martes, 23 de mayo de 2017

Barranco arroyo Majales (Júzcar, Málaga) y Chorreras de Balastar (Faraján) Mayo/17



"Todas las fotografías que aquí se presentan  corresponden a mis compañeros Carmina, Juan y Víctor, mi cámara fue a parar al fondo de una poza tras un completo reportaje gráfico en su tarjeta…y caer al agua tras una carambola de hechos adversos y que durante esta crónica relataré".


En el día de hoy nos vamos hacia el arroyo Majales, en donde caminaremos por sus aguas y haremos algo de barranco. Para ello nos dirigimos hacia el coqueto pueblo de Júzcar (¡recordad, el pueblo de los pitufos!), en el corazón del hermosísimo valle del Genal.


En esta ocasión coincidimos para la ruta siete compañeros del club: Carmina, Juan, Valme, Lorenzo, Víctor (el que planteó la ruta), Pepi, y el que escribe. Para realizar esta ruta es imprescindible llevar todo el material necesario para barrancos (arnés, casco, ocho, mosquetones de seguridad) y una cuerda de unos 30 metros. Y si lleva mucha agua, trajes neoprenos. En esta ocasión, el arroyo lleva agua, pero no tanta como para llevar los neoprenos.


Una vez llegado al pueblo de Júzcar viniendo de Ronda, lo pasamos con dirección a Faraján, y a unos 400 metros, a mano izquierda hay una pequeña zona en donde podemos aparcar los coches. Estamos justo en frente del barranco.




El recorrido de este arroyo será de poco más de un kilómetro aproximadamente, con unos 160 metros de desnivel (desde los 838 hasta los 665 msnm) y compuesto por 6 rapeles, el más alto de 12 metros, además de otros tantos toboganes y destrepes, y para ello nosotros echamos unas cuatro horas y media, empezando desde la misma cabecera y con despiste al principio de la ruta (que nos llevó unos 45 minutos).

El recorrido lo podemos dividir en dos partes, una primera, desde la cabecera hasta la instalación de una cuerda en medio del arroyo, y la segunda desde este mismo lugar hasta la misma carretera en donde hemos dejado los coches.
La primera parte (muy cerrado), andaremos por medio del arroyo, sin rápeles, aunque con muchas pequeñas cascaditas y entre adelfas y otros tantos arbustos, que en más de una ocasión cuesta abrirse camino y tras muchos pinchazos.
La segunda parte (más abierto) es donde nos iremos encontrando los rapeles según vamos avanzando.


 

Pues allá vamos, iniciamos la ruta:

Sin tener demasiado claro el inicio de la ruta, partimos desde el mismo aparcamiento, pasado el puentecillo (a unos 10 metros) sale un sendero que sube y discurre  por la margen izquierda del arroyo (está muy bien indicado, este nos llevaría hasta el lugar en el que hay instalada una cuerda en medio del arroyo), pero nosotros ansiosos por iniciar la ruta por el arroyo, bajamos antes hasta este, y esa fue nuestra perdición. Una vez en el arroyo, no había sendero marcado, pero si muchísimas zarzas y otros tantos ramales con pinchos punzantes (testigos son nuestros cuerpos) así que moviéndonos como pudimos, Juan y Víctor subieron de nuevo en busca del sendero que traíamos (acertaron) los otros cinco íbamos a reunirnos con ellos pero cuando pasamos por el arroyo vimos un paso hacia la otra vertiente (nuestra segunda perdición) y a partir de ahí empezamos a subir, a pincharnos, y subir, y más pinchos y así durante un buen rato. En frente (en la otra vertiente del arroyo) veíamos el sendero perfectamente marcado, y al poco vimos a Víctor y Juan situados en el mismo arroyo (en donde está instalada la cuerda, en el sitio correcto), atravesaron el arroyo (hay que atravesarlo para seguir por la margen derecha), subieron por una cuesta ayudados con la instalación de una cuerda, así que nosotros entre pinchazos y más pinchazos nos fuimos a reunirnos con ellos. Ya todos juntos caminamos en busca de la cabecera del arroyo, primero el sendero va por el margen derecho y un poco más adelante atravesamos el arroyo siguiendo por el margen izquierdo…y andamos, hasta la cabecera (hay un grupo de árboles que cuelgan de una pequeña peña).



