y nos reagrupamos con el resto de compañeros y de camino por el mismo sitio, que sería más seguro.


El fuerte viento en ocasiones y el intenso calor en otros, hace que cada poco tengamos que cambiarnos  de ropa. La maleza nos inunda en algunos tramos y los pinchazos en nuestras manos son testigos de dichos suplicios.
De frente, y de forma muy picuda siempre vemos el Fuerte, hacia él nos dirigimos.
De nuevo en el paredón. Más de uno resopla al saber por dónde tenemos que pasar, así que otra vez, los palos a la mochila y a subir con precaución.



Aunque tenemos que mirar bien por donde pisamos y en  donde nos apoyamos, el sentido del humor no lo perdemos y las bromas y las risas son permanentes en todos los tramos de la marcha.
Superado el paredón, se nota una cierta relajación, y aquí, ya le pasamos “al Ortega” el mando de la ruta para que nos lleve sanos y salvos hasta nuestro destino.


Una vez que llegamos a la bifurcación del Cerro Monederos con el Fuerte, ya solo nos queda bajar y bajar. De frente Frigiliana y Nerja, e incluso ya empezamos a ver de nuevo  los coches aparcados junto a la balsa.



A las seis y media de la tarde llegamos a nuestro destino.


¡Otro día de pateo y de risas para llenar nuestra insaciable mochila cargada de montañas y de buenos momentos!, y mañana más… a los tajos del río Cacín, pero eso ya será otra nueva historia…










martes, 9 de febrero de 2016

Vía ferrata de Benalauría (Enero/16) (Febrero/17)


VIENE DE FERRATA DE ATAJATE


Ferrata de Benalauria


Estamos situado en el cruce de la carretera  que nos lleva a la localidad de Benalauria. Aquí dejaremos los coches.


Justamente en frente, una pista nos ascenderá poco a poco hasta nuestro lugar de partida, en donde iniciaremos la ferrata. Serán unos tres kilómetros de subida. En 45 minutos llegamos a la base del peñón.


Las características de esta ferrata son las siguientes:

Dificultad: (K2)
Tiempo de acceso a la vía: 45 minutos
Tiempo de realización: 60 minutos.
Desnivel ascendido: 80 metros
A destacar: 2 puentes de monos cortos pero expuestos dentro de un estrecho barranco, y un  extraplomo.


Acercándose la hora del mediodía, y empezando a picar el sol, nos vemos los siete compañeros cuesta arriba hasta la gran mole de peñón.


Desde lejos ya vemos el canal por el que tendremos que adentrarnos en la ferrata. Una vez arriba hacemos una paradita para resoplar de la subida y pronto con el material puesto empezamos a subir.


En la base nos encontramos con un par de chavales que tenían intención de realizar también la ferrata, nos dieron paso a nosotros primero, aunque francamente no tengo claro si realmente lo iban hacer, ya que no se veían demasiado preparados.
El primer tramo de ruta es una pared vertical de unos 35 metros a la que subimos sin mayor dificultad, y otro tramo de unos 15 metros.


A partir de aquí la ferrata adquiere una espectacular belleza. La vía se interna en un estrecho cañón formado por la separación del peñón.


Pasamos a través de un hueco que ha quedado salvado entre los dos bloques de roca, una vez que accedemos a él, ya estamos en el interior del cañón; nos resulta realmente espectacular.


Avanzamos ahora por una pared vertical, algo extraplomada, durante unos 15 metros hasta llegar al primer puente de monos, y que a través de él alcanzamos la otra pared del cañón.
Miro hacia abajo y veo a Víctor, la imagen es dantesca. Miro hacia arriba y observo como otros compañeros suben la pared, mientras que otros están en ese momento atravesando los puentes. La imagen es espectacular.


Juan es el que iba primero, por lo tanto, es el que se está encargando de realizar estás fantásticas fotos desde la balconada que hay una vez que se atraviesa el último puente.


No dejo de impactarme cada vez que contemplo estas imágenes, son espectaculares, y el lugar increíble.


Poco a poco vamos ascendiendo de forma escalonada todos nosotros, y Juan desde arriba no deja de inmortalizar esta belleza de lugar.


En el último tramo de la pared llegamos al segundo puente de monos, con una longitud de 6 metros (el anterior tenía 7).
Una vez que llegamos arriba, todos decimos los mismo ¡que pasada! ¡alucinante! Y mas aún cuando miramos hacia abajo, y observamos tranquila y sosegadamente por donde hemos venido.




Con tanto tute y teniendo en cuenta que es la hora de la comida, estamos literalmente hambrientos, así que el lugar que nos espera como comedor es la deliciosa guinda de un grandioso día. Nos repartimos en este excelente comedor; no hay sillas, pero si rocas donde sentar; no hay mesa, ni falta que hace, hay más rocas donde apoyar nuestros bocatas.


Sin ventanas que abrir, están permanente abiertass. Sin ruido, sin nadie que nos moleste, sin polución…sin facturas que pagar para este comedor…Este salón no está pagado; uno se tiraría aquí media vida, pero tenemos que volver a la realidad, y siempre quedará de forma imborrable este fantástico día con los inseparables compañeros de montaña…y vete a saber si algún día, en el grupo de vías ferratas.



