"Todas las fotografías que aquí se
presentan corresponden a mis compañeros
Carmina, Juan y Víctor, mi cámara fue a parar al fondo de una poza tras un
completo reportaje gráfico en su tarjeta…y caer al agua tras una carambola de
hechos adversos y que durante esta crónica relataré".
En el
día de hoy nos vamos hacia el arroyo Majales, en donde caminaremos por sus
aguas y haremos algo de barranco. Para ello nos dirigimos hacia el coqueto
pueblo de Júzcar (¡recordad, el pueblo de los pitufos!), en el corazón del hermosísimo
valle del Genal.
En
esta ocasión coincidimos para la ruta siete compañeros del club: Carmina, Juan,
Valme, Lorenzo, Víctor (el que planteó la ruta), Pepi, y el que escribe. Para
realizar esta ruta es imprescindible llevar todo el material necesario para
barrancos (arnés, casco, ocho, mosquetones de seguridad) y una cuerda de unos
30 metros. Y si lleva mucha agua, trajes neoprenos. En esta ocasión, el arroyo
lleva agua, pero no tanta como para llevar los neoprenos.
Una
vez llegado al pueblo de Júzcar viniendo de Ronda, lo pasamos con dirección a
Faraján, y a unos 400 metros, a mano izquierda hay una pequeña zona en donde
podemos aparcar los coches. Estamos justo en frente del barranco.
El
recorrido de este arroyo será de poco más de un kilómetro aproximadamente, con
unos 160 metros de desnivel (desde los 838 hasta los 665 msnm) y compuesto por
6 rapeles, el más alto de 12 metros, además de otros tantos toboganes y
destrepes, y para ello nosotros echamos unas cuatro horas y media, empezando
desde la misma cabecera y con despiste al principio de la ruta (que nos llevó unos 45 minutos).
El recorrido lo podemos dividir en dos partes, una primera, desde la cabecera hasta la instalación de una cuerda en medio del arroyo, y la segunda desde este mismo lugar hasta la misma carretera en donde hemos dejado los coches.
La primera parte (muy cerrado), andaremos por medio del arroyo, sin rápeles, aunque con muchas pequeñas cascaditas y entre adelfas y otros tantos arbustos, que en más de una ocasión cuesta abrirse camino y tras muchos pinchazos.
La segunda parte (más abierto) es donde nos iremos encontrando los rapeles según vamos avanzando.
Pues allá vamos, iniciamos la ruta:
Sin tener demasiado claro el inicio de la ruta,
partimos desde el mismo aparcamiento, pasado el puentecillo (a unos 10 metros)
sale un sendero que sube y discurre por
la margen izquierda del arroyo (está muy bien indicado, este nos llevaría hasta
el lugar en el que hay instalada una cuerda en medio del arroyo), pero nosotros
ansiosos por iniciar la ruta por el arroyo, bajamos antes hasta este, y esa fue
nuestra perdición. Una vez en el arroyo, no había sendero marcado, pero si
muchísimas zarzas y otros tantos ramales con pinchos punzantes (testigos son
nuestros cuerpos) así que moviéndonos como pudimos, Juan y Víctor subieron de
nuevo en busca del sendero que traíamos (acertaron) los otros cinco íbamos a
reunirnos con ellos pero cuando pasamos por el arroyo vimos un paso hacia la
otra vertiente (nuestra segunda perdición) y a partir de ahí empezamos a subir,
a pincharnos, y subir, y más pinchos y así durante un buen rato. En frente (en
la otra vertiente del arroyo) veíamos el sendero perfectamente marcado, y al
poco vimos a Víctor y Juan situados en el mismo arroyo (en donde está instalada
la cuerda, en el sitio correcto), atravesaron el arroyo (hay que atravesarlo
para seguir por la margen derecha), subieron por una cuesta ayudados con la
instalación de una cuerda, así que nosotros entre pinchazos y más pinchazos nos
fuimos a reunirnos con ellos. Ya todos juntos caminamos en busca de la cabecera
del arroyo, primero el sendero va por el margen derecho y un poco más adelante
atravesamos el arroyo siguiendo por el margen izquierdo…y andamos, hasta la
cabecera (hay un grupo de árboles que cuelgan de una pequeña peña).