Nos adentramos hacia las aguas en medio de muchas plantaciones de adelfas, juncos, madreselvas y zarzas, muchas zarzas, y ahora entre saltos y saltos, algún que otro pinchazo, y avanzando por las aguas que corre por el arroyo nos dirigimos hacia la primera poza con bastante agua, aunque no se ve la profundidad.




He de recordar que no llevamos neoprenos, por lo tanto esto quiere decir que estamos esquivando las pozas siempre que podamos, aunque hasta la cintura todos nos estamos mojando.





Juan no lo piensa dos veces, se queda en bañador y se lanza desde lo más alto ¡plofff! al agua. Otros empezamos a buscar alternativas de escape (eso si con muchos pinchazos), otros buscan el escape junto a los arbustos de la poza (con ayuda a cabritos para no hundirse) y Víctor también se lanza pero desde un poco más abajo  ¡plofff! al agua.





Y seguimos avanzando y avanzando entre las aguas, esquivando algún pequeño tobogán, y cuando el camino ya se hace intransitable, todos buscamos el escape para tirar hacia arriba (por la izquierda) saliendo justo al sendero en el que nos reunimos los seis. Bajamos por la cuerda en la cuesta y ya de nuevo en el arroyo (estamos justo donde empiezan los rapeles, la segunda parte, en donde se encuentra la cuerda atravesada en el arroyo).

A partir de aquí empieza la parte más entretenida, y menos pinchantes, excepto cuando hacemos los escapes. Son unos seis rápeles los que hemos contabilizado, en algunos hay que instalar las cuerdas, y en un par de ellos hay una cuerda fija por donde bajar.


El primero que nos encontramos, y de unos 11 metros, tiene una cierta inclinación, con lo que todos los bajamos sin mayor complicación.


 

Según hemos bajado este rápel, y a escasos metros, nos encontramos con otro en el que hay instalado una cuerda fija (unos 3 metros). La vista del pueblo “de los pitufos, Júzcar” es espectacular. Al fondo, con un cielo algo nublado, hace que con mayor intensidad resalte el azul de las casas del pueblo.




Seguimos avanzando y llegamos al siguiente rapel (unos 9 metros), la verticalidad de su pared nos impone, y aquí Juan y Víctor (los de mayor experiencia) instalan el rápel de bajada. El final de esta pared nos desemboca en una poza, que tampoco sabemos su profundidad.


Así que lo que pretenderemos es no caer en la poza, sino desviarnos con mucho esfuerzo hacia una de las paredes, y desde ahí destrepar (tarea nada fácil, porque el cuerpo nos pedirá la verticalidad y nosotros tendremos que contrarrestar, y forzar nuestro cuerpo hacia la pared.
El primero que se tira es Juan (el tendrá que hacer lo más difícil, buscar la pared sin que nadie le pueda ayudar), con algo de esfuerzo lo consigue, aunque llevándolo a la poza, y teniendo que contrarrestar con más esfuerzo.


Juan nos sujetará la cuerda al resto de los que bajemos, y tirará de ella en sentido contrario (hacia la pared) para contrarrestar nuestra caída vertical. A continuación se lanza Lorenzo y después Carmina, ambos con más pena que gloria consiguen llegar hacia abajo, algunos con más problema que otro (insisto no era tarea fácil).