Fotografías: Todas las fotografías que aparecen en las tres vías ferratas han sido tomadas por mis compañeros Carmina, Juan y mías.
Texto técnico de la escala Hüsler: Ese apartado se ha cogido de la página de vías ferratas deandar.com 


 (Febrero/17)







Vía ferrata de Atajate (Enero/16) (Febrero/17)


VIENE DE FERRATA DE JIMERA DE LIBAR


Ferrata de Atajate



Ya en Atajate, y a solo cinco minutos desde donde dejamos el coche, atravesamos algunas calles del pueblo para dirigirnos al inicio del sendero denominado “paseo por el mosto”, a los pocos metros, ya nos encontramos la gran roca en forma de pared que tendríamos que trepar.


La cosa se ponía seria; al leer la información correspondiente a esta ferrata, nuestros ojos se fueron directamente a la parte inferior del panel, en donde aparecía en rojo una pequeña escritura con la palabra difícil, rápido nos acercamos a Víctor, y con cara preocupante le dijimos, “¿eso es verdad?, ahí pone difícil”, no os preocupéis, contestó él. Yo creo que mi compañera Carmina notó en mi cara cierta perplejidad por tan antagónicas afirmaciones.


Dificultad: (K2)
Tiempo de acceso a la vía: 5 minutos
Tiempo de realización: 45 minutos.
Desnivel ascendido: 44 metros
A destacar: 1 puente de mono, un puente tibetano y un extraplomo.


Debajo ya de la pared, mi incertidumbre aumentó velozmente. Pero no era el momento de hacer la retirada, habría que intentarlo. De los siete que íbamos decidimos el orden de paso, el veterano  primero y Juan se quedó el último. El resto  repartidos entre medio a no mucha distancia uno del otro (por aquello de los posibles sustos, desmayos…o vete a saber…). Allá vamos, a subir los primeros peldaños en esta vertical pared de unos ocho metros.


Al principio, bien, sin problemas, pero cuando alcanzamos el final de esa gran roca, la cosa se complicó (por lo menos para mí, comprobando posteriormente que también lo fue para otros compañeros), la roca se retuerce un poco hacia fuera formando un pequeño extraplomo, además coincide que queda justamente en un extremo de la pared.

Lorenzo que iba delante de mí, me dice “Antonio no sigas porque estoy esperando que pase Pepi y aquí no hay donde agarrarse”. En ese momento, notaba que mis brazos ejercían más fuerza, ya que de algún modo estaban aguantando el peso de mi cuerpo en este pequeño extraplomo.


Miré hacia abajo, mire donde estaba Lorenzo, mire hacia atrás, y yo agarrado muy fuerte a los peldaños de la pared me dije en voz reflexiva “uff, ¡vamos a ver cómo termina esto!”.


Sin lugar s dudas, de las tres ferratas que hicimos, para mí fue el momento más delicado; entiendo que obviamente influiría la inexperiencia para llegar a esa conclusión.
Pasada esa cornisa nos encontramos con un pequeño puente de monos por el que tendremos que avanzar por dos cables, uno situado en la parte superior, y otro en la parte inferior.


De este modo cuando lo vamos pasando vemos como nuestro cuerpo se tambalea hacia delante y hacia atrás.


Pasado éste, de nuevo otra pared vertical de unos 14 metros de altura. De vez en cuando miro hacia abajo, y tal como miro, noto como mis brazos se retuercen agarrando fuertemente los peldaños sujetos a la pared. ¡Está claro que es un reflejo directo de la altura a la que estamos!
Lorenzo de vez en cuando me mira, y yo a él, no decimos nada, aunque nuestros rostros creen adivinar lo que estamos pensando.
En ocasiones, siempre que el lugar sea el apropiado, Manolo que va detrás de mí nos suelta una pequeña broma para ver cómo vamos, nosotros como dos machotes le respondemos, igualmente en forma de broma, sobre cómo van los pañales…



Según subimos esta pared vertical, vemos a Víctor avanzando sobre el largo puente tibetano. La imagen nos impacta. Nuestro compañero parece flotar en ese cielo azulado, mientras que nosotros, como hormiguitas nos pegamos a la pared. Ahora entiendo porque el factor psicológico es uno de los cuatro elementos que valoran la dificultad de una vía ferrata. Los otros tres recordemos: Fuerza, resistencia y experiencia en montaña, nunca más acertado.


Última pared antes de finalizar la ruta, abajo el puente tibetano




Allá vamos, nosotros ya hemos llegado. Uno a uno, sin prisas. Este puente tibetano tiene una longitud de 30 metros, dejando a ambos lados una gran caída vertical.


A nuestro paso, el puente se zarandea como si nos quisiera tirar. Solo es cuestión de agarrarse bien e ir desplazando por el cable el disipador que llevamos atado a nuestra cintura.
Lorenzo parece que lo tiene más complicado, su cinta no llega al cable superior con lo que utiliza el que se encuentra un poco más bajo.
De frente, vemos a nuestros compañeros que ya pasaron el puente y suben la última pared. Esta última, sin problemas algunos se puede perfectamente subir.

Miro hacia atrás, y quedo impactado con la belleza de las imágenes. Carmína, Manolo y Juan subiendo la pared que hay por encima del puente.


Llegamos al último punto de nuestra ruta. Desde aquí, un poco de tiempo para contemplar las excelentes vistas de la zona, y hacia los coches, bajando por el senderillo que nos lleva directamente al pueblo.
Como experiencia ¡increíble!


Cogemos nuestros coches y ponemos rumbo a Benalauría, en donde nos espera nuestra última vía ferrata.