Continuando con las rutas de este último fin de semana de mayo, ayer estuvimos subiendo a la Mira desde los Galayos, hoy nos hemos desplazado hasta la localidad de Guadalupe en la provincia de Cáceres. Haremos el sendero de los Molinos de Guadalupejo.
Pero antes, y a solo 4 kilómetros hacemos una parada en una colina con vistas a Guadalupe en el que está instalado "El Humilladero", una pequeña ermita gótico mudéjar del siglo XV.
En este lugar se arrodillaban, rezaban y se humillaban los cautivos redimidos y los peregrinos que venían desde el norte al divisar por primera vez el Santuario desde este alto de la Sierra Altamira. Uno de estos cautivos fue Miguel de Cervantes que acudió a Guadalupe a ofrecer los grilletes que los turcos le pusieron durante su apresamiento en Orán.
Además de la visita a esta ermita, no desperdiciamos el tiempo y aprovechamos para saborear unas exquisitas moras que con tantas ganas nos comimos
Con el estómago bien harto de moras y con las manos bien moradas, bajamos hasta Guadalupe. Yo no la conocía, así que además del sendero queríamos dar una vuelta por el pueblo una vez terminada la ruta (cosa que no sucedió, ya que nos cayó una fuerte tormenta).
De este modo, solo pude recorrer algunas de sus calles y sus pintorescos rincones, en lo que nos dirigíamos hacia el sendero que estaba en el otro extremo del pueblo.
El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1993. En su interior se aprecia los estilos gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico, es decir desde los siglos XIII hasta el XVIII.
Según cuenta la tradición un pastor encontró una talla de la virgen María en el río Guadalupe a finales del siglo XIII o principios del XIV. Cerca del lugar donde se encontró la imagen se construyó una ermita alrededor de la cual surgió el asentamiento actual con el nombre de Puebla de Santa María de Guadalupe.
Situada en la comarca de las Villuercas, Guadalupe fue declarada como conjunto histórico-artístico, siendo ésta una típica villa serrana.
Así que sin más demora, todos los compañeros nos reunimos en las puertas del Santuario. Unas fotillos del lugar y avanzamos por la calle lateral del Santuario en busca del sendero.
Quedándome descolgado del grupo, me quedé al final para intentar disfrutar del callejeo de Guadalupe. A nuestro paso, al igual que en otras villas de este estilo, las coloridas flores son testigo de su belleza.
Sus habitantes, no ajenos al ajetreo de peregrinos, visitantes, senderistas...me saludan al pasar e incluso intercambiamos alguna que otra palabra.
¡No puedo perder de vistas a mis compañeros que van por allí delante!, así que sigo avanzando en solitario por sus hermosas callejuelas, a la que de forma veloz me doy una escapada.
El agua, en su constante correr, fluye de pequeñas fuentes instaladas en acogedoras plazoletas, y alrededor de ellas, como alimentándose de su humedad, las flores, con sus hermosos y penetrantes coloridos dan mas vistosidad a mi andar.
Y ya saliendo del pueblo, antes de iniciar el sendero, otra pequeña fuente, en la que sus habitantes aprovechan para coger agua...y saludarme a mi paso.
-A donde vais, me pregunta esta curiosa anciana vestida de negro.
-Vamos de sendero, le contesto yo, a los Molinos del Guadalupejo
Y antes de adentrarnos en las pistas que nos llevarán al sendero, las últimas vistas de Guadalupe y de su hermoso Santuario.
Son las 11,15 y aquí iniciamos este sendero que nos adentrará en el pequeño arroyo del Guadalupejo, en el que antaño varios molinos se construyeron.
El recorrido será de unos 12 kilómetros, en su mayor parte por pista, y con unos 200 metros de desnivel, y para ello echaremos unas tres horas y media, yendo en plan tranquilo y disfrutando del paisaje y de los bocatas que también comeremos.
Tras un rato andando llegamos a la presa del Mato, en el que podemos observar extensos bosques más allá de sus orilla. En otoño el colorido de los árboles debe ser espectacular.
Aprovechamos para hacernos la foto de grupo en el mismo embalse, ahora si estamos todos, los 24 que nos vinimos de fin de semana.
Y ahora llega la parte más bucólica, silenciosa, frondosa...avanzamos paralelo al río, y al poco nos adentramos por un sendero, en el que los pájaros con su canto parecen darnos la bienvenida, no dejan de cantar.
¡Que lugar más hermoso!
Las aguas del arroyo corre de forma sosegada, como si no quisiera molestar. Nuestro pisar por las hojarascas en combinación con el suave canto de los pájaros y el sonido del agua al correr, nos crean una partitura en perfecta armonía.
Y claro, aquí nos pusimos a comer, que mejor sitio para digerir nuestros inseparables bocatas.
Tras unos veinte minutos de paz en este rincón de la naturaleza proseguimos nuestra marcha, de nuevo salimos a la pista que discurre paralelo al arroyo.
Y llegando a nuestro tramo final, el molino del Batán y otros tantos en las cercanías del lugar: molino de la Herrería, del Pan Blanco, del Martinete... la mayoría tristemente en ruinas.
Acercándose las agujas del reloj hacia las tres de la tarde, de nuevo en Guadalupe.
Aquí empezamos a dividirnos los grupos, y nosotros 8 que íbamos juntos nos dirigimos a nuestros coches, a cambiarnos...y a tomar las cervezas en este mismo bar con una buena terraza...y cuando ya hacíamos planes para realizar la visita a la villa, el cielo se empezó a ennegrecer y al poco empezó a descargar fuertemente, con lo que dimos por finalizada nuestra visita a Guadalupe...y a Sevilla.
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