Nos
adentramos hacia las aguas en medio de muchas plantaciones de adelfas, juncos,
madreselvas y zarzas, muchas zarzas, y ahora entre saltos y saltos, algún que
otro pinchazo, y avanzando por las aguas que corre por el arroyo nos dirigimos
hacia la primera poza con bastante agua, aunque no se ve la profundidad.
He de
recordar que no llevamos neoprenos, por lo tanto esto quiere decir que estamos
esquivando las pozas siempre que podamos, aunque hasta la cintura todos nos
estamos mojando.
Juan
no lo piensa dos veces, se queda en bañador y se lanza desde lo más alto
¡plofff! al agua. Otros empezamos a buscar alternativas de escape (eso si con
muchos pinchazos), otros buscan el escape junto a los arbustos de la poza (con
ayuda a cabritos para no hundirse) y Víctor también se lanza pero desde un poco
más abajo ¡plofff! al agua.
Y
seguimos avanzando y avanzando entre las aguas, esquivando algún pequeño
tobogán, y cuando el camino ya se hace intransitable, todos buscamos el escape
para tirar hacia arriba (por la izquierda) saliendo justo al sendero en el que
nos reunimos los seis. Bajamos por la cuerda en la cuesta y ya de nuevo en el
arroyo (estamos justo donde empiezan los rapeles, la segunda parte, en donde se
encuentra la cuerda atravesada en el arroyo).
A
partir de aquí empieza la parte más entretenida, y menos pinchantes, excepto
cuando hacemos los escapes. Son unos seis rápeles los que hemos contabilizado,
en algunos hay que instalar las cuerdas, y en un par de ellos hay una cuerda
fija por donde bajar.
El primero que nos encontramos, y
de unos 11 metros, tiene una cierta inclinación, con lo que todos los bajamos
sin mayor complicación.
Según
hemos bajado este rápel, y a escasos metros, nos encontramos con otro en el que
hay instalado una cuerda fija (unos 3 metros). La vista del pueblo “de los
pitufos, Júzcar” es espectacular. Al fondo, con un cielo algo nublado, hace que
con mayor intensidad resalte el azul de las casas del pueblo.
Seguimos
avanzando y llegamos al siguiente rapel (unos 9 metros), la verticalidad de su
pared nos impone, y aquí Juan y Víctor (los de mayor experiencia) instalan el
rápel de bajada. El final de esta pared nos desemboca en una poza, que tampoco
sabemos su profundidad.
Así que lo que pretenderemos es
no caer en la poza, sino desviarnos con mucho esfuerzo hacia una de las
paredes, y desde ahí destrepar (tarea nada fácil, porque el cuerpo nos pedirá
la verticalidad y nosotros tendremos que contrarrestar, y forzar nuestro cuerpo
hacia la pared.
El primero que se tira es Juan (el tendrá que hacer lo
más difícil, buscar la pared sin que nadie le pueda ayudar), con algo de
esfuerzo lo consigue, aunque llevándolo a la poza, y teniendo que contrarrestar
con más esfuerzo.
Juan
nos sujetará la cuerda al resto de los que bajemos, y tirará de ella en sentido
contrario (hacia la pared) para contrarrestar nuestra caída vertical. A
continuación se lanza Lorenzo y después Carmina, ambos con más pena que gloria
consiguen llegar hacia abajo, algunos con más problema que otro (insisto no era
tarea fácil).
Después
me lanzo yo, y sin saber cómo (quizás por un resbalón al empezar) doy con las
rodillas y el pecho en la pared, me restablezco, y según bajo, veo que la cinta de mi cámara se me ha soltado o roto (no
lo pude saber, quizás por el encontronazo en la pared), y con mucho cuidado le
lanzo la cámara a Víctor que queda arriba. Llego abajo, también con el
mismo esfuerzo que mis compañeros a la hora de buscar la pared.