Después me lanzo yo, y sin saber cómo (quizás por un resbalón al empezar) doy con las rodillas y el pecho en la pared, me restablezco, y según bajo, veo que la cinta de mi cámara se me ha soltado o roto (no lo pude saber, quizás por el encontronazo en la pared), y con mucho cuidado le lanzo la cámara a Víctor que queda arriba. Llego abajo, también con el mismo esfuerzo que mis compañeros a la hora de buscar la pared.


Por último, empieza a bajar Víctor, y le pregunto: ¿Dónde llevas la cámara?, él me contesta, en el bolsillo (ese fue el error), y yo le contesto “ah, vale”. Empieza a rapelear, y claro la cuerda le tira del arnés sujeto a la pierna, y este le saca la cámara del bolsillo, y ante mis ojos veo como la cámara va directamente a parar a la poza. ¡No me lo puedo creer!, me lanzo hacia ella, pero rápidamente empieza a hundirse, imposible cogerla. Víctor continúa bajando y Juan ayudándolo al igual que al resto con la cuerda para acercarlo a la pared. 



Con la cuerda intento calcular la profundidad de la poza (1,5 metros calculé), y tras poco pensar la di por perdida, habría que bucear hasta el fondo…y no estoy por la labor, así que “adiós cámara, siempre te recordaré”.


Seguimos avanzando por el arroyo y llegamos al siguiente rápel (unos 8 metros) totalmente vertical, y que al igual que los otros desemboca en una poza, que no conocemos su profundidad. 


Así que en este, solo se lanzan Juan y Víctor que ya se han mojado al completo, el resto buscamos una escape (con miles de pinchos) y al poco ya vemos la carretera en donde hemos dejado los coches.



Juan y Víctor siguen avanzando por el arroyo, pero también esquivando los dos últimos rápeles, uno de ellos por lo visto con cuerda fija. Ya todos reunidos nos cambiamos de la ropa empapada y empezamos a comer (son las seis de la tarde, vaya hora de comer). He de recordar que la ruta la iniciamos sobre las 13,30 horas.

La idea inicial de la jornada de hoy según planteó Víctor era la siguiente: 1) barranco Majales, 2) senderillo hacia las chorreras de Balastar en Faraján, y 3) ferrata de Atajate (estaba claro que esta ya no la haríamos, era tardísimo).

Así que cogimos los coches y nos dirigimos a la cercana localidad de faraján, a unos 4 km. Aparcamos en la misma plaza de la iglesia, y cogimos el senderillo que bajando nos llevaría hasta las dos chorreras (en total haríamos unos dos kilómetros).


No la conocíamos ninguno, y sencillamente ESPECTACULAR, el enclave es mágico, salvaje, singular. Una frondosidad que nos hace recordad a otros lugares ya visitados, y bastante más remoto.


Son dos impresionantes saltos de agua, en forma de cascada, con unos 20 metros de altura que se forman gracias a la escarpada orografía del terreno y a su relieve kárstico. Según pude leer, junto a esos saltos hace siglos hubo un poblado árabe, el poblado de Balastar.



El senderillo habilitado, circular, nos lleva a las dos chorreras, transcurriendo este junto a los huertos y a lo largo de las acequias que llevan el agua a los bancales. En este se encuentra también los restos de un antiguo molino. Aunque el recorrido es corto, hay tramos con fuertes pendientes, con lo que es recomendable un buen calzado, y si ha llovido, peor lo tenemos, muy resbaladizo.




Marcando nuestro reloj ya las ocho de la tarde, buscamos un bar, y allí cayeron las cervezas. Con algo de fresco ya en las calles de Faraján, nos dirigimos hacia nuestros coches y partimos hacia Sevilla, a donde llegaríamos pasadas las diez y media de la noche.

Compañeros, excelente jornada, en la que hemos disfrutado un poco de todo, incluso con alguna que otra anécdota…Víctor muchas gracias por tu plan. Seguimos…que nunca sea la última.



1 comentario:

Elisa dijo...

Turismo aventura a full.
Hermosos paisajes:)
Saludos desde Argentina