Por
último, empieza a bajar Víctor, y le pregunto: ¿Dónde llevas la cámara?, él me contesta, en el bolsillo (ese fue el
error), y yo le contesto “ah, vale”. Empieza a rapelear, y claro la cuerda le
tira del arnés sujeto a la pierna, y este le saca la cámara del bolsillo, y
ante mis ojos veo como la cámara va directamente a parar a la poza. ¡No me lo
puedo creer!, me lanzo hacia ella, pero rápidamente empieza a hundirse,
imposible cogerla. Víctor continúa bajando y Juan ayudándolo al igual que
al resto con la cuerda para acercarlo a la pared.
Con la cuerda intento calcular la profundidad de la
poza (1,5 metros calculé), y tras poco pensar la di por perdida, habría que
bucear hasta el fondo…y no estoy por la labor, así que “adiós cámara,
siempre te recordaré”.
Seguimos
avanzando por el arroyo y llegamos al siguiente rápel (unos 8 metros)
totalmente vertical, y que al igual que los otros desemboca en una poza, que no
conocemos su profundidad.
Así
que en este, solo se lanzan Juan y Víctor que ya se han mojado al completo, el
resto buscamos una escape (con miles de pinchos) y al poco ya vemos la
carretera en donde hemos dejado los coches.
Juan y
Víctor siguen avanzando por el arroyo, pero también esquivando los dos últimos
rápeles, uno de ellos por lo visto con cuerda fija. Ya todos reunidos nos
cambiamos de la ropa empapada y empezamos a comer (son las seis de la tarde,
vaya hora de comer). He de recordar que la ruta la iniciamos sobre las 13,30
horas.
La
idea inicial de la jornada de hoy según planteó Víctor era la siguiente: 1)
barranco Majales, 2) senderillo hacia las chorreras de Balastar en Faraján, y
3) ferrata de Atajate (estaba claro que esta ya no la haríamos, era tardísimo).
Así
que cogimos los coches y nos dirigimos a la cercana localidad de faraján, a
unos 4 km. Aparcamos en la misma plaza de la iglesia, y cogimos el senderillo
que bajando nos llevaría hasta las dos chorreras (en total haríamos unos dos
kilómetros).
No la
conocíamos ninguno, y sencillamente ESPECTACULAR, el enclave es mágico, salvaje,
singular. Una frondosidad que nos hace recordad a otros lugares ya visitados, y
bastante más remoto.
Son
dos impresionantes saltos de agua, en forma de cascada, con unos 20 metros de
altura que se forman gracias a la escarpada orografía del terreno y a su
relieve kárstico. Según pude leer, junto a esos saltos hace siglos hubo un
poblado árabe, el poblado de Balastar.
El
senderillo habilitado, circular, nos lleva a las dos chorreras, transcurriendo
este junto a los huertos y a lo largo de las acequias que llevan el agua a los
bancales. En este se encuentra también los restos de un antiguo molino. Aunque
el recorrido es corto, hay tramos con fuertes pendientes, con lo que es
recomendable un buen calzado, y si ha llovido, peor lo tenemos, muy resbaladizo.
Marcando
nuestro reloj ya las ocho de la tarde, buscamos un bar, y allí cayeron las
cervezas. Con algo de fresco ya en las calles de Faraján, nos dirigimos hacia
nuestros coches y partimos hacia Sevilla, a donde llegaríamos pasadas las diez y
media de la noche.
Compañeros,
excelente jornada, en la que hemos disfrutado un poco de todo, incluso con
alguna que otra anécdota…Víctor muchas gracias por tu plan. Seguimos…que nunca
sea la última.
1 comentario:
Turismo aventura a full.
Hermosos paisajes:)
Saludos desde Argentina
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